domingo, 5 de julio de 2020

L'obsession

Cuando era una adolescente encontré un libro de francés en la biblioteca de mis tíos olvidado en una esquina. Pregunté si podía tomarlo prestado porque me llamó la atención y ante la respuesta positiva de mi tía, me lo llevé a mi casa para verlo bien. Había algunos ejercicios resueltos - nunca supe realmente por quién - y yo me sentaba a contemplarlos sin atreverme a intentar nada mientras imaginaba cómo se pronunciarían esas bellas palabras desconocidas. Soñaba con aprender francés cuando llegara a 10°, todo el mundo hablaba maravillas de la profe Maria Teresa y esperé con ansias ese momento. Cuando por fin llegué a décimo, ese bello idioma era todo lo que yo había soñado.

Aprendí algunas cosas: palabras, verbos, adjetivos, tiempos verbales, algo de pronunciación. Tuve buenas calificaciones siempre. Pero luego, el colegio terminó y con él, el idioma. Comenzó la universidad y ya no tuve tiempo para continuar o tal vez no tuve la voluntad de ir a hacer la fila eterna en el Área de lenguas extranjeras un martes a las 7:00 a.m. para poder apartar el cupo. No me emocionaba entonces participar en cursos con un montón de desconocidos y quizás por eso tampoco intenté con mucho ahínco. Este idioma ha sido por muchos años algo que contemplo maravillada desde la oscuridad, casi siempre sin hacer nada.

Me cansé de mi falta de voluntad. Entonces, decidí buscar un profesor y recurrí a la directora de la academia donde aprendí inglés para preguntarle si conocía  alguien que supiera francés. Ella me dijo que sí, que fuera un fin de semana a hablar con ella para preguntarle si podría participar de las clases grupales - que por cierto, seguían sin emocionarme - o si podría aprender en clases particulares. No tenía un gran presupuesto realmente, pero de todas maneras fui a averiguar. Llegué muy temprano y la esperé. Tenía una expresión de disgusto y cuando me vio, pareció que un odio visceral le recorría todo el cuerpo. Era la primera vez que la veía en mi vida, aún no me explico de dónde sacó esa mirada llena de ira ni mucho menos su actitud al hablar conmigo. Le comenté que quería aprender francés, me respondió secamente si alguna vez lo había estudiado y le respondí que apenas un par de años en el colegio. ¿Vas a estudiar a Francia o a Canadá?. Negué con la cabeza. ¡¿Entonces para qué quieres aprender francés?!. No pude responder nada. Apenas logré articular una palabra, respondí con una sonrisa que me gustaba mucho el idioma. ¡Sí, pero ¿para qué quieres aprender entonces?! No dije nada más y me fui. 

Me pareció que era una señal de la vida. A decir verdad, nunca me ha interesado ir a estudiar a Francia ni a Canadá. Me dije que tal vez ella tenía razón y que esto apenas era un capricho mío sin fundamento, que no valía la pena continuar. Pero de alguna manera siempre llegaba a mí por un camino u otro. Sofía estudiaba francés en ese entonces y practicaba en la universidad. Yo me sentaba a escucharla y a ver sus libros. Juancho estudió en un colegio francés y también estaba haciendo cursos y me gustaba preguntarle cosas o ver a lo lejos sus notas en francés. Cuando me gradué y trabajé como profesora una de mis grandes amigas era profesora de francés y me dio algunas clases. 

Luego entré a la maestría. Mi director de tesis es hijo de un francés y cuando venían estudiantes de intercambio del Instituto Curie, o un amigo suyo de Francia o cuando se encontraba con otro profesor de la facultad de Medicina que además era su amigo de infancia y que también hablaba francés, yo los escuchaba hablar en esa lengua que siempre me ha fascinado y que sentía que me había sido negada. No puedo evitarlo. Es como si la luz simplemente apareciera cuando la escucho o la leo. Años después hice un diplomado en escritura creativa. Mis grandes habilidades sociales me llevan siempre a evitar el contacto con las personas, pero por cosas de la vida, terminé hablando con un compañero que ¡oh! es profesor de la Alianza Francesa. Averigüé cursos grupales y clases particulares, pero por diferentes razones, al final no terminé haciendo nada.

Esta mañana, por alguna razón, me daba vueltas incesantemente en la cabeza la frase "nunca has hecho nada para aprender francés." Pero es injusto decirme eso. La verdad es que llevo años estudiando sola con los libros, en páginas de Internet, usando mis notas del colegio, y haciendo un curso en línea de la Alianza, que envía ejercicios y explicaciones diarias. Hago cuadernos de lo que estudio, escucho música en francés y me aprendo las letras, veo cómo pronuncian los cantantes y los imito lo mejor que puedo y he intentado leer libros con diccionario en mano, avanzando lenta y dolorosamente. Pero lo disfruto mucho. No me importa no poder sostener una conversación fluida, ni tampoco presentar un examen de suficiencia, mi objetivo no es andar por la vida presumiéndole a la gente si hablo un idioma o no y definitivamente no está en mis planes estudiar en Francia o Canadá. 

Pensé en esa pregunta que me hizo aquella vez la profesora llena de odio: ¡¿Para qué quieres aprender francés?! Yo no sé francés. Pero su mera existencia en mi vida me hace feliz.

Alors suouris. Si tu souris, la vie te le rendra. 





lunes, 22 de junio de 2020

"Utopía de un hombre que está cansado", Borges

Ante la burla de unos y la sorpresa de otros, organizamos con mis tres amigos más cercanos una tertulia literaria virtual desde hace aproximadamente un mes. La idea es leer un cuento que alguno selecciona durante la semana y el fin de semana encontrarnos para discutir las percepciones e interpretaciones de cada uno. Hasta el momento, hemos discutido cuatro cuentos: uno de Edgar Allan Poe, uno de Virginia Woolf, uno de Jorge Luis Borges y otro de Julio Cortázar. Anoche cerramos el primer ciclo y nos preguntamos entre nosotros cuál cuento nos había impactado más. Para mí fue - evidentemente - aquel que titula esta publicación.

Para nadie es un secreto que Borges es difícil de leer. Hace un par de años, emocionada por conocer los relatos cortos de uno de los grandes, comencé a leer el Aleph y en la sexta o séptima línea me pregunté si estaba leyendo algo en español o no. No pude. Tuve que dejarlo reposar unos seis meses, para sentir que superaba la frustración de no lograr acceder a él y poder intentarlo de nuevo, esta vez un poco más victoriosa. Digo un poco, porque no creo haber comprendido enteramente el cuento, ni mucho menos el resto de la antología, sino que más bien dejé que me hablara mientras trataba de agarrar mensajes en el aire, seguramente muy pocos en comparación con los que Borges quiso transmitir. Me sentía como en ese juego en que van pasando formas o figuras y uno debe tener la destreza de cogerlas o imitarlas (no estoy segura), pero al final uno hace lo que puede y deja ir muchas al fondo del abismo. Aquellas ideas quedarán perdidas en la oscuridad de mi ignorancia, porque son tantos los mensajes ocultos de ese hombre que leyó 4.000 libros en su vida, que quizás mi propia vida no alcance siquiera para dimensionar una pequeña parte. 

Iván preguntó esa semana si estábamos cansadas. Las respuestas fueron disparejas, pero antes de poder decir cualquier cosa, él envió el cuento "Utopía de un hombre que está cansado". Cuando comencé a leerlo, me senté frente al computador, con el diccionario y Google abiertos, lista para buscar las palabras y referencias desconocidas. Pero para mi sorpresa, el relato apenas y tenía un par de cosas de las que jamás había oído hablar y que en el fondo, ni siquiera eran tan necesarias para entender el cuento. Entonces, seguí leyendo sin preocuparme demasiado por esas cosas. 

Qué zozobra más horrible, qué desazón. Y no es porque el cuento esté mal escrito, por supuesto. Es que en medio de un mundo y un tiempo indeterminados, el protagonista charla con un habitante del futuro sin nombre, que le cuenta cómo vive sin historia, sin libros, sin recuerdos, sin nada. El escenario que imaginé que transcurría esta charla, era un salón enorme y blanco, infinito en extensión y luminosidad. Pero irónicamente, me causó una oscura tristeza en el corazón, un vacío sin fondo en el estómago imaginando un escenario perdido en el tiempo donde me habían arrebatado sin compasión todo lo que amo. En primer lugar, los libros habían desaparecido. Solo con ese hecho, la mitad de mi mundo pierde todo el sentido. Mi mundo, al fin y al cabo, porque mis amigos interpretaron las cosas de maneras diferentes, la sensación no fue desoladora sino liberadora lo cual me confirmó que el lugar en que mi alma habita lo he construido yo, con mis propias visiones y convicciones. Ahora, es verdad que se habló de la inmediatez del conocimiento y de cómo un sinfín de hechos sin relevancia que aparecen con mayor velocidad de la que pueden difundirse se pierden en un ciclo constante de recambio de información vacía, olvidada por todos y, al final del día, dejando las cosas como si jamás hubiesen ocurrido. Es verdad eso, pero creo que no funciona así para mí. Por eso que sentí una fría puñalada en el corazón con la falta de libros.

En el mundo del futuro ya no hay otras cosas, que al final del cuento para mí perdieron relevancia. No voy a revelar todo, para no arruinar la aventura de la lectura a quién quiera hacerlo y porque al final, bien o mal, para mí no fueron tan trascendentales. Luego, otra herida: no hay ciencia. Y es que con esto ya me arrebatan casi todo, porque de muchas maneras es la ciencia la que le ha dado sentido a mi existencia. El conocimiento y su búsqueda se han disuelto en el tiempo y se han olvidado por completo. Pero luego, la termina aún peor con el olvido de la historia. Es ahí cuando quedo desarmada. En ese punto, siento que no me queda nada.

Luego hay un elemento sorpresa del que no hablaré tampoco. En realidad, para el momento en que lo leí me sentía tan aturdida que ni siquiera lo entendí. Me había quedado retumbando en la cabeza la imagen de un mundo sin todo eso que adoro, lo horrible que sería estar ahí y la falta de sentido que tendría mi vida. Pensé luego muchas cosas: que el mundo igual ya es así, que uno debería definirse por más que esas actividades que ama, que no puedo solo pensarme como 'alguien que disfruta aprender' o no sé, que debería buscar mi esencia más allá de eso. Pero ¿y quién dice que eso debe ser así? Para mí, ese sería un mundo horrible y tengo derecho a pensarlo y sentirlo.

Justo anoche les dije que aún no me reponía de la sensación del cuento de Borges.

Link del cuento: https://www.zendalibros.com/utopia-hombre-esta-cansado-cuento-jorge-luis-borges/





domingo, 24 de mayo de 2020

Chéjov

"La medicina es mi esposa legal; la literatura, solo mi amante."

En el año 2018, en medio de una reunión aburrida, se me ocurrió que debería canalizar de mejor manera mi amor por la escritura. Por supuesto no estaba aspirando a convertirme en escritora, pero sí a aprender un poco más, a practicar, a ver el lado académico del asunto. Primero busqué programas de maestría en escritura creativa - porque exageración debería ser mi segundo nombre - pero luego con cabeza fría pensé que podría intentar algo menos torturador: una maestría ya había sido suficiente. Entonces, encontré un diplomado en la Universidad Javeriana de escritura creativa enfocado en cuento y crónica literaria. Nunca le había puesto mucha atención a los cuentos más allá de los de Edgar Allan Poe y Cortázar y jamás había leído una crónica literaria en mi vida. Pero ya entrados en gastos, me inscribí.

La gran sorpresa fue que no tenía idea de las maravillas que pueden esconderse dentro de unas pocas páginas de relato. Es curioso que en tiempos donde todo transcurre rápido y los textos no superan los 140 caracteres, la mayoría de personas piense primero en leer novelas divididas en cinco tomos de más de trescientas páginas cada uno, que en leer un cuento corto, que lleve entre líneas mensajes de lejos más humanos, más emocionales y más hermosos.

Uno de los primeros cuentistas que aparecieron en las clases, fue un médico ruso, el maestro del relato corto: Antón Chéjov. Había escuchado de él pero jamás había leído algo suyo y eso que ya había profesado antes en este blog mi amor por los escritores rusos. Gracias al diplomado me propuse a conocerlo y en medio de los cuentistas que estudiamos y conocimos, él se ganó mi mayor admiración, respeto y por qué no, amor.

Chéjov es todo un universo de situaciones humanas. Tiene una manera de escribir sutil y diciente, que a mí me parece fascinante. No se excede en las descripciones, no sobra ni falta una palabra, ni una coma, ni un punto, nada. Tiene la capacidad de describir alguna situación de los campesinos en Rusia del siglo XIX que logra tocar una fibra en el alma del lector y uno termina sintiéndose tan identificado con ellos aún cuando esté al otro lado del océano, a kilómetros de tierra de distancia y con décadas de diferencia. Y es que eso es lo que hace un gran escritor: evocar, transportar, llegar a ese rincón del inconsciente o de las memorias guardadas que lo transportan a uno a las situaciones que describe y le permiten entender a sus personajes porque son tan humanos como uno, tan generosos, tan buenos, tan malos, tan canallas, tan orgullosos, tan victimarios y tan víctimas como nosotros en la vida real, como nuestras familias, como nuestros amigos. Y qué difícil que es escribir así. Uno creería que basta con narrar alguna situación que se haya vivido y que otros compartan, pero la esencia humana parece ir más allá y solo algunos pocos pueden condensar esas ideas en apenas unos cientos de palabras. Chéjov es magia pura. Magia escrita.

Mis cuentos favoritos son 'Enemigos' y 'El pabellón número 6'. Nunca he analizado la razón, pero creo que son cuentos que plantean realidades alteradas, situaciones extremas que exigen que los seres humanos cambien sus ideas y su concepción del mundo a pesar de la natural resistencia al mismo. El mundo se transforma siempre y la visión que tenemos de él debe tener el mismo destino si es que no queremos acabar persiguiendo ídolos caducos y entrando en la desesperación y la incoherencia. También me gusta la importancia de las palabras de otros y de comprender sus situaciones y contextos. No seremos nada como entes aislados. No podremos avanzar, ni aprender, ni mucho menos cambiar.

No voy a hacer un resumen de los cuentos, porque Chéjov ya los escribió y mucho mejor de lo que yo podría hacerlo. Son relatos cortos que vale la pena leer, pero no sólo por salir del paso sino para extraer de cada frase lo que realmente nos quiere decir, porque él expuso sus ideas con cuidado e inteligencia.

"No digas que tu personaje está triste. Ponlo a mirar el reflejo de la luna en un charco de agua".

domingo, 12 de abril de 2020

Ciencia en Colombia

En estos tiempos de indignación virtual por prácticamente cualquier cosa y donde la pandemia tiene a todo el mundo opinando de biología molecular, genética y epidemiología, aparecen también los comentarios por las vacunas, el diagnóstico y la investigación científica. Es un fenómeno interesante porque de no ser por el coronavirus, la palabra "investigación" jamás habría aparecido en medios de comunicación en este país, salvo para anunciar que ahora tenemos un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Sin embargo, dadas las circunstancias hay muchísimos comentarios sobre los reactivos, los equipos, los kits, la importación, la velocidad para sacar una vacuna, en fin, todo.

Investigar en Colombia siempre ha sido difícil. No importa qué corriente política o económica quiera uno seguir, la ciencia es increíblemente costosa. Para mi tesis de maestría utilizaba unos kits para aislar células madre que eran de uso muy frecuente: dos frascos de 10 ml cada uno y costaban diez millones de pesos. Para aislar las células necesitaba además una gran cantidad de otros reactivos, unas columnas de separación (una especie de filtros muy pequeños) tubos plásticos en cantidades industriales y la infraestructura del laboratorio. Para hacer los virus necesitaba células, material genético, un reactivo costoso y un kit para saber si los virus eran efectivos o no. Guantes, batas, polainas y gorros. Una cámara de flujo laminar, una centrífuga, un microscopio. Un citómetro de flujo que costó aproximadamente 1000 millones de pesos y sin el cual, la investigación en sí no era nada, porque ese equipo increíble era el único que me permitía saber si había aislado las células correctamente, si las había podido modificar genéticamente y si seguían vivas o no. 

Como es de imaginarse, cuando un sector al que nadie le presta atención requiere inversiones tan altas, las cosas no son fáciles. Y es que el problema no es sólo el dinero, porque hay proyectos de investigación que se financian pero además hay políticas de importación para los reactivos que no nos favorecen, no siempre se pueden garantizar las condiciones de envío, los tiempos de importación son infinitos, hay reactivos que no se pueden comprar y uno debe recurrir a la versión casera que toma el triple del tiempo. No todo depende de la voluntad del investigador. No es simplemente servir un montón de líquidos en un vaso de precipitado y listo. No es solo llamar a una compañía en Estados Unidos, pedir los reactivos y esperar que lleguen. Hay precios altísimos, proveedores exclusivos, reactivos que no llegan acá. Un amigo mío pasó seis meses repitiendo el mismo experimento para darse cuenta al final que uno de los reactivos - que estaba nuevo - había llegado dañado porque se rompió la cadena de frío. Yo esperé unas secuencias de genes para los virus durante 4 meses, para luego de un mes de verificaciones, notar que me las habían enviado mal y luego esperé otros 3 meses para que llegaran las correctas. Una amiga tuvo que pasar 2 meses intentando replicar con fórmulas "caseras" un reactivo que viene listo de fábrica para poder seguir con los experimentos, porque no llegaba y nadie daba razón de él. Y solo estoy hablando de los reactivos para investigar, que aunque son similares, tienen procesos de importación y legalización en el país muy diferentes a los de diagnóstico.

El diagnóstico no es un juego y los ensayos clínicos tampoco. Estamos hablando de la vida de personas. No se puede utilizar un reactivo vencido o dañado y decirle a alguien que tiene una enfermedad que en realidad no tiene. Se requieren procesos estandarizados, protocolos estrictos y personal calificado para garantizar que cuando se procesan las muestras de tres personas simultáneamente, no va a generarse contaminación cruzada, no van a confundirse los resultados y la información será confiable. 

Tampoco se puede encontrar en células cultivadas en un laboratorio un compuesto que "tal vez" tiene resultados contra un agente infeccioso y pretender saltar a experimentar en humanos, como si una ligera evidencia fuera suficiente para jugar con la vida de las personas. La humanidad - en teoría - ha aprendido la importancia de todo esto después de eventos como la segunda guerra mundial y el desastre de la talidomida. Y por eso, se han construido normas internacionales para ensayos clínicos, comités de ética, programas de posgrado en el tema, por eso se deben diferenciar los reactivos de uso en investigación y los de uso diagnóstico. Los equipos, los reactivos, los kits y los protocolos para diagnóstico son diferentes y deben serlo. Por eso no basta con que alguien diga que tiene la capacidad o la voluntad de hacer estas cosas.

Claro, acá todo es más lento y complejo y si ya mencioné unos pocos problemas de la investigación básica, son de apenas imaginar los otros tantos con el diagnóstico o con la implementación de pruebas diagnósticas nuevas, por ejemplo. Es curioso que a pesar de todo eso, se esperen resultados inmediatos. Y ojo, no es que yo esté defendiendo al gobierno, porque muchos de estos problemas son precisamente por la falta de atención y el desconocimiento de todo lo que implica investigar. Es más una catarsis de alguien que ha intentado investigar en Colombia durante unos 10 años. 



martes, 17 de marzo de 2020

Coronavirus: más allá de los chismes

Había tenido tantas cosas que hacer estos días, que no tuve tiempo de leer fuentes confiables de información sobre la nueva cepa de coronavirus: COVID-19. Anoche finalmente, decidí buscar los informes epidemiológicos de la Organización Mundial de la Salud y los artículos científicos que se han publicado con respecto al tema desde la aparición del brote del virus en diciembre de 2019, en China.

Lo primero que hay que deconstruir es esa idea falsa sobre las enfermedades. Muchas personas creen que todos los agentes patológicos - virus, bacterias y parásitos - están descritos, se conocen y es sólo cuestión de tiempo para hallar una cura, porque ellos, invariables en el tiempo, simplemente cederán un día ante los avances de la ciencia. La vida - sin excepción alguna - es cambio, mutación, variabilidad. Los microorganismos en particular tienen altísimas tasas de mutación, es decir, cambian todo el tiempo para sobrevivir y cuando son agentes que causan enfermedades - porque viven en una célula huésped - logran conservar mecanismos para evadir su destrucción por agentes internos y externos. Por eso las bacterias son capaces de intercambiar genes que las hacen resistentes a antibióticos, los parásitos logran evadir al sistema inmune y los virus, los que más cambian de todos, son diferentes prácticamente después de abandonar a cada hospedero que tienen.

Para los médicos los virus no están vivos. Para algunos biólogos sí y para otros no. No todos los virus son iguales y están clasificados en órdenes, familias, subfamilias, géneros y especies justo como los demás seres vivos. En términos generales y para hacer el cuento corto, un virus NO es una célula, sino una especie de coraza de proteína con material genético dentro, que necesita entrar a una célula para replicarse. Eso es todo. Algunos tienen una membrana fluida que los cubre y les permite entrar más fácilmente a las células, como el coronavirus. 

Resultado de imagen de baceriofago
Mis virus favoritos son los bacteriófagos. Solo infectan bacterias. No hacen daño. Parecen de otro mundo.


Los virus como agentes patógenos son muy interesantes porque a pesar de tener una "dirección", es decir, una especie particular que pueden infectar, son capaces de combinarse con virus similares y saltar esa barrera. Muchos piensan que el COVID-19 fue fabricado en un laboratorio porque parece provenir de una cepa de coronavirus de un murciélago. Créanme: hice virus en un laboratorio para mi tesis de pregrado y maestría y no es una cosa sencilla. Mi objetivo era modificar genéticamente unas células usando esos virus que yo misma obtenía en cajas de cultivo y al menos la mitad que producía eran defectuosos. De los que restaban, en la gran mayoría de los casos, no lograba una infección eficiente. No es tarea fácil, si alguien dice que sí, es pura ciencia ficción. En cambio, los virus sí pueden combinarse naturalmente: para la muestra gripes porcinas, aviares, etc.

Ahora, lo que está en las fuentes confiables sobre esta pandemia es noticia en desarrollo. Es decir, NO se sabe mucho sobre este virus en particular, porque es nuevo. Los estudios están en curso en este momento y los mecanismos moleculares y fisiológicos apenas se están estableciendo. ¿Qué se sabe? Técnicamente, NO es una gripa, no es el virus de influenza. El material genético se parece en un 80% a un coronavirus de un par de especies de murciélago y en un 70% al SARS, otro coronavirus que infecta humanos. La tasa de mortalidad - que por cierto cambia conforme se analizan más datos - parece alcanzar el 4% en las muestras poblacionales más grandes. Sin embargo, con el aumento del número de casos y teniendo en cuenta que posiblemente muchos portadores del virus no se identifiquen por ser asintomáticos, esta no es la última palabra. El número básico de reproducción (R0) de este virus, es decir, el número promedio de casos nuevos que se generan a partir de un individuo infectado oscila - en varios artículos - entre 3 y 4: esto es, cada persona contagiada probablemente contagiará a otras 3 o 4. Hay R0 más altos como el sarampión (12-18) o la viruela (5-7) (un saludo para los antivacunas), pero eso no implica que el caso sea irrelevante. En realidad, es complicado, en especial porque hay muchas cosas que aún no se saben.

Parece existir una mayor probabilidad de contagio en pacientes con problemas cardiovasculares y/o hipertensos. No encontré un artículo que realmente compare rangos de edades, es posible que se afirme que son más vulnerables los mayores de 60 años porque son la población con mayor probabilidad de enfermedades crónicas y mayor tendencia a complicaciones de salud. Las personas contagiadas y con síntomas presentan fiebre y una dificultad respiratoria importante, el virus compromete los dos pulmones y en las tomografías se observa una opacidad, esto quiere decir, una mancha en los pulmones producto del líquido que posiblemente causa la respuesta inflamatoria a la infección. La complicación más frecuente es un síndrome de dificultad respiratoria aguda, es decir, los pulmones se llenan de líquido. Esto NO quiere decir que le sucede a todo el mundo, pero en quienes se complica, esto es lo más frecuente. También hay algunas complicaciones renales, pero en menor proporción. 

Dadas las circunstancias y en lo posible, la medida de aislamiento social es una buena idea. En un mundo globalizado como el que vivimos, donde quienes portaron el virus venían normalmente de tres o cuatro destinos internacionales, de todas partes en el mundo, cruzando al menos dos océanos, es normal que la propagación sea tan alta y más aún con el número de casos asintomáticos que existen. Si bien no hay que entrar en pánico, tampoco hay que asumir que esta es una gripe normal, como la influenza estacional, porque claramente el cuadro clínico puede complicarse mucho más que eso. Simplemente hay que entender que estos procesos de surgimiento de enfermedades son parte de la vida misma, que los virus mutan todo el tiempo y que quizás antes, habíamos sentido estos procesos mucho más lejanos. Y hay que tener higiene, que nunca sobra, no sólo cuando suena el nombre de un virus por todas partes. 

jueves, 12 de diciembre de 2019

Ver al frente. Amar la vida.

Murió mi papá y con él la navidad para mí. Creo que al final de cuentas fue una reunión de factores lo que me convirtió en el grinch que la mayoría de mis amigos conocen, no porque antes fuera una amante empedernida de la temporada decembrina, pero al menos no solía ser tan amargada. Sin embargo, siento que con el tiempo - ese que todo lo cura, que todo lo sana y que pasa sin que uno se de cuenta - la sensación de incomodidad navideña se perdió y de repente me ha contagiado una alegría inmensa y un espíritu optimista (muy a mi manera, tampoco vamos a exagerar).

Este año se ha pasado volando y estuvo lleno de cosas que me cambiaron drásticamente. Me siento diferente. Tanto, que me veo a mí misma leyendo sobre economía mientras escucho el álbum de navidad de Michael Bublé y parece que fuera otra persona. Pero es una persona que me agrada.

Me faltaba coraje para dar el salto y cambiar. Me falta, todavía, porque sé que hay mucho más por hacer. Y entonces, la vida se manifiesta presentando situaciones difíciles de digerir y entender, pero que de alguna manera terminan haciendo que uno se aferre más a la esperanza y al cambio de visiones, dejando atrás las malas costumbres, las lecciones viejas que ya entraron en desuso. Estuve hace pocos días cerca de un suicidio de una persona de mi edad, alguien que no es familiar mío, pero que conocía de lejos. Me impactó muchísimo. Todavía de hecho, estoy impactada y me pregunto muchas cosas. Todo el día, todos los días. Pero lo que más me martilla la cabeza es que a veces, no he sido capaz de apreciar la vida lo suficiente. No he visto lo afortunada que soy, las cosas bellas que he vivido, porque al final del día me quedaba sumida en lo malo, en lo que no me gustaba o en lo que no salía como yo quería, porque simplemente no quería intentarlo y porque prefería quedarme en la desazón eterna de cosas que tal vez estaba en mi poder transformar, pero no lo hacía. Este blog, de hecho, nació por eso y para eso y ahora, a veces, leo lo que escribía antes y parece que todo eso ya está muy lejos. Siento que es poco el tiempo como para desaprovecharlo y que tal vez, la vida había querido mostrarme eso con la cercanía de la muerte en mi familia en varias ocasiones, pero yo era muy joven para verlo o estaba muy triste para levantar la cabeza.

Hoy quiero ser diferente. Quiero cambiar cada día. Quiero seguir mi camino confiando en lo que soy y en lo que creo, quiero transformar las cosas que me rodean y quiero convertir esas situaciones que me hacían sentir derrotada y perdida en oportunidades para cambiar más, para construir más, para abrir más caminos. Últimamente me levanto todos los días pensando en eso. Y aunque sé que avanzo con pasos muy pequeños, me alegra saber que lo estoy intentando, que cada vez que salgo a trotar, me imagino a mi yo de antes, quedándose atrás mientras la nueva, llena de energía, solo ve al frente y lucha esperando lo mejor.




jueves, 15 de agosto de 2019

Jaulas


Pasé décadas dedicada a la academia pensando que era la única manera de lograr la libertad. Luego me di cuenta que me había encerrado tras unos fuertes barrotes de hierro, me había sacado los ojos y me había nublado el juicio.

Una vida que vale la pena

No creo haber leído antes dos obras de autores colombianos consecutivas salvo quizás por un par de libros de García Márquez. He pasado un bu...