sábado, 2 de marzo de 2013

"Viejos" prejuicios


Hay que admitir que una buena parte de las conversaciones entre mujeres se centran en los hombres: en lo que pasó con fulano, lo que dijo, lo que escribió, lo que puede pasar y lo que definitivamente no pasará jamás. Supongo que todas funcionamos bajo una lógica similar que nos permite entender diferentes circunstancias y puede que estemos en búsqueda simplemente de ser escuchadas más que de recibir consejos.

Es evidente y lógico además, que una buena parte de la forma en que pensamos esté modelada por nuestro entorno social, cultural y familiar. Lo que sí es aterrador es la cantidad de estigmas y barreras que tenemos automatizados y que además usamos para lanzar juicios no sólo hacia las demás sino también a nosotras mismas. Por supuesto, hay una buena cantidad de hombres - esperemos que no sean todos - que llevan encima exactamente los mismos prejuicios.

“Es que yo no soy de esas”. ¿De esas cuáles? ¿Qué hay que hacer para perder el derecho a ser tomada en serio? ¿Qué es eso tan malo que puede borrar absolutamente todo lo que usted es y dejar únicamente un calificativo que la tilde de fácil, de zunga o de zorra?
“Es que él va a pensar que me le estoy ofreciendo” ¿Y usted cómo sabe qué piensa él? ¿Se le está ofreciendo de verdad? Y si es así, ¿merece que la quemen o la crucifiquen por eso?
“Es que esa vieja se lo ofrece muy fácil a todos” ¿Le afecta en algo? ¿Es problema suyo? Entonces ¿por qué sufre?

Ahora, si usted no comparte la idea de imponer esas etiquetas y se lanza de osada a expresar su opinión, no faltarán quienes la incluyan en el grupo zorras de las que se estaba hablando. Eso es aún más estúpido. Es más, eso prueba que para ser señalada basta con no hacer nada y que para ser considerada una “señorita decente” lo ideal sería irse a un convento o simplemente unirse al bando que juzga a los demás sin conocer el contexto, ni las razones, ni los argumentos. Supongo que criticar la forma de actuar de otras mujeres evita que se centre la atención en uno mismo.

Nuestra forma de actuar es siempre dependiente del contexto. Uno puede tener una serie de códigos del buen comportamiento pero eso no necesariamente se ajusta a las situaciones que vive. A veces uno se arrepiente, a veces no. A veces se equivoca, a veces no. De lo que sí estoy convencida es que eso no es suficiente para definirlo a uno, para estigmatizarlo y mucho menos para causar autoflagelación: suficiente tenemos ya con la campaña inquisidora de la sociedad que nos observa bajo la lupa.

Sin embargo, teniendo en cuenta que para ganarse una mala fama basta con no hacer nada, extiendo una invitación a defender las opiniones personales a toda costa, aún cuando a los demás no les parezca. De todas maneras, andar por la vida lleno de prejuicios jamás le permitirá a uno conocer de verdad a las personas. 

La vida es un ejercicio de paciencia

Esto puede parecer increíblemente pretencioso pero la verdad es que no lo es: he tenido casi siempre como una costumbre general de vida no l...