sábado, 23 de junio de 2012

Faldas


Mi abuela jamás usó un pantalón en su vida. No recuerdo haberla visto con un pantalón nunca y tanto las fotos como mis tíos y mi abuelo confirman que nunca le gustó. Mi mamá y mi tía cedieron hace apenas unos años a usar pantalones, aunque se rehúsan absolutamente a comprar jeans. Mis abuelos, mis tíos y mi papá a veces se sentaban a recordar cuando las mujeres sólo usaban faldas.

Mi abuela, cuando tenía 25 años.

Tal vez el modo de vida cambió, la ciudad se volvió más grande, los trabajos de las personas tenían otras dinámicas, los andenes se dañaron, se adaptaron modas de otras partes del mundo, pero en algún momento, el pantalón se expandió viralmente en la población de mujeres de este y otros países. El uniforme del momento depende de la hora del día o del trabajo de las mujeres: un jean de bota angosta o leggins, tacones muy altos o zapatillas de “bailarina” y una blusa corta. Ya había publicado una entrada al respecto, con esta tendencia, todas parecemos clones.

Y finalmente ¿qué pasó con las faldas? Mi abuela nació en 1926 y le parecía un pecado mortal que una mujer usara pantalón, aunque fuese más cómodo y evite los altos costos de las medias veladas. Pues bueno, yo estoy de acuerdo en que las faldas y los tacones son muy bonitos (aunque los andenes no favorecen nada, gracias) y me alegra ver que están regresando. Claro, aún con medias gruesas por el frío o por la falta de costumbre o por lo fácil que se dañan las medias superveladas, pero están regresando. Me gustan las faldas. Tengo pocas porque se me había olvidado que existían, pero los hombres tienen razón, son muy bonitas y se han integrado nuevamente a mi guardarropa. Sí, yo no soy alta, no tengo las piernas largas  ¿qué le hacemos? A mí me gustan las faldas, así que las seguiré usando.

Disculparán la superficialidad de este post, pero es bueno de vez en cuando.


domingo, 17 de junio de 2012

Las apariencias engañan...y mucho



La verdad sea dicha, yo no la conocía a ella más que de lejos. Tenía una cierta fama durante la carrera, sabía que había ingresado antes que yo y que le tomó más tiempo del presupuestado graduarse. Había muchos rumores, es muy bonita y por lo tanto todos afirmaban que era tonta, bruta, que le quedaba grande aprender, que no iba a poder con biología o que no iba a pasar de los semestres llenos de matemática, física y química. Escuché muchas cosas desagradables que yo terminé repitiendo porque qué le hacemos, se entera uno de chismes y termina siguiendo al rebaño tarde o temprano. Lo cierto es que ella siempre fue un poco distante de todos, supongo que sabía lo que se rumoraba y tenía un círculo de amigos bastante limitado. Nunca tuve la oportunidad de conocerla y yo, llena de prejuicios, tampoco me tomé la molestia de darle al menos el beneficio de la duda.

Sin embargo, por una serie de eventos de esos que uno jamás espera, terminamos trabajando en el mismo grupo de investigación. Mis prejuicios permanecían en su punto máximo y no eran negociables…hasta que comenzamos a hablar y descubrí que las apariencias engañan y mucho. El rumor más grande es que era muy vaga y muy bruta. “Bonita que se respete es bruta y esa vieja está muy buena” - decían. Y no lo voy a negar, he conocido miles de casos que corroboran esa hipótesis, pero también muchos que no lo hacen, como ella, por ejemplo. Cuando comenzamos a hablar, me di cuenta que ella no ve la vida académica como lo hacemos muchos pero eso no es malo en lo absoluto, simplemente es diferente. Todos nosotros vivimos obsesionados con estudiar, con investigar, con aprender más y más cada vez y a ella, le gusta la biología pero no necesariamente es el centro de su vida. Encontrarse un punto de vista tan opuesto al que uno tiene es una experiencia extraña, uno comienza juzgando muy duro para luego darse cuenta que esa otra perspectiva no está nada mal y que tal vez uno tiene que bajarle un poco a la psicorrigidez.

En tan poco tiempo, ella me ha enseñado muchas lecciones de vida. Yo soy una ñoña de tiempo completo y en la vida se me han cruzado amigos que son muy parecidos. Mi estrategia es siempre tratar de racionalizar todo, es como si lo tradujera al único lenguaje que entiendo, para procesarlo, para analizarlo, para inferir. Ella en cambio, le da a las cosas pesos diferentes, unas cosas se racionalizan y otras no, lo cual es perfectamente lógico y le hace a uno la vida más llevadera: en lugar de quemar neuronas tratando de armarse mensajes cifrados, es mejor aceptar las cosas de la vida como vienen, dejar que el tiempo hable y las respuestas aparezcan y dejar lo analítico para el plano en que se desarrolla: la investigación sobre leucemia linfocítica aguda que será mi tesis, por ejemplo.

Sin darse cuenta, ella me ha ayudado a comprender muchas cosas de mí misma que han cambiado bastante. Hace unos días estábamos almorzando cuando me preguntó de repente: “Diana, ¿qué te cambiarías?”. “¿Físicamente?” - respondí. Me dijo que sí. “Mmmm…no sé, nada”. Ella se rió. Le dije que no me malinterpretara, sonaba increíblemente egocéntrico pero para mí ha sido un camino largo y pedregoso. Si me hubiese hecho la misma pregunta hace cinco años, le habría dicho que me gustaría volver a nacer. Pero ya no, ahora me gusta como soy, con lo bueno y lo malo y me siento bien así, me siento completa. Ella me mencionó algunas cosas que se cambiaría, lo cual inicialmente me pareció increíble, ¡ella es la vieja buena del grupo! No voy a repetir lo que me dijo, pero hay algo que me queda muy claro y no solo de esa conversación sino de muchas otras que hemos tenido recientemente: ella no es bruta, no es tonta y tiene un punto de vista muy interesante. La juzgué terriblemente mal, pero me alegra mucho tener la oportunidad de conocerla para darme cuenta de eso. Ella está tan a la defensiva como yo en cuanto a hablar con otras mujeres por esa mala costumbre que tenemos de traicionarnos. Sin embargo, vale la pena bajar las armas de vez en cuando.



domingo, 10 de junio de 2012

Proyección


Todos los semestres en el León de Greiff ofrecen cursos libres de cualquier cantidad de actividades artísticas. Decidí entrar a uno, había tango, salsa, samba, flamenco y árabe. Hacía poco había asistido a clases de danza del vientre y me gustó bastante, así que me decidí por esa, pero sólo logré conseguir un cupo el último semestre, cuando estaba haciendo la tesis, no comía, no dormía y tenía una cara terrible. El horario no podía ser peor, martes y jueves de 12 a 2 de la tarde, pero de todas maneras fui, al fin y al cabo, era otra cosa diferente a lo que hago siempre. Para ese momento tenía un dolor de rodilla permanente y el ortopedista me había dicho tenía pie plano por lo que tuve que mandar a hacer unas plantillas especiales. Durante los seis meses que estuve en clase, aprendí algo muy valioso y que jamás me había imaginado: la postura es la clave de todo.

Yo estudié ballet, sí, la postura es la clave para bailar. Pero he aprendido que la postura no sólo es útil para acomodar el cuerpo y lograr un paso sino que también refleja muchas cosas de uno mismo, cómo se proyecta al mundo, no solo en el escenario sino también en la vida diaria. Me di cuenta que caminaba mal, terriblemente mal, que el peso del cuerpo se apoya en puntos específicos del pie, que un movimiento mal hecho puede arruinar el tobillo e incluso la rodilla. Las correcciones de postura que me hizo mi maestra comenzaron con el pie, me dijo que sería un proceso largo pero que comenzáramos. Los puntos de apoyo del pie deben ser el talón y la parte anterior, donde parece haber una especie de almohadilla como la de los demás mamíferos además de los dedos. El arco del pie es el que permite dar un paso, mi problema era que apoyaba todo el peso del cuerpo sobre él lo cual a la larga me causaba un dolor de rodilla por desbalance del tobillo. Si el peso no está firme en el talón, el tobillo tambalea y no proporciona estabilidad. Problema generalizado ese, lo cual es visible especialmente en las mujeres que caminan mal en tacones, les tiembla el pie y el tacón se tuerce ya sea porque no saben manejarlos bien o porque el tacón es tan delgado que no brinda un buen apoyo. Desde que aprendí eso, manejo mucho mejor los tacones y eso que aprendí a usarlos desde niña, cuando bailaba flamenco.

Lo siguiente fue fortalecer el tobillo, porque con tanto tiempo de caminar mal, era de esperarse que estuviese mal. Para eso, ejercicios, pararse en puntas de pie, sostenerse así, bailar así. De ahí seguimos con la rodilla para acabar completamente con el dolor permanente que tenía, no estoy muy consciente de cómo lo arreglé, supongo que fue producto de mejorar el tobillo y los pies. La cadera y el abdomen fueron el siguiente punto, el centro de masa, el punto que sostiene el cuerpo, no la espalda sino el abdomen. Es costumbre de la mayoría decir que para la buena postura, hay que forzar la espalda a estar recta y lo cierto es que si uno puede fortalecer el abdomen para sostener el cuerpo, la espalda adquiere la forma correcta sola y se libera de sostener el pecho. Así también, el pecho se eleva, los hombros se relajan y aunque cuesta mucho, uno logra finalmente dejar de lado esa costumbre de verse tenso, de encogerse, de dejar la cabeza abajo, la espalda encorvada y los hombros llegado a las orejas. Y todo mejora mucho.

Estaba pensando que cuando estamos en el colegio, nos enseñan con toda seriedad matemáticas, física, química, biología, español, inglés, historia, sociales…tenemos clase de música, de danza, de arte y de deporte, pero la actitud de los docentes e incluso de las directivas es clara: no tienen importancia. Nos hacen comprar trusas, zapatillas, en algunos colegios hasta tutú y a la larga uno no es consciente de los movimientos del cuerpo, no puede realmente hacerlos a voluntad sino automático, ni siquiera se ha fijado si se sienta bien o mal, si camina derecho o no, si los hombros lucen tensos, si las rodillas están flexionadas o estiradas. Llevo año y medio mejorando la postura y al fin, he llegado a la cabeza y la proyección. Seguimos trabajando.


domingo, 3 de junio de 2012

Dudas e Inseguridades


No recuerdo bien cuántos años tenía yo cuando Maria Alejandra Roa se me acercó en el patio del colegio porque tenía que decirme algo importante. Hacía apenas unos días, mis “amigas” me habían dicho que querían organizar una fiesta con los amigos de una de ellas para ver si por fin podíamos hablar con niños sin morirnos de la pena. Me habían dicho exactamente qué ropa usar y yo, emocionada prometí preguntarle a mis papás si podía ir a la dichosa fiesta. Maria Alejandra me dijo que aunque no nos conocíamos muy bien quería comentarme que las había escuchado hablar. Resultó que mis tan queridas amigas no hacían más que burlarse de mí y de la forma en que me vestía tan pasada de moda, tan ridícula. Así las cosas, idearon un plan en el que se inventaban que unos amigos de alguna (evidentemente ficticios) querían conocer a todo el grupo en una reunión organizada por alguna de ellas. Lo cierto es que el interés era decirme exactamente qué ponerme para ridiculizarme de alguna manera que ella no pudo escuchar. Decidió advertirme. Siempre le estaré agradecida por eso. Evidentemente, lo comprobé un tiempo después, escuchándolas personalmente hablando de lo fea que era y de lo mal que me vestía. Me quedé sola.

Conocí después a Cinthya y con ella andábamos para arriba y para abajo, mi interés hacia los niños era aún inexistente, no me preocupaba ser bonita, ni conseguir novio, ni tener amigos y a ella tampoco, al menos al principio. Pero pasó el tiempo y a ella se le despertó el interés, comenzó a hablar con algunas de las populares del colegio que de nuevo se burlaron de mi forma de vestir, del hecho de no tener novio, ni siquiera pretendientes. Una vez incluso, fuimos a la casa de ella - quien por cierto ya había conseguido amigos en el conjunto - y nos quedamos “hablando” con ellos. Dejo el hablando entre comillas, porque la realidad es que en todo el tiempo que estuvimos en el parque yo no dije una palabra. Sólo me reía de lo que decían y en algún punto, a todas les estaba cayendo algún tipo, menos a Gabriela y a mí. Ese día Ana María y yo nos quedamos en la casa de Cinthya. En la mañana, cuando estábamos desayunando, los amigos de ella que estaban la noche anterior, llamaron por el citófono y saludaron a Cinthya. Le dijeron que Ana María era increíblemente bonita. Ella nos pasó el mensaje y remató con un: “de ti no dijeron nada”. Se rieron. Mi interés por los niños apenas comenzaba y comenzó mal. Me rendí antes de intentarlo.

Un tiempo después, Cinthya comenzó a cambiar conmigo. Estando en el primer piso del colegio, ella y Ana María comenzaron a decirme, en resumidas cuentas, que yo era una perdedora. Cinthya me dijo que yo no era más que una vil copia de ella y que por eso nadie me quería ni me iba a querer jamás. Era cierto, yo trataba de imitarla para encajar, pero no es la forma de decirlo. Huí como un ratón y no volvimos a hablar nunca.

El colegio lo terminé con un grupo de amigas muy especiales. Ya no hablamos, pero recuerdo esos momentos. Siguieron molestándonos, pero esta vez, al menos, estábamos juntas. No pretendo hacerme pasar por víctima del asunto, pero no puedo negar que esas burlas, esos comentarios, esas traiciones me dejaron una cicatriz bien complicada de borrar. Necesito superar este problema de autoconfianza, de seguridad, porque aquí donde muchos me ven, bajo esta coraza de creerme lo mejor, no hay más que un nudo de inseguridades y duda. Esto tiene que cambiar. 

Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...