jueves, 12 de diciembre de 2019

Ver al frente. Amar la vida.

Murió mi papá y con él la navidad para mí. Creo que al final de cuentas fue una reunión de factores lo que me convirtió en el grinch que la mayoría de mis amigos conocen, no porque antes fuera una amante empedernida de la temporada decembrina, pero al menos no solía ser tan amargada. Sin embargo, siento que con el tiempo - ese que todo lo cura, que todo lo sana y que pasa sin que uno se de cuenta - la sensación de incomodidad navideña se perdió y de repente me ha contagiado una alegría inmensa y un espíritu optimista (muy a mi manera, tampoco vamos a exagerar).

Este año se ha pasado volando y estuvo lleno de cosas que me cambiaron drásticamente. Me siento diferente. Tanto, que me veo a mí misma leyendo sobre economía mientras escucho el álbum de navidad de Michael Bublé y parece que fuera otra persona. Pero es una persona que me agrada.

Me faltaba coraje para dar el salto y cambiar. Me falta, todavía, porque sé que hay mucho más por hacer. Y entonces, la vida se manifiesta presentando situaciones difíciles de digerir y entender, pero que de alguna manera terminan haciendo que uno se aferre más a la esperanza y al cambio de visiones, dejando atrás las malas costumbres, las lecciones viejas que ya entraron en desuso. Estuve hace pocos días cerca de un suicidio de una persona de mi edad, alguien que no es familiar mío, pero que conocía de lejos. Me impactó muchísimo. Todavía de hecho, estoy impactada y me pregunto muchas cosas. Todo el día, todos los días. Pero lo que más me martilla la cabeza es que a veces, no he sido capaz de apreciar la vida lo suficiente. No he visto lo afortunada que soy, las cosas bellas que he vivido, porque al final del día me quedaba sumida en lo malo, en lo que no me gustaba o en lo que no salía como yo quería, porque simplemente no quería intentarlo y porque prefería quedarme en la desazón eterna de cosas que tal vez estaba en mi poder transformar, pero no lo hacía. Este blog, de hecho, nació por eso y para eso y ahora, a veces, leo lo que escribía antes y parece que todo eso ya está muy lejos. Siento que es poco el tiempo como para desaprovecharlo y que tal vez, la vida había querido mostrarme eso con la cercanía de la muerte en mi familia en varias ocasiones, pero yo era muy joven para verlo o estaba muy triste para levantar la cabeza.

Hoy quiero ser diferente. Quiero cambiar cada día. Quiero seguir mi camino confiando en lo que soy y en lo que creo, quiero transformar las cosas que me rodean y quiero convertir esas situaciones que me hacían sentir derrotada y perdida en oportunidades para cambiar más, para construir más, para abrir más caminos. Últimamente me levanto todos los días pensando en eso. Y aunque sé que avanzo con pasos muy pequeños, me alegra saber que lo estoy intentando, que cada vez que salgo a trotar, me imagino a mi yo de antes, quedándose atrás mientras la nueva, llena de energía, solo ve al frente y lucha esperando lo mejor.




Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...