viernes, 28 de diciembre de 2012

This is me...then


Hace dos años, para esta misma época que en general no me gusta porque me siento sola y en un letargo jartísimo, encontré en medio de una oscuridad que me parecía infinita el blog de Cosmo, Postcards from Cat-Man-Do. En medio de los textos y de las letras, encontré respuestas y comencé un camino largo para reconciliarme conmigo, para encontrarme y reconocerme. Se lo dije a él porque así soy yo, necesito decir las cosas cuando tengo la oportunidad, de todas maneras no hay nada que perder. Alguna vez también le dije que el post que más me había gustado y bajo el cual sentí la necesidad de un cambio de actitud importante fue uno en que él se describía, porque justamente yo pensaba que sin alguien en particular, o sin gente a mi alrededor, todo se derrumbaba. Y lo cierto es que siempre queda uno mismo y eso es suficiente. Hoy, cerca del fin de un año que me derrumbó miles de paradigmas - lo cual fue increíblemente liberador - siento la necesidad de hacer el mismo ejercicio y me voy a tomar el atrevimiento de imitar la forma en que él escribió cómo es, para cerrar un ciclo y comenzar otro en mi vida. Este es el post que él escribió http://gattocosmico.blogspot.com/2011/01/free-as-bird.html

Y este es el mío:
Mi nombre es Diana María Vanegas Lozano. Tengo 24 años aunque por lo general estoy debatiéndome entre actuar como quinceañera y como alguien de mi edad, dependiendo del contexto. Detesto que me llamen Dianita porque no soporto los diminutivos, pero gracias a mis 1,51cm de estatura he tenido que aguantar toda la vida que la gente me diga así, tanto, que ya me estoy acostumbrando. En el colegio fui una ñoña empedernida y sigo siéndolo, la diferencia es que ahora no lo considero un defecto sino una virtud. No tuve novios mientras estuve en el colegio porque tenía pocos amigos y las populares siempre me molestaron por ser fea. Bailé ballet y flamenco toda mi infancia y adolescencia, pero luego lo dejé.
Crecí con mis abuelos maternos y mis papás, mi abuelo murió inesperadamente en el año 2000, mi abuela en el 2002 y mi papá murió en el 2004 en un accidente de tránsito, cuando yo tenía 16 años. Me quedó un vacío en el corazón que probablemente se va a quedar así siempre. Pero sobreviví. Difícilmente volví a derramar lágrimas por algo.

Le tuve literalmente miedo a los hombres hasta los 18 años, cuando entré asustadísima a la Universidad Nacional a estudiar biología. Conocí a mi alma gemela pero resulta que es gay. Hemos sido amigos desde entonces y daría la vida si es necesario por él hoy y siempre. Me enamoré cada día más de la biología y decidí que quería investigar en cáncer. Comencé la maestría en fisiología y mi tesis es sobre leucemia. No podría estar más contenta al respecto.

Mi mamá es sobreprotectora y me he resignado a que no va cambiarlo nunca. La música es mi refugio, mi oxígeno, la sangre que me corre por las venas y no puedo hacer nada sin ella. Amo el flamenco y la danza árabe y no sacrifico el tiempo que le dedico a la danza por nada en el mundo. Ahora me río todo el tiempo y lloro cada vez que siento la necesidad de hacerlo. Me gusta dibujar, pintar con acuarelas y leer todo lo que puedo. Dicto clases de química y biología en inglés y en español aunque tengo serias críticas sobre la forma tortuosa en que se enseña biología en los colegios. Quiero ser traductora oficial, amo la buena ortografía y aprecio mucho la buena caligrafía. He perdido con el tiempo el filtro cerebro-boca. Soy absurdamente coqueta pero no me doy cuenta cuando me echan los perros. Siempre me terminan, creo que nunca le he terminado a nadie. Soy adicta a internet y al café pero eso sí, me lo tomo sin azúcar. Siempre busco aprobación de las demás personas. Me demoré un año entero en tratar de identificar los instrumentos en la música. Le tengo pavor a las críticas, siento que van a destruirme pero he superado mi temor a hablar en público. Puedo hacer virus y cultivar células. Le he dado un par de besos a un par de mis amigas sólo por saber qué se siente y por provocar a los tipos. He buscado y visto videos en Youporn, Redtube y demás y no me da miedo ni pena aceptarlo.
Tengo metas claras en la vida y el camino para llegar a ellas y esas no son negociables. He cedido a muchas cosas suficiente tiempo pero eso se acabó.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Acabando con los demonios


Había pasado ya un buen tiempo desde mi último momento de reflexión y seguramente por eso no me había encontrado con un viejo demonio que me persigue y suele hacerme sentir increíblemente frustrada. El demonio era más grande de lo que pensaba y había logrado conciliar con él algunas cosas que me llevaron a mi propia aceptación e incluso a la satisfacción y felicidad con la mujer en la que me he convertido. Sin embargo, se me olvidaba una última parte que a este demonio le quedó como anillo al dedo para crear una tormenta en un vaso de agua y devolverme a esos momentos en que me sentía patética porque ningún adolescente se fijaba en mí, porque no me sacaban a bailar en las fiestas o porque todos los que me gustaban me pedían ayuda con mis amigas. Cuando me pongo a pensar en pendejadas como esas me siento mal, porque me parece una bobada sufrir por el pasado, por cómo era yo o cómo actué si nada tiene que ver con quién soy ahora o con las situaciones a las que la vida me ha enfrentado. Comienza entonces mi cruzada: en lugar de sacarme del episodio crítico, me culpo porque a pesar del tiempo no he aprendido a diferenciar por qué vale la pena sufrir y entro a un círculo vicioso.

Lo cierto es que puede que no sean situaciones muy relevantes pero no puedo negar que de alguna manera me marcaron. Lo cierto es que me cuesta mucho trabajo ser considerada conmigo misma y dejar de cargar la culpa por todo en el mundo y lo cierto es también, que no me haría nada mal darme al menos un poco de crédito o tener más fe en mí. Anoche concluí - gracias a una terapia por internet - que estoy buscando algo y que cualquier asomo de crisis por más mínimo o inconexo que sea me lleva a ese camino. Eso que estoy buscando es lo opuesto a lo que viví en el pasado: el interés genuino de alguien. Y supongo que es lo que buscamos todos.

Yo vivo diciéndole a mis amigas lo mucho que valen y que deben ser conscientes de eso para no perder la seguridad y heme aquí derrumbándome por lo mismo bajo la sombra del pasado, de un contexto que ya no está, que pasó y se fue y al cual hay que dejar ir. Esta vez mis inseguridades llegan porque a pesar de reconocer lo que tengo y lo que no y aceptarme por completo, me da miedo mostrarme al mundo porque de pronto otra vez ningún hombre se va a fijar en mí, porque no me van a sacar a bailar o porque me van a pedir ayuda con mis amigas. Se suman los temores a no ser tomada en serio, a que de pronto proyecto una imagen que no es, a que todos “me dejen ir”. Pero y si es así, ¿qué? ¿Eso pone en tela de juicio lo que soy yo? No, no realmente.

Pienso entonces que yo no soy la única que vive con ese temor y que tal vez es otra de esas cadenas autoimpuestas - esta vez, no sé si por la sociedad o no - en la cual uno incluye qué tanto “levanta” en la lista de cualidades. Así no debería ser. Eso no me define. Ya bastante he luchado para lograr saber qué sí lo hace como para empezar redefinirlo por cosas ajenas a mí. El pasado ya se fue y hay que levantar la cabeza.


miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ataques de honestidad


Tenía yo 17 años la primera vez que me dio un ataque de honestidad con un amigo que me gustaba desde que tenía 15. Siempre que alguien me gusta intensamente, con locura, tiendo a ocultarlo o por miedo al rechazo o porque termino siendo la mejor amiga. Algunas veces el gusto se va, se pierde con el tiempo y todos felices, pero a veces - como con él - los nervios, las mariposas en el estómago y el gusto incontrolable persisten en el tiempo a pesar de todo. Cuando nos conocimos nos hicimos buenos amigos, hablábamos de todo, siempre hubo una conexión. La parte irónica es que le gustó una amiga mía con la cual yo iba a “ayudarle”. Ahí pude ir matando toda esperanza de cualquier cosa y entonces, decidí que eso a veces pasa y uno tiene que aceptarlo con dignidad y que puede perfectamente construir una amistad. El problema fue que mi plan falló y él me seguía gustando. Pasó el tiempo y después de casi tres años, en una fiesta me dio el episodio de locura en el que alguna parte de mi cerebro me dice que no hay nada que perder y que no puede seguir ocultando tanta cosa y le confesé todo. Por su reacción, creo que la última persona de la cual esperaba un baldado de agua fría como ese era de mí y luego se empeñó en preguntar por qué no había dicho nada antes a lo cual le dije que no tenía sentido sabiendo que a él le gustaba otra persona. Después de esa fiesta nos perdimos porque cambiaron muchas cosas en nuestras vidas, pero lo curioso es que yo pude vivir tranquila y dejarlo ir después de haber sido total y completamente honesta (eso sí, me regué en prosa, le conté todo desde el detalle más insignificante…después me dio pena, pero ya era tarde para arrepentirse).

Estaba pensando en eso y me di cuenta que han pasado siete años y yo sigo siendo igual. Yo soy muy coqueta y todo, eso no lo voy a negar, pero cuando alguien me gusta de verdad, no sé cómo actuar. Mi habilidad para darme cuenta cuando alguien me está echando los perros es nula y lo de la coquetería se me quita cuando alguien me gusta mucho. Ni sé bien cómo caerle a alguien ni sé identificar con certeza cuándo me están cayendo. También persisten los ataques de honestidad porque por lo general yo soy de enamoramientos largos e imposibles (mientras más imposibles, mejor) y cuando no puedo más, cuando decido que no tengo nada que perder, me da por contar absolutamente todo y decirlo, porque al fin y al cabo, no me puedo morir con esas cosas guardadas, justo como lo hice con aquel amor adolescente. Yo diría que para el modelo machista y el código moral femenino en nuestra sociedad, que una mujer se atreva a decirle a un hombre que le gusta con locura es inaudito. Pero lo cierto es que no puedo evitarlo y que mientras más pasa el tiempo más pierdo el filtro cerebro-boca, así que termino confesando todo porque simplemente no puedo guardarlo.

Me gusta ser así. A veces digo las cosas cuando es demasiado tarde, normalmente no pasa nada más allá de eso, pero siempre después de decirlo (sin importar qué tan boleta pueda considerarme la otra persona) me siento mejor. La buena noticia es que si el sentimiento no es correspondido, soy capaz de estar tranquila porque al menos lo dije, al menos hice lo que estaba a mi alcance. Lo curioso sí es la fijación en los amores imposibles. David: sé que estás leyendo esto, así que agradecería un comentario piscológico al respecto.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Yo no soy la sombra de nadie


“Yo no soy de nadie, es más, soy del que me da la gana”
María Barilla

Creo que no volví a hablar con más de tres personas del colegio por diferentes circunstancias pero hay varias de mis compañeras a quienes tengo como contacto en Facebook por puro interés chismoso, si he de ser sincera. Este año hubo varios matrimonios, muchas ya tienen hijos o se organizaron con alguien y eso está bien, cada quién tiene su forma de pensar y de llevar la vida. Lo que sí me parece muy curioso es que una de mis amigas me dijo que nos está dejando el tren. ¿Cuál tren? ¿En serio todavía se piensa eso?

Como ya voy para el cuarto de siglo, estoy oficialmente en “edad casamentera”. Son varias las personas que me han preguntado si tengo pretendientes, si me voy a casar ya que terminé la carrera, si voy a tener hijos antes de los 30 porque la fisiología así lo manda, que si voy a conseguir novio pronto, que ya estoy más que preparada, que no sé qué y no sé cuántas. Me parece muy curioso porque yo juraba que el siglo XV había pasado hace ya mucho tiempo y que el objetivo en la vida de una mujer no se limitaba únicamente al matrimonio o a ser madre (no pretendo ofender a nadie, solo que mis objetivos de vida no son estrictamente estos). Es más, no sabía yo que para muchos una mujer estudia una carrera profesional con el único propósito de conseguir un esposo de buen nivel. Y yo que estudié por puro amor a la biología.

Por supuesto no son todas las personas las que piensan así, generalizar nunca es bueno, pero sí me sorprende que sean varias las que coinciden en este punto. Esta semana volví a hablar con un amigo de hace mucho tiempo y cuando le conté a una amiga, me comenzó a molestar diciéndome: “pero muy bien, ha cambiado, está serio, ya tiene negocios, trabaja, terminó la carrera, está organizado…buen partido, hágale ¿no?”. Cabe aclarar que él no me propuso matrimonio, simplemente adelantamos cuaderno. Lo más gracioso es que esas palabras me quedaron sonando junto con otras muy similares que me han dicho algunas amigas de mi mamá y otras personas y concluyo que yo no sirvo para eso. Yo no sirvo para ser la sombra de nadie, para ser la “gran mujer que está detrás de un gran hombre” y mucho menos para ser el objeto decorativo que le falta en la vida a algún “hombre organizado y de negocios”. Yo quiero un igual, no alguien que se considere mi superior.

Para quien haya seguido este blog, está claro que me gusta estudiar, me gusta investigar, amo lo que hago y mis aspiraciones son principalmente académicas. No sé si es por lo que estudié o porque simplemente yo soy así, pero tengo metas claras en la vida y si el amor, o la familia o los hijos u otras cosas vienen por añadidura está bien, pero no es lo principal. Yo también tengo mi lado romántico, claro, y me imagino que debe ser muy satisfactorio encontrar alguien con quién recorrer el camino, pero también me bajé de la nube de cuento de hadas y sé que las cosas se construyen y se lucha por ellas, no se ganan en un golpe de suerte. Yo no ando buscando quién me ponga en un pedestal. Yo me quiero subir sola. No quiero ser la sombra de nadie.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Biología Celular y Ecología: increíblemente


Ya había dicho alguna vez que la ecología y yo no nos la llevamos muy bien que digamos, pero como el 2012 me ha roto absoluta y completamente todos los paradigmas que tenía en la vida, uno más o uno menos ya no es de extrañar. No deja de sorprenderme que personas que están en un nivel académico muchísimo más alto que el mío de vez en cuando me envíen ensayos y artículos de su autoría para leerlos y hacer comentarios críticos. Lamentablemente, este año entero estuve bastante ocupada y hasta ahora me tomé el tiempo para revisar. De todas maneras, mejor tarde que nunca.

Andrea me envió hace ya varias semanas un ensayo que escribió sobre ecosistemas sociales un tema del que yo poco o nada conozco. Anoche lo leí y para mi sorpresa - no porque ella lo escribiera sino porque la ecología por lo general me aburre - me pareció bastante interesante y no solo eso, sino que además encontré una relación bastante clara con la forma en que debe analizarse el cáncer teniendo en cuenta todo lo que ya se sabe y lo que falta por saber. Y resulta que de ese tema sé algo más porque me ocupó todo este año leer y entender miles de mecanismos celulares, moleculares, modificaciones, alteraciones y manifestaciones de esta enfermedad. Voy a tratar de sintetizar la información que me parece vital y sobretodo que requiere una modificación radical de la forma en que pretendemos entender las enfermedades y en el camino de buscar opciones terapéuticas.

El tema del cáncer no es nada nuevo. Hay registros de momias que parecen presentar vestigios de tumores relacionados con osteoblastoma que es un crecimiento desmedido del tejido óseo. Durante muchos años, las personas se han preguntado cómo funciona la enfermedad y hasta hace relativamente pocas décadas se han podido analizar las células tumorales en términos genéticos y moleculares. Lo que podemos afirmar con certeza es que las células malignas provienen de cambios radicales en el material genético de las células normales y que en algún punto pierden en control de proliferación, alteran la estabilidad del tejido, lo perforan y son capaces de llegar al torrente sanguíneo para colonizar nuevos tejidos en el cuerpo, la cual es la fase conocida como metástasis. También se sabe con certeza que en un tumor hay una altísima heterogeneidad en las células, es decir, uno podría extraerlas por separado y serían bastante diferentes entre ellas y por supuesto bastante diferentes de las normales.

Algunos afirman que las células se vuelven tumorales cuando cambian ciertos genes y pasaron bastante tiempo determinando cuáles específicamente son responsables de la conversión. Sin embargo, la fisiología celular es una red bastante compleja e inevitablemente un cambio - por ligero que parezca - repercute en muchas proteínas, genes y moléculas más. En conclusión, una célula tumoral tiene modificado prácticamente todo: el metabolismo, la expresión genética, las vías de señalización, los mecanismos de división, la relación con células circundantes, la capacidad de modular el sistema inmune. Hay dos cosas que me sorprendieron bastante de las células tumorales: 1) la célula tiene una inestabilidad cromosómica que fue lo que la convirtió a malignidad en un principio, pero es capaz de mantenerla en un nivel permisible y compatible con la vida. La célula tumoral muta, pero luego de adquirir las capacidades necesarias para proliferar e ignorar la muerte celular programada, refuerza los sistemas de reparación del ADN, lo cual le confiere una ventaja sobre las demás y 2) las células normales cuando hacen parte de un tejido no expresan algunas proteínas típicas del sistema inmune, pero como la información sigue ahí, la célula tumoral es capaz de expresarlas y controlan a su merced macrófagos y linfocitos, evitando que las reconozcan y las ataquen.

Andrea habla en su ensayo de ecosistemas. Y bueno, ¿qué tiene que ver un ecosistema con una célula? Por lo que veo, todo, supongo que es un asunto de escala (y eso que yo odiaba esa frase). Con el fin de atacar el cáncer e incluso enfermedades infecciosas como la leishmaniasis se ha empleado tiempo, dinero y personal en buscar un gen "maestro" que marque la diferencia, que lo controle todo, que impida la progresión de la enfermedad. Pero resulta que una alteración, por mínima que sea repercute en todo el “ecosistema” celular y se va a formar un “nuevo ecosistema” que no es una simple modificación del anterior sino que por la inclusión de nuevos factores se ha transformado completamente y - palabras textuales de Andrea - “estimula una retroalimentación positiva hacia él mismo, facilitando su mantenimiento y ampliación e inhibiendo la restauración del anterior”. Las células tumorales han adquirido todas las herramientas pero no sólo para mantenerse sino también para expandirse y evitan a toda costa que el tejido retorne a lo que alguna vez fue. Los cambios que conllevan a la aparición de una célula maligna pueden ser muchos o muy pocos, pero cito: “mientras mayor sea el cambio mayor será la invasión de nuevas especies que impidan el crecimiento o restablecimiento de las viejas especies por competencia, depredación o cambios en el hábitat que quedan incluso si las nuevas especies se van.”

Puede que yo esté loca tratando de integrar esto, pero me parece que tiene muchísimo sentido. El cáncer no es una enfermedad que pueda considerarse a nivel local porque tiene tantos factores actuando y tantos que han modificado el ambiente natural que es imposible restablecer del todo el anterior aún posterior a tratamientos que traten de eliminar las células invasoras. La opción de intentarlo está descartada por principio ecológico.

La pretensión de este post no es matar las esperanzas de encontrar una terapia más eficiente o incluso una cura. Lo que sí me queda de todo lo que leí, aprendí y pensé este año es que necesitamos cambiar de enfoque, necesitamos considerar que los organismos vivientes no están compuestos de moléculas o genes aislados sino que crean una red enorme de interacción y que el movimiento de un lado tiene efectos grandes o pequeños en otro. No nos sirve de nada buscar genes salvadores. Hay que ampliar el panorama.

En cuanto al origen de la enfermedad, sigo pensando que parece ser el precio de la multicelularidad. Pero eso lo dejo para otra entrada.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Los toros se ven diferentes desde la barrera


El tema ha sido recurrente durante los últimos días. No sé si son las fases de la luna, si estamos en nuestros momentos históricos, si es porque el mundo está tan convulsionado, si son cambios drásticos en nuestras vidas, si es el fin de año, el fin de semestre o el mito del fin del mundo.

Hace unos días mientras almorzábamos, concluimos que la sociedad se sostiene sobre unos pilares éticos y morales que le permiten desarrollarse como lo hace pero que bien pueden ser puro idealismo. Desde que uno está en su tierna infancia, le recalcan una serie de códigos de comportamiento claros a la luz de los cuales aprende a diferenciar qué está bien y qué está mal y con base en ellos, qué debe hacer y qué no. Pero lo cierto es que como para ese momento uno apenas habrá vivido una década, no son muchas las situaciones a las que ha tenido que enfrentarse en las cuales la línea que separa el bien del mal, el deber ser y el es se vuelve tan delgada y difusa que la moral que le enseñaron puede dejarlo botado fácilmente.

Lo primero que está claro es que la vida no es como en los cuentos de hadas. Y puede que sea culpa de Disney, pero el golpe que implica darse cuenta de eso es fuerte y complejo y le cambia a uno la perspectiva de la vida, lo baja de un mundo ideal en que todo funciona perfectamente y en el que uno jamás se enfrenta a tentaciones ni situaciones difíciles y si le ocurre, el camino está tan claro que no hay la más mínima posibilidad de faltar al códice autoimpuesto. Resulta que el mundo no funciona así. Resulta que las cosas rara vez salen como uno quiere o como espera y resulta también que ese “superyó”(si es que le entendí bien a Freud) creado con base en las normas sociales no sólo sirve para contener los impulsos sino también para culparlo, tildarlo y destrozarlo a punta de críticas cuando no se le escucha. Yo me atrevería a pensar también que los calificativos – buenos o malos – que uno puede imponerse o recibir de otros obedecen de nuevo al afán un tanto inútil que tenemos de clasificarlo todo. Y resulta que las decisiones que se toman en la vida son total y completamente dependientes del contexto.

Las normas no deberían ser negociables, mucho menos las consideraciones éticas o morales. Pero nuevamente, una cosa es lo que debe ser y otra lo que es. También es cierto que mientras menos situaciones complejas se hayan experimentado, la visión parece ser más dura, más centrada e incluso más objetiva, porque como dice mi mamá: los toros se ven diferentes desde la barrera. Entonces uno tiene siempre un grupo externo que es capaz de ver con un enfoque diferente las situaciones de su vida e indicar sin vacilaciones qué debe uno hacer o cómo debe actuar lo cual es mucho más fácil para ellos porque están afuera. A veces uno también es ese grupo externo con los demás y le parece inconcebible que la gente actúe de ciertas formas. Pero con el tiempo, con el paso de la vida, con los juegos que le impone el destino, uno termina dándose cuenta que es mucho más fácil ser radical cuando no se han vivido las cosas o cuando no se sienten directamente y que juzgar a los demás no es tan fácil porque ni uno conoce el contexto ni mucho menos tiene algún tipo de autoridad moral.

Siempre me ha molestado eso. Natalia vivía callando a todo el mundo en el salón de clases cuando estábamos en el colegio pero también vivía hablando con la compañera de puesto. Siempre me llenaba de ira porque le gustaba pregonar una moral que no tenía. Y lo más divertido es que me di cuenta que así funciona con la mayoría de las personas: pregonamos una moral que de pronto no tenemos o que tenemos cuando las cosas no nos tocan directamente. 

Yo soy de las personas que viven dándose palo al cometer un error. Pero me cansé. Me cansé de no ser considerada conmigo misma, porque bastante tiene uno ya con el ojo inquisidor de los demás como para rematar con la autoflagelación. No más. En la vida se toman decisiones que pueden ser buenas o malas y que dependen del contexto. Lo que sí es bien importante, es que si usted llegó a negociar sus leyes morales y éticas, aprenda cómo le fue con eso y de ahí en adelante sepa aplicar lo que ya sabe. Aquí estamos es para aprender.



martes, 4 de diciembre de 2012

Renacer


“It’s hard to dance with a devil on your back, so shake him off!”

Este es el tercer año que me presento con la escuela de danzas en la muestra de fin de año. Muchas cosas han cambiado - por no decir prácticamente todo - no soy la misma y no es el mismo río. Para marzo de este año, Carolina se la pasaba diciendo en las clases los sábados que este era el año del dragón que es nuestro signo en el horóscopo chino y que eso implicaba grandes cambios, que íbamos a recibir muchísimas sorpresas y que la vida iba a dar un giro de 360° sorprendente pero sobretodo, favorable. Ahora puedo llegar a la cima y deleitarme con la vista (como me dijo Fernanda), porque ella tenía razón: no pudo haber más cambios favorables en mi vida. De hecho, no recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí así. Es probable que sea la primera vez con este bienestar, con esta alegría, con esta satisfacción de ser quien soy.

Llegué al teatro a la 1:30 de la tarde sin nervios pero llena de emoción porque estuve esperando por este día todo el año, porque estaba y estoy convencida que ese día sería mi renacer, que estar en ese escenario haciendo algo tan distante de lo que estudié, algo tan diferente de las actividades a las que dedico todo mi esfuerzo sería mi momento de verdad y que nada podría ser tan auténtico como eso. Pasé muchos años de mi vida tratando de esconderme, otros odiándome, otros luchando por aceptarme y por fin, en este año logré encontrarme, rescatarme y demostrarme que me gusta como soy, que tengo muchos defectos pero también muchas cualidades. La danza para mí ya no es un escape solamente ni un descanso del trabajo, es algo que me ha hecho volver a creer en mí misma, en algo tangible, algo que disfruto con el alma si es que existe, que me hace feliz y que mueve hasta la más mínima fibra del  cuerpo. Esa sensación, eso que me hace sentir tan viva además de otras cosas que pasaron este año son las que valoro más, las que me han sacado al fin de la hoja cuadriculada a la que estaba acostumbrada y me han demostrado que cada momento debe vivirse con intensidad.

Como es tradición, Johana llevó chocolates para todas las personas, bailarinas, estudiantes y técnicos que participaron e hicieron posible el evento. Nos dio las gracias a todas y nos dijo que la vida era un regalo que teníamos que aprovechar y que pensáramos en todas las personas que han pasado por nuestras vidas, por las que están y por todo lo que aprendimos este año. Ya que al parecer los años me han ablandado y ahora lloro cada vez que así lo siento, efectivamente lloré de emoción, porque estar parado en un escenario es algo que siempre me ha parecido increíble, una mezcla de sentimientos inexplicable. Yo he bailado una buena parte de mi vida, pero esa sensación no se pierde. Supongo que ahí está la magia.

Bailé con un grupo con el que tenemos bastante conexión, me sentí feliz, no pensé. Aparentemente todo salió bien, habrá que ver los videos. Pero lo importante no es eso. Lo realmente importante es que ha pasado el fin de una etapa importante de mi vida y ha comenzado otra que promete bastante. No sé por qué razón decidí darle a esta presentación de danzas ese símbolo, de hecho creo que no fue consciente. Lo que sí sé es que significó mucho para mí. 

Finalizo con esta canción de Florence and the machine, porque es otra de esas cosas en el mundo que me mueve cada fibra del cuerpo. Me siento bastante identificada con esta canción. La letra es una maravilla.


Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...