jueves, 24 de enero de 2013

Le Concert


Es necesario escribir esto ya porque tengo el sentimiento a flor de piel. Gustavo no entiende por qué la gente puede llegar a sentir tanta pasión por la música clásica y Juan Camilo trató de explicarlo con palabras pero sin éxito. Para comprender mejor el punto, decidió llevar a los jueves de cine la película Le Concert, en la cual una olvidada orquesta rusa viaja a París para presentar el concierto para violín y orquesta de Tchaikovsky que por cierto, ninguno de nosotros había escuchado antes. La película es una maravilla, uno logra conectarse desde el principio y al final, cuando logran interpretar el concierto y suena el violín solista, uno siente literalmente cómo cada fibra del cuerpo se tensiona, cómo cada célula se queda atenta, expectante, emocionada.


Mi único referente sólido de Tchakovsky eran los ballets que compuso (El lago de los cisnes, La bella durmiente, El cascanueces, Romeo y Julieta) y a los cuales Marius Petipa terminaría de adornar con las coreografías que aún hoy se conservan. La labor siempre me pareció majestuosa, porque mientras Tchaikovsky se sentaba a componer la música que transmitiera las historias, Petipa se encargaba de diseñar los movimientos justos para que el espectador prácticamente pudiera ver la música. El ballet es una danza rígida, sistematizada y de altísimas exigencias técnicas, pero tiene también un importante componente interpretativo, como toda labor artística. Que la música y los movimientos hayan nacido simultáneamente garantiza que los sonidos prácticamente puedan verse en los cuerpos de los bailarines y eso es justamente lo que me parece más interesante de la danza. Una de mis piezas favoritas es el famoso pas de deux del Lago de los cisnes, cuando Odile baila en la fiesta del príncipe y éste, hechizado por sus movimientos y creyendo ver a Odette, decide casarse con ella. Ese concepto de ver la música es claro también en la película Fantasía, en la cual se recrearían grandes piezas de la música clásica con animación, entre ellas, una suite de El cascanueces.



La película tiene muchísimos mensajes que uno puede tomar para la vida, incluyendo otros que probablemente no noté. Pero el concierto final, le revelación de la historia, la alegría de músicos que están haciendo lo que más aman en la vida lo llena a uno de emoción, transmite toda esa carga emocional sin palabras, le llega a uno al corazón y al alma. Desde el punto de vista fisiológico, es cierto que la música estimula ciertas regiones del cerebro y eso le permite a uno sentir muchas cosas y asociarla a vivencias, a personas o a situaciones particulares. Pero ese sentimiento de los músculos tensionados, el incremento en la frecuencia cardiaca, las lágrimas incontenibles y la sonrisa serena y constante son reacciones que todavía no me explico pero que son sin duda los momentos en que uno se siente realmente vivo. Por supuesto, no todas las personas sienten la misma emoción por las mismas cosas, a algunos los emociona el arte, a otros los deportes, a otros la lectura, a otros comer chocolates. De lo que sí estoy convencida es que identificar y vivir esas experiencias constantemente le dan sentido a la vida y que si uno va a emprender una búsqueda incesante, esa debe ser la de ubicar esos momentos para  aprovecharlos al máximo.



domingo, 20 de enero de 2013

Las historias detrás de la música


El ejercicio de escuchar música puede ser tan superficial o tan profundo como uno quiera hacerlo y no hay nada mal ni bien en la forma en que se haga. Algunos se ven atraídos solo por la melodía, otros por la letra, otros por la combinación de los dos. Algunos saben de memoria el momento exacto en que se compuso la canción, el orden que tiene en el álbum correspondiente y la historia de la banda en el punto exacto en que fue un éxito. Creo firmemente que el trabajo de un artista es integral, los acordes son así por una razón, los instrumentos que se encuentran, la voz, la letra y creo también que la única forma en que uno puede apreciar realmente todo es considerando los factores completos. A veces una canción se convierte en el himno de una época de la vida, en la insignia de una persona, a veces emociona hasta las lágrimas y uno no entiende bien por qué. Quizás todo eso que está ahí, ubicado justo de esa forma y no de otra tiene un efecto sobre los recuerdos, sobre las ideas, sobre los sueños y toca fibras en uno que habían pasado desapercibidas. Me gusta averiguar - especialmente de las canciones que más me gustan - la inspiración y el contexto que tenía el artista al componer la canción. A veces aclara muchas cosas, a veces uno encuentra gratas sorpresas o no tanto, a veces cambia la perspectiva que uno tenía no solo de la canción sino también del artista. A veces es triste, otras veces es chistoso.
Estas son tres de las historias que más me han llamado la atención, de tres canciones que me gustan muchísimo:

1. Coldplay, The Scientist: mi amor por esta banda es completamente visceral, no sé si en términos musicales, de afinación o técnicos sea buena o sea mala, pero creo que hace parte de las cosas que más amo en la vida. Esta fue la primera canción que escuché de ellos y con el tiempo se volvió más especial, tanto que lloré cuando la cantaron en el concierto. Algunas fuentes dicen que Chris Martin estaba tratando de tocar en un piano “Isn’t it a pity” de George Harrison para trabajar sobre la canción y terminó grabando la melodía de The Scientist. Sin embargo, la banda afirmó en Storytellers que cuando estaban escuchando lo que habían grabado para el álbum “A rush of blood to the head” en un viaje hacia Liverpool se dieron cuenta que no servía nada salvo un par de canciones y que lo demás era terrible. Se les derrumbó el mundo y supieron que necesitaban algo valioso para el álbum. La canción parece hablar de un científico arrepintiéndose por su falta de tiempo para aprovechar con la mujer que ama, pero es probable que tenga un tinte importante de la desesperación por la falta de canciones que valieran la pena para el álbum en todo el tiempo de grabación que habían tenido ya. “Nobody said it was easy…I’m going back to the start”.


2. Matchbox twenty, 3am: esta canción es particularmente complicada de interpretar, porque parece ajustarse por pedazos a diferentes situaciones. El mismo Rob Thomas lo dice y afirma que eso es maravilloso, uno puede pensar en un amigo, en la familia o en el amor de la vida, sin estar muy seguro de qué habla exactamente. Cuando Rob tenía 12 o 13 años, a la mamá le diagnosticaron cáncer e iniciaron el tratamiento con quimioterapia. Cuando un familiar cercano - y especialmente alguno de los padres - está enfermo y uno tiene esa edad, hay muchas cosas que no entiende y que no mide. Él explicaba que no entendía bien por qué la mamá estaba así, enferma, por qué dormía todo el tiempo y tuvo que asumir un rol que en otras condiciones no habría sido necesario: tenía que cuidarse solo y cuidarla a ella. Ella, a pesar de la enfermedad y lo que ocasiona el tratamiento, a pesar de los miedos, los temores y la crisis, nunca deja de estar pendiente de él.
“She said: it's cold outside' as she hands me raincoat. She's always worried about things like that.”
“Well, Heaven she says: baby, well, I can't help but be scared of it all sometimes and the rain's gonna wash away what I believe in.”


3. Florence and the Machine, Shake it out: la letra de esta canción le llega a uno al alma de todas las maneras posibles. Habla de superar fantasmas del pasado, de arrepentimientos, de liberarse de una cantidad de sentimientos que no le permiten a uno caminar por la vida con libertad. Sin embargo, la historia de cómo Florence Welch compuso esta canción dista bastante - al menos como comenzó - de lo que uno podría imaginarse. Lo cierto es que Florence tenía un guayabo de esos que lo hacen a uno querer morirse y se sentía nublada por el dolor. Dice que comenzó a escribir sobre esa sensación de querer huir del dolor y no poder hacerlo o sobre el arrepentimiento de beber tanto para ganarse semejante malestar. La cuestión terminó hablando de sentimientos y sensaciones de impotencia en la vida, de liberarse de los demonios que lo persiguen a uno para poder tener otra perspectiva, lo cual es ciertamente algo mucho más profundo. Incluso la frase “shake it out” se le ocurrió para “sacudirse” del dolor de cabeza y pensar más claramente. Es curioso. Sin embargo, una de las mejores canciones para escuchar en momentos de crisis.
“Regrets collect like old friends, here to relive your darkest moments, I can see no way, I can see no way”
“I am done with my graceless heart, so tonight I'm gonna cut it out and then restart”
 “And it's hard to dance with a devil on your back so shake him off!” 


Solo de tabla

La danza árabe es algo de lo que poco y nada sabemos en este lado del mundo. La mayoría de nosotros se imagina una tierra lejana llamada Arabia en la cual la gente tiene música diferente y un estilo particular de bailar, que no parece coincidir con las mujeres que usan burka a las que les prestamos atención desde el 11 de Septiembre. Lo cierto es que la historia es mucho más larga y compleja y que la danza se divide básicamente en dos ramas: el folclore (del que ya he hablado antes en este blog) y la danza clásica egipcia. Dentro de esta última existe también un tipo de danza muy llamativo llamado Solo de Tabla, en el cual la música está a cargo únicamente de un percusionista y su darbuka el cual se debate a duelo con la bailarina. Es alegre y enérgico y el movimiento principal es la vibración de la cadera. La bailarina debe marcar todas las variaciones del ritmo con cada parte de su cuerpo. Esta fue la presentación que hicimos en Diciembre de 2011, un solo de tabla que compuso Hossam Ramzy para Naima Akef, la primera bailarina de danza árabe y en mi humilde opinión la más grande de la historia por su gracia, por su energía, por la precisión de sus movimientos. 
Quedo debiendo la presentación del 2012 para cuando me lo entreguen. Por ahora espero que disfruten este y a ver si me encuentran en el video.

sábado, 19 de enero de 2013

Guerras científicas


Llegó recientemente de Inglaterra porque estaba haciendo el doctorado allá y se trajo el ego más elevado que de costumbre. El esposo también es brillante, eso no se duda, pero viven criticando el sistema educativo, las instalaciones, la gente, las clases, el enfoque, todo, porque en los países desarrollados las cosas sí funcionan, no como en este “moridero”. Quienes trabajan en molecular creen que se las saben todas y desprecian los enfoques comportamentales porque eso no sirve. Los que trabajan en ecología odian a muerte a los moleculares por reduccionistas y éstos últimos odian a los primeros porque no tienen métodos lo suficientemente rigurosos. Lo cierto es que nadie sabe bien qué hacen los otros porque están muy ocupados odiándose y criticando porque nada sirve, nada está bien dirigido, nada tiene un objetivo claro y es más, nada tiene sentido. Por supuesto, la opinión de otros sobre el trabajo propio no está ni remotamente cerca a ser considerada porque qué van a saber ellos de lo que yo hago, no tienen la capacidad para ofrecer un aporte o al menos una visión crítica y aquel que se atreva a hacerlo será automáticamente anulado, ignorado y olvidado.

Los problemas biológicos son enormes y tienen muchísimos factores sujetos a análisis. En aras de lograr comprenderlos, los campos del conocimiento han sido divididos en un sinnúmero de disciplinas, cada una a cargo de una pequeña parte del problema. Sin embargo - en lo que he podido observar al menos aquí - el objetivo tiende a perderse de vista y aquellos que trabajan en cada área se preocupan por dos cosas: enfatizar la importancia de lo que hace y opacar la del trabajo de los demás. Es bastante curioso, personas con altísimos títulos académicos enfrascados en peleas dignas de estudiantes de primaria olvidan por completo la razón de ser de nuestros esfuerzos investigativos y la convierten en una lucha por poder, reconocimiento e importancia. Lo que resulta más curioso todavía es que por lo general el dinero para investigar está, la gente y las ideas, pero nos hemos quedado tanto en el papel de damiselas en peligro, que nos sentamos a llorar porque no podemos hacer nada, porque pobrecitos nosotros en este país que no le da importancia a la investigación, porque nadie nos pone atención. Estoy convencida que el problema tiene un componente cultural importantísimo, estamos entrenados para quejarnos por todo sin buscar argumentos completos y actuar para cambiar la situación y para evitar a toda costa que otros progresen más, a armar problema contra quienes piensan diferente o no están de acuerdo con nosotros. Y es que el problema radica en que la ciencia no avanza sin una visión crítica y sin los diversos aportes que permitan crear una visión holística. En resumen: estamos graves.

Ignoro por completo si en otros países la situación se mueve de la misma forma, pero lo que he visto dentro de las dos facultades de la universidad en las que he trabajado activamente es un panorama poco alentador: varios grupos de personas dedicadas a trabajar en sus proyectos pero ocupados adicionalmente con la ardua tarea de hundirle la cabeza a los demás. No se aceptan críticas, hay conflictos de intereses, favores que se pagan con cargos, evaluadores a favor de unos y en contra de otros y una enorme cantidad de factores que entorpecen lo que en un principio nos trajo aquí: abordar, comprender y tratar de solucionar un problema. Ni hablar de los lamentos sin fin de muchos por tener que quedarse en este país en lugar de ir a otro que sí los valore. Perdimos el camino…o peor: olvidamos el objetivo.

viernes, 18 de enero de 2013

Las cadenas de la sociedad


Ando de pelea con la sociedad. Me siento inconforme con su estructura, con el ojo inquisidor e inmiscuido de algunas personas que me rodean, con el modelo de cosas por hacer, por seguir, de las cosas prohibidas, de las que no pueden ser porque otros dicen. ¿Quiénes son esos que lo dicen y por qué lo hacen? ¿Quién los ha puesto ahí? ¿Por qué hay quienes creen tener autoridad moral? ¿Dónde está el libro de cómo se vive la vida para que lo compartan?

Vargas Llosa explora desde una óptica bastante particular la pérdida de la individualidad en la sociedad en que estamos en su obra “Los Cuadernos de don Rigoberto”. En teoría es una novela erótica pero tiene un trasfondo mucho más profundo de lo que uno podría imaginarse. En especial me llaman la atención dos cosas: un discurso sobre el feminismo y el descontento de don Rigoberto por lo que él llama el hombre-masa, que finalmente caben en un mismo contexto.

En cuanto al feminismo, don Rigoberto explica que no apoya la causa de las feministas, básicamente porque esas luchas en pro de la igualdad que comienzan segregando a la gente en grupos está recurriendo a lo mismo contra lo que lucha. Aclara sin embargo, que las tesis son defendibles y que está de acuerdo aunque tiene una percepción cierta e interesante: las mujeres hemos colonizado bastantes espacios que antes no teníamos y eso implica un gran avance pero aún nos negamos el derecho al placer. Eso lleva a dos puntos adicionales: quién nos quita ese derecho al placer y a qué se refiere específicamente con placer. ¿Quién? Algunos dirán que los hombres otros que las mujeres y lo cierto es que todos. El papel de damisela en peligro ya está muy quemado, los hombres no son ogros, no “son de tenerles miedo” y no nos enfrentan a nada a lo que no podamos sobrevivir (por supuesto me refiero a condiciones cotidianas, no a la violencia porque eso es otro contexto). La sociedad machista en que vivimos aplaude la coquetería masculina por ejemplo, pero no duda un segundo en encasillar a las mujeres que hacen lo mismo. Aplica para la infidelidad, para el sexo casual, para la forma de vestir, de actuar, las elecciones que se hacen en la vida, para todo. Las mujeres mismas nos llenamos de etiquetas sobre cosas que tenemos completamente prohibido hacer aún cuando así lo sentimos porque eso nos ha enseñado la sociedad. Nosotras mismas patrocinamos eso. A veces parecemos recreando épocas en las que el único objetivo era buscar marido y tratamos de agradarles aún a costa de lo que queremos y lo que sentimos. “Escuché que a Andrés le gusta que las viejas le digan las cosas de frente, entonces voy a hacer lo mismo”, “a la prima de mi mejor amiga los hombres le dicen que les encanta que es super tierna”, “a Camila el novio le dijo que le encantaba que vive despeinada”, “la mejor amiga de Marcela se los levanta a todos porque lee mucho”. Uno termina pareciendo una colcha de retazos y olvida lo genuino, todo para agradarles a los hombres, o encajar en la sociedad o incluso en los estándares impuestos en términos de apariencia y comportamiento. Somos como somos y punto. Habrá gente a la que le guste y gente a la que no, pero eso se sale de su jurisdicción.

El otro punto es similar pero don Rigoberto lo usa para todos en la sociedad. Ha decidido tomar una alternativa drástica y es retirarse de cuanto club, grupo y reunión lo generalice, lo vuelva un individuo-masa. Nuevamente está peleando contra cadenas impuestas y contra quienes se empeñan en condenar su proceder aún sin conocer el contexto y es más, aún cuando sus actos no tienen consecuencia alguna en los ojos curiosos que no pierden oportunidad de criticar y juzgar. Es evidente que somos seres sociales y resulta imposible aislarse completamente o conservar los impulsos del todo. Cargamos una historia cultural prácticamente impresa en la piel a partir de la que creamos una serie de barreras para contener nuestro comportamiento, que va a estar ahí y es difícil de desafiar. Como dice un amigo, nuestros gustos son espejos de espejos de varios años de construcción familiar que hemos ido depurando con el tiempo. El comportamiento es igual, tiene un fuerte componente histórico hasta que en algún punto, uno se aburre de la sociedad, lo satura y lo cansa y siente la necesidad de hacer algo para liberarse, para ser más uno, más genuino, más impulsivo, para dejar de obedecer reglas impuestas quién sabe por quién que atentan contra lo que uno quiere y por lo que lucha.

La sociedad está convulsionada por todas partes, hay miles de problemas, la gente tiene libertad aparente pero no sabe bien cómo usarla, se han roto paradigmas…tengo la impresión de que algo importante va a pasar. O de pronto es una simple esperanza. Sería bueno que algo grande pasara.

jueves, 3 de enero de 2013

Los Farruco: la historia hecha flamenco

La danza sin historia no es lo mismo, no es nada. O bueno sí, si es algo, es pura técnica, una secuencia determinada de pasos cuidadosamente pensados para coincidir con la música, con el vestuario, con el escenario, con el estilo. Pero el asunto es que si uno no está empapado realmente del contexto histórico de la danza, si no sabe a ciencia cierta qué está haciendo, de dónde salió, por qué se realiza así, por qué cada uno de los elementos que utiliza tienen un papel fundamental en la riqueza cultural de un pueblo, lo que puede transmitir no es mucho más que la habilidad en la ejecución de los movimientos y la sonrisa que produce la actividad física.

Algo me pasa a mí con los gitanos y con el flamenco que no puedo explicar con palabras y que tampoco sé de dónde salió. Pudo ser la eterna admiración que tenían mis abuelos y que conserva mi mamá por Lola Flores, o ese disco de Javier Solís en que cantaba música española que encontré en la colección de mi abuelo alguna vez o que mis padres me hayan inscrito a cursos de flamenco desde los 5 años o la cruzada que emprendió mi papá por conseguir un disco original con una jota llamada “La madre del cordero”. Lo que sí es cierto es que hasta hoy la música y el baile flamenco - tanto los cantos tan típicos de los gitanos como sus versiones más estilizadas - me erizan la piel y me emocionan increíblemente. Andrea lo sabe y es por eso que me invitó para celebrar mi cumpleaños a ver una película de Carlos Saura llamada Flamenco que consta de varios clips de cantaores y bailaores de todas las edades y estilos. Aparece entonces Manuel, “el carpeta”, un niño de 14 años con un estilo muy particular de baile y me llama más la atención que todos los demás, aún cuando está Sara Baras, una de las más grandes bailaoras del género.



Manuel, "El carpeta"
La razón por la cual “el carpeta” es tan llamativo no es únicamente su edad y su habilidad sino ese brillo en los ojos, la expresión en el rostro, los movimientos como una fiera, que lo hace a uno estremecerse sin saber bien por qué. Uno puede aprender muchas cosas sobre el flamenco en términos técnicos, que a cada pieza musical se le llama un palo los cuales pueden clasificarse de acuerdo con la métrica de la música, siendo las que más conocemos la bulería, la soleá y la alegría todas con 12 tiempos pero con diferencias en el tempo. Un bailaor debe conocer la estructura rítmica de los palos para saber cómo acomoda los movimientos aún si está improvisando. Sin embargo, me he dado cuenta que para todo en la vida - y más en cualquier actividad artística - el conocimiento teórico no lo es todo. Los gitanos llevan el flamenco en la sangre, en las entrañas. Me pregunté de dónde sacaba “el carpeta” a sus escasos 14 años tanta pasión para bailar, tanto sentimiento.

Antonio, el patriarca, "El Farruco"
El flamenco se originó en Sevilla pero nadie sabe bien cómo, cuándo ni por qué. Es música gitana, pero hay tribus gitanas en muchas partes con costumbres diferentes, solo asomarse a los Balcanes muestra estilos de música y danza totalmente distintos. Lo cierto es que los gitanos que estaban en España andaban por aquí y por allá y entre ellos estaba el guitarrista Ramón Montoya y su hija, una bailaora desde la más tierna infancia a quien llamaban “La Farruca” por su carácter indomable. Tuvo un hijo en Pozuelo de Alarcón en 1935 al cual llamó Antonio Montoya Flores “Farruco” (El patriarca) que se convirtió en bailaor desde muy joven y que adoptó un estilo muy particular, comparado incluso con movimientos de los animales que hay en el campo. 

Rosario, "La Farruca"
El farruco nació y creció en esta familia gitana aún medianamente nómada, se casó a los 14 años, tuvo su primer hijo a los 15 y enviudó a los 16. Tuvo cinco hijas y un único hijo varón y tenía la ilusión de que él continuara con la herencia de baile de su padre, pero lamentablemente murió en un accidente cuando tenía 18 años. Farruco quedó devastado y se retiró del baile pero sus hijas Rosario y Pilar, quienes habían crecido también en este mundo de zapateo y coplas gitanas conservan en las venas el estilo particular del padre y comienzan a bailar hacia los 15 años, haciéndose llamar “La Farruca” y “La Faraona”. La historia no está muerta aún cuando su hermano ya no esté y perdurará con los hijos que ellas tendrán más adelante, comenzando con el primogénito de Rosario, Juan, a quién llamará “Farruquito” y que se convierte en la nueva ilusión del patriarca después de la muerte de su hijo. 

Juan, "Farruquito"
A Farruquito le enseñará todo lo que sabe, le mostrará junto con su familia no sólo la teoría musical y de danza sino toda la historia del pueblo de sus ancestros. Farruquito es elegante y versátil y hoy en día continúa con la tradición de su familia adaptándola a escenario sin perder ese sentimiento indómito que ha caracterizado toda una estirpe. Nace 6 años después el segundo hijo de La Farruca, Antonio, quien adoptará no solo el mismo nombre de su abuelo sino también su apodo, “Farruco” (o “Farru”), que baila con un estilo mucho más fuerte y a veces menos apegado a la estructura típica del flamenco. “Farru” tiene una personalidad muy diferente a la de su hermano, pero aún así es un maravilloso bailaor.

Antonio, "Farruco" o "Farru"
Diez años después nacerá Manuel, “el carpeta”, que se robó mi corazón y se llevó toda mi atención en la película. Manuel no alcanzó a conocer a su abuelo - o al menos no que recuerde - pero sus hermanos mayores y su madre se encargaron de enseñarle todo lo necesario. Su apodo fue asignado por el mismo patriarca, porque dice que en él se ha compilado todo ese sentimiento al bailar, todas las generaciones juntas. Me sigue sorprendiendo que a pesar de ser tan joven pueda bailar así como lo hace, con el peso de toda una historia que lo precede aún cuando no la conoció, aun cuando no vivió ni vio la época de su abuelo y de su bisabuela, cuando los gitanos trabajaban en lo que podían, cuando iban a las minas cerca de Sevilla, cuando con el sonido de las herramientas inventaban melodías que acompañaban con coplas y que expresaban el dolor, la alegría, el amor, el desamor, la tragedia y el éxito de un pueblo que tocaba guitarra, cantaba y bailaba con sus penas.



Uno puede aprender técnicas de danza, acrobacias, movimientos increíbles, moverse como si no tuviera huesos en el cuerpo pero el sentimiento, lo que transmite, lo que experimenta al bailar no es sólo eso. La historia que lleva en cada célula del cuerpo esta familia sale por los poros cada vez que escuchan los acordes de la guitarra, las coplas del cantaor y las palmas del público que llevan al unísono el ritmo de la música. El patriarca, Farruco, podría no tener la figura más estilizada, ni el estilo más “apropiado” para un escenario elegante, pero era puro sentimiento y eso es lo que han heredado cada uno de sus descendientes. El arte no parece buscar la perfección ni la ejecución perfecta de la teoría. El arte busca expresar algo. La danza sin historia no es lo mismo y "el carpeta" es la prueba. Me despido con esta presentación de él, que me encanta.



Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...