Es necesario escribir esto ya
porque tengo el sentimiento a flor de piel. Gustavo no entiende por qué la
gente puede llegar a sentir tanta pasión por la música clásica y Juan Camilo
trató de explicarlo con palabras pero sin éxito. Para comprender mejor el
punto, decidió llevar a los jueves de cine la película Le Concert, en la cual
una olvidada orquesta rusa viaja a París para presentar el concierto para
violín y orquesta de Tchaikovsky que por cierto, ninguno de nosotros había
escuchado antes. La película es una maravilla, uno logra conectarse desde el
principio y al final, cuando logran interpretar el concierto y suena el violín
solista, uno siente literalmente cómo cada fibra del cuerpo se tensiona, cómo
cada célula se queda atenta, expectante, emocionada.
Mi único referente sólido de
Tchakovsky eran los ballets que compuso (El lago de los cisnes, La bella
durmiente, El cascanueces, Romeo y Julieta) y a los cuales Marius Petipa
terminaría de adornar con las coreografías que aún hoy se conservan. La labor
siempre me pareció majestuosa, porque mientras Tchaikovsky se sentaba a
componer la música que transmitiera las historias, Petipa se encargaba de
diseñar los movimientos justos para que el espectador prácticamente pudiera ver
la música. El ballet es una danza rígida, sistematizada y de altísimas
exigencias técnicas, pero tiene también un importante componente
interpretativo, como toda labor artística. Que la música y los movimientos
hayan nacido simultáneamente garantiza que los sonidos prácticamente puedan
verse en los cuerpos de los bailarines y eso es justamente lo que me parece más
interesante de la danza. Una de mis piezas favoritas es el famoso pas de
deux del Lago de los cisnes, cuando Odile baila en la fiesta del príncipe y
éste, hechizado por sus movimientos y creyendo ver a Odette, decide casarse con
ella. Ese concepto de ver la música es claro también en la película Fantasía,
en la cual se recrearían grandes piezas de la música clásica con animación,
entre ellas, una suite de El cascanueces.
La película tiene muchísimos
mensajes que uno puede tomar para la vida, incluyendo otros que probablemente no
noté. Pero el concierto final, le revelación de la historia, la alegría de
músicos que están haciendo lo que más aman en la vida lo llena a uno de
emoción, transmite toda esa carga emocional sin palabras, le llega a uno al
corazón y al alma. Desde el punto de vista fisiológico, es cierto que la música
estimula ciertas regiones del cerebro y eso le permite a uno sentir muchas
cosas y asociarla a vivencias, a personas o a situaciones particulares. Pero ese
sentimiento de los músculos tensionados, el incremento en la frecuencia
cardiaca, las lágrimas incontenibles y la sonrisa serena y constante son
reacciones que todavía no me explico pero que son sin duda los momentos en que
uno se siente realmente vivo. Por supuesto, no todas las personas sienten la
misma emoción por las mismas cosas, a algunos los emociona el arte, a otros los
deportes, a otros la lectura, a otros comer chocolates. De lo que sí estoy
convencida es que identificar y vivir esas experiencias constantemente le dan
sentido a la vida y que si uno va a emprender una búsqueda incesante, esa debe
ser la de ubicar esos momentos para aprovecharlos
al máximo.
Muy bonita esta entrada.
ResponderEliminarTengo ganas de ver Le Concert hace rato, me antojaste más todavía.