lunes, 13 de mayo de 2013

Con los pies en la tierra


Hay un leve recuerdo en algún lugar de mi memoria sobre un ballet ruso al que me llevaron cuando tenía unos 4 años y otro sobre danzas folclóricas de la compañía de la maestra Sonia Osorio uno o dos años después. No sé bien si ese es el motor que me ha impulsado toda la vida a seguir bailando, a pesar de las situaciones económicas difíciles, de la falta de tiempo o de los grandes lapsos en que dejé la danza por completo. Todo comenzó con el ballet: mi sueño era ser bailarina de ballet porque me parecía - y me parece - bellísimo. Comencé a los cuatro años, pero pasó el tiempo, pasaron muchas cosas y terminé bailando después de muchos años danza árabe, que también me parece hermosísima pero difiere bastante de la estética, la técnica e incluso el mensaje del ballet.


La primera clase de danza árabe fue una corrección total de la postura. De hecho, ha seguido siendo así desde aquella vez hasta el sol de hoy, porque la forma en que distribuyo el peso de mi cuerpo en los pies es bastante particular. La morfología de los pies permite apoyar el peso hacia el talón, la región externa y los dedos que dan en parte el equilibrio. El arco del pie debe quedar bien formado, alejado del piso para permitir el paso. Muchas personas apoyamos bastante mal el peso lo cual se evidencia en el desgaste polarizado de los zapatos o en la formación de un pie plano que no es necesariamente genético. Mi maestra ha preguntado reiteradamente si yo tuve displasia de cadera, porque no termina de explicarse la razón por la cual apoyo todo el peso hacia el frente del pie (es decir, los dedos) y dejo el talón descuidado y por ende el tobillo y la cadera lo cual desbalancea el centro de masa y termino perdiendo el equilibrio fácilmente o ejecutando los pasos desde los pies y no desde la cadera.

No hubo displasia, no hubo problemas congénitos, genéticos ni ortopédicos durante la infancia pero sí hubo ballet. El ballet venía acompañado para mí por una sensación etérea, como si volara, básicamente porque el peso del cuerpo se sostiene en medias puntas o puntas completas y uno siente que está fuera del mundo, en las nubes. La danza árabe se ejecuta siempre con el peso bien apoyado en los pies y los tobillos, con los pies sobre la tierra y no sólo desde el punto de vista técnico (de no ser así, el movimiento de cadera simplemente no es posible) sino también desde la sensación, de estar acá, de no tenerle miedo a la realidad, de ver el mundo grande como es pero manteniendo siempre el equilibrio, firme en el suelo. Yo sigo andando en puntas por la vida.

Decidí que me gusta más estar sobre la tierra. Decidí que me gusta la sensación etérea pero que es bueno estar acá viendo lo que pasa. Decidí que me gusta más esa versión de mi personalidad que está con todo el peso apoyado en los talones como debe ser.


jueves, 9 de mayo de 2013

Circos


“…when the future’s architectured by a carnaval of idiots on show”

¿No han sentido que están viviendo en medio de un circo? ¿Qué todo lo que ven en las noticias, en la calle, las disputas políticas y sociales no son más que parte de un cruel libreto del que todos somos marionetas? Creo que la respuesta es obvia: necesariamente tienen que haberlo pensado alguna vez. Es como estar atrapado en una serie de convenciones sociales, tradiciones y costumbres las cuales no solo son infundadas sino que no se ajustan a la realidad que vivimos. Que debemos ser así o asá, debemos pensar esto o lo otro, debemos hacer las cosas a cierta edad, debemos, debemos, debemos…los medios nos muestran una realidad particularmente distorsionada, las dinámicas son cíclicas e irracionales: el SMAD llega a la Universidad Nacional horas antes de ver al primer encapuchado y más tarde inicia un teatro que observamos atónitos e indignados; las personas que trabajan en bici-taxis en la estación de Prado del Transmilenio son observadas a diario por los policías del CAI cercano a diario y de vez en cuando les da el ataque de salir a perseguirlos y seguramente pedirles plata; Maduro y Uribe continúan ese circo deplorable que había con Chávez lleno de amenazas y disputas carentes de sentido; nos cobran una serie de impuestos por arreglar las vías que siguen igual de maltrechas, piden cuotas extraordinarias en el conjunto para mejoras que resultan siendo parte del patrimonio de la administradora corrupta…

Lejos está este escrito de ser una de esas cartas que pretenden sonar convincentes imitando el lenguaje oral, las que reparten a veces para convocar a foros y reuniones con un montón de gente que repite exactamente los mismos puntos de discusión sobre los que ni siquiera están bien informados. Ese es otro circo. No se sabe qué es peor, si estar en el espectáculo de los grandes, esos que controlan a las marionetas o el de los otros, que aprovechan para reclutar incautos desinformados y modificar su pensamiento para quejarse por absolutamente todo. Esto es física y mentalmente agotador.

No sé ni siquiera cómo concluir, quizás porque en realidad no hay una conclusión. La sociedad está estructurada así, bueno o malo, pero es así. A veces dan ganas de huir bien lejos, seguramente para entrar en otra dinámica igual de absurda, pero en otra región geográfica. "...el colectivo les perfila la razón"

domingo, 5 de mayo de 2013

Jorge Luis Borges


“¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir!”

Más o menos en Agosto del año pasado - si la memoria no me falla como lo hace constantemente - hablé con un par de personas en Twitter sobre Borges. En realidad, lo que hicieron ellos fue contestar mis preguntas y hablarme de sus obras, de las cuales yo no conocía ninguna pero estaba colmada de dudas. Me recomendaron comenzar por El Aleph o Ficciones y de ahí, decidir para dónde seguir el camino, justo como cuando uno escucha un disco de grandes éxitos de un artista para ver qué le gusta más y seguir esa línea de tiempo. Esa misma semana compré El Aleph (hay muchas cosas en las cuales actúo inmediatamente y comprar libros es una de ellas) y decidí que cuando terminara lo que estaba leyendo en ese momento, lo comenzaría. Así lo hice.

Ahora, me sorprendí porque El Aleph resultó ser un libro con muchos cuentos cortos y yo podría haber apostado mi vida a que era una novela completa. Pensé que cuando los libros son así, uno puede digerirlos fácilmente, a punta de cuentos de dos, tres o máximo cinco páginas, puede terminarse un libro en poco tiempo y casi ni se siente. Me aventuré a comenzar (en orden, por supuesto) con “El inmortal”.

No pude leerlo con fluidez. Comenzaba y no entendía, me devolví una infinidad de veces y nada, como si estuviera escrito en latín, como si las palabras hubieran sido elegidas al azar. Lo terminé con bastante dificultad sin estar muy segura de lo que decía y decidí seguir con “El muerto”. Parecía tener una historia ligeramente más tangible para mí, pero sucedía lo mismo, no lograba conexión, no entendía nada, tenía que releer al menos tres veces cada párrafo o incluso cada oración y aún así, no era claro. Decidí que continuar era inútil si la historia se repetía con cada uno de los cuentos y peor aún si con “El Aleph”, que era el que me tenía con más curiosidad y expectativas, sucedía lo mismo. A veces hay libros que uno debe dejar añejar en la biblioteca personal o de pronto el que se añeja es uno mismo y ese fue el camino que decidí tomar con Borges.

En Abril retomé la misión y volví a comenzar como si nada hubiera pasado con “El inmortal”. De nuevo no fue fácil pero lo terminé y continué hasta terminar esta mañana leyendo “El Aleph”. Borges es sensacional, pero abrumador. Al principio me sentí como atrapada por un cardumen en medio del mar, como si todo diera vueltas alrededor de un individuo confundido que no sabe bien a dónde dirigir la mirada, porque todo parece igual pero es diferente y además es inconexo. Pero si uno se calma y se deja llevar, termina en donde quiere ubicarlo el autor, sin hacer preguntas y sin esa angustia y confusión. Al menos en este libro, Borges utiliza una gran cantidad de información, personajes, lugares e historias y a mí, que me encanta preguntar todo, me dejaba perdida en un universo de conocimiento que no tengo. Pero me di cuenta que no importa si uno no ha leído Martín Fierro o si no conoce mucho sobre la segunda guerra mundial o si no sabe qué hizo Averroes, aún es posible entender los personajes que Borges presenta. Siempre señalo las frases que me llaman la atención en los libros con post-it y al releer las que dejé en este libro y también al terminarlo, descubrí que sí hay conexión entre todo lo expuesto, como si uno viera ese punto en que todo converge en el universo. Los cuentos son respuestas y más preguntas. Todo es pura luz. 


jueves, 2 de mayo de 2013

Realidades


Sólo con escuchar la historia no termino de entender. Los hechos no me parecen suficientes para justificar nada, no puedo evitar permanecer sentada en un muro a lo lejos presenciando actos con los que no estoy de acuerdo, formas de pensar que no me explico y que no apruebo. Pero luego me doy cuenta que esa no es mi función ni mucho menos mi derecho y que a la larga, no hay manera de entender del todo, estando tan lejos. Hace falta meterse en la historia, hace falta escuchar y sobretodo, hace falta despojarse de los prejuicios y de esas atribuciones auto-concedidas que le hacen pensar a uno que puede condenar a los demás solo porque tiene una perspectiva diferente.

Hace mucho tiempo y también hace poco tiempo encontré respuestas a mis preguntas. Me sentí entonces en la cima del mundo, por encima del bien y del mal, como si ya no necesitara aprender nada. Dedico entonces mi vida a llevar ese mensaje a los demás cuando atraviesan situaciones parecidas, casi como una doctrina, convencida de su eficacia y de su precisión. Bajo esa verdad, MI verdad, su comportamiento parece tan errático y tantos sus desaciertos aún ante mis advertencias, que quisiera hallar la forma de convencerlo para que entienda. Pero entonces, con cada explicación, con cada palabra y con cada descripción me doy cuenta que mi dogma a la larga resulta útil para mi contexto pero no necesariamente para el suyo. Hay lecciones que yo apenas aprendí y que él ya sabía, hay otras que de seguro yo sé y él no y sin duda hay muchas más que ninguno de los dos conoce. Me hace caer en cuenta que no debo tratar de imponer mi verdad, porque las verdades de dos individuos rara vez coinciden. Yo encontré respuestas que generaron más preguntas. El y todos los que me rodean, tendrán que hallar las suyas y es seguro que serán diferentes.

Hasta hace un par de horas me creía la dueña de una verdad imbatible, la poseedora de una visión totalmente objetiva del mundo y de los sentimientos. Pero lo cierto es que las cosas no son así. Por supuesto, eso no le resta eficacia a mi verdad en medio de mi realidad, pero cuando estoy tratando con otras personas, tengo que olvidarme un rato de ella y concentrarme en escuchar, que resulta mucho más fructífero que hablar. Se me ocurre entonces, mientras camino hacia mi casa escuchando música y pensando en Borges, que la vida no es más que la distorsión de la realidad en la cual decidimos permanecer. 

Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...