domingo, 26 de octubre de 2014

Reconciliando Ideas

He estado pensando mucho que hay ideas con las que necesito reconciliarme o no me van a dejar vivir en paz. La primera, es que a mi vida le hace falta romanticismo. Odio con toda el alma tener que aceptarlo además porque he construido un excelente discurso de por qué una mujer como yo no necesita de esas cosas, que son solo accesorias, un valor agregado. Y puede que sí, pero está bien, voy a aceptarlo a regañadientes: creo que sí me hace falta vivir otra vez esa emoción intensa, esos nervios, esas cosas que nada tienen que ver con la rutina a la que estoy acostumbrada.

Sin embargo, aceptar esa idea me lleva a otra en la cual me culpo porque básicamente no soy capaz de atraer y mantener la atención de un hombre. Ya he discutido ese tema en otro post y lo cierto es que esa sí que es una idea parásita porque no deja de perseguirme aunque me repito incesantemente que la vida es así, que a veces (y con más frecuencia de la que uno quisiera) ese tipo por el que uno prácticamente daría la vida, no lo voltea a mirar ni para despreciarlo. Eso pasa, hay que aceptarlo, superarlo y seguir. Así lo he hecho y supongo que así lo seguiré haciendo pero permanece una vocecita que me repite sin descanso que probablemente la de la culpa soy yo, teniendo en cuenta que esos mismos tipos se mueren por alguna de mis amigas, o por una mujer que no conozco, en fin, por alguien que no soy yo.

Hace poco me encontré de frente con esos nervios locos que me atacan cuando un tipo me gusta mucho y pensé por un momento que quizás podría ser correspondido o que al menos había una luz de esperanza. Sin embargo, no se demoró mucho el ataque de la realidad, no sólo por cosas que pasan sino básicamente por las que no pasan. Es decir, por su actitud es evidente que no está interesado (como por variar) y eso estaría bien si no llegara de nuevo el fantasma de la culpa a decirme ahora que quién me manda a mí a hacerme ilusiones falsas, que si no ha bastado con las mil veces que me ha pasado ya y que cuándo será que voy a aprender que esas ideas romanticonas simplemente no se le cumplen a las mujeres como yo.


Me quedó muy linda y bien hecha la coraza, pero empiezo a creer que me hace más daño que bien, porque sin importar cuánto intente alejarme del mundo de esas ilusiones, siempre van a surgir a causa de algún incauto que probablemente no tenga ni idea que me muero por él. Luchar contra eso, sentirme culpable y darme golpes de pecho simplemente no arregla la situación, pero sí termina siendo un catalizador para acabarme a pedazos probablemente más de lo debido y luego volver a reconstruirme cuesta más trabajo y termino con treinta mil prejuicios más, treinta mil razones más para culparme y treinta mil frases más que me lastiman. En una de esas epifanías de Transmilenio que suelen ser experimentales, me dije a mí misma que es cierto, que a mi vida le hace falta romanticismo y que tal vez sentir esa necesidad no tenga nada de malo, que tal vez es hora de dejar de regañarme mentalmente por las actitudes propias de un ser humano cualquiera. Se me ocurre que tal vez, la vida así sea más fácil y también puedo reconciliarme conmigo, que soy al fin y al cabo la única que me reprocha esas ideas.


jueves, 2 de octubre de 2014

Cambios

Es muy posible que yo sea una persona un poco desesperante, porque cambio de opinión cada dos horas sobre todo. Y no importa en cuál de los extremos de la vida decida sentarme, tenga por seguro que me voy a aburrir y voy a cambiar de ese lugar, porque ya no me gusta, porque me aburrí, porque el modelo ya no funciona para el contexto. Y es que si uno lo piensa bien, las cosas siempre van así, tomando curso propio, no importa cuánto quiera uno controlarlas o hacerlas caber en un molde claro para clasificarlas. Cuando eso pasa, cuando la vida le arrebata a alguien sin avisar, cuando lo golpea un problema grave, cuando la situación que ya estaba mal se pone peor y usted se da cuenta que no puede hacer nada al respecto es cuando resulta tan evidente que las cosas simplemente se dan y que uno puede quedarse fiel al molde y sufrir o romperlo para descubrir un mundo diferente. Esta maestría no ha hecho más que ponerme a sufrir y romper una enorme cantidad de paradigmas experimentales, biológicos, sociales y culturales que tenía. Para cerrar con broche de oro, en medio de esa sociedad que tanto me gusta analizar incluyendo mi propio lugar en ella, aparece alguien que literalmente destruye un montón de cosas que tenía en la cabeza y de las que estaba absolutamente convencida. Creo que él no tiene ni la más remota idea del efecto que está causando, creo que puede ser simplemente el rostro que le estoy asignando a algo de lo que me di cuenta sola, otra de esas realidades que le golpean a uno directo en la cara. En todo caso, las cosas parecen estar organizándose, el nuevo molde parece responder a las necesidades del ambiente, la nueva opinión prevalece, al menos un rato, mientras las condiciones y el contexto vuelven a cambiar.

Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...