martes, 20 de diciembre de 2011

Bogotá


Yo también odio los trancones en Bogotá, los buses llenos, la basura en las calles, odio cuando los taxistas me regañan porque no tengo “sencillo” o no voy para donde les sirve, los ríos que se forman en las calles cuando llueve, que hayamos acabado con los humedales, algunos de los programas de la televisión colombiana, pero odio también los ataques hacia la expresión de la opinión de otros y últimamente odio que nos quejemos por todo.

Carolina Sanín escribió recientemente una columna en El Espectador titulada “Última columna” la cual es en resumen una queja sobre todos los defectos que tiene Bogotá desde su perspectiva. Habla de la falta de fuentes de agua, de la lluvia de todas las tardes, de los buses, de los vendedores que se suben a los mismos, de los taxis, de las chivas, del centro, de las mujeres, de los polvorientos barrios obreros, de los intelectuales, de los drogadictos, de la gramática, de los políticos y la corrupción. Para finalizar, agradece a todos los dioses que ahora puede manejar y largarse lejos cada vez que la canse esta ciudad de porquería. Qué novedad. Lo que hizo fue condensar en esa columna las quejas que expresamos todos los bogotanos en las redes sociales, en las conversaciones en el trabajo, con los amigos, con los que apenas conocemos o con la familia. Esto no es nuevo, no es diferente, no es UNA opinión, son muchas. Lo que no me gustó realmente es ese aire de queja de niña rica fastidiada porque sí, llorando como un costal de pollos porque no vive en una villa francesa, de esas que existen sólo en la imaginación.

Ella está en toda la libertad de odiar a Bogotá y a Colombia entera si quiere, no es la primera persona que conozco con esa forma de pensar, ni la voy a juzgar por eso. Lo curioso es que no pasaron 10 minutos después de la publicación de la columna para que a todo el mundo le diera un ataque de patriotismo y saliera a defender a Bogotá como si fuera reino de cuento de hadas. Y la verdad es que las quejas de la niñita son fastidiosas pero a la larga muchos las repetimos a diario.

Hace unos días estaba dictando una clase en la calle 134 con 7ª. Salí en medio de un aguacero torrencial, prácticamente nadé hasta el paradero, me subí a un bus con más agua de la que había afuera y que luego se llenó hasta más no poder, fue toda una odisea bajarme y caminar hasta mi casa. Llegué histérica y renegué del colapso de los sistemas de transporte, del clima y de las botas a las que se les entró el agua. Pero resulta que hace unos días también se desbordó el río Bogotá y varios barrios cercanos quedaron completamente inundados con sus aguas, llenas de sedimentos y contaminación y tuvieron que irse de ahí y perder sus cosas que estaban en casas que ni siquiera han terminado de pagar. Fue ahí cuando mis quejas sobre el clima me parecieron una ridiculez, igual que las de alguien en Facebook sobre del frío y maldiciendo porque no se podía ir para su finca a disfrutar del sol (cualquier parecido con Sanín es pura coincidencia). Sólo quejas, eso es lo que somos. Y no digo que tengamos que ser borregos conformistas, pero nos hemos agrupado en los que sí son borregos y los autodenominados “intelectuales” que criticamos (y que no toleramos las críticas) pero que terminamos siendo “borregos concienzudos”. ¡Que se quejen los que están literalmente nadando en excremento! ¿Pero qué hacemos los demás quejándonos por fachadas de edificios cuando hay otros que se están hundiendo o porque nos venden agua embotellada que no sabe bien cuando la gente de los barrios inundados abre la llave y sale mierda?

Analicemos lo que dice Carolina: en Bogotá sí hay fuentes naturales de agua, como lo menciona “El Bayabuyiba” en su blog o al menos había, porque las hemos acabado y contaminado. Es más, han construido sobre ellas y han tenido el descaro de nombrar conjuntos como “La Alameda del Río” que misteriosamente se inundó con las lluvias o han cambiado el curso de los ríos para construir universidades y luego se preguntan por qué será que los jarillones no resisten. De los buses y los taxis, el transporte colapsó en esta ciudad y la lluvia constante lo empeora, uno no sabe si salir en carro, en bus, en taxi o a pie, a este paso habrá que conseguirse un caballo a ver si ese no pone problema porque se salga de la ruta que le sirve. Ahora, que el bus huela a esto o aquello, en realidad termina pasándole a uno desapercibido cuando lo que quiere es llegar a la casa rápido porque está cansado y teniendo en cuenta que el olfato es el sentido más adaptable de todos. De la contaminación, pues adivine de quién es la culpa, de todos y no sólo de la educación y la crianza, he visto a más de uno de cuna alta dejando basura en la calle. En cuanto a las viejas uniformadas, déjelas ¿en qué le afectan?. En cuanto a los intelectuales, los drogadictos y los problemas de gramática, se los va a encontrar uno en cualquier ciudad del mundo que visite, pegarse de ellos sólo es buscar argumentos donde no los hay para acabar de justificar, cosa que en primer lugar no tendría que hacer: no le gusta Bogotá y punto. Lo que sucede es que todos estamos a la saga como depredadores, buscando qué dice el otro para atacarlo, aún cuando nosotros mismos lo hemos dicho antes. No sé qué nos motiva, pero es lo que hacemos siempre y por lo cual no llegamos a ninguna parte.

A mí sí me gusta Bogotá pero últimamente no hace muchos méritos. Si me van a mandar a que me vaya, pues pérdidas porque no me voy a ir. Lo que quiero corregir en mi actitud es la quejadera por pendejadas y la mala costumbre de atacar a los demás por sus opiniones. Que Carolina Sanín se vaya para la finca cada vez que quiera. Afortunada ella que puede hacerlo, qué vaina con los que quisieran irse y no pueden o los que están aquí por obligación.  

sábado, 17 de diciembre de 2011

Dibujar la Música con el Cuerpo



Todo comenzó con el sueño de ser bailarina de ballet: al maravillarse por usar zapatillas, tutú, por aprender las 5 posiciones básicas, por el sueño de imaginarme como prima ballerina assoluta en un escenario importante, interpretando alguna obra de Tchaikovsky y las coreografías de Petipa. Comencé, me compraron las zapatillas, el tutú, aprendí las 5 posiciones básicas, pero resulta que en el mundo del ballet hay que fortalecer el empeine durante varios años para poder utilizar puntas, hay que competir con personas excepcionales, hay que comportarse como un adulto todo el tiempo, hay que cuidar lo que se come y entonces -al menos para mí- bailar ballet perdió la magia y diversión que buscaba. Después apareció el flamenco, al cual le dediqué varios años de mi vida, aprendí a bailar pasodobles, sevillanas y jotas, me costó mucho tocar castañuelas por lo que recibí varios regaños de mi maestra. Cerraron la academia y no busqué otra y luego me convertí en una adolescente callada y tímida, lejos de ser aquella que tenía una actitud tan recia al bailar pasodobles en los escenarios.

Pasó el tiempo y un día apareció una canción de un artista turco de ojos claros que maravilló a todo el mundo. Por obvias razones, en mi colegio que era femenino, Tarkan fue nuestro sueño por un tiempo. A Adriana y a mí nos gustó muchísimo, éramos muy unidas entonces, ella comenzó a buscar canciones en internet y encontró música oriental muy interesante, además de la que se popularizó. Inventábamos coreografías, bailábamos, cantábamos (más bien balbuceábamos) y quisimos aprender danza árabe pero en ese tiempo no pudimos hacerlo. Nos graduamos y ahí nos quedó la promesa.

El baile pasó por muchos años al olvido, no había tiempo o no había plata o no había lugar o no había ánimos y entonces lo dejé de lado. Me enteré luego de los talleres de danza de la universidad, pero no había flamenco. Me llamó la atención aprender tango, pero había que llevar pareja y adivinen a cuántos biólogos les interesa aprender tango…los únicos dos que conozco ya estaban en clases. Entonces leo que hay danza árabe. Horario: Martes 7:00pm a 9:00pm…y con la cantidad de tiempo que me dejaba el laboratorio…mejor no. No me presenté. Luego decidí que no me importaba pero ya no había cupos (eran unos 20 para toda la universidad). Por diversas razones, sólo logré conseguir uno en el último semestre.

Falté a la primera clase porque no encontré el salón y tenía que irme para evitar la muerte de unas células en cultivo. A la segunda clase llegué tarde (raro) y entonces conocí a mi maestra, Johanna, quien curiosamente también es bióloga pero decidió dedicarse a la danza. Aprendí muchísimo durante esos cuatro meses y luego me uní a la escuela de la cual es directora.

No sé realmente cuál es la magia de esta danza, pero por alguna razón te atrapa y no te deja ir. Todavía me falta mucho por aprender, pero estoy segura que esto no es una moda en mi vida y que quiero que me acompañe la mayor cantidad de tiempo posible. Sé también que hay muchas cosas ocultas en la danza, en la música, en la cultura que me llama y que occidente ni sospecha porque se ha conformado con vender la parte superficial, lo exótico e incluso erótico, pero en realidad es mucho más que eso. Significa mucho más para mí, al menos.

Pero lo que más me gusta de todo esto es que es la primera vez que en un grupo donde sólo hay mujeres me siento parte de una familia. A todas nos une el amor por la danza y la música de oriente, a todas nos une la misma pasión, nadie critica y todas pueden bailarlo porque contrario a lo que el mundo nos ha impuesto, no importa si tenemos o no medidas perfectas, todas bailamos, todas lo disfrutamos. Aquí no hay discriminación, la danza es del vientre, sí, pero nadie ha dicho que el vientre tiene que ser completamente plano para tener derecho a bailar. Aquí lo que cuenta es la pasión y no las reglas impuestas sobre la apariencia. Aquí lo importante es dibujar la música con el cuerpo.



jueves, 15 de diciembre de 2011

Plastilina


Conocí a Juan Sebastián el primer día del curso de plastilina durante las vacaciones hace ya varios años. Conocí también a John y nos reíamos mucho los tres, jugando todo el tiempo a pesar de los constantes regaños porque el curso era en la biblioteca del conjunto y en las bibliotecas hay que guardar silencio. Pasados unos días, Juan Sebastián me dejó una carta en la portería, que tenía dibujos y palabras bonitas que sacó de un libro llamado “Poesías para jóvenes enamorados” (era de la editorial Torre de Papel, lo recuerdo bien) y a pesar de lo enternecidas que estaban mi mamá y mi abuela y del esfuerzo con que lo hizo, a mí me dio rabia y la rompí en mil pedazos. Nunca se lo dije porque era mi amigo y no quería lastimarlo, siguió llevándome cartas bonitas cuyo paradero actual desconozco hasta que un día se cansó y dejó de hacerlo. Luego, llegó la adolescencia y no nos volvimos a hablar, la última vez que nos vimos fue en la celebración de mis 15 años, cuando hablamos un rato y nos reímos como antes. Nunca me gustó, incluso al pasar los años, pero siempre me cayó bien, siempre nos reímos, siempre me pareció muy amable. Recuerdo perfectamente la carta con los dibujos y la cara de emoción que tenía cuando me mostró el libro que por supuesto yo observé con desdén. La poesía no me gustaba entonces y tampoco me gusta ahora.

Hace un momento fui a pagar la administración y vi a los niños en el curso de plastilina. Ya no lo hacen en la biblioteca sino en el salón comunal. Sólo hasta ahora me doy cuenta que éramos apenas unos niños de unos 10 años, sólo hasta ahora percibo lo pequeños que nos veíamos y comprendo la emoción y risa de mi mamá y mi abuela con la carta que rompí. Mi rabia era infundada, fue un bonito detalle. Creo que el problema era que a mí me gustaba John, pero yo no le gustaba a él.

martes, 6 de diciembre de 2011

Malo por Naturaleza


De acuerdo con el registro fósil, los mamíferos aparecieron en la tierra hace aproximadamente 200 millones de años (m.a.) mientras aparecían nuevos dinosaurios a partir de un grupo de Tecodontos. Los primeros mamíferos eran similares a los roedores actuales, se escabulleron de lo que quiera que haya destruido a los reptiles gigantes y lo cual permitió la proliferación y colonización del grupo. Los primates aparecieron hace unos 80 millones de años y se parecían a los lémures actuales. Los monos posteriores presentaban las características más importantes del grupo aunque con diferencias importantes de acuerdo a su ubicación geográfica. El primer homínido fue el Australopithecus, una de ellos conocida como Lucy, que aparentemente data de unos 4 m.a. y el género Homo aparece hace 2 m.a. con una gran variedad de especies que presentan un patrón curioso: la aparición de una nueva causa la desaparición de la anterior. Los homínidos eran agresivos, mataban a la otra especie hasta extinguirla. El cráneo incrementa considerablemente su tamaño conforme se acerca la aparición de nuestra especie en la tierra, pero también la capacidad de destrucción.

Somos una especie violenta, lo fueron nuestros ancestros y nosotros no nos quedamos atrás. Somos además una plaga, nuestra población aumenta a un ritmo colosal y agotamos los recursos del planeta progresivamente. Nuestro país está en guerra, lo ha estado por 50 años y todos nos sentamos a buscar culpables, a señalar y a criticar en lugar de al menos tratar de vivir en paz, hacer lo que está a nuestro alcance para aprender a respetar opiniones y a tolerar a los demás. Nuestra sociedad se derrumba y hay días como este, en que una marcha forma guerras tan increíbles como la de los grupos armados en Colombia, con base en la ley moral de asistir a la marcha o no, porque son de éstos o son de aquellos o son de los mismos o son de los pobres o son de los de plata. Una marcha por los secuestrados, en la que en lo último que se pensó fue en las víctimas reales de la guerra y por la cual se armó una lucha peor en las redes sociales.

Hay días como éstos en los que parece cierto que el hombre es malo por naturaleza. Hay días como estos en los que se pierde la poca fe en la humanidad.




Mitos sobre Cáncer


Alejandra es en definitiva mi estudiante más curiosa. Me ha bombardeado con infinidad de preguntas sobre cuanto tema puedan imaginar. Lo que más me llama la atención es la cantidad de información falsa que se mueve en la sociedad, especialmente sobre sexo y cáncer. Me he reído bastante a cuenta de los desocupados que la han convencido de mentiras muy extrañas sobre sexo. En cuanto al cáncer, es desconcertante la cantidad de cuentos que hay.
El cáncer es una enfermedad muy compleja, difícil de caracterizar, clasificar y tratar porque es una mezcla de irregularidades en las células. Para incursionar en el mundo de los mitos, comenzaré por el que mi tía repite insistentemente y que además es una frase bastante terrorista: “todos tenemos las células del cáncer”. ¿Y qué son las células del cáncer?
La célula es la unidad estructural y funcional de la vida, lo cual significa que todos los organismos vivos estamos compuestos de células. Hay algunos unicelulares como las bacterias y hay otros multicelulares como los humanos, pero en este tipo de organismos las células se especializan en funciones determinadas y se organizan de acuerdo a las mismas, lo cual permite conformar tejidos, órganos y sistemas. Esta sociedad celular debe estar regulada y controlada por un sistema riguroso que les diga qué tienen que hacer y en qué momento. La orden más importante que obedecen las células en el cuerpo es la de vivir o morir, la cual es una señal química que puede ser enviada por células vecinas, células del sistema inmune e incluso la misma célula, como si se suicidara. La razón para enviar esta señal de muerte es puramente altruista, sacrificar el bien propio (de la célula como tal) en pro del funcionamiento adecuado del organismo, bien sea porque la célula está infectada, no funciona bien o está mutando (cambiando su información genética) a un ritmo acelerado lo cual puede afectar terriblemente al tejido. Ahora bien, las células cancerígenas son exactamente las mismas células del cuerpo, de cualquier tejido, que han acumulado un cierto número de mutaciones específicas las cuales las hacen inmortales. No importa si el sistema inmune, las células vecinas o cualquier otra envían la señal química de muerte, ellas han adquirido la propiedad de ignorarla y se dividen incesantemente, produciendo muchas más iguales a ellas, hasta formar un tumor. Las células normales tienen un control de división, cuando hay suficientes en el tejido, ellas se quedan ahí quietas, sin producir más cuando forman una capa organizada y sencilla. Las células cancerígenas no obedecen a las órdenes y siguen produciendo más, crecen desmesuradamente, unas sobre otras, sin parar. Hasta ese punto, las células permanecen adheridas unas a otras, que es justamente lo que en situaciones normales les permite formar un tejido, pero la cúspide del problema llega cuando las células que conforman el tumor se descontrolan también en ese sentido y empiezan a moverse por las vías linfáticas hacia otras partes, conservando por supuesto su inmortalidad. Ese desplazamiento es lo que conocemos como metástasis y es el punto más preocupante porque no se sabe hacia dónde se moverán las células y si continuarán invadiendo tejidos sanos. La enfermedad está muy bien caracterizada en términos moleculares, pero aceptémoslo, no sabemos bien qué la causa, qué hacer, por qué cobra las vidas que cobra y por qué se salvan quienes se salvan.

La enfermedad es grave, sí y es además difícil de tratar porque es como si el mismo cuerpo se acabara, son células, no podemos matarlas porque estaríamos acabando también con las sanas, lo cual es justamente la limitante de la quimioterapia y la radioterapia. Por eso se dice que no hay cura, no podemos revertir procesos, no podemos volver sanas a las células cancerígenas, lo único que hay por hacer es removerlas. Se adelantan investigaciones sobre métodos con virus que son creados en laboratorio y al ingresar al cuerpo y que matan selectivamente a células malignas. Promete, ha dado resultados.

La mayoría de la gente no conoce cómo funciona el cáncer, la mayoría no sabe a qué se refiere cuando repite como una lora lo que otros dicen. La mayoría de los mitos se centran en la causa del cáncer y le amargan la existencia incluso a mis alumnas, que dicen cosas como: “tomar agua todos los días da cáncer”, “trabajar con el computador en las piernas da cáncer”, “usar desodorante da cáncer”, “comer papa y yuca da cáncer”…hay de todo. Y la verdad es que lo único que uno gana con eso es vivir intranquilo porque salvo por unos pocos agentes cancerígenos como la nicotina, el agente naranja, la radiación, químicos muy fuertes y el virus del papiloma humano, no hemos comprobado causas de cáncer reales. Y es que pensándolo bien, es demasiada coincidencia que un día, las células simplemente acumulen el número (que no son pocas) y las mutaciones necesarias para perder el control de proliferación, está bien que un derivado del níquel sea malo para el organismo, pero que justamente afecte los genes necesarios para convertir una célula sana en una inmortal es raro, muy raro. Siempre he querido investigar en cáncer, espero poder hacerlo en la maestría. Por lo demás, mi consejo siempre es hacer caso omiso de los mitos urbanos, no fumar y vivir tranquilo. No vale la pena preocuparse y llenarse de ataduras si al fin y al cabo no conocemos bien cómo funciona la cosa. 

miércoles, 30 de noviembre de 2011

A Nightmare Called Christmas


No me gusta la navidad. Lo peor de todo el asunto es que comienzan a revolotear con el cuento desde Octubre, lo cual implica que la navidad dura en realidad tres meses haciéndola más insoportable todavía y dándole ese tinte interminable, el mismo que odié de “La Historia Sin Fin”.
No sé en qué momento le perdí el gusto a la celebración, pero sí sé que me hace sentir sola y esa es la principal razón por la cual no me gusta. Me parece que es la época del año en que se evidencia más eso que menciona Cortázar sobre estar juntos pero solos: mucha gente se reúne con la familia que nunca ve, con quienes ni siquiera se llevan bien, para fingir sonrisas y regalar objetos que van a terminar en la basura, compartiendo la mesa por única vez en el año y haciendo promesas que no van a cumplir. En mi caso, la mayor parte de mi familia está en otro país o en otra ciudad y por eso siempre terminamos “celebrando” mi mamá y yo. El año pasado me obligó a prender velitas el 8 de Diciembre y para mi sorpresa, hasta bonito fue. Pero esa revelación, estando aquí, solas, las dos, sin tener a nadie más que la una a la otra me hizo detestar aún más la fiesta comercial que comienza en Octubre porque es increíblemente vacía.

Ya no me nace decorar el apartamento, no me nace comprar guirnaldas, ni siquiera tenemos árbol de navidad. Mi mamá siempre arma el pesebre que era de mi abuela (y está bendito por vaya usted a saber qué sacerdote) y los últimos años ha dejado de quejarse porque no le ayudo ni a poner las luces de la ventana. Supongo que ya se acostumbró. Lo que sí disfruto es ir a ver las luces con que decoran los parques y centros comerciales aunque he pensado incluso que deberían dejarlos así todo el año, evidentemente no los árboles ni los pesebres, pero sí las luces…¿por qué no? Bueno, sí, el gasto de luz sería impresionante, pero sigo creyendo que salir en la noche sería mucho más divertido. La decoración de la 82 ya me sacó sonrisas, lo confieso y el año pasado gocé como una niña con la nieve artificial (léase espuma) que a pesar de todas las críticas a mí me encantó.

A finales de Octubre estuve comprando algunas cosas en la Panamericana y vi que estaba horriblemente impregnada de navidad por todas partes. La gente frenética, comprando todo lo que veía, desde bolas para decorar el árbol hasta luces de todos los colores, pasando por escarcha, piñas, velas, muñecos y cuanta pendejada puedan imaginarse - bien costosa además - es lo que más me fastidia. Ya no tienen idea de qué están celebrando realmente, es una fiesta comercial más en la que la que hay que gastarse la plata en todo lo que se pueda. Aunque bueno, quién soy yo para juzgar, si son felices así, que lo hagan, pero yo no lo disfruto.

La ciudad es un caos, todo se paraliza, todo el mundo está “feliz” comprando, caminar en las calles es imposible, el centro se congestiona aún más hasta que al fin llega el 24 de Diciembre y yo hago lo mismo de siempre: comer algo, esperar la medianoche y recibir algunos regalos, entregar otros…y me pregunto por qué. ¿Qué sentido tiene? Sí, muy filosófica la pregunta, pero es cierto, no sé ni qué celebro si al fin y al cabo no creo en dios. De todas maneras lo hago por costumbre, por la familia, por no dejar pasar la fecha sin pena ni gloria. Ahora, los días más aburridos del planeta son del 25 de Diciembre al 5 o 6 de Enero porque literalmente no hay nada, es como un letargo en que la gente bebe, hace asados y viaja. Supongo que no lo disfruto porque no hago ninguna de las anteriores. Aburridísimo. Lo único que sí me gusta es la idea de un año que comienza, que vendrá con sorpresas buenas y malas, pero sorpresas al fin y al cabo. Ya no siento esa calidez de la navidad. Supongo que soy un poco grinch.


martes, 22 de noviembre de 2011

Lluvia en Bogotá

Emergencia invernal de nuevo, justo como hace unos meses, emergencia económica, emergencia social, enfrentamos todo tipo de emergencias en el país y en la ciudad. Nos quejamos todo el tiempo en Twitter por el clima, no hay ánimos de trabajar, no hay sombrillas suficientemente grandes, no hay zapatos que resistan además de las botas de caucho que ahora muchas personas tienen.

Pero de toda esta situación lo que más me ofende es que la gente no conserva el mínimo civismo que requiere la ola invernal. Sí, es cierto, el gobierno es corrupto, los políticos también, tienen más poder que nosotros aunque seamos más, no manejan la problemática ambiental correctamente y es tanto el dinero que se roban y tan poco lo que hacen que el país lleva ya varios años sobreviviendo a los fenómenos del niño y la niña, a las lluvias torrenciales, a las inundaciones en los cultivos, a la muerte del ganado que trata de salir nadando en medio lagos increíblemente grandes. Y en las ciudades ni se diga, la paciencia de la gente se colma fácilmente con las vías inundadas, los interminables trancones, la congestión de los medios de transporte masivo y la imposibilidad de encontrar un taxi libre a cualquier hora. Quienes van manejando se desesperan y quienes vamos a pie llegamos sin un pelo seco a la casa todas las noches.

Pero otra cosa muy diferente es que a pesar de la lluvia que congestiona todo, la gente comience a manejar por los barrios a 100 por hora como si fueran por una autopista, que pasen por los charcos a toda velocidad mojando a quienes vamos caminando en los andenes (como si uno no se mojara lo suficiente sólo con la lluvia), que las alcantarillas estén tapadas por la basura que botan en la calle, que el caño de la 127 esté cada vez más lleno de esa agua con quién sabe cuántos y cuáles sedimentos a pesar de las volquetas que trajeron para “drenarlo”, que la gente casi le saque un ojo a uno cuando pasa con las sombrillas, que se suban a los buses y empapen las sillas con sombrillas y las ocupen con maletas, que lo empujen a uno en Transmilenio como si fueran vacas (sí, más de lo normal), que inicien competencias a muerte por coger un taxi y que algunas señoras de la tercera edad, de esas que tanto reclaman educación de los jóvenes, se suban a un bus a golpearle a uno las costillas con la sombrilla para sentarse. Esas cosas sí me emputan, precisamente porque nosotros somos buenísimos para quejarnos por todo, pero no para evitar el caos cuando podemos hacerlo. No hay unidad en este pueblo más que para las quejas, para buscar responsables y no para caer en cuenta que parte del poder finalmente reside en nuestra unión para el cual es necesario el respeto a las normas mínimas de educación y urbanidad, esa de Carreño, esa que claramente ya no enseñan.

No me molesta ni me ofende mojarme, la lluvia es necesaria para el balance de los ecosistemas, pero sí me molesta la falta de consideración mientras que uno como un idiota prefiere mojarse con su propia sombrilla al subirse a un bus con tal de evitar que le caiga agua a la señora que está sentada en frente de uno. Me molesta abrirle la puerta a alguien y evitar cerrarla en su cara para que pase concentrado viendo el Blackberry sin decir al menos un simple “gracias”. Jaime Garzón tenía razón: usted puede colaborar con el cambio siendo cívico. Con razón estamos como estamos.



lunes, 21 de noviembre de 2011

Adiós


“Le voy a contar una historia: había una vez una niña que mató a su cerebro y dejó libre a su corazón. Pero esa niña tenía un problema grave y era un problema de tiempo, porque el tiempo no estaba a su favor y apenas en unos días tendrá que despedirse de ese a quien entregó su corazón. Pero eso no es lo peor de todo: ella tiene un problema de tiempo en todo sentido, incluso en las llamadas que él le hace, porque no le dedica tanto tiempo como a “otras” personas, ni le habla por teléfono de la misma forma que a esas otras. Y esa niña tendrá que admitir que su amigo que tanto le advirtió tenía razón y entonces, una lágrima baja por su mejilla…”

Decir adiós, decir adiós de muchas formas. Mi cercanía con las despedidas ha sido con mayor frecuencia de esas que son para siempre, cuando alguien muere, cuando uno sabe que jamás lo va a volver a ver, sin importar cuánto quiera hacerlo y es tal vez por eso que siempre me cubrí con una coraza fuerte y me burlé de quienes sufrían tanto por penas de amor. Pero resulta que incluso yo, que me creía tan fuerte, tan dura, tan invencible, tan inmune, tuve que vivir esos momentos de estar en el fondo de la olla al darme cuenta que aquel a quien tanto quería, ya no quería estar conmigo. Y entonces, uno no ve salida, se siente atrapado en la Fosa de las Marianas sin posibilidad de escapatoria, con un paisaje oscuro y triste y con la presión de todo el mundo encima, con un dolor incontrolable en el pecho y lo peor de todo: pensando que uno no es suficiente, que no supo conservar el amor, que hay mejores que uno y con esas mejores se irá él y será feliz mientras uno se quedará viendo desde la ventana. Uno se pregunta por qué fue tan estúpido y decidió arriesgarlo todo para nada, para salir sufriendo, por qué decidió ignorar a quienes tanto le advirtieron tantas cosas, por qué no le hizo caso al sentido común, a la lógica. Pero ya nada importa, porque en ese punto lleno de culpas y tristezas, las razones no cuentan ni tampoco las situaciones hipotéticas. Uno tiene su realidad y a uno mismo.
Ahora, llega un momento en esa realidad en el que ocurre un despertar, llega una revelación, una epifanía. Muchas cosas pueden ser catalizadoras: una canción, un amigo, en mi caso un escrito. Pero quiero que te des cuenta de una cosa, amiga mía y es que sin importar cuán triste estés, cuán impotente te sientas, cuánto lamentes que él se vaya y cuánto detestes a ese fantasma, jamás puedes dejar de valorarte. ¿Difícil? Sí. Duele mucho cuando es evidente que están emocionados con otra, cuando la llaman, la buscan y la defienden a capa y espada mientras uno se conforma con apenas unas pocas demostraciones de cariño que comienzan a parecer más lástima que otra cosa. Pero ahí es donde tenemos que sacar fuerzas de las entrañas, porque uno se ha levantado de peores cosas y un tipo que no se da cuenta de la maravillosa mujer que tiene al frente simplemente no merece tantas lágrimas. No digo que no hay que llorar, no digo que no se sufre, porque en los sentimientos no se manda. Pero ya no importa si decidiste tomar el camino riesgoso, puedes estar tranquila porque luchaste por lo que querías sabiendo de antemano que probablemente terminaría mal pero también que te levantarías otra vez.
Soy fuerte. Todavía me gusta usar un escudo gigantesco para evitar los daños aunque sigo siendo tan susceptible como siempre y de vez en cuando me agarra sin remedio el sentimentalismo. Pero hay algo que no me permitiré olvidar nunca: soy inteligente, lucho por lo que quiero, no soy de nadie y digo lo que pienso y lo que siento. Aparecerán y se irán más personas en mi vida, habrá relaciones igual de largas y significativas, podrá acabarse el amor o simplemente morir el interés reemplazado por el naciente atractivo hacia otra, pero eso no afecta en nada quién soy ni me hará sentir menos. Espero que no pase de nuevo, porque de esa olla sí es bien difícil salir. Afortunadamente, encontré una epifanía y yo seré la tuya cuantas veces sea necesario. 

domingo, 6 de noviembre de 2011

Diferencias de Opinión


En enero habrá transcurrido un año entero desde que comencé a trabajar como docente. Inicié presentando una entrevista en un colegio bilingüe para ser profesora de biología en inglés en los grados sexto y séptimo, a pesar de haber casi jurado durante cinco años de carrera que yo no quería enseñar y menos en un colegio, pero la cruda realidad es que uno termina de estudiar y se demora más en recibir el diploma que en ver la necesidad de ganar dinero porque los gastos, esos sí que no se acaban y ante la situación económica del país, lo que menos puede hacer uno es dárselas de selectivo. No me aceptaron por falta de experiencia, así que terminé trabajando como “multitarea”, soy tutora de biología, química o inglés, hago traducciones y redacto escritos legales en inglés o en español. He aprendido mucho más de lo que pensé y he tenido la oportunidad de observar la realidad de nuestra sociedad fuera del alma mater. ¿Qué encontré? Diferencias abismales.

En primer lugar, la gente afuera cree que la Universidad Nacional es una cuna de revolucionarios sin causa que tienen dos caminos: unirse a fuerzas armadas o terminar siendo sumisos corderos de la sociedad. Inteligentes, eso sí, la mayoría se sorprende bastante cuando uno dice que es egresado de la UN, pero a la vez preguntan si uno vende marihuana o si ha tirado piedra. Gajes del oficio, supongo.
Lo cierto es que ante tanta crisis social, política y ambiental como temas importantes durante estos días, he notado algo muy curioso que ocurre en nuestra sociedad: aquí NADIE respeta las opiniones diferentes de las propias. Basta con decir que a uno no le gusta Peñalosa porque le parece un vendido para que sus compañeros más calmados de trabajo le salten encima diciendo que si prefiere al guerrillero ese de Petro. Basta con decir que uno no cree en dios para que las personas que usted menos se imagina se indignen y actúen como si usted acabara de confesar que es un asesino en serie y un violador de niños. Basta con decir que es una estupidez total pretender hacer un hotel de Six Senses en el Tayrona para que algunos digan que uno no quiere contribuir con el desarrollo del país. Basta con decir que uno se opone a la reforma de la ley 30 para que le digan que por culpa de revoltosos como usted hay más trancones en la ciudad. ¿Y a quién culpamos? A la UN, claro, a quién más, si es la que le ha enseñado a ser un revolucionario, un extraño, un bicho raro que piensa diferente. Y es que ahí está la diferencia, la que nos hace a todos amar nuestra universidad: allá, en ese “nido de revolucionarios” uno puede expresar lo que se le da la gana y a nadie escandaliza. ¿Le pelean? ¡Claro! Revirar hace parte de la naturaleza humana, es casi un reflejo cuando alguien opina diferente, pero deberíamos estar en la capacidad de escuchar argumentos y evitar juzgar a alguien por lo que opina. Haga el intento: diga que no quiere casarse y tener hijos (y ojo que esto es atacar directamente al costumbrismo) para que vea la expresión de la persona que lo escucha. Tiene dos opciones: lo observan detenidamente con lástima o se ríen diciendo que usted dice eso para llevar la contraria. Respete mi opinión: no se ría, no me tenga compasión. No me estoy muriendo de una enfermedad terminal, le estoy exponiendo mi punto de vista. Usted tiene sus creencias y aunque yo no esté de acuerdo, lo escucho con respeto, por lo cual lo mínimo que merezco yo es que usted haga lo mismo.

Hay algo que no he podido localizar y es en qué punto a uno le instalan el chip de no salirse del círculo para no escandalizar, porque está claro que el tema es cultural, la mayoría de las personas que conozco tildan de revolucionarios sin causa a quienes piensan diferente aún cuando sean las cosas más insignificantes. Les he enseñado a niñas desde 4° de primaria hasta 11. Las de 4° expresan lo que opinan sin miedo, se lanzan al agua. Las más grandes dudan de sí mismas todo el tiempo, no saben si tratar de argumentar lo que piensan o quedarse en la costumbre para evitar confrontaciones. Es extraño. Parece que aquí nos gusta pelear porque otros opinan diferente a nosotros pero no somos capaces de ver los atropellos a los que nos someten. Nos quedamos en el chisme, en juzgar, en señalar. Y entonces, perdemos perspectiva. Nos indignamos por las razones equivocadas y contra las personas equivocadas.

lunes, 24 de octubre de 2011

24 de Octubre



Un día como hoy, en 1987 el rey del pop a sus 29 años lanza la famosa canción “Bad” que ocupará el número 1 en listas. Un día como hoy, en 2004 a tus 44 años (naciste en el mismo año que Michael Jackson) tu corazón dejó de latir definitivamente. Libraste una terrible batalla contra la muerte y al final ella venció. No necesito que sea 24 de Octubre para extrañarte. No necesito que sea 24 de Octubre para recordarte con una sonrisa, porque pasados ya siete años, las cosas han cambiado y aunque el dolor de la pérdida persiste, lo vencen los buenos recuerdos. Mi amor infinito para tí hoy y siempre, papá.

domingo, 23 de octubre de 2011

Mylo Xyloto


Mañana será el estreno del último álbum de Coldplay, Mylo Xyloto y estoy ansiosa por escucharlo. Confieso que a pesar de lo mucho que me gusta esta banda, de todos los álbumes anteriores sólo he sentido esta emoción con Viva la Vida. ¿La razón? Simple, antes no los conocía mucho, no sabía nada de música, no me interesaba. Viendo en retrospectiva, es increíble (teniendo en cuenta cómo soy ahora) que durante mi pubertad poco me importara la música. Me tomó un buen tiempo explorarla lo suficiente para amarla tanto como ahora y me tomó también un buen tiempo conocer a Coldplay. Nunca he dejado de reconocer que yo no los hallé sola, hubo alguien que me enseñó sus canciones, que las compartió conmigo con una pasión contagiosa, que me señaló y enseñó muchas cosas sobre ellos y sobre el proceso de escuchar música, ponerle atención a la letra, ver qué tan maravillosa es la melodía y degustar la combinación de las dos, como si fuera un plato preparado muy especialmente por un experto chef. Amo profundamente la música y se lo debo a esa persona, a quien le estaré eternamente agradecida.

Ya no soy la misma, el contexto ha cambiado y mi amor por la música obtuvo alas propias. Incluso hay toda una entrada en este blog que habla sobre eso, en especial porque me costó bastante - y esto sí lo logré sola - vencer esos prejuicios autoimpuestos sobre lo que es “verdadera música”. Hoy en día desprecio esa categorización porque representó para mí un conflicto durante mucho tiempo. Los gustos se respetan y sí, yo tengo un CD original de Britney Spears y uno de Christina Aguilera y de vez en cuando los escucho completicos porque me gusta bastante el pop. ¿Y qué?

Hay otra frase muy común que me revuelve todo cuando la escucho: “no me gusta esa canción, es muy comercial.” Me molesta realmente porque es una frase de cajón que utilizamos todos cuando apenas conocemos un par de canciones de una banda. Yo la dije infinitas veces, básicamente para aparentar que sabía del tema, que conocía la banda, en resumidas cuentas, para jactarme de melómana y conocedora. Por estos días, muchos dicen eso sobre Coldplay incluyendo Viva la Vida. Cuando pregunto por qué razón dicen eso, nadie da un argumento fuerte y contundente. Las razones más famosas son: “no, porque le metieron ritmos electrónicos” o “no, es que ya no son como cuando cantaban Yellow” o “es que ahora le gustan a todo el mundo porque todo es más movido”.

Vamos a analizarlo con detenimiento: comercial está definido por la RAE como: “Que tiene fácil aceptación en el mercado que le es propio.” En otras palabras, decir que Viva la Vida es muy comercial y otros álbumes antiguos como Parachutes no, es completamente falso, teniendo en cuenta que Parachutes ocupa el puesto 12 de de los veinte discos más vendidos del siglo XXI y ganó 7 discos de platino en su lanzamiento. Si eso no es ser comercial, no sé qué es. Si lo que quieren decir es que la banda hizo la canción o el álbum para vender, estoy de acuerdo, dudo que uno se ponga en la tarea de componer canciones y grabarlas por “desparche”. Yo asumiría que si uno está en una banda y quiere dar a conocer su música, espera que haya ventas y gente a la cual le guste su trabajo.

¿No son como cuando cantaban Yellow? ¡Claro que no! Muy aburrida una banda que se queda siempre en lo mismo. En lo que yo veo, Coldplay comenzó su carrera (al menos comercialmente) con un tinte un poco más melancólico, uno puede no hablar inglés y entender que Trouble es una canción triste, casi puede percibirse escuchando sólo el piano. Ahora, dígame que en los últimos álbumes ellos han optado por incluir ritmos un poco más electrónicos y que a usted le gustan más esas canciones en que sólo se escuchan el piano, la guitarra, el bajo y la batería acompañando la voz, eso es completamente diferente. Coldplay no ha perdido su estilo ni ha dejado de ser lo que es, le está apostando a cosas nuevas para no quedarse en lo mismo de siempre, a algunos les gusta y a otros no, es así de simple.

¿Qué ahora les gustan a más personas? Sigo sin ver el problema. No creo que sea contraproducente para una banda ganar más fanáticos, no hay nada de malo en conocer a alguien que quizás no haya escuchado mucha música de Coldplay ni tampoco en que le comience a gustar hasta ahora. Recientemente la característica de ser fanático consagrado fue tema de discusión de Juanita Kremer y Alejandro Marín en la X. Alejandro decía que un fanático verdadero es aquel que tiene todos los discos, que sabe todo sobre la banda, que ha ido a cuanto concierto ha podido y que se ha gastado la plata que no tiene en ellos. Discrepo un poco, porque yo me considero fanática de ellos y sólo hasta ahora estoy comprando los discos, antes no había tenido la oportunidad, Coldplay significa muchísimo para mí aunque antes yo no hubiese podido gastarme todo en ellos. No se trata de eso, amar una banda es como sentirse parte de una familia, como si ellos expresaran todo aquello que uno no puede por alguna razón, son una compañía y un apoyo. Son muy pocas las bandas con las que siento esa conexión y esas pocas tienen un valor incalculable en mi vida. Por eso me molesta que digan que Coldplay “ahora es muy comercial.” Usted está en todo derecho de amar u odiar Mylo Xyloto, pero yo defiendo lo que siento propio y lo defiendo a capa y espada. 


viernes, 14 de octubre de 2011

El Punto Sin Retorno

No somos los mismos, hemos cambiado y mucho. Las cosas siempre han estado claras, somos amigos hace ya bastante tiempo y eso es todo. Cualquier cosa que pueda pasar más allá de eso, sería como un incesto, hemos alcanzado el punto sin retorno. Sin embargo, nunca había estado tan claro como ahora.

Siempre he pensado que construir una amistad no es nada fácil pero ciertamente es más sencillo –al menos para mí - que esa amistad sea con un hombre y no con una mujer, tanto que hay otra entrada en este blog que lo menciona. Sin embargo, se corren algunos riesgos, la relación puede ser una amistad fuerte de esas que duran toda la vida, pueden comenzar a cambiar los sentimientos o puede romperse por algún agente externo. En mi vida he enfrentado los tres tipos de situaciones: tengo amigos del alma con los que jamás ha pasado nada (ni pasará), amigos por los cuales han cambiado eventualmente los sentimientos hacia atracción y gusto y amigos con los que ya no hablo, básicamente por novias celosas.

Siempre he pensado también que la amistad entre un hombre y una mujer  atraviesa por lo menos menos cuatro etapas diferenciables:
1. La inicial está llena de sorpresas y emociones al descubrir los gustos compartidos y las afinidades, en la que comienzan a construirse lazos y bases sólidas. Aún no hay suficiente confianza para compartir confidencias, pero se adquiere con el tiempo.
2. La confianza ha alcanzado un punto importante, alguno de los dos comienza a compartir preocupaciones, problemas, solicita consejos y en general habla de cualquier suceso de su vida, lo cual hace que el otro se sienta cómodo para hacer lo mismo. Lamentablemente, en algunas ocasiones (aunque en mi experiencia el caso ha sido exclusivo de amistades con mujeres) en este punto puede traicionarse la confianza, rompiendo completamente lo que ya se tenía y dejando una gran decepción.
3.La confusión caracteriza esta etapa: hay precisamente tanta confianza y química que uno empieza normalmente sin darse cuenta a ver con otros ojos al otro. Representa un conflicto serio, especialmente porque uno no sabe qué está pensando el otro, si se dio cuenta, si se va a dañar la amistad. Alguna vez leí que si a uno le gustaba su mejor amigo, podría irse de rumba con él y en medio de los tragos confesarle la verdad. Si el sentimiento es correspondido, buenísimo, si queda un poco perturbado con la noticia siempre se puede alegar demencia. Yo he llegado a un punto en que me termina fallando el filtro cerebro-boca (aún sin el alcohol) y si ya estoy segura de lo que siento - y además me gusta mucho - se lo digo y punto. Eso sí, se lo digo con tranquilidad, aclarando toda la situación, le dejo la noticia para que la digiera y me comunique lo que piensa. Yo cumplo con ser honesta, de ahí para adelante es decisión suya, he concluido que prefiero decir las cosas y dejar de mortificarme con ellas. Es evidente también que el plan de Rapunzel esperando al príncipe en la torre sin hacer nada no va conmigo. La vida es muy corta para vivir condenado por una serie de reglas que caracterizan a las “señoritas decentes”.

4. Este es el que llamo punto sin retorno. Aquí ya ha pasado por el momento de confusión, pero al esperar un tiempo a ver qué tal, las cosas siguen su curso y sin que uno lo note las esperanzas de llegar a algo más, simplemente se esfuman por diversas razones: uno se da cuenta que en realidad como pareja no funcionaría, apareció alguien que le movió más el piso al uno o al otro, decide “echarle tierrita” o simplemente la atracción fue pasajera y uno recobra la percepción real de las cosas. Todo depende de la situación, pero si uno ha alcanzado el punto sin retorno con un amigo y confía plenamente en él, lo más probable es que ya hay una amistad que durará mucho tiempo. Puede que a veces se interrumpa por novias celosas, viajes o discusiones, pero eventualmente la chispa seguirá ahí. Este es el mejor momento de todos, aunque si la historia terminó en romance puede imaginar el final que mejor le parezca, porque esos sí que son impredecibles.

Por supuesto mi teoría está sujeta a cambios, puede que no siempre suceda de esta forma y creo que sólo responde al afán de clasificación que llevamos implícito como especie. Son pocos los amigos con quienes he alcanzado el punto sin retorno, menos aún los que han llegado a gustarme realmente y no como efecto de la “química amistosa” y el tiempo compartido y varios los que he perdido por novias celosas. En la vida pasa de todo.


En las buenas y en las malas, esta es una amistad en el punto sin retorno, de esas que duran toda la vida.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El Crescendo de la Hematopoyesis


He pasado los últimos días buscando ejemplos a mi alrededor que me permitan comunicar por medio de este escrito alguno de los temas de la inmunología que me llame más la atención. Sin embargo, todos mis esfuerzos han sido inútiles hasta ahora y finalmente he hallado la razón: no hay nada que hayamos inventado, ningún libro, ninguna película, que se compare con una red tan compleja y robusta como el sistema inmune. No pretendo con esto librarme del ejercicio de explicar temas científicos con analogías cotidianas, al contrario, he tratado desesperadamente de buscar historias de espías, de amor, de ladrones, de trabajo en equipo, para ajustarlas al funcionamiento inmune real, he tratado de familiarizar los conceptos pero la verdad es que el funcionamiento y la organización de la vida, de las células, los tejidos y los sistemas tienen una precisión inigualable. Decidí elegir un tema que me resulta bastante interesante: la hematopoyesis.

La hematopoyesis representa el génesis del sistema inmune, marca el inicio de todo, es la fuente primaria de todas las células que lo conforman, y también de las demás células que se hallan en la sangre. Todo inicia a partir de una célula madre hematopoyética (HSC) cuyas características principales son la auto-renovación, y la capacidad de diferenciarse en muchos tipos de células diferentes, que cumplirán variadas funciones. El origen parece simple: una célula se divide incesantemente y finalmente las poblaciones celulares toman un rumbo determinado como linfocitos, eritrocitos, granulocitos, monocitos, mastocitos o megacariocitos. Los nombres no importan. Lo interesante de éste complejo proceso de diferenciación son los mecanismos a los cuales he decidido dedicarles unas palabras en el presente escrito.

La música es quizás una de las disciplinas más complejas y maravillosas que existen, y contiene también un balance entre muchos componentes que intervienen en ella. Sin embargo, la música tiene una gran ventaja sobre la biología: sin importar qué tanto sepan las personas de la teoría musical, pueden disfrutar de ella, apreciarla, amarla u odiarla. La hematopoyesis, por su parte, carece del lado material y tangible, no importa qué tan admirable sea, hay muy pocos espectadores. 

Existe una famosa canción de la banda The Verve llamada Bittersweet Symphony en la que participan numerosos instrumentos. La melodía la inician chelos y contrabajo y conforme avanza la canción se unen otros instrumentos como violines, violas, teclado, batería, bajo y por supuesto la voz. Las células madre hematopoyéticas inician en la vida del embrión con receptores de membrana que son como los chelos y el contrabajo, las caracterizan, las hacen únicas. El sonido se produce por unas notas determinadas que comparten y compartirán con otros instrumentos posteriormente, las cuales representan las cascadas de señalización, los mensajes moleculares que permiten la expresión de receptores, la expresión de los instrumentos. Llega un punto en que la dinámica de la melodía cambia gradualmente, se hace mas grande, suena más fuerte, entiendo que es una especie de crescendo  y funciona de la misma forma que los patrones de expresión de los receptores de las células, son cada vez más por lo que “suenan” más fuerte.

Durante un tiempo, los chelos y el contrabajo permanecen tocando solos, hasta que en un momento, aparecen las violas y violines y se adicionan a la melodía. Los violines entran también en crescendo mientras los chelos y el contrabajo comienzan a cambiar nuevamente la dinámica paulatinamente, esta vez disminuyen su intensidad sonora, entran en diminuendo. Para nuestras células madre, el cambio es parecido, los receptores iniciales -los chelos y el contrabajo- comienzan a desaparecer en un momento determinado, y aparecen nuevas -los violines y las violas- que las comprometen con un linaje particular y ahora el contrabajo cambia su dinámica calando (hasta la intensidad de cero) desapareciendo para no volver nunca. Algunos chelos permanecen todavía, son primitivos, son rezagos de su naturaleza totipotente, pero eventualmente se perderán completamente.

Las notas musicales que se utilizan para crear la melodía son las mismas aunque no en el mismo orden, lo cual es muy similar a las moléculas que participan para activar y desactivar los genes que expresarán los receptores. Las cascadas de señalización son compartidas para transmitir un sinnúmero de mensajes, el orden cambia pero las moléculas son las mismas y median la aparición de receptores y la desaparición de otros. Aunque las células se han comprometido con un linaje específico, la aparición de nuevos instrumentos marcará su destino final.

La melodía prosigue, con el énfasis de un sintetizador en un punto determinado, se mantiene, otro receptor diferente, esta vez propio para cada linaje, al cual se hallan comprometidas las  células por el sonido constante de los violines, que siguen apareciendo permanentemente en la canción. Finalmente, entra la percusión, marcato, enfático como una explosión que llama la atención del oído. En el mismo momento en que entra la percusión - cuyo objetivo es marcar el ritmo - el contrabajo extinto se reemplaza con un bajo, no suena igual, ni le confiere la misma naturaleza que al principio sino que es mucho más específico y determinante para el linaje. Finalmente, entra la voz, abre un mundo de posibilidades para el destino de la melodía, ahora no sólo hay notas sino también palabras, ahora otros pueden seguir la melodía, cantarla, sentirla. En el fondo de la melodía está la batería como instrumento rítmico y marca a los demás, los violines y el bajo siguen sonando, mientras en la célula la intensidad de expresión de los receptores determinantes de su naturaleza permanecen. Si no sonaran esos violines, ni la batería, ni el bajo, la canción simplemente no sería lo que es. Los nuevos linfocitos, eritrocitos, granulocitos, monocitos, mastocitos o megacariocitos lo son gracias a los genes que expresan, a los instrumentos que ahora suenan en sus membranas, mediados por las mismas notas reutilizadas, que incluso sonaron antes en otros instrumentos y que ahora no se escuchan, pero sin ellos, los actuales no tendrían el mismo significado, la canción no sería la misma.

Las palabras de Richard Ashcroft al cantar inician toda una nueva etapa de vida para las células. La melodía sigue su curso más plana, ya no aparecen ni desaparecen instrumentos y entonces las palabras son lo único que las diferencian. Puede que todas expresen los mismos receptores, reutilicen las mismas moléculas, pero existen subpoblaciones por estrofa o por verso. Cada una de ellas es diferente y puede utilizar sus instrumentos y notas de diferentes formas, juntas conforma un sistema inmune robusto, una red tan compleja como lo fue  su diferenciación. Finalmente, la vida de las células se extingue, como lo hace la canción al finalizar, su origen fue increíble y fueron necesarios muchos elementos para conformarlas pero ahora se desvanecen hasta perderse en un absoluto silencio. Sin embargo, la canción no termina de pronto, se sigue manteniendo el sonido de los violines, la batería, el bajo y la voz, la célula entra en el proceso de muerte celular programada pero sin perder su identidad, sigue siendo lo que fue desde que terminó su diferenciación. Queda claro que la diferenciación es tan irreversible como la canción una vez que comienza a escucharse, una célula diferenciada jamás volverá a expresar solo los chelos y el contrabajo si los violines ya la han comprometido con su bella melodía, no importa si aún existen los elementos para el cambio como las notas, el tiempo no vuelve atrás y tampoco la hematopoyesis. El control de producción de diversos tipos celulares se halla en un delicado equilibrio por medio de las poblaciones de células madre en la médula ósea que únicamente suenan como chelos y contrabajos y permanecen así multiplicándose bajo esa melodía, no hay crescendo de violines todavía y por lo tanto no hay diferenciación. Sin embargo, en el momento en que la melodía comience a morir en otra parte del cuerpo, aparecerán señales en forma de citoquinas, que despiertan el sonido de los violines en las células madre de la médula.

Quiero aclarar que mis conocimientos en música son pocos, pero si disfruto de ella, tanto como disfruto de los procesos biológicos. Es probable que las bases moleculares de la biología no puedan explicarse de forma precisa con analogías, la comprensión detallada del proceso hematopoyético requiere amplios conocimientos en biología molecular, pero invito al lector a escuchar Bittersweet Symphony mientras lee éstas palabras, para descubrir dos mundos nuevos al ritmo de una hermosa melodía. Las maravillas de la biología no son tan cercanas a los sentidos como la música, sin embargo, las dos despiertan en mí una comparable pasión.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mi opinión frente al aborto

La polémica por la legalización del aborto no se limita a los estamentos jurídicos sino que ha invadido las redes sociales que tanto me gustan, un poco más Twitter que Facebook, con un sinnúmero de opiniones y posiciones a favor y en contra. No veo en la polémica un problema, de hecho considero sana la expresión - con respeto, eso sí - de diversos puntos de vista, especialmente porque cuando uno se encasilla en una posición referente al tema puede estar pasando por alto factores que otros consideran. Lo que realmente me molesta es la falta de argumentos serios, reales, válidos. Vamos a hablar claro: si alguien va a opinar de embriones que sean al menos quienes tengan una vaga idea del desarrollo embrionario. ¿Cuántos de los que alegan tanto porque el aborto es un “asesinato” saben qué es un cigoto, una mórula, una blástula, una gástrula o una néurula? ¡Qué expliquen entonces! Un cigoto es la célula diploide que se forma justo después de la fecundación, es una célula eucariota común y corriente, difiere de una ameba en la información genética y si van a afirmar que es un asesinato, también lo es contaminar cuerpos de agua en los que viven miles de millones de organismos unicelulares, bañarse todos los días porque mueren células epiteliales y ni se diga matar los zancudos que tanto nos molestan en las noches, ese sí es peor aún, porque es un organismo adulto. Mórula, blástula, gástrula y néurula son básicamente masas de células totipotentes (pueden especializarse en cualquier tipo de célula) que se dividen rápidamente y eventualmente se diferencian para convertirse en células epiteliales, neuronas, células hematopoyéticas, osteoblastos, entre otras, que formarán tejidos en el embrión más adelante. ¿Desde que es una célula es vida? ¡Claro que es vida! ¡Las bacterias son vida! ¡Las euglenas son vida! Ese argumento no pesa, las células en sí están vivas, no es muy distinta la muerte de un alga unicelular a la de un cigoto humano, al menos en términos biológicos.

La raíz de la carencia de argumentos serios - o al menos eso creo yo - es el antropocentrismo de siempre. Estamos convencidos que nuestra vida vale más que la de los demás organismos vivos, porque no hablan, porque algunos no se mueven, porque son diferentes, porque no intervienen en nuestras vidas como nosotros en la de ellos. No somos ni más ni menos que ellos, no somos los únicos con estructuras sociales complejas, no somos los únicos que sintetizamos proteínas, no somos los únicos que pueden comunicarse y por si no lo han notado, no seríamos nada sin las plantas, los animales, los hongos e incluso las tan satanizadas bacterias.

Mi opinión sobre el aborto es simple: que se legalice. Nadie está diciendo que será obligatorio, nadie dice que debe ser usado como método anticonceptivo o que sirve para controlar la explosión demográfica, ergo, pueden guardarse el discursito barato de: “no es la solución”. Nadie dice que sea la solución a ningún problema social, pero considero que sí debe ser una opción, para quienes quieran tomarla. Quienes no quieran, están en la libertad de no hacerlo, nadie las va a obligar.

Argumentos a favor: el libre albedrío, además de las miles de circunstancias que pueden ser agravantes como violaciones, malformaciones, mutaciones graves, riesgo de la vida de la madre o simplemente la elección de vida de no querer ser madre por quizás una gran cantidad de razones igualmente graves, falta de recursos para el bebé, un hogar con violencia intrafamiliar, vivir en condiciones poco saludables…en un país con tanta problemática social, de seguro las razones sobran aunque habrá quienes estén dispuestas a afrontar las cosas como vengan en la vida. Mi total admiración hacia ellas. De paso, pueden ahorrarse la cantaleta de la responsabilidad, esa carta utilícenla cuando haya educación sexual real y a la cual accedan personas de todos los estratos sociales.

Ahora, la parte que considero complicada no es ese cuento flojo del asesinato y el respeto a la vida, tengamos en cuenta que si hay especies en este planeta que no tienen derecho a hablar del respeto hacia la vida definitivamente somos nosotros. Destruimos sin compasión, incluso nos atacamos entre nosotros, sólo que la historia bonita sale a flote para conservar la fachada moralista. Me parece que lo que debe tenerse en cuenta es el efecto psicológico que puede tener un aborto en una mujer. No soy madre, no me llama mucho la atención serlo, pero sí conozco a muchas mujeres que lo son y todas hablan de una conexión con el bebé, incluso previa a su nacimiento. Complicada la situación, además porque una madre que decida abortar no sólo se enfrentaría a la carga emocional implícita sino también al señalamiento de la sociedad con ese moralismo de tres pesos, que se utiliza para juzgar a los demás. Considero que ese debe ser el punto en que hay que trabajar, no sólo legalizar el aborto sino también ofrecer apoyo para quienes decidan tomar la alternativa, no desampararlas y mucho menos dejarlas a merced de la jauría que les saltaría encima. En este país de por sí, los problemas e incluso los trastornos psicológicos y psiquiátricos son considerados por muchos como “ganas de joder”, lo cual muestra que nos falta un largo camino por recorrer como sociedad, aprender a dimensionar correctamente las problemáticas sociales en vez de limitarnos a juzgar y criticar. 

martes, 4 de octubre de 2011

Las Cosas que me Emputan

A propósito del la ira que le produce a uno de mis contactos en Twitter que las personas - en especial los adultos - se refieran a sus padres como “mi papi” y “mi mami”, estuve reflexionando sobre las cosas que detesto y decidí escribir esta entrada en una tarde lluviosa y fría, aprovechando que me escapé de la clase que tenía que dar hoy. Será mejor enumerarlas y pido disculpas de antemano por si terminan hiriendo susceptibilidades:

Me sacan completamente de quicio las voces agudas, esas que parecen chillido de ratón. Las detesto. Espero que así no suene mi voz porque sería lo más irónico del mundo. Eso sí, nunca una voz chillona me ha molestado tanto como la de la novia de un antiguo compañero de laboratorio, que para el momento en que yo estaba haciendo mi tesis (es decir, prácticamente vivía ahí encerrada en la cabina de flujo laminar) se la pasaba allá metida haciendo nada. Oiga, pobres algunos hombres con esas viejas intensas que se ganan y ella no sólo se la pasaba detrás del tipo sino que además lo consentía todo el tiempo con esa voz insoportable. En esa época yo estaba cansada, no dormía, a duras penas comía, los experimentos no salían y para rematar, aparecía esta mujer para acabar de arreglarme el día. Afortunadamente, el biólogo en mención ya se graduó y está en Italia, no sé si con ella, espero de todo corazón que sí.

Me molestan sobremanera los ataques de moralismo de la parranda de mojigatas que componen gran parte de nuestra sociedad. No me importa si quieren ser vírgenes hasta el matrimonio, monjas o no, al fin y al cabo eso no es problema mío, pero sí me molesta esa necesidad de vender la imagen de santa y de criticar a las demás mujeres. No es asunto suyo lo que hagan los demás y no se puede juzgar sin conocer el contexto. Todos andamos empeñados en armar normas morales y criticar a los demás, etiquetarlos de raros o revolucionarios en lugar de fijarse en cómo ser más consecuentes entre lo que decimos y hacemos.

Detesto las cremas de belleza en todas sus presentaciones: de manos, para el rostro, para el cuerpo, para las piernas, para el abdomen. No las soporto, no sé si será la dermatitis pero no puedo aplicarme una crema porque la sensación grasosa no me deja vivir. Alguna vez tuve esa iniciativa y pensé: “a todas las mujeres les encantan las cremas, voy a usar esta en las piernas…”. Tuve que bañarme de nuevo, no lo resistí. Lo único que utilizo - y eso por obligación - es bloqueador solar y acetato de aluminio en loción para la dermatitis, porque la crema tampoco me la aguanto.

Cosas aburridoras en la vida y hacerse un manicure. Y bueno, el manicure vaya y venga, pero pintarse las uñas, eso sí es lo más aburridor del mundo. Estar ahí media hora como un idiota sin poder mover las manos porque se daña el esmalte…no, no sirvo para eso. Y ni se diga cuando se daña completamente después de unos días y otra vez la misma cosa. Tal vez la complicada soy yo, pero jamás me pinto las uñas.

Detesto cuando la gente desprecia géneros musicales. La música es música y punto, para todos hay, ni el metal es de locos, ni el pop es de gays, ni el reggaeton es necesariamente de ñeros. Tampoco me gustan las afirmaciones de “eso sí es música de verdad”, el rock no es lo único respetable y escuchar música clásica no lo hace más intelectual. Aceptemos que la mayoría de nosotros no sabe un carajo de música y que simplemente se rige por lo que le agrada y lo que no. Sería mucho mejor ser tolerante y aceptar que a otros les gustan otros tipos de música, de todas formas nadie lo obliga a uno a escuchar cosas en particular.

No me gustan los Beatles. Sé que son toda una leyenda musical, de gran importancia para la historia y para que quede constancia me gustan los Rolling Stones aunque no creo que eso tenga nada que ver, igual son muy diferentes. No sé por qué no me gustan, siempre he pensado que hay bandas con las cuales hay conexión y otras con las que no, como ésta. Hay sólo dos canciones que me gustan mucho: “Twist and Shout” y “Michelle my Belle”. El viernes hicimos un karaoke improvisado con un par de compañeros de trabajo y me obligaron a cantar “And I love her”. No lo soporté.

No me gustan los diminutivos, toda la vida los han utilizado con mi nombre, porque ciertamente no podría ser más fácil y predecible: Diana, bajita, delgadita…Dianita. Nada qué hacer, yo sé que son expresiones de cariño y ya me resigné pero que quede claro que no me gustan y procuro no utilizarlos con otras personas.

La ciencia es una de las cosas que más amo en la vida y me molesta cuando tratan de utilizar argumentos “científicos” para dar lecciones moralistas. Si no sabe, no hable, nadie dice que la evolución es que todos los organismos van a convertirse en humanos, nadie dice que algún día los chimpancés tendrán hijos de la especie Homo habilis, si destruir un cigoto es asesinato también lo es bañarse por la cantidad de células epiteliales que se pierden y lo más importante: dejen el antropocentrismo que no somos la cúspide de la naturaleza y la vida que vale no es sólo la nuestra. Por si no lo han notado hay millones de especies de organismos vivos a nuestro alrededor y no son menos que nosotros.

Me encanta la música, pero no tolero la poesía. Un amigo de la universidad escribía poemas y me decía que los leyera a ver qué tal. Dejó de hacerlo porque le dije: "no eres tú, soy yo". 



sábado, 24 de septiembre de 2011

Cambio de Roles


Me gusta mucho mi trabajo actual. Siempre dije que yo no había nacido para enseñar, que no tenía paciencia, comencé a estudiar biología y a trabajar en el laboratorio y soñaba con  pasar días enteros encerrada con colegas, con bata y gafas (única ocasión en que me gusta utilizarlas porque da ese aire de intelectualidad), haciendo experimentos, vigilando cultivos de Leishmania infantum, sintetizando virus, manipulando linfocitos. Durante el desarrollo de mi tesis vivía justamente así, tiempo completo en el laboratorio tratando de transfectar unos linfocitos humanos para que expresaran la proteína verde fluorescente (GFP) que está tan de moda estos días. Repetí infinidad de veces los experimentos y finalmente mejoré la eficiencia de transfección hasta un 40%, cuando los resultados iniciales eran del 0,1%. Fue increíblemente gratificante.

Sin embargo, me gradué y tuve que conseguir trabajo y para mi sorpresa fue justamente como profesora de biología y química en un colegio. Parecía que la vida me dijera: “¿ves por qué no debiste decir que no querías enseñar y menos en un colegio?” Comencé muerta del susto, no sólo porque jamás había enseñado sino porque era como estar en medio de “Jamás Besada”. El colegio fue una experiencia ligeramente traumática para mí y lo último que quería era regresar. Pero tenía que hacerlo y ha salido bastante bien.

Lo apasionante del ejercicio pedagógico - al menos para mí - ha sido lo mucho que he aprendido, justamente porque soy una ñoña sin remedio y aprender cosas nuevas es lo que más me gusta hacer en la vida. Pero no sólo he aprendido al recordar e integrar conocimientos antiguos sino también he aprendido a escuchar a mis estudiantes, a detectar qué les gusta y qué no, a evaluar cómo es la forma en que mejor aprenden. Ellas me han enseñado también muchas cosas, más a nivel personal que académico y me han sorprendido gratamente con buenas calificaciones y con análisis de buen nivel. Cuando una estudiante se pregunta después de una explicación de genética: “Pero entonces… ¿aparecería primero el ADN o el ARN?” es porque uno debe estar haciendo algo bien.


Los sábados doy una clase de biología en la mañana y en la tarde voy a mi clase de danza árabe. Encuentro refrescante el cambio de roles. Es divertido ser profesor, estar atento a las preguntas, poder contestarlas, enseñar cosas que a veces los estudiantes encuentran interesantes. Pero yo, una apasionada por excelencia de la academia, a veces necesito volver a ser la estudiante, hacer preguntas, esperar que me las respondan y estar atenta a las cosas interesantes que puedan enseñarme.

martes, 20 de septiembre de 2011

La Inminente Selección


Caño Cristales. (Meta, Colombia)

Escuchar a la gente hablar sobre conservar y cuidar el ambiente está logrando hastiarme lentamente. Y no me malinterpreten, con esto no quiero decir que estoy a favor de acabar con cuanto recurso natural queda, pero sí estoy cansada de escuchar falsas promesas, razones sin fundamento, propuestas absurdas. La vida es de libre albedrío y todas las personas tenemos derecho a expresar opiniones, pero soy de los que piensan que emitir un concepto realmente valioso requiere necesariamente de conocimiento y lógica, pero sobretodo respeto hacia las opiniones de los demás. Detesto cuando algunas personas expresan ideas que carecen de fondo y que son además impositivas, que no escuchan razones ni respetan posiciones diferentes a las propias. Cabe anotar también – y a riesgo de parecer un tanto irracional y ególatra – que me molesta profundamente cuando la gente opina de lo que no sabe, especialmente si se trata del medio ambiente. Para la mayoría de las personas la biología es más bien inútil y los biólogos venimos siendo unos locos que hablamos con los delfines, pero para opinar sobre excavaciones mineras y petroleras, explotación de recursos hídricos, caza indiscriminada, deforestación, inundaciones, ahí si tienen derecho a opinar todos y no sólo eso: son expertos en el tema.

Lo que me tiene cansada no es sólo escuchar barbaridades sino también las “soluciones”. Y es más, lo que me hace sentir esta horrible impotencia es saber que esas soluciones no sólo sirven como treta política para algunos o parecer intelectuales para otros sino que en realidad, no hay mucho qué hacer. Sí, yo reciclo, trato de cuidar el agua lo más que puedo, no dejo basura en la calle y hago lo que puedo para “cuidar” al ambiente, al menos lo que está a mi alcance que – dicho sea de paso – no es mucho que digamos. Conozco también muchas personas que lo hacen y estoy convencida que aún cuando ese grano de arena sea tan pequeño, de algo ha de servir. Pero hay una realidad innegable que no pierdo de vista y que me oscurece el panorama inmensamente: la población humana ha excedido con creces los límites que puede sustentar la tierra y por más que pretendamos cuidar los recursos no hay forma de detenernos. No sólo somos muchos, sino que nuestra compleja estructura social depende enteramente de un sinnúmero de cosas que no podemos dejar de explotar, incluyendo lamentablemente a otros seres vivos. Lo peor es que no sólo está lo que no podemos evitar afectar sino que también hay quienes lo afectan por gusto, maltratan animales, los utilizan para obtener pieles y los matan sin compasión, en fin…

Río Bogotá. (Bogotá, Colombia)
Lo cierto es que estoy convencida que a pesar de tener geniales ideas y buenas intenciones no es mucho lo que podemos hacer para cambiar el panorama de un planeta sobre-explotado que por cierto ha pasado por peores situaciones y probablemente resistirá el abuso. No podemos hacer mayor cosa porque el rendimiento de la agricultura tradicional simplemente no alcanza para alimentar tanta gente (y eso que una gran parte de la población mundial muere de inanición), porque el petróleo se necesita cada vez más para mover cuanta máquina nos inventamos que por cierto emite enormes cantidades de dióxido de carbono, el cual junto con otros gases contaminantes han cobijado la atmósfera impidiendo que salgan los rayos infrarrojos que provienen del sol, atrapando el calor en el planeta. No podemos hacer mayor cosa ante el cambio climático que produce esta capa de calor, ante la posibilidad de fusión del hielo polar y en consecuencia la muerte de especies animales y vegetales cuyos hábitats cambiarán tanto que muchos se extinguirán mientras otros sobrevivirán (aunque eso es finalmente una selección de especies). Hay demasiados individuos de nuestra especie, que comen, beben agua, consumen recursos, tienen grandes industrias, fábricas, contaminan…la población se ha salido de control y el estilo de vida que llevamos no colabora mucho. Insisto en mi idea: la tierra sobrevivirá a esta dura prueba, los únicos que estamos representando una fuerza de selección hacia nosotros mismos somos los humanos.


lunes, 19 de septiembre de 2011

Saltamontes y Hormigas


Votaciones otra vez. La realidad golpea más fuerte aún cuando al ingresar a Twitter, el tema del día son los candidatos, las propuestas, las iniciativas y las promesas absurdas. Críticas, sólo críticas…

Declaro con orgullo que no tengo el conocimiento suficiente de política, de democracia, de planeación, de urbanización para emitir juicios realmente argumentados. No cuento con más que el sentido común y la habilidad para hacer inferencias que le deja a uno la instrucción en ciencias. Sin embargo, por primera vez en mi vida me atreveré a exponer mi opinión sin anularla desde el principio, porque al fin y al cabo yo no estoy aspirando a la alcaldía, yo soy una bióloga colombiana que ve la realidad de este país desangrado desde la ventana, como la mayoría de los que tanto opinan.

Este es el momento en que las campañas políticas están más activas que nunca, todos se autoproclaman salvadores de una ciudad envuelta en el caos aunque todos sabemos que ninguno logrará mayor cosa o al menos les hemos perdido la fe a todos. Algunos se empeñan en criticar hasta el desgaste a unos candidatos y defender a otros a capa y espada, pero me pregunto si realmente creen en ellos o sólo se dejan llevar por las apariencias y la fiebre del momento. Me pregunto si alguno de nosotros sería capaz de ostentar el cargo de alcalde, de cumplir promesas, de actuar como lo exigimos. Es una atrocidad: ¡claro que lo haríamos! ¡Nosotros somos el pueblo, la clase dirigente es la que no nos deja surgir, nosotros somos el pueblo y la justicia! Se me ocurre que no es así precisamente por la forma en que abordamos las crisis en esta nación. El tema de moda son los debates, criticamos hasta el más mínimo detalle gramatical de aquel que despreciamos y desvirtuamos lo que dicen. Del que nos simpatiza – sin importar mucho la razón – hablamos maravillas, que considera el medio ambiente, que no hace parte de los ricos del país, que es educado, que sabe de grandes ciudades, que ya fue bueno, que podría ser  bueno: nos pegamos de lo que sea. Y lo triste es que pasado un tiempo del mandato del personaje, los que se oponían se jactan de tener razón desde el principio y los que lo defendían aclaran que todo cambió, que las propuestas eran buenas, que nadie podría imaginarse que todo iba a salir tan mal. Luego de un tiempo, todo se olvida, todo pasa y ya no nos importa más. Vivimos a punta de “trend topics”.

Y es que el problema no es de forma sino de fondo. No se trata simplemente de la cara del dirigente, ese puede ser cualquiera, es más bien que el pueblo se considera pueblo sólo de dientes para afuera. Tampoco estoy incitando a la revolución o a convocar un cabildo abierto, si a duras penas lo lograron los criollos, está claro que nosotros no llegaríamos ni a pedir el florero. Me refiero a que todos salimos con el moralismo alborotado pero con el primer distractor farandulero a todos se nos olvida lo que defendíamos. Los autodenominados intelectuales hacen críticas fuertes a todos, para finalmente concluir que no hay nada qué hacer y que lo mejor será votar en blanco (me pregunto si en serio creen que algún día servirá de algo, que los que se mueven como borregos de verdad se decidirán a tomar riendas en el asunto…es más, me considero si los que tanto se quejan estarían dispuestos a hacerlo) para protestar. No hay conciencia, no nos importa realmente, no dimensionamos los problemas del país, nos plantamos en frases de cajón como: “el problema está en la educación”. Y va uno a ver y sí, pero ¿y qué hacer entonces? ¿Cómo cambiamos las cosas? 

El problema es también de escala: los altos son muy grandes y nosotros muy pequeños, ellos saltamontes, nosotros hormigas y no sólo hormigas ciegas sino también resignadas y distraídas, que viven de criticar al otro, de juzgar, de etiquetar y poco congruentes en pensamiento y acción. Criticamos las normas porque están mal hechas y cuando las hacen bien las ignoramos porque sentimos que representan la opresión. ¿Y entonces? ¿Cómo salir del fondo si no hay voluntad? ¿Cómo nos atrevemos a criticar si tampoco proponemos, si perdemos la convicción ante el primer chisme de un reality? Borregos, eso es lo que somos. Seguimos al rebaño sin saber por qué y creemos que perseguimos ideales de grupo, espejismos, fantasmas. Decimos que defendemos la vida y mueren miles de personas al día, pero argumentamos que por la costumbre ya nos pasa desentendido.  No hay coherencia. Lo peor es que tampoco se me ocurre qué hacer, tal vez ya me rendí, es fácil hacerlo. Al menos, quedará constancia de lo que pienso.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Realidad y Cotidianidad


Me encantan los libros que juegan con mi mente, que me llevan hacia un lado a través de una serie de pistas falsas para luego sorprenderme de un momento a otro acabando con las ideas que me había construido ya. Me encantan los que me permiten cuestionarme, los que me siembran ideas nuevas, los que tienen personajes con los que me identifico, mejor aún si es más de uno, probablemente porque he sido capaz de mimetizarme para encajar ante algunas situaciones en la vida, a veces para bien y a veces no tanto. Me encanta cuando me hacen dudar de lo que soy, cuando me plantea preguntas que jamás se me habrían ocurrido y mejor aún cuando solucionan los interrogantes que dejaron libros anteriores. Nunca había leído Rayuela y me tiene fascinada aunque a veces también un poco abrumada, no sólo por lo densa que me parece la historia y la narrativa en algunas partes del libro o por el ambiente grisáceo que dibujan las palabras sino también porque hay demasiada información, ideas geniales, unas que saltan a la vista, otras que se esconden para ser encontradas fácilmente y otras que están completamente encriptadas en situaciones diversas.

La Maga y Oliveira, personajes principales, como ocurre en la vida real, hay mucho más bajo las capas externas que se detectan en su comportamiento al leer las primeras páginas. La situación es difícil de entender y lo primero que noto es que aún sabiendo que es un libro, que los personajes son ficticios, que todo está literalmente escrito y no puedo cambiarlo, mi primer impulso es juzgar. Eso es muy fácil: “¿Por qué actúa así? ¿Por qué hace eso? Lo mejor sería que hiciera…” Lo cierto es que ocurre todo el tiempo en la vida real, nos apresuramos a ofrecer opiniones y emitir juicios que en realidad no han sido solicitados, en lugar de ofrecer oídos atentos a quien deposita su confianza en nosotros. He luchado contra ese comportamiento adquirido - no sé si culturalmente - y en ocasiones es inevitable, pero también controlable. Las cosas se dicen, sí, pero no puede olvidarse la consideración hacia el otro, porque cuando somos nosotros quienes necesitamos ser escuchados, lo último que permitimos es que nos critiquen aún si tienen las mejores intenciones. Las cosas pueden decirse, pero con tacto. Lección afirmada aún más al leer el libro.

Ahora, aventurarse en la mente de estos dos personajes es un asunto mucho más complejo de lo que pensé. Es evidente que no entendería por qué actúan como lo hacen si no conocía el razonamiento que tenían ante la situación. Es importante también evitar caer en el absurdo, hay “argumentos” que no tienen razón de ser, cosas como: “pobre es quien devenga menos de $190.000” o “el sueldo del presidente del Senado no alcanza para pagar la gasolina de dos carros”. Hay de todo en este mundo, eso es evidente.

Oliveira me deja perpleja con cada página que leo, especialmente por la diferencia abismal entre lo que piensa y cómo actúa. Parece dos personas diferentes, sus actos reflejarían desde mi perspectiva, cualquier otra cosa excepto lo que siente. Su línea de razonamiento es sin embargo, increíblemente interesante y he coincidido en varias ocasiones, aunque también hay un sinnúmero de ideas que jamás había considerado. El concepto de realidad es una de ellas (bienvenidos a la disputa filosófica en mi cabeza): no hay UNA realidad, hay muchas. Una es la que vivo yo, la que vive quien lee esto, otra es la que vive alguien que se encuentra en Alaska en este instante. Ronald discute que sí existe una realidad y que lo que él menciona son percepciones, pero Oliveira no cede y aquí viene la parte que me llama la atención: para él, la realidad realmente perceptible es lo que se arremolina como un absurdo en nuestras vidas, sucesos inexplicables, cosas sin sentido, la muerte por ejemplo. Perdonarán los lectores que conocen el libro si mi razonamiento no coincide con el mensaje “real” pero como la realidad no existe, les explico la mía. El absurdo es para Oliveira la expresión medianamente real de la vida, mientras la cotidianidad es en realidad lo que no tiene sentido, pasa todos los días, se vive de diferentes formas. Pero esos cambios radicales, esos sí son realidad. No podemos definirlos ni entenderlos, porque estamos dentro de ellos y para lograr describir y comprender con precisión es necesario observar desde afuera.

Esto me lleva a una idea posterior con respecto a esas expresiones reales violentas en medio de lo cotidiano: no seríamos quienes somos sin esa realidad. Lo repetitivo no nos aporta mayor cosa, no genera cambio, pero lo radical, lo inesperado, lo trágico, eso sí forma el carácter, nos conforma como lo que somos. La realidad como la entiende Oliveira sí nos construye, nos hace más fuertes, nos enseña cosas. No la entendemos, pero ¿para qué entenderla? Tal vez no hay más remedio que conformarnos con tratar de explicar lo cotidiano y preguntarnos por qué sucede lo irracional, ser conscientes que no podemos darle una explicación pero sí obtener beneficios, que serán útiles para afrontar un nuevo huracán. Pero ojo, también es sano disfrutar lo repetitivo, saber que a veces las cosas salen simplemente bien. La fatalidad hace parte de la vida, es real y debe enfrentarse, pero también existen momentos simples en que solamente tenemos eventos recurrentes que nos simplifican la existencia y hay que aprovecharlos al máximo.

Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...