A propósito del la ira que le
produce a uno de mis contactos en Twitter que las personas - en especial los
adultos - se refieran a sus padres como “mi papi” y “mi mami”, estuve
reflexionando sobre las cosas que detesto y decidí escribir esta entrada en una
tarde lluviosa y fría, aprovechando que me escapé de la clase que tenía que dar
hoy. Será mejor enumerarlas y pido disculpas de antemano por si terminan
hiriendo susceptibilidades:
Me sacan completamente de quicio
las voces agudas, esas que parecen chillido de ratón. Las detesto. Espero que
así no suene mi voz porque sería lo más irónico del mundo. Eso sí, nunca una
voz chillona me ha molestado tanto como la de la novia de un antiguo compañero
de laboratorio, que para el momento en que yo estaba haciendo mi tesis (es
decir, prácticamente vivía ahí encerrada en la cabina de flujo laminar) se la
pasaba allá metida haciendo nada. Oiga, pobres algunos hombres con esas viejas
intensas que se ganan y ella no sólo se la pasaba detrás del tipo sino que
además lo consentía todo el tiempo con esa voz insoportable. En esa época yo
estaba cansada, no dormía, a duras penas comía, los experimentos no salían y
para rematar, aparecía esta mujer para acabar de arreglarme el día.
Afortunadamente, el biólogo en mención ya se graduó y está en Italia, no sé si
con ella, espero de todo corazón que sí.
Me molestan sobremanera los
ataques de moralismo de la parranda de mojigatas que componen gran parte de
nuestra sociedad. No me importa si quieren ser vírgenes hasta el matrimonio, monjas
o no, al fin y al cabo eso no es problema mío, pero sí me molesta esa necesidad
de vender la imagen de santa y de criticar a las demás mujeres. No es asunto suyo
lo que hagan los demás y no se puede juzgar sin conocer el contexto. Todos
andamos empeñados en armar normas morales y criticar a los demás, etiquetarlos
de raros o revolucionarios en lugar de fijarse en cómo ser más consecuentes
entre lo que decimos y hacemos.
Detesto las cremas de belleza en
todas sus presentaciones: de manos, para el rostro, para el cuerpo, para las
piernas, para el abdomen. No las soporto, no sé si será la dermatitis pero no
puedo aplicarme una crema porque la sensación grasosa no me deja vivir. Alguna
vez tuve esa iniciativa y pensé: “a todas las mujeres les encantan las cremas,
voy a usar esta en las piernas…”. Tuve que bañarme de nuevo, no lo resistí. Lo
único que utilizo - y eso por obligación - es bloqueador solar y acetato de
aluminio en loción para la dermatitis, porque la crema tampoco me la aguanto.
Cosas aburridoras en la vida y
hacerse un manicure. Y bueno, el manicure vaya y venga, pero pintarse las uñas,
eso sí es lo más aburridor del mundo. Estar ahí media hora como un idiota sin
poder mover las manos porque se daña el esmalte…no, no sirvo para eso. Y ni se
diga cuando se daña completamente después de unos días y otra vez la misma
cosa. Tal vez la complicada soy yo, pero jamás me pinto las uñas.
Detesto cuando la gente desprecia
géneros musicales. La música es música y punto, para todos hay, ni el metal es
de locos, ni el pop es de gays, ni el reggaeton es necesariamente de ñeros. Tampoco
me gustan las afirmaciones de “eso sí es música de verdad”, el rock no es lo
único respetable y escuchar música clásica no lo hace más intelectual.
Aceptemos que la mayoría de nosotros no sabe un carajo de música y que
simplemente se rige por lo que le agrada y lo que no. Sería mucho mejor ser
tolerante y aceptar que a otros les gustan otros tipos de música, de todas
formas nadie lo obliga a uno a escuchar cosas en particular.
No me gustan los Beatles. Sé que
son toda una leyenda musical, de gran importancia para la historia y para que
quede constancia me gustan los Rolling Stones aunque no creo que eso tenga nada
que ver, igual son muy diferentes. No sé por qué no me gustan, siempre he
pensado que hay bandas con las cuales hay conexión y otras con las que no, como
ésta. Hay sólo dos canciones que me gustan mucho: “Twist and Shout” y “Michelle
my Belle”. El viernes hicimos un karaoke improvisado con un par de compañeros
de trabajo y me obligaron a cantar “And I love her”. No lo soporté.
No me gustan los diminutivos,
toda la vida los han utilizado con mi nombre, porque ciertamente no podría ser
más fácil y predecible: Diana, bajita, delgadita…Dianita. Nada qué hacer, yo sé
que son expresiones de cariño y ya me resigné pero que quede claro que no me
gustan y procuro no utilizarlos con otras personas.
La ciencia es una de las cosas
que más amo en la vida y me molesta cuando tratan de utilizar argumentos “científicos”
para dar lecciones moralistas. Si no sabe, no hable, nadie dice que la
evolución es que todos los organismos van a convertirse en humanos, nadie dice
que algún día los chimpancés tendrán hijos de la especie Homo habilis, si
destruir un cigoto es asesinato también lo es bañarse por la cantidad de
células epiteliales que se pierden y lo más importante: dejen el antropocentrismo
que no somos la cúspide de la naturaleza y la vida que vale no es sólo la
nuestra. Por si no lo han notado hay millones de especies de organismos vivos a
nuestro alrededor y no son menos que nosotros.
Me encanta la música, pero no tolero la poesía. Un amigo de la universidad escribía poemas y me decía que los leyera a ver qué tal. Dejó de hacerlo porque le dije: "no eres tú, soy yo".
A mi linda colega, me identifico con tantas cosas que escribes..... super!!!!
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