sábado, 30 de julio de 2011

Clones

Últimamente he observado con detalle a las personas en la calle, en los centros comerciales, en el Transmilenio y en general a quienes me rodean a diario y he encontrado una particularidad muy interesante en las mujeres: todas son iguales. Sí, todas son iguales y no me refiero a la personalidad ni al temperamento, sino a la apariencia física, literalmente todas son iguales, o al menos muchas de ellas.

La primera característica que me llama la atención es el cabello: largo hasta la cintura, increíblemente liso, sin una traza de frizz, normalmente negro y todas caminan igual, se lo retiran de la cara con los mismos ademanes, lo exhiben con el mismo orgullo. Tener el cabello corto es para algunas algo similar a un crimen, si no llega al menos al abdomen, no está bien. Las de cabello rizado son pocas y ni se diga del ondulado, esa forma híbrida que todas detestan y de la cual huyen utilizando cuanto tratamiento pueda uno imaginarse. Me han hablado de la biotina, de utilizar píldoras anticonceptivas en el shampoo, de técnicas de uso del secador y la plancha, de tratamientos con aguacate, de “hacerse la queratina”,  de tratamientos con iones, alisados permanentes y en fin, una infinidad de procedimientos que “te dejan el cabello divino”. Yo siempre digo que es muy interesante y que lo voy a intentar, pero la verdad es que nunca lo hago y creo que jamás lo haré.

La segunda característica son las uñas, perfectamente arregladas, pintadas de rojo o negro, lo cual he visto incluso en mis estudiantes más jóvenes. Es curioso ver la preocupación a gran escala que les genera el manicure y el esmalte, tiene que combinar con la ropa, estar perfecto todo el tiempo y es otra de esas características que muestran con mucho orgullo.

La tercera son los zapatos. No me malinterpreten, yo adoro comprar zapatos, especialmente tacones, pero creo firmemente que deben ser bonitos y también cómodos. Sin embargo, los que utilizan algunas tienen plataforma y unos 12 o 15 centímetros de tacón con los cuales aún no me explico cómo pueden caminar, mucho menos subirse a un bus o a un Transmilenio y poder mantener el equilibrio a pesar del estado de las calles y lo delicados que son al conducir. Efectivamente, muchas tienen carro pero otras no, las he visto y aún me sorprenden enormemente. También las admiro.

Lo último que además representa un misterio para mí es esa capacidad de estar perfectas todo el día. ¿Cómo puede uno verlas a las 6 o 7 de la noche caminando por Unicentro, con el maquillaje perfecto como si acabaran de salir de la casa? La piel de porcelana, las sombras intactas, labial perfecto. En serio, es un misterio.

Mi intención con esta entrada ciertamente no es criticarlas. Cada una es libre de ser como quiera y no se puede juzgar a la ligera, muchas de estas mujeres son maravillosas y tienen muchas cualidades. Me parece curioso, eso sí, ese anhelo que tenemos todas de seguir el mismo modelo de belleza, de vernos iguales. Lo confieso, he estado a punto de comprar la plancha para el cabello, esmaltes de todos los colores, tacones de 12 centímetros y averiguar el secreto del maquillaje para parecerme a ellas, para ser bonita. Pero la verdad es que a mí me gusta mi cabello ondulado y en desorden, me aburre enormemente pintarme las uñas, no me aguantaría unos zancos tan altos para trabajar y ya me acostumbré a verme un poco desarreglada al final del día (¿será que ser mujer traía consigo un manual y a mí no me lo dieron?).

Quería escribir esto para recordarme que no sólo me acepto como soy sino que además me gusta y para evitar escuchar a esa única neurona que de vez en cuando me repite: “deberías parecerte a ellas.” No, no debería. A mí me gusta ser así. No quiero ser un clon ¿Para qué entonces la variabilidad genética si al final de cuentas terminamos siendo todas iguales?

miércoles, 27 de julio de 2011

Alejarse de la Rutina

Me siento muy cansada. Suena a queja y reclamo de niña caprichosa pero es cierto: me siento muy cansada y sin embargo, sigo trabajando. No hay opción, no hay escapatoria. Lo bueno es que ahora persigo una meta y eso siempre es necesario, luchar sin objetivos carece de sentido y no se pone el mismo empeño.

Enseñar ha sido mucho más gratificante de lo que pensé y me ha traído excelentes experiencias, he aprendido una infinidad de cosas y sigo aprendiendo cada día más. Eso sí, extraño el laboratorio, diseñar experimentos, los cultivos celulares, las pipetas, la cabina de flujo laminar, el microscopio de fluorescencia, cuidar las células, sintetizar los virus. Es muy curioso, para el momento en que terminé mi tesis, estaba extremadamente cansada de esa rutina. Supongo que es eso: la rutina. Efectivamente acaba con todo.

Esta semana hemos discutido ampliamente sobre la procrastinación con un par de amigas: esa inevitable tendencia a aplazar todo lo importante por actividades más placenteras. Entiéndase actividades placenteras las redes sociales, los videos, las películas, en fin, todo lo que se puede encontrar en internet. Declaramos que somos adictas a las redes sociales y que tenemos la concentración de un zancudo y finalmente, una de ellas termina sintiéndose culpable y juzgándose duramente por no concentrarse en su trabajo. Es entonces cuando yo me pregunto: ¿todo en la vida debe ser trabajo? ¿Es esa la forma correcta de vivir? ¿Es la única? ¿No se pueden combinar las cosas? Y finalmente concluyo que si bien es cierto que soy mucho más rápida en el trabajo si evito conectarme a Twitter, al fin y al cabo, no es tan placentero. Me hace feliz combinar el trabajo y el ocio, aunque no sea la costumbre. A mi mamá aún le parece increíble que pueda trabajar mientras escucho música y le sorprende más aún cuando le explico que sin música mis neuronas simplemente se rehúsan a hacer su trabajo. Ella siempre responde con la frase: “Son estilos, formas de ser…tu papá era igual”. Me siento mejor así: es cierto, hay que trabajar y ganar dinero, pero no quiero terminar inmersa en el estilo de vida de muchos en que hay billetes hasta la coronilla pero no hay tiempo de disfrutar la vida.

Por diversas razones, en este momento no puedo tener una semana completa de vacaciones. Pero he decidido que necesito descansar y ante la imposibilidad de hacerlo durante un tiempo prolongado, mi estrategia ha sido mezclar momentos de trabajo con momentos de ocio y sacarles el mayor provecho a los dos. De todas maneras, ese es mi ritmo, así trabajo yo, así lo he hecho siempre y claramente, ha funcionado.

Sin embargo, me sigo sintiendo bastante saturada. No es sólo el trabajo, es también esta ciudad congestionada, insegura, pensar en tantas cosas, la presión de los padres de mis estudiantes, la fecha cercana de exámenes de recuperación, acostarse a dormir tarde trabajando y levantarse temprano a terminar, los trancones, la gente, el ruido…me hace falta una salida de campo, al parque Tayrona, a Santa María o al llano, como las de antes. Yo amo las ciudades grandes, ruidosas y llenas de gente, nací para vivir así, pero en este momento, quisiera alejarme un par de días de esta rutina que no me deja ni respirar. Ahí perdonarán el estilo diario de quinceañera de esta entrada, pero al fin y al cabo, es una nota catártica.


domingo, 24 de julio de 2011

Declaro Oficialmente la Guerra a las Etiquetas

En numerosas ocasiones he publicado que me molestan las etiquetas en el mundo, todas esas que se impone la sociedad. Hay días en que se me alborota aún más el resentimiento por la existencia de esas ideas preconcebidas, por ejemplo cuando había pedrea en la Nacional y decían que todos los estudiantes de la universidad son unos hampones, cuando dicen que los biólogos solo hablan con los delfines y sirven para cuidar parques, cuando no me creen que sé de fisiología o inmunología porque no soy médico, cuando por mi estatura dudan de mis conocimientos, cuando un taxista le dice a un amigo que los homosexuales sólo se merecen que los maten, cuando dicen que quienes no creen en dios son malas personas…y hay días como ayer en que se me alborota aún más cuando al anunciar la muerte de Amy Winehouse muchos dicen que “se lo merecía por viciosa”, “ahora sí va a pegar porque se murió”, “ella misma se lo buscó”, “pues claro, se murió de lo que mueren todos los músicos jóvenes, qué más se podía esperar”. 

No pretendo negar que ella tuviera serios problemas con las drogas y el alcohol, eso siempre fue público y evidente. Me molesta la reacción, la forma de atacar, como si todos aquellos que critican jamás en la vida hubieran tenido un problema. Compruebo nuevamente - y muy a mi pesar - que muchos en el mundo sólo esperan ver que otro caiga para hundirlo más o para hablar mal de cuanta cosa puedan valerse, como si no tuvieran defectos. Los vicios no son fáciles de manejar, cuando han llegado a un punto avanzado tienen consecuencias nefastas en el organismo y en muchas ocasiones solucionar el problema va mucho más allá de la voluntad (aunque no me crean, no soy médico pero si sé algo de fisiología). 

Ni hablar del matrimonio igualitario, que apoyo completamente, pero que en nuestra sociedad parece un crimen. Claro, muy respetable el matrimonio heterosexual, ese sí es moral, aunque algún desgraciado apuñale a su esposa 70 veces, un asesino sin piedad…eso no es enfermizo porque es heterosexual. Mejor no me extiendo en este tema porque ya estoy a dos latidos de corazón de un aneurisma.

Volviendo a las etiquetas y en un plano un poco más pacífico estaba pensando en música. En realidad yo no sé casi nada de música, me muevo en un mundo completamente diferente, pero sí me gusta mucho y disfruto cuanta cosa nueva pueda aprender al respecto. En este momento, me siendo además libre de etiquetas musicales. Cuando estaba en primaria, no escuchaba música porque vivíamos con mi abuela y a ella no le gustaba el ruido. Sin embargo, por el festival de la canción en inglés conocí el pop y me encantó. Compré CDs de Brintey Spears, Spice Girls, Christina Aguilera, Backstreet Boys y Westlife. 

Al pasar el tiempo, unas amigas me mostraron el mundo del rock que también me gustó mucho, pero aparentemente era incompatible con el pop que tanto me gustaba así que con el fin de encajar en el mundo rockero decidí que el pop no me gustaba más. Pero yo no contaba con algo muy importante: en los gustos no se manda. Por mucho tiempo me vestí de negro, escuché sólo rock, critiqué el pop sólo para demostrar que a mí no me gustaba cualquier música sino la de verdad, la buena. Hoy, después de varios años y varias cosas que han pasado en mi vida, declaro la guerra de nuevo a esas etiquetas que me impuse, que me llevaron a decir cosas que realmente no creía mientras en secreto cantaba “Crazy” de Britney Spears. 

A mí sí me gusta el rock, me gusta muchísimo, pero también me gusta el pop, me gustan las canciones con un toque electrónico, no me gusta el metal ni el vallenato, los boleros no me matan, amo la salsa para bailarla y a veces para escucharla así como el flamenco y la música árabe, el merengue me gusta, no soporto las canciones corta-venas y el regaeton ya me aburrió porque todo es exactamente igual. Me gusta el swing, el soul, el jazz, el blues y algo de música clásica, me encanta Elvis por sobre todos los artistas, amo escuchar a Sinatra, vendería un riñón por ver en concierto a Muse, lloré en el de Coldplay y los vería de nuevo un millón de veces, me encantan U2, Radiohead, Foo Fighters, Nirvana, Moby, Maroon 5, Jamiroquai, Franz Ferdinand, Audioslave, Soda Stereo, The Killers, The Strokes, 3 Doors Down, Michael Jackson, Christina Aguilera, Britney Spears; recientemente descubrí y me obsesioné con Depeche Mode y hay muchas bandas y cantantes que me gustan de muchos géneros musicales. Ya no me empeño en ver si cuadra o no con el ritmo de no sé qué etiqueta cualquiera, igual no conozco lo suficiente para saber, me gusta y eso es todo. Abajo las etiquetas que nos hacen sentir mal y mentirnos a nosotros mismos.

sábado, 23 de julio de 2011

Lo Esencial es Invisible a los Ojos

Hace más o menos un mes, inexplicablemente sentí la necesidad imperiosa de leer “El Principito”. Se me ocurrió de la nada, sin razón alguna y no pude estar en paz de nuevo hasta comprar el libro (había perdido el que tenía en mi infancia) y leerlo. Sentía -por extraño que parezca- como si el libro me llamara, porque tenía algo que decirme, lo cual comprobé al leerlo una tarde en Unicentro.


Lo primero que se me ocurrió fue que clasificarlo como literatura infantil es de cierta forma, subvalorarlo. Al ser niños no podemos interpretar muchas cosas que tiene la historia y que se asemejan tanto a la vida real y cuando crecemos no nos asomamos jamás al estante donde están los libros para niños…supongo que estamos muy ocupados con sumas y restas. Este debería ser un libro para la vida, porque es seguro que conforme avanzamos en el camino, encontraremos más y más lecciones de vida. Fueron muchas las cosas que recordé mientras leía y no podía evitar pensar en lo útil que habría resultado tener el libro a la mano en varios momentos de mi vida. Es por eso que ahora lo tengo al alcance siempre, así no me permitiré olvidar muchas cosas que ya entiendo y recordar los detalles que tal vez pasé por alto esta vez pero cobrarán sentido en algún momento. Curioso que en tan pocas páginas pueda explicarse la simplicidad de la vida y lo mucho que nos la complicamos con una infinidad de arandelas innecesarias.

El título de esta entrada corresponde a una de las frases que me quedó martillando en la cabeza: lo esencial es invisible a los ojos. He estado reevaluando últimamente las personas que se han cruzado en mi camino, en las que he confiado y en las que no y me doy cuenta con tristeza que en más de una ocasión he depositado toda mi confianza en alguien que termina traicionándome. A todos nos ha pasado, nada de qué preocuparse. Pero estaba recordando también a todos aquellos que tanto critican al mundo 2.0, las redes sociales y en general los medios virtuales y el hecho de conocer personas (no necesariamente en términos románticos) a través la red. El argumento es siempre que no se puede confiar, uno no sabe con quién está hablando, si la foto es de la persona, si lo que escribe es propio, si es honesto o no y entonces pienso: ¿y no pasa lo mismo con las personas que conocemos en el mundo real? ¿Cuántas veces hemos confiado en alguien que conocemos personalmente para después descubrir que todo lo que decía y hacía no era cierto o tenía alguna intención diferente? ¿Ver la cara de la persona es suficiente evidencia para decir si es “buena” o “mala”?

No se trata de volverse paranoico ni en las redes sociales ni en el mundo real. Se trata de considerar que hay gente de todo tipo en todas partes. He conocido personas en las redes sociales que luego he visto personalmente y son maravillosas y también he tenido “amigos” reales que me han dado sorpresas poco gratas. Sin embargo, hay algo que sí me llama la atención y es justamente eso: “lo esencial es invisible a los ojos” y en ese orden de ideas, conocer a alguien en el mundo físico no es garantía de nada, sólo es adicional. 


Si me preguntan, he descubierto que a través de redes como Twitter o Blogger se pueden conocer muchos aspectos de una persona que no son nada evidentes al verlos en vivo y en directo: las formas de pensar, lo mucho que los han marcado algunas vivencias… ¿no todo lo que escriben es cierto? Sí, seguramente, pero aún cuando un texto sea producto de la fantasía, se pueden inferir muchos rasgos de la personalidad al ver el estilo de redacción, los colores que utiliza, el estilo de letra, las frases que cita, la música que escucha, las opiniones respecto a la política, al mundo de la música, lo que les gusta y lo que no. Aún si quieren parecer interesantes y mienten descaradamente, algo los delatará en algún momento y si son honestos en cuanto a lo que piensan, puede uno llevarse gratas sorpresas y adicionar a sus círculos sociales personas invaluables. Eso me gusta de las redes sociales: lo esencial es invisible a los ojos.

viernes, 22 de julio de 2011

Mi Flor Favorita

Por pura coincidencia he tenido que explicar la polinización en varias clases los últimos días. Muchas de mis estudiantes no entienden qué es exactamente ese proceso, les parece increíble que las plantas puedan reproducirse así especialmente cuando se observan las diferencias en la escala evolutiva. Ellas tienen razón, la cosa parece magia y más aún cuando vemos los ejemplos de coevolución con los polinizadores. Las orquídeas por ejemplo, me enamoraron desde esa clase de Sistemática Vegetal en que explicaron que una especie puede producir feromonas similares a las de las hembras de una abeja para que el macho se acerque a la flor pensando que puede aparearse y al percatarse del engaño se aleja llevando consigo el polen. O el sistema de otra especie que es polinizada por colibríes, en la que la forma de la flor es exactamente igual a la del pico del ave y cuando éste se acerca, se activa por mecánica un sistema que golpea en la cabeza al colibrí con los estambres, asustándolo pero asegurando que el polen pueda ser transportado. Yo no soy botánica, pero sí me gustan mucho las plantas. Y las flores, las flores me encantan.

Ayer fue mi cumpleaños y lo último que esperaba que me regalaran eran flores. Tuve que trabajar todo el día y mi mamá me recogió para ir a almorzar. Llegó y en el asiento trasero del carro había un ramo precioso, con lirios, orquídeas, rosas y belladonas. La última vez que me regalaron un ramo fue cuando cumplí 15 años, mi papá lo envió al apartamento y llegó cuando yo estaba sola. Cuando me regalan flores siento una alegría indescriptible, como si los colores y las formas de las flores me hicieran saltar el corazón. Me quedé pensando que es una lástima que los hombres hayan perdido esa bonita costumbre de regalar flores. Ahora, se reserva para los funerales, cuando ya no pueden verse y disfrutarse y eso es una pena. Si aún quedan hombres con la costumbre de regalar flores y están leyendo esto, no la pierdan, aún hay mujeres como yo que pensamos que es uno de los detalles más bonitos que existen.
Nota adicional: mis favoritas son las orquídeas y los lirios.

jueves, 14 de julio de 2011

Extinción y Evolución

Cuando entré a estudiar biología tenía en la cabeza mil ideas con respecto al daño que le hacemos al ambiente, la contaminación despiadada, la caza indiscriminada y la extinción de especies animales y vegetales y el oscuro destino de nuestro pobre planeta. Sin embargo, con el transcurso de los años todos esos proyectos se borraron de mi mente y terminé trabajando en un área puramente clínica, inmunológica, molecular, celular, algunos consideran que es incluso reduccionista. Aceptémoslo, la ecología y yo no nos la llevamos muy bien que digamos y me proclamo absolutamente ignorante en muchos aspectos de esta disciplina, pero ahora que soy docente, me reencontré con ella y me ha permitido replantearme muchas cosas.

Hace un par de días, estaba explicando uno de mis temas favoritos a una estudiante de décimo: virus. Discutimos ampliamente sobre el tema del VIH y la forma en que actúa y le expliqué que existe una mutación en un receptor de los linfocitos T que evita la entrada del virus a la célula, por lo cual el individuo con el receptor mutante es inmune naturalmente al VIH. Con esta luz al final del túnel, ella se empeñaba en buscar alternativas terapéuticas o vacunas basadas en la mutación y finalmente, para cerrar el tema, le dije que algunos científicos que trabajan en evolución proponían que quizá el VIH terminaría siendo una presión selectiva más, como cualquier otra, que acabaría con una buena proporción de los individuos de nuestra especie y dejaría algunos vivos. Probablemente en unos cuantos millones de años, la vida cambiaría de nuevo, con esa plasticidad que la caracteriza aún cuando hemos destruido tanto.

Decir eso con tanta naturalidad me recordó a Joao, un profesor que trabaja en ecología evolutiva y que siempre ha dicho que nuestra especie es la peor plaga que ha pisado este planeta. Revisar la historia de la tierra, las eras geológicas y evaluar cómo es la situación de la naturaleza hoy en día por nuestra culpa confirma sus palabras. Sí, pensamos, creamos, inventamos, aprendemos y todo eso es maravilloso, pero nuestro poder destructivo, la explotación incesante de recursos por la explosión demográfica y el antropocentrismo nos convierte en eso: una plaga.

Ahora, la posibilidad de un virus como el VIH actuando como presión selectiva de nuestra especie nos aterroriza porque nos golpea de frente, pero cuando hablamos de la extinción de otros organismos, no nos escandalizamos. Algunos dirán: “qué pesar con los tigres de bengala” pero eso es lo máximo que nos inspira: lástima. Y más aún: lástima porque nuestros descendientes no verán los tigres de bengala. Yo pensaba eso, antes de cruzarme en el camino con un ecólogo que me explicaba que si bien es cierto que debemos cuidar los recursos y los animales y no matarlos porque sí, la extinción hace parte de la evolución, del cambio, de la adaptación a nuevos ambientes. Claro que este nuevo ambiente que estamos dejando no es la pálida sombra de lo que fue alguna vez, pero la madre tierra se recuperará, quizá habrá un cambio radical que permitirá la supervivencia de algunas pocas especies y el cambio de las mismas con el tiempo para generar nuevos ecosistemas. Que eso nos incluya o no, ya es otra cosa. Sigo firme en mi respuesta a la pregunta sobre el fin del mundo: la tierra no se acabará, pero la humanidad está propiciando su propia destrucción.

El Tigre de Bengala está en peligro de extinción por caza furtiva, cambios medioambientales y fragmentación de la población. Sí, la evolución incluye la extinción, pero esto es nuestra culpa.

sábado, 9 de julio de 2011

New York, New York

Durante toda mi niñez y pubertad me dediqué a bailar flamenco y aprendí varias coreografías de sevillanas, jotas y pasodobles. Cuando tenía unos 10 años, mi profesora llegó a clase un día y me dijo que íbamos a preparar una coreografía para la famosa y aclamada canción “New York, New York” interpretada por Frank Sinatra y compuesta por John Kander y Fred Ebb. Yo jamás la había escuchado antes (y ciertamente no era flamenco) pero me gustó mucho y siempre me pregunté cómo podía quererse una ciudad tanto como para componer una canción sobre ella. Para ese momento no hablaba inglés y por lo tanto no entendía lo que decía. Con el tiempo fui olvidando la letra, la canción y a Sinatra.

Durante mi adolescencia - no sé si por imitación o convicción - siempre repetí que no me interesaba siquiera conocer Estados Unidos, que no le hallaba ninguna gracia a ir de vacaciones y mucho menos a vivir allá, a pesar de los comentarios favorables de la mayoría de mi familia, que por cierto está en diferentes ciudades del país norteamericano. Tras la muerte de mi papá nos invitaron a mi mamá y a mí y hace exactamente 6 años llegamos al aeropuerto de Newark en New Jersey. Mi tía y mi prima nos recogieron y al día siguiente nos dirigimos muy temprano a Manhattan. Cuando llegué y observé la ciudad, se borraron todos los pensamientos negativos autoimpuestos y lo único en lo que pude pensar incesantemente fue en la melodía de “New York, New York”. Efectivamente, ver los edificios, las calles llenas de gente de todas las culturas posibles, la Biblioteca Central, la Grand Central, Times Square, Central Park, Soho, el Rockefeller Center, el Empire State, St. Patrick’s…

La canción fue escrita por Kander y Ebb para una película de Scorsese que no tuvo mucho éxito y fue la versión de Sinatra la que la hizo famosa unos años después y la convirtió en la insignia de la ciudad. Las líneas “I want to wake up in that city that doesn’t sleep” y “If I can make it here, I can make it anywhere” son tal vez las que más me impactaron y marcaron mi estadía en la ciudad durante una semana. Disfruté cada segundo, el clima estuvo perfecto, un verano no muy tortuoso y conocimos varios lugares, aunque faltaron muchos también. Anoche estaba leyendo un post que mencionaba a Nueva York en otoño (debe ser espectacular) mientras escuchaba “Empire State of Mind” de Alicia Keys y Jay-Z y quise escribir algo sobre esa ciudad que me impactó tanto, a la cual me prometí volver algún día y por qué no, permanecer un tiempo allá, junto a tantas personas de tan diversos lugares del planeta. Cabe anotar que esto es cuestión de gustos, en lo personal me encantan las ciudades grandes, ruidosas, llenas de gente, de culturas, de cosas buenas y malas como todo en la vida, congestionadas y sobretodo que ofrecen un sinnúmero de ambientes diferentes y de espacios para todo.





“In New York,

Concrete jungle where dreams are made of,
There's nothing you can't do,
Now you're in New York,
These streets will make you feel brand new,
The lights will inspire you.”

jueves, 7 de julio de 2011

Feliz Cumpleaños Cocco

Hoy es 7 de Julio, el cumpleaños de Andrea León, de Cocco. Han pasado tantas cosas nuevas este año para mí, que no sé si creer o no en el destino. Me molesta la idea de pensar que hay algo o alguien controlando mi vida, pero a la vez hay tantas maravillosas coincidencias que concluyo que no vale la pena desgastarse peleándole al mundo por ese tipo de cosas.

Andrea es bióloga también, fue mi profesora de helechos cuando vi Sistemática Vegetal en 4° semestre, mientras ella hacía su maestría. Era la profesora más joven del grupo, la salida de campo fue una de las mejores de la carrera (¡vivan los botánicos) y con ella aprendimos mucho y la pasamos muy bien. La sentimos mucho más cercana, justamente porque la diferencia en edad no era mucha, aunque probablemente en madurez sí era abismal. Ya no soy la misma que era en 4° semestre, muchas cosas han cambiado, ya no veo la vida de la misma forma y es más, ahora incluso soy docente. Andrea también ha vivido un sinnúmero de situaciones, unas buenas otras no tanto, no voy a entrar en detalles pero les basta saber que en todos los aspectos ella es una luchadora, una verraca y no se deja ganar de nada en la vida, lo cual admiro profundamente. Cuando entré a 5° semestre, no volvimos a hablar, pero siempre la recordábamos con mucho cariño y ella a nosotros también aunque en ese momento no lo sabíamos.

Hace apenas unos meses, para la fecha de mi grado encontré un mensaje en Facebook en que me mencionaba y la agregué como amiga. Hablamos un tiempo y luego nos encontramos por Twitter, compartimos nuestra obsesión por esta red social y el gusto de escuchar La X. Con el tiempo hemos descubierto muchas cosas que compartimos, opiniones, puntos de vista, vivencias, es increíble todo lo que hemos vivido por separado y que ahora nos une. Es un reencuentro como pocos en la vida, nos conocimos antes y ahora hemos cambiado la relación estudiante-profesor por la de amistad, una de las que más atesoro en este momento.

Como ya dije, hoy es el cumpleaños de Andrea y me hace muy feliz poder celebrarlo con ella, agradezco los caminos que nos han traído hasta aquí, lo mucho que ella me ha enseñado desde que nos conocimos y por supuesto, lo que vendrá que seguramente será aún mejor. Un muy feliz cumpleaños para ti, que estás leyendo esto, mis mejores deseos en este nuevo año de vida ¡y que se prepare el mundo porque vamos con toda!

PD: Tienen que ir a Santa María, Boyacá. Es espectacular.

Adiantum sp. Como nuestro combo. El cable de teléfono.

domingo, 3 de julio de 2011

Dos Años Más de Añejamiento

Últimamente me han estado dando vueltas en la cabeza un sinnúmero de ideas acerca de la edad, no necesariamente en términos cronológicos sino en la madurez, la experiencia, las formas de ver el mundo. En primer lugar, mi círculo social actual se compone principalmente de personas mayores que yo, entre los 26 y los 32 años y contrario a lo que pensé al principio, he logrado encajar. Ojo, con esto no quiero parecer presumida ni afirmar que mi madurez excede mi edad, únicamente quiero resaltar que llegué a considerar que nuestras formas de afrontar la vida distarían tanto que probablemente no lograríamos construir ningún tipo de relación amistosa. Recién egresada de la universidad y a mis 22 años, pensé que lo mejor era regirse por la frase “el que piensa, pierde” y saltar al vacío siempre sin medir consecuencias, porque eso sólo impone restricciones mentales que - aún cuando suene a cliché - impedirán alcanzar los sueños. Sigo pensando que en muchos aspectos de la vida esa premisa resulta más que aplicable, pero en otros es todo lo contrario. Para darme cuenta de eso, fui avanzando de golpe en golpe hasta que encontré un camino que se abrió solo, sin que yo lo pidiera.

Cuando estaba en octavo semestre, decidí firmemente que quería hacer un doctorado en inmunología, especialmente cautivada por la Universidad de Toronto y me convencí completamente de tener el nivel académico suficiente para afrontar cuatro o cinco años de arduo trabajo en otro país, con otra cultura, me graduaría bastante joven y así cumpliría mi sueño. Sin embargo, al comenzar a buscar becas, al conversar sobre la vida con mi nuevo círculo social y al afrontar el mundo real fuera de la academia me di cuenta de dos cosas: la primera, no es tan sencillo que me otorguen una beca con mi hoja de vida como está - aún cuando tenga dos años de experiencia trabajando en biología con aplicación clínica - y la segunda, sí, perfecto, me voy cinco años sola, a trabajar esclavizada en un laboratorio, me gradúo de un doctorado para cuando tenga 27 o 28 años y… ¿y qué? Ahí me di cuenta que una psicóloga con la que hablé hace unos meses, tenía toda la razón: “ese afán que sienten los jóvenes de hoy en día, de vivir todo a mil, como si la vida se les acabara ya. No se dan cuenta que hay tiempo para todo y más aún, que por importante que sea el estudio, no lo es todo.” En ese momento no le presté mucha atención, pero sus palabras cobraron mucho más sentido cuando aparece la noticia de admisión automática a la maestría en la Universidad Nacional. No tengo que presentar examen de admisión, sólo elegir una maestría, verificar que haya cupos para esta modalidad, presentarme y listo. Siempre dije que una maestría no era necesaria, es mejor presentarse de una vez al doctorado pero al fin y al cabo ¿por qué tanto afán? ¿Un doctorado me define como persona? ¿Debe ser ese realmente el centro de mi vida, la razón de mi lucha?

Finalmente, me senté a pensar en esto con detalle. Una maestría dura dos años y por mucho que me duela aceptarlo, no creo tener la madurez suficiente para afrontar todo lo que representa irse solo a otro país. Dos años más de “añejamiento” son perfectos, puedo seguir trabajando, solucionar 200.000 problemas que aún tengo en Colombia y luego, ya veremos. No diré nada definitivo, porque falta ver qué se presenta en el camino. Lo que sí es cierto es que este tipo de cosas necesitan reflexión y me alegra mucho la forma en que todo se organiza en este momento. Paz y tranquilidad.


viernes, 1 de julio de 2011

Figuras Públicas: Un baúl de sorpresas


 El 29 de Junio fue el aniversario de fallecimiento de Héctor Lavoe, el sonero mayor, el único, el original. A mí jamás me impactó mucho hasta hace unos meses cuando fui a bailar salsa con mi amigo Iván y finalmente presté toda mi atención a las letras de las canciones. Cada palabra de “El Cantante” enmarca la historia de un ser humano como cualquiera, que ríe, sufre, llora, que tiene momentos de alegría y tristeza. 


Lo que sucede con las figuras públicas es justamente eso, están expuestos constantemente a las críticas, a los ojos atentos de los fervientes seguidores, a quienes los admiran y los que no. Viven de su talento y de la imagen que proyectan y quienes estamos del otro lado exigimos permanente alegría como si no tuvieran sus propios problemas, una vida con ires y venires, con eventos buenos y malos. 

La idea me atrapó más aún ayer en la Librería Nacional, cuando entré a averiguar el precio de un libro. Sin embargo - como por variar - me entretuve en los estantes de “Novedades” y me llamó la atención un libro de Marilyn Monroe. Inmediatamente asumí que era un libro de fotografía, tenía que ser, Marilyn es el símbolo sexual por excelencia y para qué vamos a decir que no, una de las mujeres más bonitas de toda la historia. Sin embargo, justo debajo del título decía algo así como: poemas, notas y cartas. ¿Poemas? ¿Marilyn? ¿En serio? 



Al abrir el libro encontré imágenes de una serie de notas escritas a mano por ella y al comenzar a leerlas  consignadas en las esquelas de los hoteles que visitaba, las cartas a sus amigos, a sus psiquiatras, los escritos en agendas viejas y cuadernos, descubrí para mi sorpresa que Marilyn era una mujer llena de inseguridades. Sí había escuchado que había tenido problemas de depresión, pero leer lo que sentía de su puño y letra y encontrar tantas coincidencias con alguna época oscura de mi vida, me impactó enormemente. Siempre he pensado que mujeres tan bonitas como ella deben sentirse muy seguras de sí mismas, especialmente cuando son personajes a quienes la gente profesa tanto cariño y es más, también he apoyado la creencia popular que dice: “mujer bonita es bruta” por lo cual no esperaba encontrar ese tipo de escritos y mucho menos una biblioteca personal con obras de Hemingway y Flaubert. Escribía constantemente que temía defraudar a todo el mundo, que le encantaba actuar pero salía a escena y perdía la concentración por miedo, (ojo a esto) se sentía avergonzada de su cuerpo y culpable por ser símbolo sexual. Fue ahí cuando encontré una similitud con las crisis personales de Lavoe, que pudo expresar a través de su música y me imaginé el infierno que vivía Marilyn al tener que aparentar que se sentía perfectamente bien, siempre brindando sonrisas y belleza al mundo que tanto la admiraba. 

Marilyn, Lavoe y seguramente todos los personajes públicos que tanto admiramos tienen una imagen pública, sí, pero que nunca se nos olvide que son seres humanos y que tienen mucho más de lo que normalmente vemos en la superficie. Cada uno de ellos es un baúl de sorpresas, un universo completo de pensamientos e ideas que nos transmiten constantemente y no sabemos interpretar. Me quito el sombrero ante todos ellos.

Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...