jueves, 14 de julio de 2011

Extinción y Evolución

Cuando entré a estudiar biología tenía en la cabeza mil ideas con respecto al daño que le hacemos al ambiente, la contaminación despiadada, la caza indiscriminada y la extinción de especies animales y vegetales y el oscuro destino de nuestro pobre planeta. Sin embargo, con el transcurso de los años todos esos proyectos se borraron de mi mente y terminé trabajando en un área puramente clínica, inmunológica, molecular, celular, algunos consideran que es incluso reduccionista. Aceptémoslo, la ecología y yo no nos la llevamos muy bien que digamos y me proclamo absolutamente ignorante en muchos aspectos de esta disciplina, pero ahora que soy docente, me reencontré con ella y me ha permitido replantearme muchas cosas.

Hace un par de días, estaba explicando uno de mis temas favoritos a una estudiante de décimo: virus. Discutimos ampliamente sobre el tema del VIH y la forma en que actúa y le expliqué que existe una mutación en un receptor de los linfocitos T que evita la entrada del virus a la célula, por lo cual el individuo con el receptor mutante es inmune naturalmente al VIH. Con esta luz al final del túnel, ella se empeñaba en buscar alternativas terapéuticas o vacunas basadas en la mutación y finalmente, para cerrar el tema, le dije que algunos científicos que trabajan en evolución proponían que quizá el VIH terminaría siendo una presión selectiva más, como cualquier otra, que acabaría con una buena proporción de los individuos de nuestra especie y dejaría algunos vivos. Probablemente en unos cuantos millones de años, la vida cambiaría de nuevo, con esa plasticidad que la caracteriza aún cuando hemos destruido tanto.

Decir eso con tanta naturalidad me recordó a Joao, un profesor que trabaja en ecología evolutiva y que siempre ha dicho que nuestra especie es la peor plaga que ha pisado este planeta. Revisar la historia de la tierra, las eras geológicas y evaluar cómo es la situación de la naturaleza hoy en día por nuestra culpa confirma sus palabras. Sí, pensamos, creamos, inventamos, aprendemos y todo eso es maravilloso, pero nuestro poder destructivo, la explotación incesante de recursos por la explosión demográfica y el antropocentrismo nos convierte en eso: una plaga.

Ahora, la posibilidad de un virus como el VIH actuando como presión selectiva de nuestra especie nos aterroriza porque nos golpea de frente, pero cuando hablamos de la extinción de otros organismos, no nos escandalizamos. Algunos dirán: “qué pesar con los tigres de bengala” pero eso es lo máximo que nos inspira: lástima. Y más aún: lástima porque nuestros descendientes no verán los tigres de bengala. Yo pensaba eso, antes de cruzarme en el camino con un ecólogo que me explicaba que si bien es cierto que debemos cuidar los recursos y los animales y no matarlos porque sí, la extinción hace parte de la evolución, del cambio, de la adaptación a nuevos ambientes. Claro que este nuevo ambiente que estamos dejando no es la pálida sombra de lo que fue alguna vez, pero la madre tierra se recuperará, quizá habrá un cambio radical que permitirá la supervivencia de algunas pocas especies y el cambio de las mismas con el tiempo para generar nuevos ecosistemas. Que eso nos incluya o no, ya es otra cosa. Sigo firme en mi respuesta a la pregunta sobre el fin del mundo: la tierra no se acabará, pero la humanidad está propiciando su propia destrucción.

El Tigre de Bengala está en peligro de extinción por caza furtiva, cambios medioambientales y fragmentación de la población. Sí, la evolución incluye la extinción, pero esto es nuestra culpa.

2 comentarios:

  1. Cabe aclarar para evitar confusiones, que no considero la extinción de especies a causa de nuestro abuso una buena fuente de cambio evolutivo, al contrario, ocasionamos un desequilibrio terrible en los ecosistemas, pero nuestra propia extinción o al menos reducción poblacional sí puede ser muy benéfica para la tierra.

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  2. Todo depende de la perspectiva, estamos arruinando el equilibrio de los ecosistemas originales, pero estamos creando unos nuevos. Todo es dinámico, y eso incluye a la Tierra, sus procesos ecológicos y su biodiversidad.

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