Me gusta mucho mi trabajo actual.
Siempre dije que yo no había nacido para enseñar, que no tenía paciencia,
comencé a estudiar biología y a trabajar en el laboratorio y soñaba con pasar días enteros encerrada con colegas, con
bata y gafas (única ocasión en que me gusta utilizarlas porque da ese aire de
intelectualidad), haciendo experimentos, vigilando cultivos de Leishmania
infantum, sintetizando virus, manipulando linfocitos. Durante el desarrollo
de mi tesis vivía justamente así, tiempo completo en el laboratorio tratando de
transfectar unos linfocitos humanos para que expresaran la proteína verde
fluorescente (GFP) que está tan de moda estos días. Repetí infinidad de veces
los experimentos y finalmente mejoré la eficiencia de transfección hasta un
40%, cuando los resultados iniciales eran del 0,1%. Fue increíblemente
gratificante.
Sin embargo, me gradué y tuve que
conseguir trabajo y para mi sorpresa fue justamente como profesora de biología
y química en un colegio. Parecía que la vida me dijera: “¿ves por qué no
debiste decir que no querías enseñar y menos en un colegio?” Comencé muerta del
susto, no sólo porque jamás había enseñado sino porque era como estar en medio
de “Jamás Besada”. El colegio fue una experiencia ligeramente traumática para
mí y lo último que quería era regresar. Pero tenía que hacerlo y ha salido
bastante bien.
Lo apasionante del ejercicio
pedagógico - al menos para mí - ha sido lo mucho que he aprendido, justamente
porque soy una ñoña sin remedio y aprender cosas nuevas es lo que más me gusta
hacer en la vida. Pero no sólo he aprendido al recordar e integrar
conocimientos antiguos sino también he aprendido a escuchar a mis estudiantes,
a detectar qué les gusta y qué no, a evaluar cómo es la forma en que mejor
aprenden. Ellas me han enseñado también muchas cosas, más a nivel personal que
académico y me han sorprendido gratamente con buenas calificaciones y con análisis
de buen nivel. Cuando una estudiante se pregunta después de una explicación de
genética: “Pero entonces… ¿aparecería primero el ADN o el ARN?” es porque uno
debe estar haciendo algo bien.
Los sábados doy una clase de
biología en la mañana y en la tarde voy a mi clase de danza árabe. Encuentro refrescante
el cambio de roles. Es divertido ser profesor, estar atento a las preguntas,
poder contestarlas, enseñar cosas que a veces los estudiantes encuentran
interesantes. Pero yo, una apasionada por excelencia de la academia, a veces
necesito volver a ser la estudiante, hacer preguntas, esperar que me las
respondan y estar atenta a las cosas interesantes que puedan enseñarme.
¡Excelente!!!! Ese es el mundo que debemos vivir y disfrutar. XD
ResponderEliminarAclaro que igual quiero regresar al laboratorio...esta vez con células madre...pero tampoco me alejaré de la docencia.
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