Votaciones otra vez. La realidad
golpea más fuerte aún cuando al ingresar a Twitter, el tema del día son los
candidatos, las propuestas, las iniciativas y las promesas absurdas. Críticas,
sólo críticas…
Declaro con orgullo que no tengo
el conocimiento suficiente de política, de democracia, de planeación, de
urbanización para emitir juicios realmente argumentados. No cuento con más que
el sentido común y la habilidad para hacer inferencias que le deja a uno la
instrucción en ciencias. Sin embargo, por primera vez en mi vida me atreveré a
exponer mi opinión sin anularla desde el principio, porque al fin y al cabo yo
no estoy aspirando a la alcaldía, yo soy una bióloga colombiana que ve la realidad
de este país desangrado desde la ventana, como la mayoría de los que tanto
opinan.
Este es el momento en que las
campañas políticas están más activas que nunca, todos se autoproclaman
salvadores de una ciudad envuelta en el caos aunque todos sabemos que ninguno
logrará mayor cosa o al menos les hemos perdido la fe a todos. Algunos se
empeñan en criticar hasta el desgaste a unos candidatos y defender a otros a
capa y espada, pero me pregunto si realmente creen en ellos o sólo se dejan
llevar por las apariencias y la fiebre del momento. Me pregunto si alguno de
nosotros sería capaz de ostentar el cargo de alcalde, de cumplir promesas, de
actuar como lo exigimos. Es una atrocidad: ¡claro que lo haríamos! ¡Nosotros
somos el pueblo, la clase dirigente es la que no nos deja surgir, nosotros somos
el pueblo y la justicia! Se me ocurre que no es así precisamente por la forma
en que abordamos las crisis en esta nación. El tema de moda son los debates, criticamos
hasta el más mínimo detalle gramatical de aquel que despreciamos y desvirtuamos
lo que dicen. Del que nos simpatiza – sin importar mucho la razón – hablamos maravillas,
que considera el medio ambiente, que no hace parte de los ricos del país, que
es educado, que sabe de grandes ciudades, que ya fue bueno, que podría ser bueno: nos pegamos de lo que sea. Y lo triste
es que pasado un tiempo del mandato del personaje, los que se oponían se jactan
de tener razón desde el principio y los que lo defendían aclaran que todo
cambió, que las propuestas eran buenas, que nadie podría imaginarse que todo
iba a salir tan mal. Luego de un tiempo, todo se olvida, todo pasa y ya no nos
importa más. Vivimos a punta de “trend topics”.
Y es que el problema no es de
forma sino de fondo. No se trata simplemente de la cara del dirigente, ese
puede ser cualquiera, es más bien que el pueblo se considera pueblo sólo de
dientes para afuera. Tampoco estoy incitando a la revolución o a convocar un
cabildo abierto, si a duras penas lo lograron los criollos, está claro que
nosotros no llegaríamos ni a pedir el florero. Me refiero a que todos salimos
con el moralismo alborotado pero con el primer distractor farandulero a todos
se nos olvida lo que defendíamos. Los autodenominados intelectuales hacen
críticas fuertes a todos, para finalmente concluir que no hay nada qué hacer y
que lo mejor será votar en blanco (me pregunto si en serio creen que algún día
servirá de algo, que los que se mueven como borregos de verdad se decidirán a
tomar riendas en el asunto…es más, me considero si los que tanto se quejan
estarían dispuestos a hacerlo) para protestar. No hay conciencia, no nos
importa realmente, no dimensionamos los problemas del país, nos plantamos en
frases de cajón como: “el problema está en la educación”. Y va uno a ver y sí,
pero ¿y qué hacer entonces? ¿Cómo cambiamos las cosas?
El problema es también
de escala: los altos son muy grandes y nosotros muy pequeños, ellos saltamontes,
nosotros hormigas y no sólo hormigas ciegas sino también resignadas y
distraídas, que viven de criticar al otro, de juzgar, de etiquetar y poco
congruentes en pensamiento y acción. Criticamos las normas porque están mal
hechas y cuando las hacen bien las ignoramos porque sentimos que representan la
opresión. ¿Y entonces? ¿Cómo salir del fondo si no hay voluntad? ¿Cómo nos
atrevemos a criticar si tampoco proponemos, si perdemos la convicción ante el
primer chisme de un reality? Borregos, eso es lo que somos. Seguimos al rebaño
sin saber por qué y creemos que perseguimos ideales de grupo, espejismos,
fantasmas. Decimos que defendemos la vida y mueren miles de personas al día,
pero argumentamos que por la costumbre ya nos pasa desentendido. No hay coherencia. Lo peor es que tampoco se
me ocurre qué hacer, tal vez ya me rendí, es fácil hacerlo. Al menos, quedará
constancia de lo que pienso.
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