lunes, 19 de septiembre de 2011

Saltamontes y Hormigas


Votaciones otra vez. La realidad golpea más fuerte aún cuando al ingresar a Twitter, el tema del día son los candidatos, las propuestas, las iniciativas y las promesas absurdas. Críticas, sólo críticas…

Declaro con orgullo que no tengo el conocimiento suficiente de política, de democracia, de planeación, de urbanización para emitir juicios realmente argumentados. No cuento con más que el sentido común y la habilidad para hacer inferencias que le deja a uno la instrucción en ciencias. Sin embargo, por primera vez en mi vida me atreveré a exponer mi opinión sin anularla desde el principio, porque al fin y al cabo yo no estoy aspirando a la alcaldía, yo soy una bióloga colombiana que ve la realidad de este país desangrado desde la ventana, como la mayoría de los que tanto opinan.

Este es el momento en que las campañas políticas están más activas que nunca, todos se autoproclaman salvadores de una ciudad envuelta en el caos aunque todos sabemos que ninguno logrará mayor cosa o al menos les hemos perdido la fe a todos. Algunos se empeñan en criticar hasta el desgaste a unos candidatos y defender a otros a capa y espada, pero me pregunto si realmente creen en ellos o sólo se dejan llevar por las apariencias y la fiebre del momento. Me pregunto si alguno de nosotros sería capaz de ostentar el cargo de alcalde, de cumplir promesas, de actuar como lo exigimos. Es una atrocidad: ¡claro que lo haríamos! ¡Nosotros somos el pueblo, la clase dirigente es la que no nos deja surgir, nosotros somos el pueblo y la justicia! Se me ocurre que no es así precisamente por la forma en que abordamos las crisis en esta nación. El tema de moda son los debates, criticamos hasta el más mínimo detalle gramatical de aquel que despreciamos y desvirtuamos lo que dicen. Del que nos simpatiza – sin importar mucho la razón – hablamos maravillas, que considera el medio ambiente, que no hace parte de los ricos del país, que es educado, que sabe de grandes ciudades, que ya fue bueno, que podría ser  bueno: nos pegamos de lo que sea. Y lo triste es que pasado un tiempo del mandato del personaje, los que se oponían se jactan de tener razón desde el principio y los que lo defendían aclaran que todo cambió, que las propuestas eran buenas, que nadie podría imaginarse que todo iba a salir tan mal. Luego de un tiempo, todo se olvida, todo pasa y ya no nos importa más. Vivimos a punta de “trend topics”.

Y es que el problema no es de forma sino de fondo. No se trata simplemente de la cara del dirigente, ese puede ser cualquiera, es más bien que el pueblo se considera pueblo sólo de dientes para afuera. Tampoco estoy incitando a la revolución o a convocar un cabildo abierto, si a duras penas lo lograron los criollos, está claro que nosotros no llegaríamos ni a pedir el florero. Me refiero a que todos salimos con el moralismo alborotado pero con el primer distractor farandulero a todos se nos olvida lo que defendíamos. Los autodenominados intelectuales hacen críticas fuertes a todos, para finalmente concluir que no hay nada qué hacer y que lo mejor será votar en blanco (me pregunto si en serio creen que algún día servirá de algo, que los que se mueven como borregos de verdad se decidirán a tomar riendas en el asunto…es más, me considero si los que tanto se quejan estarían dispuestos a hacerlo) para protestar. No hay conciencia, no nos importa realmente, no dimensionamos los problemas del país, nos plantamos en frases de cajón como: “el problema está en la educación”. Y va uno a ver y sí, pero ¿y qué hacer entonces? ¿Cómo cambiamos las cosas? 

El problema es también de escala: los altos son muy grandes y nosotros muy pequeños, ellos saltamontes, nosotros hormigas y no sólo hormigas ciegas sino también resignadas y distraídas, que viven de criticar al otro, de juzgar, de etiquetar y poco congruentes en pensamiento y acción. Criticamos las normas porque están mal hechas y cuando las hacen bien las ignoramos porque sentimos que representan la opresión. ¿Y entonces? ¿Cómo salir del fondo si no hay voluntad? ¿Cómo nos atrevemos a criticar si tampoco proponemos, si perdemos la convicción ante el primer chisme de un reality? Borregos, eso es lo que somos. Seguimos al rebaño sin saber por qué y creemos que perseguimos ideales de grupo, espejismos, fantasmas. Decimos que defendemos la vida y mueren miles de personas al día, pero argumentamos que por la costumbre ya nos pasa desentendido.  No hay coherencia. Lo peor es que tampoco se me ocurre qué hacer, tal vez ya me rendí, es fácil hacerlo. Al menos, quedará constancia de lo que pienso.

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