Caño Cristales. (Meta, Colombia) |
Escuchar a la gente hablar sobre conservar y cuidar el ambiente está logrando
hastiarme lentamente. Y no me malinterpreten, con esto no quiero decir que
estoy a favor de acabar con cuanto recurso natural queda, pero sí estoy cansada
de escuchar falsas promesas, razones sin fundamento, propuestas absurdas. La
vida es de libre albedrío y todas las personas tenemos derecho a expresar
opiniones, pero soy de los que piensan que emitir un concepto realmente valioso
requiere necesariamente de conocimiento y lógica, pero sobretodo respeto hacia
las opiniones de los demás. Detesto cuando algunas personas expresan ideas que
carecen de fondo y que son además impositivas, que no escuchan razones ni
respetan posiciones diferentes a las propias. Cabe anotar también – y a riesgo
de parecer un tanto irracional y ególatra – que me molesta profundamente cuando
la gente opina de lo que no sabe, especialmente si se trata del medio ambiente.
Para la mayoría de las personas la biología es más bien inútil y los biólogos
venimos siendo unos locos que hablamos con los delfines, pero para opinar sobre
excavaciones mineras y petroleras, explotación de recursos hídricos, caza
indiscriminada, deforestación, inundaciones, ahí si tienen derecho a opinar
todos y no sólo eso: son expertos en el tema.
Lo que me tiene cansada no es sólo escuchar barbaridades sino también
las “soluciones”. Y es más, lo que me hace sentir esta horrible impotencia es
saber que esas soluciones no sólo sirven como treta política para algunos o
parecer intelectuales para otros sino que en realidad, no hay mucho qué hacer.
Sí, yo reciclo, trato de cuidar el agua lo más que puedo, no dejo basura en la
calle y hago lo que puedo para “cuidar” al ambiente, al menos lo que está a mi
alcance que – dicho sea de paso – no es mucho que digamos. Conozco también
muchas personas que lo hacen y estoy convencida que aún cuando ese grano de
arena sea tan pequeño, de algo ha de servir. Pero hay una realidad innegable
que no pierdo de vista y que me oscurece el panorama inmensamente: la población
humana ha excedido con creces los límites que puede sustentar la tierra y por
más que pretendamos cuidar los recursos no hay forma de detenernos. No sólo
somos muchos, sino que nuestra compleja estructura social depende enteramente
de un sinnúmero de cosas que no podemos dejar de explotar, incluyendo
lamentablemente a otros seres vivos. Lo peor es que no sólo está lo que no
podemos evitar afectar sino que también hay quienes lo afectan por gusto,
maltratan animales, los utilizan para obtener pieles y los matan sin compasión,
en fin…
Río Bogotá. (Bogotá, Colombia) |
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