sábado, 17 de diciembre de 2011

Dibujar la Música con el Cuerpo



Todo comenzó con el sueño de ser bailarina de ballet: al maravillarse por usar zapatillas, tutú, por aprender las 5 posiciones básicas, por el sueño de imaginarme como prima ballerina assoluta en un escenario importante, interpretando alguna obra de Tchaikovsky y las coreografías de Petipa. Comencé, me compraron las zapatillas, el tutú, aprendí las 5 posiciones básicas, pero resulta que en el mundo del ballet hay que fortalecer el empeine durante varios años para poder utilizar puntas, hay que competir con personas excepcionales, hay que comportarse como un adulto todo el tiempo, hay que cuidar lo que se come y entonces -al menos para mí- bailar ballet perdió la magia y diversión que buscaba. Después apareció el flamenco, al cual le dediqué varios años de mi vida, aprendí a bailar pasodobles, sevillanas y jotas, me costó mucho tocar castañuelas por lo que recibí varios regaños de mi maestra. Cerraron la academia y no busqué otra y luego me convertí en una adolescente callada y tímida, lejos de ser aquella que tenía una actitud tan recia al bailar pasodobles en los escenarios.

Pasó el tiempo y un día apareció una canción de un artista turco de ojos claros que maravilló a todo el mundo. Por obvias razones, en mi colegio que era femenino, Tarkan fue nuestro sueño por un tiempo. A Adriana y a mí nos gustó muchísimo, éramos muy unidas entonces, ella comenzó a buscar canciones en internet y encontró música oriental muy interesante, además de la que se popularizó. Inventábamos coreografías, bailábamos, cantábamos (más bien balbuceábamos) y quisimos aprender danza árabe pero en ese tiempo no pudimos hacerlo. Nos graduamos y ahí nos quedó la promesa.

El baile pasó por muchos años al olvido, no había tiempo o no había plata o no había lugar o no había ánimos y entonces lo dejé de lado. Me enteré luego de los talleres de danza de la universidad, pero no había flamenco. Me llamó la atención aprender tango, pero había que llevar pareja y adivinen a cuántos biólogos les interesa aprender tango…los únicos dos que conozco ya estaban en clases. Entonces leo que hay danza árabe. Horario: Martes 7:00pm a 9:00pm…y con la cantidad de tiempo que me dejaba el laboratorio…mejor no. No me presenté. Luego decidí que no me importaba pero ya no había cupos (eran unos 20 para toda la universidad). Por diversas razones, sólo logré conseguir uno en el último semestre.

Falté a la primera clase porque no encontré el salón y tenía que irme para evitar la muerte de unas células en cultivo. A la segunda clase llegué tarde (raro) y entonces conocí a mi maestra, Johanna, quien curiosamente también es bióloga pero decidió dedicarse a la danza. Aprendí muchísimo durante esos cuatro meses y luego me uní a la escuela de la cual es directora.

No sé realmente cuál es la magia de esta danza, pero por alguna razón te atrapa y no te deja ir. Todavía me falta mucho por aprender, pero estoy segura que esto no es una moda en mi vida y que quiero que me acompañe la mayor cantidad de tiempo posible. Sé también que hay muchas cosas ocultas en la danza, en la música, en la cultura que me llama y que occidente ni sospecha porque se ha conformado con vender la parte superficial, lo exótico e incluso erótico, pero en realidad es mucho más que eso. Significa mucho más para mí, al menos.

Pero lo que más me gusta de todo esto es que es la primera vez que en un grupo donde sólo hay mujeres me siento parte de una familia. A todas nos une el amor por la danza y la música de oriente, a todas nos une la misma pasión, nadie critica y todas pueden bailarlo porque contrario a lo que el mundo nos ha impuesto, no importa si tenemos o no medidas perfectas, todas bailamos, todas lo disfrutamos. Aquí no hay discriminación, la danza es del vientre, sí, pero nadie ha dicho que el vientre tiene que ser completamente plano para tener derecho a bailar. Aquí lo que cuenta es la pasión y no las reglas impuestas sobre la apariencia. Aquí lo importante es dibujar la música con el cuerpo.



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