martes, 22 de noviembre de 2011

Lluvia en Bogotá

Emergencia invernal de nuevo, justo como hace unos meses, emergencia económica, emergencia social, enfrentamos todo tipo de emergencias en el país y en la ciudad. Nos quejamos todo el tiempo en Twitter por el clima, no hay ánimos de trabajar, no hay sombrillas suficientemente grandes, no hay zapatos que resistan además de las botas de caucho que ahora muchas personas tienen.

Pero de toda esta situación lo que más me ofende es que la gente no conserva el mínimo civismo que requiere la ola invernal. Sí, es cierto, el gobierno es corrupto, los políticos también, tienen más poder que nosotros aunque seamos más, no manejan la problemática ambiental correctamente y es tanto el dinero que se roban y tan poco lo que hacen que el país lleva ya varios años sobreviviendo a los fenómenos del niño y la niña, a las lluvias torrenciales, a las inundaciones en los cultivos, a la muerte del ganado que trata de salir nadando en medio lagos increíblemente grandes. Y en las ciudades ni se diga, la paciencia de la gente se colma fácilmente con las vías inundadas, los interminables trancones, la congestión de los medios de transporte masivo y la imposibilidad de encontrar un taxi libre a cualquier hora. Quienes van manejando se desesperan y quienes vamos a pie llegamos sin un pelo seco a la casa todas las noches.

Pero otra cosa muy diferente es que a pesar de la lluvia que congestiona todo, la gente comience a manejar por los barrios a 100 por hora como si fueran por una autopista, que pasen por los charcos a toda velocidad mojando a quienes vamos caminando en los andenes (como si uno no se mojara lo suficiente sólo con la lluvia), que las alcantarillas estén tapadas por la basura que botan en la calle, que el caño de la 127 esté cada vez más lleno de esa agua con quién sabe cuántos y cuáles sedimentos a pesar de las volquetas que trajeron para “drenarlo”, que la gente casi le saque un ojo a uno cuando pasa con las sombrillas, que se suban a los buses y empapen las sillas con sombrillas y las ocupen con maletas, que lo empujen a uno en Transmilenio como si fueran vacas (sí, más de lo normal), que inicien competencias a muerte por coger un taxi y que algunas señoras de la tercera edad, de esas que tanto reclaman educación de los jóvenes, se suban a un bus a golpearle a uno las costillas con la sombrilla para sentarse. Esas cosas sí me emputan, precisamente porque nosotros somos buenísimos para quejarnos por todo, pero no para evitar el caos cuando podemos hacerlo. No hay unidad en este pueblo más que para las quejas, para buscar responsables y no para caer en cuenta que parte del poder finalmente reside en nuestra unión para el cual es necesario el respeto a las normas mínimas de educación y urbanidad, esa de Carreño, esa que claramente ya no enseñan.

No me molesta ni me ofende mojarme, la lluvia es necesaria para el balance de los ecosistemas, pero sí me molesta la falta de consideración mientras que uno como un idiota prefiere mojarse con su propia sombrilla al subirse a un bus con tal de evitar que le caiga agua a la señora que está sentada en frente de uno. Me molesta abrirle la puerta a alguien y evitar cerrarla en su cara para que pase concentrado viendo el Blackberry sin decir al menos un simple “gracias”. Jaime Garzón tenía razón: usted puede colaborar con el cambio siendo cívico. Con razón estamos como estamos.



2 comentarios:

  1. mmm... vienen a mí buenas ideas de que hacer bajo la lluvia... jejejeje

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  2. Jajaja me recuerda colega, que siempre he querido un beso bajo la lluvia y nunca lo he hecho. (No es que sea una propuesta indecente, valga la aclaración).

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