jueves, 2 de mayo de 2013

Realidades


Sólo con escuchar la historia no termino de entender. Los hechos no me parecen suficientes para justificar nada, no puedo evitar permanecer sentada en un muro a lo lejos presenciando actos con los que no estoy de acuerdo, formas de pensar que no me explico y que no apruebo. Pero luego me doy cuenta que esa no es mi función ni mucho menos mi derecho y que a la larga, no hay manera de entender del todo, estando tan lejos. Hace falta meterse en la historia, hace falta escuchar y sobretodo, hace falta despojarse de los prejuicios y de esas atribuciones auto-concedidas que le hacen pensar a uno que puede condenar a los demás solo porque tiene una perspectiva diferente.

Hace mucho tiempo y también hace poco tiempo encontré respuestas a mis preguntas. Me sentí entonces en la cima del mundo, por encima del bien y del mal, como si ya no necesitara aprender nada. Dedico entonces mi vida a llevar ese mensaje a los demás cuando atraviesan situaciones parecidas, casi como una doctrina, convencida de su eficacia y de su precisión. Bajo esa verdad, MI verdad, su comportamiento parece tan errático y tantos sus desaciertos aún ante mis advertencias, que quisiera hallar la forma de convencerlo para que entienda. Pero entonces, con cada explicación, con cada palabra y con cada descripción me doy cuenta que mi dogma a la larga resulta útil para mi contexto pero no necesariamente para el suyo. Hay lecciones que yo apenas aprendí y que él ya sabía, hay otras que de seguro yo sé y él no y sin duda hay muchas más que ninguno de los dos conoce. Me hace caer en cuenta que no debo tratar de imponer mi verdad, porque las verdades de dos individuos rara vez coinciden. Yo encontré respuestas que generaron más preguntas. El y todos los que me rodean, tendrán que hallar las suyas y es seguro que serán diferentes.

Hasta hace un par de horas me creía la dueña de una verdad imbatible, la poseedora de una visión totalmente objetiva del mundo y de los sentimientos. Pero lo cierto es que las cosas no son así. Por supuesto, eso no le resta eficacia a mi verdad en medio de mi realidad, pero cuando estoy tratando con otras personas, tengo que olvidarme un rato de ella y concentrarme en escuchar, que resulta mucho más fructífero que hablar. Se me ocurre entonces, mientras camino hacia mi casa escuchando música y pensando en Borges, que la vida no es más que la distorsión de la realidad en la cual decidimos permanecer. 

1 comentario:

  1. La seguridad lo protege a uno de lo que no nos podemos defender. Suena como algo jodido, pero no lo es del todo, la seguridad que nos da la experiencias vividas no es algo que nos sirva siempre, a mis 23 años había llegado a ese punto, del que ya pocas cosas me importaban porque las sabía, solo por haberlas vivido y eso es un error.
    La seguridad proporciona un piso, solido, pero rígido donde descansan nuestros miedos, donde temporalmente se baja su intensidad, mientras regresan se está bajo esa soberbia llamada experiencia de la vida. Experiencia no es conciencia y conciencia no es inteligencia e inteligencia no implica estar pleno. Sí, siempre jodidos.
    Pero no todo está perdido, siempre se puede estar alejado de esa seguridad que protege de lo que deja indefenso. Está el asumir que se puede estar equivocado, que eso aquello vivido y que no se lo quitará nadie a uno, estará siempre en el pasado, que no implica estar atado a eso, pero tampoco implica atar nuevas experiencias a partir del modelo que nos hacemos. Mirar la plastilina revuelta, sin molde.
    Sí, plastilina, por simplista que se pueda leer. Pero lo que ayer sirvió con éxito, hoy puede ser la fórmula del fracaso. Pero no vemos el fracaso, ni siquiera el error, no ve que ya lo vivimos una vez ¿Qué contra eso? Nada, ni la decepción porque para eso está el otro, en quien reposamos y luego nos largamos. Igual reposan en uno y se largan también. Ni aves de paso, solo hojas en corrientes de viento.
    No se puede estar seguro siempre, ni desconfiado nunca. Siempre será una ruleta rusa, lo que se sabe no siempre se conoce y de lo que se conoce poco se sabe, es el eterno juego del encontrar y perder, entre estar y no. Entre caminar bastante para darse cuenta que en nada se ha avanzado. Pero el camino no es que sea largo, ni que de pereza caminarlo. Simplemente es no dejarse llevar ni por la vanidad de la experiencia, ni por la ingenuidad de lo novedoso. Vaya tarea.
    Uno siempre preferirá un piso y fluctuar en el aire, que estar en el aire y fluctuar en el piso, llega a gastar mucho, a ser una carga que a veces la otra persona la hace más pesada. Ser libres, ser ligeros, menos racionales, menos pasionales, vivir en la incoherencia si al menos trae una paz alejada del sentido común.
    Te quedo debiendo…pero me llegaron varias vainas, estaba escribiendo esto desde casi las 4pm, pero bueno, habrá tiempo.

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