sábado, 19 de enero de 2013

Guerras científicas


Llegó recientemente de Inglaterra porque estaba haciendo el doctorado allá y se trajo el ego más elevado que de costumbre. El esposo también es brillante, eso no se duda, pero viven criticando el sistema educativo, las instalaciones, la gente, las clases, el enfoque, todo, porque en los países desarrollados las cosas sí funcionan, no como en este “moridero”. Quienes trabajan en molecular creen que se las saben todas y desprecian los enfoques comportamentales porque eso no sirve. Los que trabajan en ecología odian a muerte a los moleculares por reduccionistas y éstos últimos odian a los primeros porque no tienen métodos lo suficientemente rigurosos. Lo cierto es que nadie sabe bien qué hacen los otros porque están muy ocupados odiándose y criticando porque nada sirve, nada está bien dirigido, nada tiene un objetivo claro y es más, nada tiene sentido. Por supuesto, la opinión de otros sobre el trabajo propio no está ni remotamente cerca a ser considerada porque qué van a saber ellos de lo que yo hago, no tienen la capacidad para ofrecer un aporte o al menos una visión crítica y aquel que se atreva a hacerlo será automáticamente anulado, ignorado y olvidado.

Los problemas biológicos son enormes y tienen muchísimos factores sujetos a análisis. En aras de lograr comprenderlos, los campos del conocimiento han sido divididos en un sinnúmero de disciplinas, cada una a cargo de una pequeña parte del problema. Sin embargo - en lo que he podido observar al menos aquí - el objetivo tiende a perderse de vista y aquellos que trabajan en cada área se preocupan por dos cosas: enfatizar la importancia de lo que hace y opacar la del trabajo de los demás. Es bastante curioso, personas con altísimos títulos académicos enfrascados en peleas dignas de estudiantes de primaria olvidan por completo la razón de ser de nuestros esfuerzos investigativos y la convierten en una lucha por poder, reconocimiento e importancia. Lo que resulta más curioso todavía es que por lo general el dinero para investigar está, la gente y las ideas, pero nos hemos quedado tanto en el papel de damiselas en peligro, que nos sentamos a llorar porque no podemos hacer nada, porque pobrecitos nosotros en este país que no le da importancia a la investigación, porque nadie nos pone atención. Estoy convencida que el problema tiene un componente cultural importantísimo, estamos entrenados para quejarnos por todo sin buscar argumentos completos y actuar para cambiar la situación y para evitar a toda costa que otros progresen más, a armar problema contra quienes piensan diferente o no están de acuerdo con nosotros. Y es que el problema radica en que la ciencia no avanza sin una visión crítica y sin los diversos aportes que permitan crear una visión holística. En resumen: estamos graves.

Ignoro por completo si en otros países la situación se mueve de la misma forma, pero lo que he visto dentro de las dos facultades de la universidad en las que he trabajado activamente es un panorama poco alentador: varios grupos de personas dedicadas a trabajar en sus proyectos pero ocupados adicionalmente con la ardua tarea de hundirle la cabeza a los demás. No se aceptan críticas, hay conflictos de intereses, favores que se pagan con cargos, evaluadores a favor de unos y en contra de otros y una enorme cantidad de factores que entorpecen lo que en un principio nos trajo aquí: abordar, comprender y tratar de solucionar un problema. Ni hablar de los lamentos sin fin de muchos por tener que quedarse en este país en lugar de ir a otro que sí los valore. Perdimos el camino…o peor: olvidamos el objetivo.

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