Por primera vez en toda la
historia, Colombia avanza a los cuartos de final de un mundial de fútbol. Estoy
emocionada, emocionadísima. Y eso que soy una de esas personas a las que el
fútbol suele tenerla sin cuidado, que veía partidos ocasionales por pasar
tiempo con mi papá o guiada por la emoción de un grupo universitario. El
mundial es otro cuento, claro. Y es que Colombia en el mundial es un cuento aún
mejor. Algo que no le creí a muchos que me insistieron en ello y a quienes hoy
les doy la razón, tragándome mi indiferencia.
Sin embargo, aparecen los odios,
los desprecios, las indirectas con respecto a un sinnúmero de cosas. Basta con
leer en Twitter un momento para encontrar personas que reducen mérito al
fútbol, que creen tener superioridad intelectual porque no les gusta y que
condenan a los fanáticos. También están los fanáticos acérrimos, que condenan a
personas como yo, diciendo que no tenemos sentido de patria, ni pertenencia ni
aprecio por la tierra. Ambos extremos están equivocados. No creo que diferir en
gustos por algo implique necesariamente superioridad moral o intelectual de
parte de nadie. Creo que simplemente nuestra nación no sabe unirse y no es con
ánimo de ofender, sino que llevamos tanto tiempo divididos que no conocemos un
camino diferente.
Creo que nos falta también cabeza
fría. Nos falta tener presente siempre que trabajando duro y con constancia las
cosas se obtienen, tal vez hemos visto tantas tragedias, tantas lágrimas y
panoramas tan oscuros que no sólo nos acostumbramos a ellos sino que también
nos acostumbramos a no luchar. Vivimos en una continua dicotomía entre amar
esta tierra y odiarla y hemos hecho de la crítica constante y destructiva el
pilar de nuestra sociedad, lo cual impide ver al frente, impide concentrarse en
un objetivo claro y nos lleva todo el tiempo por las ramas, hasta descender.
Lo que hizo hoy la selección
Colombia fue grande y no sólo porque clasificó como nunca antes sino porque fue
un trabajo limpio, en equipo, sin rencores ni luchas internas, sin que alguien
pretenda brillar más que los demás, sin que uno pretenda destruir a otro,
simplemente dando lo mejor hasta el final, no importa qué tan bien o mal
estuvieran las cosas. Lo que lograron los deportistas que participaron y
ganaron en los juegos olímpicos, la medalla de oro de Mariana Pajón, la
victoria de Nairo Quintana en el Giro de Italia, los campeones de patinaje, los
numerosos profesionales que se encuentran trabajando en varias partes del mundo
demuestra que somos capaces, que basta con la disciplina, la entereza y la
serenidad para aprender a dimensionar quiénes somos, de qué estamos hechos y
qué tan lejos podemos llegar si trabajamos duro. No se trata de andar por ahí
pregonando que uno es bueno o que es el mejor. Se trata de perseguir objetivos
claros, de respetar no sólo a los compañeros sino también a los rivales, de
luchar y no entrar ganando ni perdiendo sino dispuesto a darlo todo y a seguir
hasta el final.
Estoy tan inspirada que los dejo
y me dispongo a seguir escribiendo la tesis. Gracias infinitas a la Selección
Colombia.