Andrea y yo somos amigas desde el
colegio. Nuestra historia comenzó con un odio profundo en 5° de primaria, no sé
bien por qué, que terminó de la manera más curiosa en un lazo de amistad
fuerte, el único diría yo que ha sobrevivido a través de los años. Hemos pasado
problemas, nos hemos distanciado por unas temporadas, pero la conexión sigue
ahí y espero que perdure por más tiempo, especialmente porque personas como
ella no aparecen todos los días y porque mujeres como ella, de esas que uno
admira, tampoco se conocen con frecuencia.
Anoche salimos a tomarnos un café
y hablar de la vida, de las crisis, de la carrera, de los planes, del futuro.
Hemos tenido episodios desafortunados en nuestras citas últimamente, hemos
conocido hombres bastante decepcionantes y otros que nos roban la atención y se
ganan nuestros corazones sin proponérselo pero que nos ignoran, esas cosas que
siempre pasan. Decíamos que nos gustaría tener esa magia, esa chispa
inexplicable que tienen algunas personas y que las hacen tan atractivas a los
demás. Nos burlamos de nosotras mismas nuevamente, pero esta vez, las cosas han
cambiado. Somos conscientes de quiénes somos y qué tenemos. Sabemos que valemos
mucho y que ese pasado que nos perseguía ya pasó. No sé ella, pero yo me di
cuenta que he pasado varios años de mi vida anhelando ser una de esas mujeres
que llaman la atención con solo entrar a un recinto, lo cual viene a ser un
ideal falso, básicamente porque puede que haya algunas personas llamativas,
pero ni son tantas ni eso demuestra mayor cosa. Nosotras también tenemos cosas
buenas y malas, como todo el mundo y no vale la pena seguir palabras necias de quienes
buscan bajarle a uno los ánimos a toda costa. Estar bien y en paz con uno mismo
no tiene precio y me alegra profundamente ver en sus ojos - y espero que se
refleje también en los míos - que en ese punto estamos ahora.