domingo, 9 de junio de 2013

Un café con Andrea

Andrea y yo somos amigas desde el colegio. Nuestra historia comenzó con un odio profundo en 5° de primaria, no sé bien por qué, que terminó de la manera más curiosa en un lazo de amistad fuerte, el único diría yo que ha sobrevivido a través de los años. Hemos pasado problemas, nos hemos distanciado por unas temporadas, pero la conexión sigue ahí y espero que perdure por más tiempo, especialmente porque personas como ella no aparecen todos los días y porque mujeres como ella, de esas que uno admira, tampoco se conocen con frecuencia.


En el colegio nos la montaban básicamente por feas y porque no teníamos novio, incluyendo a nuestras “amigas” del grupo, que recalcaban que nos arregláramos para las fiestas a ver si levantábamos algo. A las dos nos molestaba profundamente y decidimos burlarnos de nosotras mismas, enfatizar que éramos muy feas y ahorrarles el trabajo a todas aquellas que se empeñaban en hacernos sentir mal. El juego era hasta divertido, pero no sé hasta qué punto pudo crearnos alguna distorsión de la realidad, no solo en cuanto a la percepción de nuestro aspecto físico sino también en la construcción de un ideal que no solo es inalcanzable sino también falso.


Anoche salimos a tomarnos un café y hablar de la vida, de las crisis, de la carrera, de los planes, del futuro. Hemos tenido episodios desafortunados en nuestras citas últimamente, hemos conocido hombres bastante decepcionantes y otros que nos roban la atención y se ganan nuestros corazones sin proponérselo pero que nos ignoran, esas cosas que siempre pasan. Decíamos que nos gustaría tener esa magia, esa chispa inexplicable que tienen algunas personas y que las hacen tan atractivas a los demás. Nos burlamos de nosotras mismas nuevamente, pero esta vez, las cosas han cambiado. Somos conscientes de quiénes somos y qué tenemos. Sabemos que valemos mucho y que ese pasado que nos perseguía ya pasó. No sé ella, pero yo me di cuenta que he pasado varios años de mi vida anhelando ser una de esas mujeres que llaman la atención con solo entrar a un recinto, lo cual viene a ser un ideal falso, básicamente porque puede que haya algunas personas llamativas, pero ni son tantas ni eso demuestra mayor cosa. Nosotras también tenemos cosas buenas y malas, como todo el mundo y no vale la pena seguir palabras necias de quienes buscan bajarle a uno los ánimos a toda costa. Estar bien y en paz con uno mismo no tiene precio y me alegra profundamente ver en sus ojos - y espero que se refleje también en los míos - que en ese punto estamos ahora.

Recibiendo el cuarto de siglo de Andrea.

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