Pocos eventos en la vida me han
marcado tanto como cuando a final del año pasado decidí pintar en la pared de
mi cuarto alguna frase que me recordara constantemente esa persona que soy y
que acababa de reconocer. La elegida fue una que decía María Barilla: “Yo no
soy de nadie, es más, soy del que me da la gana”.
No importa con qué ánimo llegue a
mi casa, la sensación de poder y autoridad que me inspira es constante e
intensa. Han ocurrido una serie de cosas en mi familia y en mi círculo de
amistades últimamente que me hacen pensar que no puedo estar más aburrida de
todas esas reglas a las que supuestamente tenemos que amoldarnos. Supongo que
están tanto para hombres como para mujeres, pero por obvias razones me indignan
más las de las mujeres. Sumisas, obedientes, calladas, educadas, con la voz
equiparable al suave murmullo del viento en las mañanas, con pocas libertades y
atribuciones, con miedo a expresar lo que pensamos, lo que sentimos, lo que
queremos o no queremos a causa de algún tipo de prohibiciones que vaya uno
saber quién carajo se inventó. Que si conseguimos tipos, que si no, que si
somos atractivas, que si no lo somos, que cómo podemos actuar, vestirnos,
hablar e incluso pensar para ajustarnos a eso que buscan los hombres, para ser
aceptadas, para ser reconocidas, para ser valoradas. ¡Já! Cómo si para sentirse
completo y feliz se necesitara reconocimiento y aprobación adicional al propio.
Me interesa que mi jefe reconozca mis capacidades, por ejemplo, básicamente
porque él es quién me paga. Por lo demás, creo que ya no me importa. Si les
parece que soy grosera, o alzada, o que peleo o critico o me río mucho, si los
tipos se asustan cuando me gustan porque se los digo de frente o si se ofenden
porque les digo que no, si les parece que me creo mucha cosa o que tengo un complejo
de inferioridad, si algunas de las mujeres que me rodean se empeñan en tratar
de hacerme sentir mal o inconforme conmigo misma, sepan de una vez que simplemente
no me importa.
Estoy cansada de tanta regla
inútil, de tanta fórmula casi alquímica para hallar la felicidad, de esa
superioridad moral de algunos para mandar en la vida de los demás, como si
estuviera siguiendo una clave taxonómica. Es posible que este tema ya lo haya
mencionado en algún post previo en este blog, pero qué hacemos, así soy yo: de
impulsos. En cuanto a lo que le gusta o no a los tipos, como dice Britney: "There's only two types of guys out there, ones that can hang with me and ones that are scared".
A mí me ha costado darme cuenta de que el complejo de inferioridad y la inseguridad no lo hacen a uno inferior.
ResponderEliminarDarse cuenta de todas esas cosas es un proceso largo, pero se logra. :)
EliminarMe gustan tus post impulsivos, viscerales... Me identifico.
ResponderEliminarMe alegra que te gusten. :)
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