He estado pensando mucho que hay ideas
con las que necesito reconciliarme o no me van a dejar vivir en paz. La
primera, es que a mi vida le hace falta romanticismo. Odio con toda el alma
tener que aceptarlo además porque he construido un excelente discurso de por
qué una mujer como yo no necesita de esas cosas, que son solo accesorias, un
valor agregado. Y puede que sí, pero está bien, voy a aceptarlo a
regañadientes: creo que sí me hace falta vivir otra vez esa emoción intensa,
esos nervios, esas cosas que nada tienen que ver con la rutina a la que estoy
acostumbrada.
Sin embargo, aceptar esa idea me
lleva a otra en la cual me culpo porque básicamente no soy capaz de atraer y
mantener la atención de un hombre. Ya he discutido ese tema en otro post y lo
cierto es que esa sí que es una idea parásita porque no deja de perseguirme
aunque me repito incesantemente que la vida es así, que a veces (y con más
frecuencia de la que uno quisiera) ese tipo por el que uno prácticamente daría
la vida, no lo voltea a mirar ni para despreciarlo. Eso pasa, hay que
aceptarlo, superarlo y seguir. Así lo he hecho y supongo que así lo seguiré
haciendo pero permanece una vocecita que me repite sin descanso que
probablemente la de la culpa soy yo, teniendo en cuenta que esos mismos tipos
se mueren por alguna de mis amigas, o por una mujer que no conozco, en fin, por
alguien que no soy yo.
Hace poco me encontré de frente
con esos nervios locos que me atacan cuando un tipo me gusta mucho y pensé por
un momento que quizás podría ser correspondido o que al menos había una luz de
esperanza. Sin embargo, no se demoró mucho el ataque de la realidad, no sólo
por cosas que pasan sino básicamente por las que no pasan. Es decir, por su
actitud es evidente que no está interesado (como por variar) y eso estaría bien
si no llegara de nuevo el fantasma de la culpa a decirme ahora que quién me
manda a mí a hacerme ilusiones falsas, que si no ha bastado con las mil veces
que me ha pasado ya y que cuándo será que voy a aprender que esas ideas
romanticonas simplemente no se le cumplen a las mujeres como yo.
Me quedó muy linda y bien hecha
la coraza, pero empiezo a creer que me hace más daño que bien, porque sin
importar cuánto intente alejarme del mundo de esas ilusiones, siempre van a
surgir a causa de algún incauto que probablemente no tenga ni idea que me muero
por él. Luchar contra eso, sentirme culpable y darme golpes de pecho
simplemente no arregla la situación, pero sí termina siendo un catalizador para
acabarme a pedazos probablemente más de lo debido y luego volver a
reconstruirme cuesta más trabajo y termino con treinta mil prejuicios más,
treinta mil razones más para culparme y treinta mil frases más que me lastiman.
En una de esas epifanías de Transmilenio que suelen ser experimentales, me dije
a mí misma que es cierto, que a mi vida le hace falta romanticismo y que tal
vez sentir esa necesidad no tenga nada de malo, que tal vez es hora de dejar de
regañarme mentalmente por las actitudes propias de un ser humano cualquiera. Se
me ocurre que tal vez, la vida así sea más fácil y también puedo reconciliarme
conmigo, que soy al fin y al cabo la única que me reprocha esas ideas.