lunes, 22 de mayo de 2017

El gran día ha llegado

El primer banco público de Sangre de Cordón Umbilical inició su funcionamiento en el año 2014, con recursos de regalías. Es una apuesta costosa y compleja, que se ha forjado con un grupo de personas inteligentes y trabajadoras (en su mayoría mujeres) y cuyo principal propósito es prestar un servicio a la comunidad, aportarle algo a este país. Yo empecé a trabajar allá hace poco más de dos años y desde entonces hemos perseguido la idea de realizar el primer trasplante a un paciente colombiano con alguna de nuestras unidades criopreservadas. Hacer algo. Ayudar en algo. 

Después de un sinnúmero de situaciones extrañas, los planetas finalmente se alinearon para que esto ocurriera. Un hospital en otra ciudad nos ha solicitado buscar unidades compatibles con algunos de sus pacientes, sin mayor éxito. Pero entonces, hace alrededor de un mes, encontramos una unidad de sangre de cordón de nuestro banco compatible con un paciente pediátrico, una bastante buena. Como en el país no hay legislación con respecto a los bancos de sangre de cordón umbilical y a este tipo de terapias avanzadas - esto es, casi podría abrir un banco de cordón en mi casa y nadie puede decirme mayor cosa - los médicos tratantes solicitaron autorización al Ministerio de Salud. Ellos respondieron que dado que no hay norma y que para los trasplantes por lo general se traen unidades de España o de Estados Unidos, eran los médicos quienes podrían tomar la decisión y asumirla con sus consecuencias. Ellos ya habían buscado en las bases de datos internacionales, sin éxito. La única esperanza para este paciente es esta unidad. Entonces aceptaron.

Se me eriza la piel con solo escribir esto. Siento vértigo y emoción y felicidad y ansiedad solo con pensarlo. Hoy es el gran día. Después de semanas de realizar pruebas de control de calidad, documentación, simulacros, reuniones, de elaborar protocolos, hoy, por fin, se va la unidad. Nuestro sueño, ese que hemos perseguido tanto, al fin se hará realidad. El banco y todo su personal - y doy fe de eso - ha hecho lo mejor posible por colectar, procesar y congelar estas unidades, bajo estándares de calidad óptimos. Estamos todos increíblemente emocionados. Esta noche sacaremos del tanque de nitrógeno esa unidad, para enviarla a su destino. La semana pasada estuve viendo un trasplante a un paciente de 3 años de edad. Lloré en la puerta mientras lo veía recibir la sangre estando canalizado. Creo que ahí entendí que hay momentos en que no se puede hacer nada más que tener fe. Este es otro de esos momentos. 

miércoles, 10 de mayo de 2017

¿A qué tanto le temes?

¿A qué tanto le temes si ante todo te tienes tú?
¿a qué tanto le temes si todos los días te levantas a trabajar en algo que amas?
¿a qué tanto le temes si pase lo que pase seguirás siendo la misma?
¿si nada te quitará lo que eres, lo que sientes, lo que sabes y lo que has vivido?

¿Por qué vivir asustada si tienes dos piernas fuertes para caminar, correr y bailar?
¿por qué tener miedo si tienes brazos y manos para trabajar?
¿por qué querer huir si hay dos pulmones, un corazón y un cerebro funcionando normalmente?

¿A qué tanto le temes si cuando el mundo se ha derrumbado has recogido los pedazos para volverte a construir?
¿por qué asustarse si te ha costado llegar a donde estás?
¿qué te asusta de la destrucción si siempre has renacido de las cenizas?

¿Qué deberías temer si tienes un mundo entero de conocimiento para aprender?
¿por qué asustarse si hay múltiples caminos para tomar, muchos lugares para recorrer y tantas opciones por conocer?
¿por qué dudar de si serás capaz de enfrentar cualquier cosa si has batallado antes con dragones?
¿por qué asustarse por lo que vendrá y dudar de poder asumirlo con la frente en alto, como en todas las demás ocasiones?

¿Por qué dudar de lo que te has demostrado ser tantas veces?
¿A qué tanto le temes si siempre te tendrás tú?

jueves, 4 de mayo de 2017

De pelos (ironías de temas vanos)

Hace muchos años yo tenía el cabello castaño y liso. Supremamente liso. Sin embargo, en ese momento no me importaba mucho eso, era una niña a la que sólo le gustaba estudiar y jugar. Sin embargo, cuando comenzó la maratónica adolescencia, esa en que uno comienza a preocuparse por gustarle a los niños y por arreglarse y ser bonita, mi cabello decidió tener personalidad propia y quedó siendo un extraño híbrido entre los muy bien formados crespos de mi mamá el liso cabello de mi papá. Apareció entonces una larga historia de rabia, porque no se definía, porque no era ni lo uno ni lo otro, porque yo no sabía cómo manejarlo y porque me parecía horrible.

Me parece un poco vano escribir esto. Pero es que la apariencia física se me ha convertido a lo largo de los años en un serio problema, una especie de lastre que cargo casi adherido a la espalda y que no me deja en paz del todo. Con el tiempo, se impuso el cabello liso y largo e intenté seguir la tendencia, sin éxito por supuesto porque si me dejo crecer demasiado el cabello, pierde completamente la forma, es increíblemente abundante y ciertamente, no será liso jamás. Lo odié por años. Deseé que fuera ordenado, de otro color, sin frizz, en fin, quería cambiarlo del todo.

En un punto de mi vida, dejé de prestarle atención. Me lo dejé crecer por 7 u 8 meses, sin tratar de peinarlo, sin cuidarlo mucho y como era de esperarse, siguió siendo el mismo híbrido de siempre. Luego, decidí ir finalmente a la peluquería y después de un corte un tanto desatinado, logré encontrar a alguien que le dio forma (o eso, al menos, dicen los demás).

Me acostumbré a odiarlo. Me repetía siempre al espejo que no podía hacer nada con ese desastre. Pero luego, a veces, salía y me encontraba con alguna persona que me decía que estaba bonito. Pensé que lo decían por burlarse o porque sabían de mi eterna crisis adolescente al respecto, hasta que en el trabajo me lo dijeron varias personas que no estaban al tanto. Ximena, por ejemplo, siempre que me ve, lo menciona.

Es irónico que algo que detesto tanto, por lo que siento tanta ira reprimida al verme al espejo, reciba halagos de otros. Ayer comenté el asunto en un pasillo y me dijeron que era hora de reconciliarme con esta historia. Y como para dejar ir las cosas, es necesario escribirlas, pues bueno, aquí está.






La vida es un ejercicio de paciencia

Esto puede parecer increíblemente pretencioso pero la verdad es que no lo es: he tenido casi siempre como una costumbre general de vida no l...