Yolanda es una bióloga con
maestría que está a cargo del laboratorio de equipos comunes. Como su nombre lo
indica, el laboratorio tiene bastantes equipos diferentes que son para el uso
de la facultad de medicina e incluso de personas de otras facultades. Es obvio
que para mantener el laboratorio alguien debe estar pendiente del manejo y
cuidado de los mismos, hay que registrarse y el ingreso es con una tarjeta
electrónica que recibe cada profesor autorizado.
Cuando trabajé en la tesis de
pregrado, estaba en el laboratorio de parasitología el cual tiene una cabina de
flujo laminar propia para hacer cultivo celular. Ahora que mi director es otro
profesor, en teoría tengo que llevar los cultivos en equipos comunes. Pero hay
un problema serio: no me aguanto a Yolanda. Me llena de ira infinita que una
persona con formación en investigación, que ha trabajado en laboratorios, esté
ahí para exigir usar crocs porque a alguien se le ocurrió la genial idea de
hacer el piso blanco o que diga que para cultivar células hay que usar gorro,
tapabocas y bata de papel, o que al abrir la incubadora no se puede respirar. Me
he dedicado al cultivo celular desde que estaba en sexto semestre y sé
perfectamente que independientemente de los crocs o del tapabocas o de no
respirar, si a usted se le contaminan siempre los cultivos - en tanto la cabina y la
incubadora estén bien - es porque su técnica estéril no es buena y punto.
Al iniciar el semestre, limpiamos
con cuidado la cabina propia que tiene el laboratorio de fisiología y así puedo
evitar trabajar en equipos comunes. Sin embargo, me encontré a Yolanda por
casualidad yendo hacia las neveras y le pregunté cómo estaba. Me dijo que más o
menos, saliendo de la desgracia infinita. Cuando le pregunté por qué me dijo
que su hermano había fallecido el 24 de noviembre y su papá el 28 de diciembre.
Creo que el tiempo se detuvo por un momento. Ahí sí me tocan una fibra en el
corazón que me desarma, que me deja botada en el piso, que elimina todo lo
demás. Le dije que la entendía, le conté de mi papá, le dije que todo se veía
oscuro y gris ahora pero que con el tiempo mejoraría. Me preguntó cuánto me
había demorado yo en superar la muerte de mi papá. Sonreí con melancolía y le
dije que lo cierto es que eso no se superaba nunca, sin importar cuántos años tenía
su papá, sin importar todas esas frases de cajón que le decía a uno la gente.
Sin embargo, uno sí se acostumbra a no tener cerca a esas personas que se han
ido, se construye una cotidianidad sin ellos porque no hay remedio. Lamento
profundamente no poder ofrecer palabras más sabias o por lo menos más
alentadoras, pero es la verdad. La muerte se ve diferente cuando uno no la ha
vivido, la soledad es bien diferente desde el otro lado. Pero uno se levanta.
Uno siempre se levanta.
Un par de días después me volví a
encontrar con ella, esta vez entrando a la universidad y caminamos juntas hasta
el edificio de medicina. Me contó algunas cosas de su vida, del trabajo, de sus
jefes, de todo. Todavía no me aguanto esas órdenes que le hacen cumplir a ella
con respecto a las normas absurdas del laboratorio. Sin embargo, mi percepción
sobre Yolanda ha cambiado. Nadie sabe con la sed que otro bebe.
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