domingo, 10 de febrero de 2013

Lecciones de vida


Yolanda es una bióloga con maestría que está a cargo del laboratorio de equipos comunes. Como su nombre lo indica, el laboratorio tiene bastantes equipos diferentes que son para el uso de la facultad de medicina e incluso de personas de otras facultades. Es obvio que para mantener el laboratorio alguien debe estar pendiente del manejo y cuidado de los mismos, hay que registrarse y el ingreso es con una tarjeta electrónica que recibe cada profesor autorizado.

Cuando trabajé en la tesis de pregrado, estaba en el laboratorio de parasitología el cual tiene una cabina de flujo laminar propia para hacer cultivo celular. Ahora que mi director es otro profesor, en teoría tengo que llevar los cultivos en equipos comunes. Pero hay un problema serio: no me aguanto a Yolanda. Me llena de ira infinita que una persona con formación en investigación, que ha trabajado en laboratorios, esté ahí para exigir usar crocs porque a alguien se le ocurrió la genial idea de hacer el piso blanco o que diga que para cultivar células hay que usar gorro, tapabocas y bata de papel, o que al abrir la incubadora no se puede respirar. Me he dedicado al cultivo celular desde que estaba en sexto semestre y sé perfectamente que independientemente de los crocs o del tapabocas o de no respirar, si a usted se le contaminan siempre los cultivos - en tanto la cabina y la incubadora estén bien - es porque su técnica estéril no es buena y punto.

Al iniciar el semestre, limpiamos con cuidado la cabina propia que tiene el laboratorio de fisiología y así puedo evitar trabajar en equipos comunes. Sin embargo, me encontré a Yolanda por casualidad yendo hacia las neveras y le pregunté cómo estaba. Me dijo que más o menos, saliendo de la desgracia infinita. Cuando le pregunté por qué me dijo que su hermano había fallecido el 24 de noviembre y su papá el 28 de diciembre. Creo que el tiempo se detuvo por un momento. Ahí sí me tocan una fibra en el corazón que me desarma, que me deja botada en el piso, que elimina todo lo demás. Le dije que la entendía, le conté de mi papá, le dije que todo se veía oscuro y gris ahora pero que con el tiempo mejoraría. Me preguntó cuánto me había demorado yo en superar la muerte de mi papá. Sonreí con melancolía y le dije que lo cierto es que eso no se superaba nunca, sin importar cuántos años tenía su papá, sin importar todas esas frases de cajón que le decía a uno la gente. Sin embargo, uno sí se acostumbra a no tener cerca a esas personas que se han ido, se construye una cotidianidad sin ellos porque no hay remedio. Lamento profundamente no poder ofrecer palabras más sabias o por lo menos más alentadoras, pero es la verdad. La muerte se ve diferente cuando uno no la ha vivido, la soledad es bien diferente desde el otro lado. Pero uno se levanta. Uno siempre se levanta.

Un par de días después me volví a encontrar con ella, esta vez entrando a la universidad y caminamos juntas hasta el edificio de medicina. Me contó algunas cosas de su vida, del trabajo, de sus jefes, de todo. Todavía no me aguanto esas órdenes que le hacen cumplir a ella con respecto a las normas absurdas del laboratorio. Sin embargo, mi percepción sobre Yolanda ha cambiado. Nadie sabe con la sed que otro bebe.


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