Hay un leve recuerdo en algún
lugar de mi memoria sobre un ballet ruso al que me llevaron cuando tenía unos 4
años y otro sobre danzas folclóricas de la compañía de la maestra Sonia Osorio
uno o dos años después. No sé bien si ese es el motor que me ha impulsado toda
la vida a seguir bailando, a pesar de las situaciones económicas difíciles, de
la falta de tiempo o de los grandes lapsos en que dejé la danza por completo. Todo
comenzó con el ballet: mi sueño era ser bailarina de ballet porque me parecía -
y me parece - bellísimo. Comencé a los cuatro años, pero pasó el tiempo,
pasaron muchas cosas y terminé bailando después de muchos años danza árabe, que
también me parece hermosísima pero difiere bastante de la estética, la técnica
e incluso el mensaje del ballet.
La primera clase de danza árabe
fue una corrección total de la postura. De hecho, ha seguido siendo así desde
aquella vez hasta el sol de hoy, porque la forma en que distribuyo el peso de
mi cuerpo en los pies es bastante particular. La morfología de los pies permite
apoyar el peso hacia el talón, la región externa y los dedos que dan en parte
el equilibrio. El arco del pie debe quedar bien formado, alejado del piso para
permitir el paso. Muchas personas apoyamos bastante mal el peso lo cual se
evidencia en el desgaste polarizado de los zapatos o en la formación de un pie
plano que no es necesariamente genético. Mi maestra ha preguntado
reiteradamente si yo tuve displasia de cadera, porque no termina de explicarse
la razón por la cual apoyo todo el peso hacia el frente del pie (es decir, los
dedos) y dejo el talón descuidado y por ende el tobillo y la cadera lo cual
desbalancea el centro de masa y termino perdiendo el equilibrio fácilmente o
ejecutando los pasos desde los pies y no desde la cadera.
No hubo displasia, no hubo
problemas congénitos, genéticos ni ortopédicos durante la infancia pero sí hubo
ballet. El ballet venía acompañado para mí por una sensación etérea, como si
volara, básicamente porque el peso del cuerpo se sostiene en medias puntas o
puntas completas y uno siente que está fuera del mundo, en las nubes. La danza
árabe se ejecuta siempre con el peso bien apoyado en los pies y los tobillos,
con los pies sobre la tierra y no sólo desde el punto de vista técnico (de no
ser así, el movimiento de cadera simplemente no es posible) sino también desde
la sensación, de estar acá, de no tenerle miedo a la realidad, de ver el mundo
grande como es pero manteniendo siempre el equilibrio, firme en el suelo. Yo
sigo andando en puntas por la vida.
Decidí que me gusta más estar
sobre la tierra. Decidí que me gusta la sensación etérea pero que es bueno
estar acá viendo lo que pasa. Decidí que me gusta más esa versión de mi
personalidad que está con todo el peso apoyado en los talones como debe ser.