Como había mencionado en otra entrada, acabo de pasar una época de ligera obsesión por la literatura rusa. Tengo aún pendientes varios libros, incluyendo ese que narra la historia de los Romanov, con todos sus aciertos, desaciertos, dramas y fiestas. Sin embargo, esta compulsión de lectura de novelas rusas no se dio de manera premeditada sino porque por alguna razón, sentía una gran afinidad por los personajes, las situaciones y los sentimientos muy a pesar de los kilómetros y los grados celsius que nos separan. Después de profundizar no solo en los libros sino también en la historia para entender mejor al pueblo ruso, llegué a la irremediable conclusión de que llevo varios años dejando de lado la literatura de mi propia tierra y que es posible, que así como el alma rusa se encuentra plasmada en las letras de Dostoyevski, Tolstoi, Nabokov y Chéjov, la nuestra, en su forma más pura esté plasmada bajo el puño y letra de nuestros escritores.
Lo más curioso de todo esto, es que cuando comencé a leer "El escritor y sus fantasmas" de Sábato, me di cuenta que él también notó esa similitud en la forma de sentir de los rusos y los latinoamericanos. No sé bien cómo explicarlo, pero es un idioma que uno puede entender. Sábato cuenta que un viejo profesor francés de la Sorbona al que solía escuchar, afirmaba que los personajes de Dostoyevski eran "nuevos ricos de la conciencia, individuos poco menos que dementes, bárbaros incapaces de apreciar las ideas claras y netas, tan disparatados e irresponsables como para afirmar que dos más dos puede ser igual a cinco, contra todas las tradiciones de los cartesianos y de los ahorristas franceses". Para los europeos, estas personas no tienen sentido, igual que nosotros. Nuestras sociedades, culturas, ideas y metas son diferentes, pero se han interpretado como inferiores y es por esto que estos "bárbaros", ya sean rusos o latinoamericanos han dedicado su existencia a europeizarse, a perder aquello que nos hace tan incomprensibles y lograr por fin movernos al ritmo de las cosas como "deben ser". Y entonces, vuelvo al tema - sin ánimo de ponerme en contra de los europeos, que simplemente son europeos y ya - de perseguir ser otra cosa sin haber entendido o pasando por alto aquello que ya somos y que deberíamos atesorar más que nada.
Tengo la firme convicción que en medio de este caos, hay quienes han podido leer entre líneas los mensajes en clave de nuestra cultura y que además los aprecian como el tesoro que son. Estoy convencida también de que estas personas son los artistas y que su interpretación de estos mensajes está al alcance de todos, aunque a veces seamos tan ciegos o distraídos para no verlos. Y entonces, justo después de la fiebre por la literatura rusa, he decidido comenzar con los escritores colombianos que portan en sus páginas la visión del mundo que hemos construido como cultura; y de la sociedad, que bien o mal constituye nuestro día a día y ha dejado huellas imborrables en la esencia más pura de lo que somos.
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