Había vivido siempre atada,
presa, limitada por espacios, horas y minutos. Alguien siempre le decía lo que
tenía que hacer, cómo, a qué hora y ella obedecía sin cuestionar. Un día,
decidió dejar de escuchar a quienes la mandaban y hacer lo que le diera la
gana. Era la primera vez que probaba la libertad, pero como no la conocía, no
sabía qué hacer con ella. Finalmente la usó para ir a la tienda a comprar
cadenas nuevas.
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Defender lo indefendible
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