Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un medio de canalización en momentos de crisis, pasó a pretender tratar temas de libros que he leído y luego simplemente a mencionar temas aleatorios que me interesan. Sin embargo, hoy creo que están sucediendo demasiadas cosas como para no escribir sobre ellas, no con el ánimo de alentar el odio y la intolerancia, sino como un medio para verificar hechos que considero que se salieron de todos los límites conocidos. Puede que esto no sea nuevo, pero hay problemas muy serios de dimensiones que - por lo menos yo - no había reflexionado antes.
En el 2020, Javier Ordoñez muere a golpes por abuso policial. En 2020, un vendedor ambulante de 78 años es golpeado por la policía en Bogotá. También en el 2020, un policía va a la cárcel por violar una mujer en un bus de la institución. En el 2019, Dylan Cruz es asesinado por el Esmad en medio de las protestas en Bogotá. En el 2018, investigan presunto abuso policial durante un operativo en Puerto Colombia. En el 2016, uniformados torturan un detenido en el CAI de Codito. También en el 2016, fueron destituidos 15 policías por conformar una red de corrupción utilizando información del RUNT en Barranquilla. En el 2013, el patrullero Jairo Díaz fue asesinado en los cerros orientales de Bogotá y en el 2015 capturan a un subintendente de la policía por su relación con el crimen y por tráfico de estupefacientes. En el 2012, el general Mauricio Santoyo fue condenado por una corte norteamericana por apoyar paramilitares. En el 2011, un graffitero fue asesinado por un policía que le disparó a 1.30 m de distancia por la espalda, y además alteró la escena del crimen e intimidó a un falso testigo para culpar a la víctima. En el 2009, Profamilia y la Universidad Nacional publicaron en un estudio sobre sexualidad y derechos en que el 78,7% de las personas trans y el 47% de personas gay han sido discriminadas por la policía, con al menos 31 casos reportados de abuso policial entre 2006 y 2007 y 48 casos entre 2008 y 2009. En el 2009, el mayor William Chavista Acosta en Barranquilla declara que se desarrollan operativos para identificar travestis y erradicarlos. En 1993, un policía violó y asesinó a una niña de 5 años en una estación.
¿Se han cometido abusos también de parte de la ciudadanía contra la policía? Claro que sí. ¿Hay crimen organizado que no involucra policías? Por supuesto. ¿Hay escándalos de corrupción que involucran otros sectores como los políticos, los empresarios, los militares y la ciudadanía en general? Sí, es más, es tanto, que posiblemente esta entrada no terminaría si me decidiera a mencionarlos todos. Pero hay al menos dos problemas muy graves que se exacerban en momentos como el que estamos viviendo, que nos involucran a todos y que representan un círculo vicioso preocupante. El primero, etiquetar a las personas por los grupos a los que pertenecen y asumir que "merecen" ciertos tratos o ciertos castigos. Es aquel debate curioso sobre "acabar con los malos", porque son los malos y se justifica su erradicación. Y si es así, ¿qué somos los que quedamos que antes nos tildábamos de buenos? ¿Realmente podemos tomar decisiones y posturas tan radicales porque el condenar la maldad reafirma nuestra bondad? No sé, es una pregunta abierta. Valdría la pena cuestionárselo todos los días.
El segundo, que termina siendo una consecuencia del primero es justificar la muerte de las víctimas, por supuestos comportamientos que tuvieron. Ya escuché comentarios como: "pero es que ese señor Javier no eran tan bueno como lo pintan, tomaba mucho y quién sabe qué más hacía". Hubo muchos con respecto a Dylan Cruz, el clásico "quién lo mandó a estar allá", "pero eso para qué se puso a buscar problemas" o "eso le pasa por revoltoso". Esta situación se presenta aún si no hay ningún policía involucrado. Los casos más normalizados por la sociedad son las violaciones de mujeres y feminicidios, en las que muchas personas justifican los crímenes porque "quién la manda a vestirse así", "eso le pasa por salir con tipos", "para qué estaba sola a esa hora en la noche" o "¿y quién la mandó a irse de rumba?". ¿En verdad creemos que está bien que una mujer sea violada y asesinada porque se puso una falda corta? Si es así, conviene entonces analizar cada paso que damos, porque quizás alzar el tono de la voz, fumar, salir con los amigos, o comprar unos dulces en una tienda, sean suficientes motivos para que cualquier día, el muerto sea uno. Y entonces, los demás dirán que "quién lo mandó a hablar duro" o "eso le pasa por andar por ahí".
La propia sociedad condena cuando le conviene y defiende cuando le conviene. Hay abuso de poder, estoy convencida, y mientras buscaba las noticias para mencionar en este escrito, me enteré de muchos más casos, cada uno más escalofriante que el anterior. Pero la muerte de ninguna de estas personas está justificada por nada que hayan hecho y el simple hecho de que nosotros, en el día a día siquiera lo mencionemos, es también escalofriante. ¿De dónde sale la superioridad moral que nos permite pararnos en una esquina lejana y condenar a la víctima porque bebe, porque tiene cierta orientación sexual, por las actitudes que tiene o por la ropa que usa? ¿Es porque piensa y actúa diferente a nosotros? ¿Qué nos pasa? ¿No hemos aprendido nada? Supongo que no.
En el fondo no podemos excluirnos de toda esta problemática. Yo misma me he visto defendiendo unos bandos u otros, de acuerdo con la situación y con lo que creo. No siento que haya llegado a extremos tan graves, pero seguro sí me ha faltado coherencia en argumentos. ¿La policía es corrupta? Sí. ¿Son casos aislados? No, esto ya es sistemático. ¿Acabar con ellos es la solución? Eso no lo creo. La verdad es que no tengo una respuesta clara. Pero habrá que seguir reflexionando.