lunes, 22 de junio de 2020

"Utopía de un hombre que está cansado", Borges

Ante la burla de unos y la sorpresa de otros, organizamos con mis tres amigos más cercanos una tertulia literaria virtual desde hace aproximadamente un mes. La idea es leer un cuento que alguno selecciona durante la semana y el fin de semana encontrarnos para discutir las percepciones e interpretaciones de cada uno. Hasta el momento, hemos discutido cuatro cuentos: uno de Edgar Allan Poe, uno de Virginia Woolf, uno de Jorge Luis Borges y otro de Julio Cortázar. Anoche cerramos el primer ciclo y nos preguntamos entre nosotros cuál cuento nos había impactado más. Para mí fue - evidentemente - aquel que titula esta publicación.

Para nadie es un secreto que Borges es difícil de leer. Hace un par de años, emocionada por conocer los relatos cortos de uno de los grandes, comencé a leer el Aleph y en la sexta o séptima línea me pregunté si estaba leyendo algo en español o no. No pude. Tuve que dejarlo reposar unos seis meses, para sentir que superaba la frustración de no lograr acceder a él y poder intentarlo de nuevo, esta vez un poco más victoriosa. Digo un poco, porque no creo haber comprendido enteramente el cuento, ni mucho menos el resto de la antología, sino que más bien dejé que me hablara mientras trataba de agarrar mensajes en el aire, seguramente muy pocos en comparación con los que Borges quiso transmitir. Me sentía como en ese juego en que van pasando formas o figuras y uno debe tener la destreza de cogerlas o imitarlas (no estoy segura), pero al final uno hace lo que puede y deja ir muchas al fondo del abismo. Aquellas ideas quedarán perdidas en la oscuridad de mi ignorancia, porque son tantos los mensajes ocultos de ese hombre que leyó 4.000 libros en su vida, que quizás mi propia vida no alcance siquiera para dimensionar una pequeña parte. 

Iván preguntó esa semana si estábamos cansadas. Las respuestas fueron disparejas, pero antes de poder decir cualquier cosa, él envió el cuento "Utopía de un hombre que está cansado". Cuando comencé a leerlo, me senté frente al computador, con el diccionario y Google abiertos, lista para buscar las palabras y referencias desconocidas. Pero para mi sorpresa, el relato apenas y tenía un par de cosas de las que jamás había oído hablar y que en el fondo, ni siquiera eran tan necesarias para entender el cuento. Entonces, seguí leyendo sin preocuparme demasiado por esas cosas. 

Qué zozobra más horrible, qué desazón. Y no es porque el cuento esté mal escrito, por supuesto. Es que en medio de un mundo y un tiempo indeterminados, el protagonista charla con un habitante del futuro sin nombre, que le cuenta cómo vive sin historia, sin libros, sin recuerdos, sin nada. El escenario que imaginé que transcurría esta charla, era un salón enorme y blanco, infinito en extensión y luminosidad. Pero irónicamente, me causó una oscura tristeza en el corazón, un vacío sin fondo en el estómago imaginando un escenario perdido en el tiempo donde me habían arrebatado sin compasión todo lo que amo. En primer lugar, los libros habían desaparecido. Solo con ese hecho, la mitad de mi mundo pierde todo el sentido. Mi mundo, al fin y al cabo, porque mis amigos interpretaron las cosas de maneras diferentes, la sensación no fue desoladora sino liberadora lo cual me confirmó que el lugar en que mi alma habita lo he construido yo, con mis propias visiones y convicciones. Ahora, es verdad que se habló de la inmediatez del conocimiento y de cómo un sinfín de hechos sin relevancia que aparecen con mayor velocidad de la que pueden difundirse se pierden en un ciclo constante de recambio de información vacía, olvidada por todos y, al final del día, dejando las cosas como si jamás hubiesen ocurrido. Es verdad eso, pero creo que no funciona así para mí. Por eso que sentí una fría puñalada en el corazón con la falta de libros.

En el mundo del futuro ya no hay otras cosas, que al final del cuento para mí perdieron relevancia. No voy a revelar todo, para no arruinar la aventura de la lectura a quién quiera hacerlo y porque al final, bien o mal, para mí no fueron tan trascendentales. Luego, otra herida: no hay ciencia. Y es que con esto ya me arrebatan casi todo, porque de muchas maneras es la ciencia la que le ha dado sentido a mi existencia. El conocimiento y su búsqueda se han disuelto en el tiempo y se han olvidado por completo. Pero luego, la termina aún peor con el olvido de la historia. Es ahí cuando quedo desarmada. En ese punto, siento que no me queda nada.

Luego hay un elemento sorpresa del que no hablaré tampoco. En realidad, para el momento en que lo leí me sentía tan aturdida que ni siquiera lo entendí. Me había quedado retumbando en la cabeza la imagen de un mundo sin todo eso que adoro, lo horrible que sería estar ahí y la falta de sentido que tendría mi vida. Pensé luego muchas cosas: que el mundo igual ya es así, que uno debería definirse por más que esas actividades que ama, que no puedo solo pensarme como 'alguien que disfruta aprender' o no sé, que debería buscar mi esencia más allá de eso. Pero ¿y quién dice que eso debe ser así? Para mí, ese sería un mundo horrible y tengo derecho a pensarlo y sentirlo.

Justo anoche les dije que aún no me reponía de la sensación del cuento de Borges.

Link del cuento: https://www.zendalibros.com/utopia-hombre-esta-cansado-cuento-jorge-luis-borges/





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