"Lo único que es posible dominar de un hombre es su cuerpo y sus posesiones, aun inferiores al cuerpo. Nada puedes imponerle a un alma libre, ni puedes arrebatarle su íntima tranquilidad a una mente serena, en paz consigo misma y racional."
Me recomendaron hace no sé cuántos meses un podcast de filosofía (en el que casualmente participa alguien que conocí hace bastante tiempo) y se me ha vuelto un vicio escucharlo. No durante el trabajo, porque lo intenté pero me quedo divagando en mis propios pensamientos y en lo que explica David y pregunta Octavio y termino en un trance bastante interesante pero que se me atraviesa con la productividad laboral. Entonces, los escucho en las mañanas bien temprano o en las noches, o los fines de semana. Los episodios van evolucionando en su formato y en sus temas, pero son todos bastante interesantes, al menos para mí, que siempre he disfrutado de la filosofía como una expectadora, a excepción de cuando en el colegio tuve que leer "El mundo de Sofía", libro del que detesté cada página.
Casi en todos los episodios aparecen textos interesantes para los que voy a necesitar días más largos: desde libros de filósofos complejos como Kant hasta poemas de Borges, pasando por capítulos del Quijote. Pero hubo alguien de quien jamás había escuchado hablar, que escribió un libro durante el tiempo que estuvo en prisión esperando la muerte a la que fue condenado por algo de lo que era inocente: Boecio.
Boecio fue un filósofo reconocido en su tiempo, estudioso de los estoicos y autor de tratados de todo tipo: lógica, matemáticas, música y teología. Este filósofo tuvo una particularidad: su participación en el gobierno. Fue consejero y cónsul del reino ostrogodo y digamos que por meterse de redentor salió crucificado porque lo acusaron de conspiración para derrocar a Teodorico el Grande y lo condenaron a muerte. Como es lógico, se preguntó en su celda por qué, si se había unido al gobierno para usar sus conocimientos a favor del pueblo, de repente no era más que un delincuente encerrado, como si hubiera cometido el peor de los pecados. Es en ese momento cuando la Filosofía, encarnada en la figura de una dama elegante y perspicaz aparece para darle todo tipo de razonamientos que iluminen el camino que ha perdido en medio de sus lamentos.
Lo que me encontré en este libro me soprendió bastante. Tanto, que tuve que volver a desempolvar este blog en el que hace bastante tiempo no escribía ni una sílaba. Boecio no solo hizo una obra que lo cuestiona a uno de muchas maneras sino que también lo escribió de forma muy bella y atemporal. Y es que todo aquel que se ha enfrentado a la lectura de un libro de filosofía sabe que hay puntos en los que uno se pregunta si el libro está realmente en español o no, porque seguirle el paso puede ser bastante complicado. Pues bien, no es este el caso: la prosa es clara, concisa y además estética.
La filosofía le habla a Boecio de lo efímero que es el poder, la fama y el dinero y de cómo siendo el humano un ser dotado de razón, recurre a estos adornos externos para darse valor, cuando su capacidad de razonar para perseguir la virtud real es un tesoro mucho más importante. Boecio es alguien que ha tenido todo y lo ha perdido (aparentemente) pero en el fondo, sigue siendo el mismo y lleva consigo virtudes que nadie puede quitarle aunque lo encierre en una celda y lo condene a muerte. Y es que hay una frase que se me repite en la cabeza desde hace un tiempo que este texto hizo resonar aún más: ser uno mismo es irremediable. No importa cuán distraído esté uno en el mundo con otras cosas, lo que lleva dentro está siempre ahí, aún cuando por un tiempo lo ignoremos o lo dejemos de lado. Más allá de la fama y el respeto de las masas que igual perdió, Boecio era ante todo un filósofo y fue por esa razón que encontró en todas estas divagaciones el alivio que su alma necesitaba ante la injusticia. No pretendo discutir todo lo que menciona el libro pero sí la importancia de volver a la esencia, porque por mas que uno quiera evitarlo, no va a poder deshacerse de ella y eso es - si uno lo piensa bien - maravilloso.
Ahora: hay una mención constante de dios, que para mi caso particular hizo ruido porque tengo la impresión de que los argumentos terminan siempre en un punto ciego cuando se incluye un ser supremo en la ecuación, y hay que decir sucede un poco en este caso. Sin embargo, la búsqueda de la felicidad que se equipara a la virtud y al bien, las herramientas que tenemos más allá de lo material y la búsqueda de las respuestas dentro y no fuera del ser, son puntos a mi parecer universales. De todas maneras, fue interesante leer cómo concibe a dios la filosofía del relato. También es interesante la sensación que queda de buscarse uno mismo y entenderse, más allá de las condiciones externas en las que estamos y que solo nos determinan transitoriamente.
A Boecio, gracias. Y a la filosofía, muchas más gracias.
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