Alguna vez afirmé en Twitter - y
sostengo mi afirmación - que hay una subpoblación de hombres a los que les
encanta estar con mujeres que les hacen show por todo, que son celosas,
inseguras e incluso histéricas. Eso sí, ellos viven quejándose precisamente de
ese comportamiento pero no se alejan, ni buscan mujeres diferentes, sino que se
quedan ahí escuchando cómo les arman batallas campales, se justifican, agachan
la cabeza, piden disculpas, las calman y siguen como si nada. Creo firmemente
que deberían dejar de engañarse - y de paso dejar esa idea de convencer a los demás
de estar desesperados - y aceptar simplemente que les gusta eso, que mueren de
la felicidad cada vez que les pelean, que no pueden vivir sin esa tonelada de
dramas por cada paso que dan. No estoy muy segura, eso sí, de por qué esta
subpoblación de hombres gusta de esas situaciones, no sé si les alimenta el ego
o les gusta ver a las mujeres bravas o si es que simplemente se han habituado
tanto que ya les haría falta.
Ahora bien, he notado que hay
una subpoblación de mujeres (además de las histéricas) que también enloquecen a
los hombres. Viven preocupadas del peso, de la apariencia, del maquillaje, de
cómo se ven con la ropa que se ponen, buscan inducir piropos y halagos de parte
de los hombres que las rodean y sobretodo, actúan como damiselas en peligro
absolutamente todo el tiempo. No son capaces de nada, no les da la fuerza, ni
el empuje, ni el miedo. Se asustan por todo, por salir solas, por estar solas,
por hacer cualquier cosa, por levantar cualquier objeto, no toleran el exceso
de frío, ni el calor, ni la comida con grasa, ni los jugos con azúcar, mejor
dicho, ponen problema por cada paso que dan. Ahora, lo increíble de todo, es
que a pesar de todos los problemas que arman por cuanto detalle acontece, los
hombres están ahí detrás, para ayudarlas, levantarlas, abrigarlas, llevarlas,
traerlas y gastar hasta más del sueldo que ganan si con eso las tienen felices.
Primero pensé que esa actitud era un “lujo” reservado para las mujeres más
atractivas, que sólo por apariencia física tienen hipnotizados a los hombres,
pero me he dado cuenta que a la larga el físico pasa a un segundo plano si
ellas saben utilizar las armas correctas.
Recientemente un amigo me dijo
que tal vez yo no tenía mucho éxito con los hombres porque vivo dando la imagen
de no necesitar a nadie, que los tipos no se me acercan porque pensarán que para
qué. Al principio me sentí mal, hay que decirlo. Pero últimamente he estado
rodeada de un par de mujeres como las que he descrito y que efectivamente
tienen a todos los tipos detrás de ellas y decidí que lo que me dijo mi amigo a
la larga no me parece ofensivo, sino bastante favorable. Él tiene razón: yo no
necesito a nadie. No necesito que me ayuden a cargar nada, ni que me solucionen
los problemas y mucho menos soy una damisela en peligro que busca ser
rescatada. Me gustaría un igual, eso sí, pero jamás un dueño ni un príncipe.
Eso voy a dejarlo para los cuentos de hadas y para esas subpoblaciones de
hombres y mujeres que buscan y encuentran en esas actitudes lo que los hace
felices.
Diana escribís muy bien y es entretenido leerte.
ResponderEliminarEste problemática está en ambos sexos y son muchísimos los factores psicológicos que interfieren. Aunque me encanta la conclusión de que terminan esclavos de ese tipo de relaciones. Es que de hecho, eso les termina pasando siempre.
Creo que tu sana visión de estas personas, o mejor dicho tu sano distanciamiento emocional de ellos, te permite ser diferente y no sumisa a estas cosas (aunque puedes abrirte a que los demás te ayuden y no ser tan independiente! Es sano esto).
Tu autenticidad puede ser la principal herramienta para atraer a la persona de tu vida. Creé en vos porque tienes muchas cosas para hacerlo.
Saludos desde Argentina!
Muchas gracias por tu comentario, Ignacio. Tienes razón, la problemática está en ambos sexos.
EliminarJajajaja tengo un problema serio con aceptar ayuda, supongo que tengo que mejorar eso, lo intentaré en todo caso.
A ver Diana del Socorro…tengo una forma particular de decir esas cosas “Formas alternativas de felicidad” hago énfasis en la felicidad en el sentido en que evidentemente hay un placer en todas esas cosas: cantaletas, dramas, sentimientos de minusvalía, deseo de sentirse rescatada, que le formen peleas por todo. En ambos, opera un sentido narcisista de sentir que son algo más que un común “A mí me arma pelea, a mí me cantaletea” Sí, suena ridículo, pero así funcionan, pregúntale a cualquiera en esa situación ¿Qué sientes al momento de la cantaleta? Les costará responderte, porque no encuentran las palabras, lo mismo que sucede al describir un orgasmo.
ResponderEliminarOtra cosa Diana del Socorro de la santísima trinidad, es que hay muchos a quienes les cuesta ser ellos mismos, es mejor ser un cliché, bien se a la princesa necesitada que la rescaten o el príncipe que debe rescatar a la princesa en peligro, ambos roles son peligrosos. La princesa necesitada de rescate apelará a su inutilidad espiritual para conseguir lo que quiere y el príncipe difícilmente se resista a rescatar a esa princesa inútil para poder sentirse útil. ¿Ves lo perverso del asunto? No hay roto sin ese descosido, no hay sádico sin masoquista y no hay voyeur sin exhibicionista.
Otra cosa que veo acá, es la repetición constante de patrones, muchas cosas de esas vienen de casa. De eso no dudo en ningún momento. Madres cantaletosas, padres sobreprotectores o viceversa, que van creando un modelo sobre “el-debe-ser” pongo los guiones porque se establece una cadena entre lo que es, lo que obligadamente tiene que pasar y lo que es, como si tuviera una personalidad propia, un guion inquebrantable, un camino trazado.
Sustituimos y nos sustituyen, acá no es la excepción. Abogo por lo que uno debe conocerse demasiado a sí mismo antes de pretender conocer al otro; definir lo que queremos y no queremos para poder, al menos, llevar relaciones menos miserables. Cosa que no sucede con esos príncipes y princesas, es mejor repetir lo seguro (así sea doloroso) que probar con lo nuevo, ante lo desconocido. Es mejor dejar ir que irse dejando ser quien uno es.
Hay que perder el control de lo que uno cree ser, nos damos cuenta que vivimos patrones repetidos y no aquello que nos hace sentir realmente únicos. Lo que dices es muy común, lo veo mucho en consulta y siempre imagino como si existiera una fábrica de moldes. Por eso ante el insight o descubrimiento hay ansiedad, incluso miedo, porque la seguridad del dolor protege ante el incierto placer que después se justifica porque: ya lo sabía.
¿Ves? Tus entradas las respondo con otras entradas.
Un abrazo!!! :*