jueves, 30 de marzo de 2017

Se Respira Salsa

Cuenta mi mamá que desde que yo tenía unos cuatro años, bailaba siempre que escuchaba música o bailaban en la televisión. Eso sí, cuando ella o cualquier otra persona llegaban al cuarto y me observaban bailando, les decía: "¡no me mire!" y dejaba de hacerlo. En mi familia siempre ha existido una gran pasión por bailar, pero creo que ninguno lo disfruta tanto como lo hacía mi papá. Le gustaban todos los tipos de música posibles, se sabía las canciones y en las fiestas siempre llamaba la atención por su forma de bailar y vivir la música. Lo vi desde muy pequeña y él fue quien me enseñó a bailar salsa (con "Rebelión" de Joe Arroyo, que le encantaba) y merengue siendo una adolescente, que eran los ritmos necesarios para sobrevivir en las fiestas en ese momento. Casi siempre pienso en él cuando bailo. 

Ante mi pasión secreta, mi mamá decidió meterme en clases de baile. Inicié con ballet cuando tenía 5 años, luego pasé a flamenco y aprendí jotas, sevillanas, pasodobles y a tocar castañuelas. Mi maestra, sin embargo rara vez lanzó algún cumplido y con el paso de los años, eso me cansó y lo dejé. Inicié la universidad y en algún punto tuve la necesidad imperiosa de seguir bailando, así que después de muchos intentos fallidos, logré un cupo en el grupo de danza árabe en el 2010, justo cuando estaba haciendo la tesis de pregrado. Para ese momento no dormía ni comía mucho por el estrés y la clase tenía justo el horario del almuerzo, pero no me importó. Comencé a bailar allí y luego me fui a la academia de mi maestra. Con ellas bailé hasta el 2014. 

Para el 2015, que comenzó otra etapa una vez finalicé la maestría - y dicho sea de paso, recuperé mi vida - me fui a bailar danza árabe en otra academia. Presentamos varias coreografías, entre ellas, un flamenco árabe que mezcló esos dos tipos de música y baile que me gustan tanto. Para el fin de año, hubo una presentación de todos los grupos de la academia: ballet, bachata, danza árabe, tango, hip hop, jazz y salsa. Cuando vi la presentación de salsa, tuve una especie de epifanía: tenía que bailar salsa. 



Comenzó el 2016 y siguiendo la idea de finales de año, me inscribí a un grupo de salsa que resultó ser de nivel intermedio. Fue muy extraño. Yo amo bailar y he disfrutado cada uno de los ritmos que he aprendido en la vida. Pero la salsa es algo que uno lleva en las venas, como si sintiera un llamado de generaciones perdidas, como si cada célula del cuerpo respondiera de alguna manera a la música. No es fácil describir lo que siento al bailar salsa y lo diferente que es bailar ritmos propios de otras regiones del mundo. Independientemente de lo mucho que me gusta la danza árabe y el flamenco y del tiempo que pasé aprendiendo sus ritmos y buscando percibir la música para enmarcarla en movimientos, la salsa es otra cosa, fluye sola de alguna manera, es un idioma que uno habla y entiende perfectamente. 

La salsa es seguramente una de las más valiosas herencias de la cultura latinoamericana. Si hay algo que puede describirnos bien, sin duda alguna es el baile, la música, la alegría y la rumba. Las fiestas de hoy en Bogotá no incluyen salsa a menos que uno vaya a bares específicos, a los cuales acostumbro ir ahora. Se respira salsa. Es indescriptible. 





2 comentarios:

  1. Me encanta tu blog, escribes muy bien y transmites muchas cosas positivas a la gente. Por fa escribe mas seguido. ;)!

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