jueves, 27 de abril de 2017

Mujeres Maravillosas

Mujeres de todas las edades golpeadas, agredidas, violentadas, atacadas con ácido, violadas y hasta empaladas por todas partes. Mujeres anuladas, con problemas de autoestima, mujeres que no ven lo bueno que tienen ni siquiera escarbando en lo más profundo del inconsciente (y en este grupo me incluyo). Mujeres que han sido y son hoy en día una especie de botín de guerra, objetos decorativos, adornos anulados. Y aún así, mujeres que luchan todos los días, que son madres, que trabajan, que dirigen hogares, que dirigen empresas, que enseñan y que siguen de pie, a pesar de todo.

Trabajo en un lugar que hace ciencia y que se mueve bajo intereses altruistas. Es un lugar donde hay un sinnúmero de mujeres inteligentes y maravillosas, que han estudiado y lo siguen haciendo y que se esfuerzan todos los días para leer más, aprender más, trabajar más, inventar, descubrir y desarrollar. En este lugar, hay muy pocos hombres: sólo dos jefes y uno que otro más, pero el 99% del personal son mujeres. Las veo todos los días y las admiro mucho. Acabamos de leer un artículo de cómo se hacen trasplantes de sangre de cordón umbilical a pacientes con enfermedades hematológicas, escrito principalmente por mujeres: ellas, que coordinan las áreas de trasplante de algunos hospitales y que además dirigen los bancos de sangre de cordón. Hay muchas mujeres también que no conozco y que están ahí, a diario, trabajando, ocupadas, pensando cosas nuevas. Esta no es una nota feminazi, esa palabra con la que algunos designan todo ahora cuando alguna de nosotras quiere alzar la voz y decir lo que piensa. No pretendo decir que somos mejores que los hombres o que ellos son malos. Esta es una nota que quiere destacar un ejemplo de resiliencia y de lucha. En un mundo que se ha empeñado en culparnos de muchas cosas, en especial de las cosas que nos pasan, se escuchan por fin, más y más voces cada vez que nos repiten que esas cosas no son nuestra culpa, ni nuestra entera responsabilidad y que somos maravillosas, cada una de diversas formas.

No quiero sonar como alguien que construye una teoría de conspiración con todo. Pero sí quisiera saber, ¿por qué si somos capaces de tantas cosas, si movemos fuerzas tan grandes, empresas, hogares, investigaciones, y muchas cosas más, seguimos cayendo a veces en ese oscuro mundo de menosprecio y de falta de amor propio? ¿Por qué sigue apareciendo una idea en mi cabeza (y en la de muchas mujeres que conozco) que me repite que no soy suficiente, que no tengo nada que aportar, que no soy bonita, que me compara de manera auto-destructiva con las demás? ¿Por qué no puedo estar en la orilla de la tranquilidad y de la auto-confianza? 

Hay pocas respuestas ahora. Pero quizás, aparecerán en algún momento.

martes, 18 de abril de 2017

Aprendiendo a sentir

Después de más de una década de negativas, me decidí por fin a ir a terapia psicológica. Está claro para quienes me conocen que soy bastante obstinada y sobretodo, que no me gusta pedir ayuda hasta estar en las últimas (aplica para la salud física y mental). Eso no me enorgullece realmente, en especial después de esperar en una salida de campo hasta el punto de no poder ponerme de pie por la deshidratación para recurrir a un médico.

A veces siento que estoy volviendo a empezar un proceso. Estuve releyendo una serie de escritos de este blog y es como si hubiera olvidado un montón de lecciones que había aprendido. De pronto fueron claras en ese momento, pero "no bajarás dos veces al mismo río" y ni yo soy la misma ni la vida tampoco. Se hace necesario comenzar de nuevo, paso a paso, corrigiendo errores, prejuicios, filtros, formas de pensar, ideas parásitas y sobretodo, dejando de lado tanto raciocinio y aprendiendo a sentir y a dejarse llevar por eso que uno siente (¡que alguien me ayude con eso, que es bien difícil!)

He racionalizado tanto mi vida, que a veces no es claro qué siento, qué quiero y hacia dónde voy a ir. La razón se me volvió un dogma irrefutable por varios años, para luego darme cuenta que las respuestas no estaban ahí, salvo por las de una tesis o un proyecto de investigación. Y entonces, cuando me preguntan qué siento, la verdad es que muchas veces no tengo idea. Si alguien pudiera ver mi mente en esos momentos, vería un espacio blanco, vacío. 

Es una búsqueda, supongo, que a veces me llena de desesperanza y de impotencia. Pero a veces, también, siento la imperiosa de necesidad de hacer algo, como por ejemplo de escribir esto.



jueves, 13 de abril de 2017

Latinoamérica

José María Samper fue uno de los primeros pensadores colombianos a quién muchos le debemos bastante. Fue él quien presentó el proyecto de ley que dio creación a la Universidad Nacional de Colombia, mi alma mater. Fue también uno de los primeros que se dedicó a repensar el continente como unidad y seguramente de los primeros en participar en la comprensión y construcción de nuestra nación y nuestro pueblo. Llegué a él por Victor Viviescas Monsalve, un ingeniero mecánico y dramaturgo colombiano, que participó en la cátedra Marta Traba. Marta, la escritora y crítica de arte argentina, que dedicó su vida a estudiar la cultura latinoamericana y que se enamoró de Colombia. De ella me habló Ana María, mi jefe, de su vida, de sus obras y de su trágica muerte, cuando se dirigía al Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana.

Seguramente a causa de la innegable crisis que está atravesando cada rincón del mundo - incluyendo nuestro país - y de unas tertulias históricas que hacemos con algunos amigos cada quince días, me he planteado seriamente si tenemos en realidad un sentido de pertenencia, una idiosincrasia, una construcción de lo que somos desde nosotros y no desde la perspectiva de quienes llegaron acá. Para eso, me he dedicado a leer a quienes lo han analizado (que son más bien pocos) y a buscar la fuente misma, la raíz de quienes estaban presentes en los momentos álgidos del nacimiento de nuestra cultura después de un evento tan crítico como la llegada de los colonos con lo que eso implica: la imposición de cientos de costumbres, la destrucción de las autóctonas, la extinción de los pueblos y finalmente la mezcla de razas, esa que hasta en nuestros genes es innegable. Cabe anotar que no es lo mismo iniciar una sociedad o una nación con un simple asentamiento de personas a iniciarlo después de la toma violenta de ese mismo asentamiento por parte de otra sociedad que ya tiene costumbres y cultura establecidas.

José María Samper escribe en su Ensayo sobre las revoluciones políticas un párrafo impactante (que menciona Monsalve en el texto derivado de la cátedra):

"¿Sabe Europa alguna otra cosa del continente o del mundo de Colombia? [...]. Parece que no, si juzgamos por los hechos. Las sociedades europeas saben que tenemos volcanes, terremotos, indios salvajes, caimanes, ríos inmensos, estupendas montañas, mosquitos, calor y fiebres en las costas y los valles húmedos, boas y mil clases de serpientes, negros y mestizos, y una insurrección o reacción a mañana y tarde. Saben también que producimos oro y plata, quinas y tabaco, y mil otros artículos de comercio. Eso es todo. Pero ¿conocen acaso nuestra historia colonial, la índole de nuestras revoluciones, los tipos de nuestras razas y castas, la estructura de nuestras instituciones, el genio de nuestras costumbres, las influencias que nos rodean, las condiciones del trato internacional que se nos da, las tendencias que nos animan, y el carácter de nuestra literatura, nuestro periodismo y nuestras relaciones íntimas?".

Parque Tayrona, Cabo San Juan. Santa Marta, Colombia.


Monsalve hace un análisis mucho más profundo que el mío. Pero lo primero que se me ocurrió al leer ese fragmento fue: ¿ESO ES TODO? ¡Sí, eso es todo! Samper se expresa tratando de engalanar una serie de factores prestados, que provienen de los colonos y habla de lo que representa nuestra mayor riqueza (las personas y la naturaleza) como si fueran cualquier cosa que no vale nada. Es decir, parece que trata a toda costa de resaltar una élite académica que se formó con base en esa misma cultura instaurada por los propios europeos y deja de lado lo que en realidad somos. No sé si el asunto es intencional o no, sería atrevido afirmar cualquier cosa. Pero Monsalve enfatiza que "el continente se piensa por primera vez como unidad desde la mirada del conquistador" y no puede ser más cierto.

Hoy sigue pasando. Los europeos y los norteamericanos (que hacen parte de nuestro continente pero se hallan fuera de Latinoamérica), que son las culturas líderes del mundo, saben bien qué es lo que tenemos. Conocen perfectamente nuestras fuentes hídricas, la riqueza de nuestra tierra, el oro, la plata, las frutas diversas, dulces y jugosas, la diversidad de nuestros animales, el calor de nuestra gente, el ritmo, los tambores, la libertad cultural que es lo único que no han podido quitarnos porque está en la sangre. Pero para nosotros, esas son cosas sin importancia. Estamos tan centrados en querer ser como ellos, en seguir sus instituciones, su ejemplo, su cultura, que no nos damos cuenta de la gran riqueza que tenemos. Es cierto, no todo es bueno, ¿pero acaso lo es en alguna cultura? ¿Podemos dejar de centrarnos únicamente en lo malo? Algunas personas me han dicho que no tengo razón, que ese es el mundo civilizado, que si algo funciona no hay que cambiarlo. Pero yo pienso diferente y mi punto de vista es válido. Hay que voltear a ver qué es lo que tenemos y apreciarlo y sentirlo propio, como un himno, así tan maravilloso como es. No es menos de lo que ellos tienen, es diferente. Y valdría la pena investigar más, para ver si eso que pensamos hoy, tantos años después es consecuencia de esa visión del colono, de aquel que quiso imponer y si estamos o no valorando lo que no podemos negar: lo que somos. 

No importa si no está de acuerdo conmigo, yo lo respeto. Pero esto es algo que necesitaba escribir. Ahora mismo me embarga un amor gigante por mi gente y por mi tierra, así, como es.  

"El que no quiere a su patria, no quiere a su madre. Soy América Latina, un pueblo sin piernas pero que camina"

La vida es un ejercicio de paciencia

Esto puede parecer increíblemente pretencioso pero la verdad es que no lo es: he tenido casi siempre como una costumbre general de vida no l...