Mujeres de todas las edades golpeadas, agredidas, violentadas, atacadas con ácido, violadas y hasta empaladas por todas partes. Mujeres anuladas, con problemas de autoestima, mujeres que no ven lo bueno que tienen ni siquiera escarbando en lo más profundo del inconsciente (y en este grupo me incluyo). Mujeres que han sido y son hoy en día una especie de botín de guerra, objetos decorativos, adornos anulados. Y aún así, mujeres que luchan todos los días, que son madres, que trabajan, que dirigen hogares, que dirigen empresas, que enseñan y que siguen de pie, a pesar de todo.
Trabajo en un lugar que hace ciencia y que se mueve bajo intereses altruistas. Es un lugar donde hay un sinnúmero de mujeres inteligentes y maravillosas, que han estudiado y lo siguen haciendo y que se esfuerzan todos los días para leer más, aprender más, trabajar más, inventar, descubrir y desarrollar. En este lugar, hay muy pocos hombres: sólo dos jefes y uno que otro más, pero el 99% del personal son mujeres. Las veo todos los días y las admiro mucho. Acabamos de leer un artículo de cómo se hacen trasplantes de sangre de cordón umbilical a pacientes con enfermedades hematológicas, escrito principalmente por mujeres: ellas, que coordinan las áreas de trasplante de algunos hospitales y que además dirigen los bancos de sangre de cordón. Hay muchas mujeres también que no conozco y que están ahí, a diario, trabajando, ocupadas, pensando cosas nuevas. Esta no es una nota feminazi, esa palabra con la que algunos designan todo ahora cuando alguna de nosotras quiere alzar la voz y decir lo que piensa. No pretendo decir que somos mejores que los hombres o que ellos son malos. Esta es una nota que quiere destacar un ejemplo de resiliencia y de lucha. En un mundo que se ha empeñado en culparnos de muchas cosas, en especial de las cosas que nos pasan, se escuchan por fin, más y más voces cada vez que nos repiten que esas cosas no son nuestra culpa, ni nuestra entera responsabilidad y que somos maravillosas, cada una de diversas formas.
No quiero sonar como alguien que construye una teoría de conspiración con todo. Pero sí quisiera saber, ¿por qué si somos capaces de tantas cosas, si movemos fuerzas tan grandes, empresas, hogares, investigaciones, y muchas cosas más, seguimos cayendo a veces en ese oscuro mundo de menosprecio y de falta de amor propio? ¿Por qué sigue apareciendo una idea en mi cabeza (y en la de muchas mujeres que conozco) que me repite que no soy suficiente, que no tengo nada que aportar, que no soy bonita, que me compara de manera auto-destructiva con las demás? ¿Por qué no puedo estar en la orilla de la tranquilidad y de la auto-confianza?
Hay pocas respuestas ahora. Pero quizás, aparecerán en algún momento.
Yo también las admiro y las quiero. Y mucho. Son auténticas, inteligentes, interesantes, divertidas, juiciosas e irreverentes simultáneamente. Mujeres, no niñas. Admirables mujeres que trabajan con amor y se les nota. Es un orgullo trabajar esos seres tan femeninamente competentes. Las mujeres juntas en un equipo de trabajo son garantía de calidad y excelencia: cuidan los procesos técnicos y científicos así como cuidan de sí mismas y sus familias.
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