martes, 7 de febrero de 2012

Salvemos el Planeta


El grave problema de la humanidad es el antropocentrismo. No sé bien en qué momento se nos ocurre que somos la cúspide de la creación o de la evolución (lo que usted decida creer) pero incluso mis alumnas más jóvenes hablan con desdén de formas de vida “simples” y sólo están interesadas en cómo funciona el cuerpo humano. No voy a negarlo, la fisiología humana es una maravilla, pero no olvidemos que esas formas de vida procariotas como las bacterias o incluso las que están en el límite de lo vivo y lo no vivo como los virus, pueden acabar con una vida humana fácilmente.

El cuento de salvar al ambiente se ha convertido en un sueño hippie para la mayoría en nuestra sociedad. Si uno menciona algo sobre “cuidar la naturaleza” es automáticamente un activista, un loco, un soñador o un enemigo del progreso. De todas maneras la mayoría “ejercemos” sentados frente al computador, quejándonos en redes sociales donde a muy pocos importa. Y lo cierto es que aún si nos fuéramos a pelear con pancartas y elevar arengas en el Huila, no podríamos hacer mucho porque está claro que ante la voz de dinero, unos cuantos ciudadanos quejándose no implican mucha amenaza. Es cuestión de matarlos y ya. Suena horrible, pero así funciona en este país y está más que demostrado.

Sin embargo, como lo dice George Carlin de manera tan graciosa y además clara en una de sus rutinas, no entiendo en qué momento creemos que tenemos el poder de “salvar el planeta”. Como ya lo había mencionado en una entrada anterior, mis profesores de evolución por ejemplo, consideran la desaparición de especies como parte de la selección natural. Ahora, que nosotros actuamos como fuerza selectiva es verdad, pero en algún momento desapareceremos y otras formas de vida surgirán. Si hay gusanos poliquetos en la fosa de las Marianas que toleran esa presión y temperatura u otros viviendo en medio de dorsales oceánicas, no entiendo por qué pensar que la vida en general va a destruirse.

Efectivamente, acabar con los humedales y desviar ríos tan importantes como el Magdalena son ideas estúpidas y criticables. Basta con ver las inundaciones provocadas por el invierno hace apenas unos meses para darse cuenta que invadir y rellenar cuerpos de agua en las ciudades es una mala idea, pero no para el planeta sino para la gente. La sabana de Bogotá sigue ahí y probablemente reclamará su espacio pronto (ojo, NO es una venganza hacia nosotros, recuerden que no somos el centro del universo), se acabarán algunos edificios, universidades construidas en medio del cauce de un río, colegios, cementerios, conjuntos…en fin. Desviar el cauce del río Magdalena producirá a largo plazo una situación parecida en algunas poblaciones, es más, la secuencia de hechos podría ser: fallas en las obras iniciales, básicamente en los intentos de desvío del río, la inundación de las hectáreas que mencionan será relativamente sencilla, la planta quedará instalada, probablemente emitiendo CO2 para acabar de completar el problema, funcionará durante unos años, la gente olvidará lo que pasó y estará agradecida hacia la empresa por suministrar luz y luego, las comunes variaciones climáticas inundarán de nuevo el antiguo lecho, porque de seguro es un suelo rico en arcillas, inundable a más no poder, razón por la cual se había convertido previamente en una fuente hidrográfica importante. La gente se lamentará ante las tragedias, la contaminación y condenarán a la misma empresa que adoraron por los males causados. Aquí se enfrentan los dilemas naturales y los sociales, el progreso y el balance de la tierra. Pero es que la tierra se cuida sola, estará parcialmente dañada y afectada, sí, pero seguirá siendo ese imponente ente lleno de lava, con agua, tierra, oxígeno y formas de vida variadas. Dentro de esas formas de vida probablemente no estaremos nosotros, porque no hemos entendido que la vida es muy frágil. Como lo dice Carlin, salvarla es otro sueño antropocentrista. Respetarla es lo que deberíamos hacer, al menos desde donde estamos sentados.



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