domingo, 30 de septiembre de 2012

Tiempo sin tí


No sabes cuánto me alegra que todo te esté saliendo bien. Me alegra muchísimo que estés cumpliendo tus metas a corto plazo y deseo fervientemente que las que toman más tiempo salgan muy bien, a pesar de los tropiezos de la vida que nunca faltan.

Ya no me interesa buscar sobre tu vida, ya no pregunto por ti, solo me entero por eventos fortuitos y está muy bien así. Eres una parte muy importante del pasado y eso no va a cambiar, pero como lo que se vive es el presente, me alegra - y me sorprende también - ver que ya no te necesito.

Sin embargo, ya no quiero verte más. No sé cuánto tiempo tome esta fase de lejanía, espero que mucho, pero sí sé que no quiero contacto contigo. Me gusta más como soy sin ti, me gusta más como soy ahora porque sola he aprendido muchas cosas sobre mí misma y lo más importante: he aprendido a aceptarlas. También me gusta pensar que eres mejor sin mí, porque así se que las cosas son como deberían ser. 

jueves, 27 de septiembre de 2012

Alimentos Transgénicos


El Ministerio de Educación y los colegios se han preocupado por diseñar un completo pensum para enseñar ciencias. Mis estudiantes ven temas que nosotros jamás vimos: modelos de evolución, genética molecular y mendeliana, evolución de invertebrados y vertebrados, biología celular, teorías del origen de la vida, ecología de poblaciones, ecología de comunidades y ecosistemas, cáncer, fisiología, virología, genética, mejor dicho, de todo.

Lo que más me llama la atención es que sin importar cuántos temas se aprendan los alumnos en clase para un examen, cuando uno les pregunta para qué se les ocurre que se dividen las células, no tienen la más mínima idea. Y es más, cuando uno les pregunta cómo harían para investigar algo o si les pide una visión crítica, nada. Estamos perdiendo el tiempo: la ciencia a punta de datos memorizados es inútil, su objetivo es que pensemos, que analicemos y argumentemos y claramente no lo estamos logrando. Estamos creando – con algunas excepciones, supongo – un ejército de personas que odian la biología, la química, la matemática y la física por temáticas saturadas y se nos ha olvidado lo más importante: no les enseñamos a pensar. Eso es bien triste.

Ayer leí el artículo de la revista Semana sobre una investigación en Francia acerca de las consecuencias del consumo de maíz transgénico. Quiero aclarar ante todo que NO PRETENDO defender a Monsanto, ni atacar al investigador y que no tengo el más mínimo conflicto de interés: esta es únicamente mi opinión.
Lo primero que me queda claro es que los medios nos manipulan sin descanso y nosotros nos vamos para donde nos digan. Precisamente comencé por las observaciones sobre la educación, porque si hay algo que deberíamos aprender en el colegio es a no tragar entero y a tener una visión crítica y lo más objetiva posible, pensando y analizando en lugar de correr como caballos desbocados atacando lo que se atraviese y de la forma que nos han dicho que lo hagamos.

Yo tengo mis reservas sobre los transgénicos porque estoy cada vez más convencida que – como mencioné en mi entrada de ayer – en los genes no se puede confiar y que las redes que regulan la vida son tan complejas y tan extensas que es absolutamente imposible modificar, silenciar o sobre-expresar un gen en un organismo vivo si afectar otros procesos. Sin embargo, la selección y manipulación genética existen desde que el hombre se aventuró a elegir plantas específicas para cultivar porque ofrecen frutos más grandes, más jugosos y más atractivos. Las mutaciones aparecen espontáneamente en los seres vivos por procesos moleculares y pueden o no ser exitosas. El agricultor se entromete entonces eligiendo las mejores variantes para la venta y el consumo. Y eso ocurre sin necesidad de hablar de ingeniería genética.

Si alguna vez ha ido al monte a buscar frutas, se dará cuenta que jamás se encuentra uno una piña silvestre como las que venden en los supermercados en términos de tamaño y sabor. Aclaremos una cosa: los seres vivos NO están ahí para brindarnos nada en particular, simplemente sobreviven. Las plantas necesitan las frutas para atraer animales que dispersen sus semillas, que las piñas sean enormes para una familia de 10 personas no se contempla ni es importante para la planta, que nosotros lo explotemos es otra cosa.

Ahora bien, es cierto que los cultivos traen 30.000 consecuencias: la destrucción de ecosistemas naturales, la utilización de químicos para controlar las plagas, la modificación genética para producir plantas resistentes, más grandes, más jugosas. El problema de fondo es que la tierra, por sí sola, con sus productos naturales y sin alterar ya no es suficiente para alimentar a nuestra especie que además acaba con todos los recursos posibles. Nuestro sistema económico no soportaría la utilización de las plantas como las encontramos en el monte, ni de los animales que explotamos para nuestro ritmo de vida. ¿Tenemos algún derecho sobre la manipulación de la vida? Por supuesto que no, pero así funciona. A ese ritmo se mueve el mundo. De lo que sí estoy segura es que no falta mucho para que alcancemos la capacidad de carga del ambiente y lo que pase después, eso sí es un misterio para mí.

El artículo de la revista Semana tiene un  ligero tinte pretencioso. Un artículo como este JAMÁS es fuente suficiente para evaluar con detalle un estudio. Quise buscar el artículo original, pero no se encuentra en ninguna de las revistas científicas de alto impacto como Nature o Science, lo cual de por sí es curioso siendo un estudio de tan amplia envergadura. Puede que las revistas científicas defiendan sus intereses también, pero estas en particular probablemente no podrían ignorar algo como esto. Hay otras cosas también: el tamaño muestral es estadísticamente muy pequeño, estamos hablando de cepas de ratas albinas, con una gran cantidad de mutaciones dirigidas para inhabilitar por completo su sistema inmunológico, homozigotas por pertenecer a líneas puras, con una altísima propensión a desarrollar cáncer (enfermedad que, dicho sea de paso, no tenemos idea de por qué exactamente inicia), siendo alimentadas ÚNICA y EXCLUSIVAMENTE por esta cepa particular de maíz. Estoy de acuerdo en realizar investigaciones sobre los efectos de plantas modificadas genéticamente, pero sin un sesgo como éste. Soy consciente también de la dificultad que representa nuestro anhelo por los tan de moda “alimentos orgánicos”, que pretenden hacernos sentir mejor sobre una verdad innegable: estamos acabando con los recursos de la tierra, el tamaño de nuestra población está fuera de control. Muy loable el intento de dejar todo quieto y sin dañarlo, pero ya hemos cambiado muchas cosas. Eso sí, me mantengo firme en mi opinión al respecto: la tierra no se acabará, pero tal vez nosotros sí.

Los efectos adversos sobre alimentos transgénicos se han buscado desde que comenzaron a usarse. Si me preguntan, me parece que puede ser peor la utilización de los químicos para atacar las plagas, pero no soy experta en el tema. Habrá que ver si otros científicos se deciden a diseñar experimentos con menos sesgo. En cuanto al libro de ser conejillos de indias… ¿no lo sabíamos ya?

miércoles, 26 de septiembre de 2012

En los genes no se puede confiar


Estudié toda la carrera con la plena convicción de amar la biología molecular y celular, el trabajo en el laboratorio, los cultivos, la disciplina, la necesidad de un diseño experimental bien pensado, con un orden lógico, detallado. Me gradué convencida de querer investigar en cáncer, de buscar una opción terapéutica, un método de prevención, algo que salga del conocimiento básico y que pueda ser utilizado a largo plazo en pacientes, que tenga una aplicación tangible.

Pues bueno, los intereses siguen intactos, aún me interesa la biología celular y finalmente he logrado ubicarme en un grupo de trabajo cuyo objeto principal de estudio es la leucemia, aunque en realidad soy una especie de estudiante híbrido entre el grupo de biología celular y molecular y el de fisiología celular. Me di cuenta que mis conocimientos en cáncer son bastante limitados y que era – y es – absolutamente necesario leer y estar al tanto del tema porque avanza a pasos agigantados y si uno no está al día, las ideas se le van quedando atrás mientras otros siguen adelante.

Comencé por supuesto con revisiones extensas, que me describieran el tema de forma general, porque eso sí, pocos temas tan densos como la dinámica del cáncer y especialmente la leucemia. Siguieron artículos primarios que normalmente tienen un altísimo grado de especificidad y cuyo principal afán es encontrar una molécula que sirva como target para atacarla en las células cancerígenas. Curiosamente, identificarlas y silenciarlas es fácil. Sin embargo, no basta para curar el cáncer.

Mario Bunge menciona en uno de sus textos que el universo y el mundo natural es un gran terreno desconocido e inexplorado. Sin embargo, es imposible tratar de observarlo y comprenderlo todo al tiempo, porque es tan vasto y tan complejo que perderíamos de vista muchas cosas. Entonces, se crea la necesidad de fraccionarlo, de dividirlo en parcelas que puedan estudiarse más fácilmente y cuando se hayan descubierto los fenómenos en cada una, podremos tener una visión integradora. Pues bien, me parece que estamos bien ubicados en las parcelas pero la parte de integrar nos falla y por mucho. Cualquier tipo de problema biológico está enmarcado en un contexto enorme e influyente y pretender estudiar, caracterizar y atacar una molécula en una enorme entidad viviente como es un organismo, no tiene el más mínimo sentido.

La cantidad de genes, proteínas, receptores, dinámicas y procesos biológicos que se alteran en una célula cancerosa no puede explicarse por una diminuta molécula. Para muchos biólogos moleculares resulta incluso absurdo pensar que las células circundantes puedan tener un efecto importante sobre el ciclo celular o la movilidad aún cuando está más que comprobado que para conformar un tejido o un órgano es vital la comunicación celular, como si una le diera un mensaje a su vecina sobre lo que debe hacer. El delicado balance en que se encuentra un organismo funcional es maravilloso y complejísimo. La direccionalidad con que parecen actuar las células cancerígenas es tan increíble que cada vez me convenzo más: es momento de abandonar el sentido “todopoderoso” que les damos a los genes. La red es mucho más grande de lo que pensamos. En los genes no se puede confiar.


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Una Carrera de Comités y un Cuento Largo



Cuando Alicia llegó al país de las maravillas y terminó nadando en sus propias lágrimas junto a diversas especies de aves y un ratón, decidieron hacer una carrera para secarse. El ejercicio consistía en correr en círculos, por lo cual ningún participante perdería. Alicia tuvo que darles golosinas a todos los participantes y aunque nadie ganó la carrera, lograron secarse.

La investigación en cáncer siempre ha sido mi sueño. Es una enfermedad tan extraña, tan sistemática, tan inesperada y tan inexplicable que me llama la atención estudiarla y por qué no soñar con el desarrollo o al menos intento de una opción terapéutica. Me estoy aventurando en el largo y pedregoso camino de este campo y mi primera impresión es que estamos en esa misma carrera de comités.

La investigación clínica pretende identificar moléculas (proteínas, generalmente) implicadas en la patogénesis para atacarlas con algún medicamento y evitar la progresión de la enfermedad, cualquiera que esta sea. El cáncer por supuesto no es la excepción, aunque el grave problema es que ésta es una anomalía de las células propias y por supuesto atacarlas de manera inespecífica implica también atacar a las células sanas.

Estamos en la era de la biología molecular. La genética ha estado de moda desde hace varios años ya, buscamos genes, su respectiva proteína, tratamos de averiguar qué hace y si tiene un papel importante en las enfermedades. Sin embargo, mi impresión  es que estamos corriendo en círculos y no llegamos a ninguna parte. Por supuesto se obtienen dulces al final, cuando se determina qué hace un gen, una proteína, dónde está, con qué interactúa…pero es que el cuerpo humano no trabaja a punta de moléculas aisladas, en los genes no se puede confiar y una sola proteína está regulada por otros 200 factores ambientales, celulares, genéticos…el cuerpo humano tiene una fisiología compleja y milimétrica además, entonces, tengo la sensación de que es inútil atribuirle tanto poder a una molécula diminuta. El cuento es bien largo, tanto que no parece tener fin.

Este asunto está ocupando una buena proporción de mis reflexiones diarias. No creo que estemos viendo la dimensión real de las cosas, creo que nos sentamos a competir todos a ver si nos secamos pero no tenemos resultados del todo concretos. Veremos entonces quién se queda con el dedal.




martes, 4 de septiembre de 2012

Por qué elegí Biología en lugar de Medicina


A mí siempre me encantó la biología, incluso cuando en el colegio el profesor de séptimo, Mauricio, hacía esos exámenes que lo tenían a uno más de dos horas pensando en evolución de invertebrados y vertebrados. Sin embargo, no tenía idea que existía un pregrado en biología, así que comencé a crear todo un proyecto de vida basándome en estudiar medicina, que era lo más cercano. Luego, en medio de mis repetidas auto-promesas no cumplidas de estudiar para el ICFES cuando estaba en once, apareció Andrea (@AndreDelP) contando que había hecho un PRE-ICFES en la Universidad del Bosque donde recién habían abierto la carrera de biología y la estaban promocionando a diestra y siniestra. Me pareció rarísimo (no sé por qué para mí era tan alejada la idea de tener un pregrado en ciencias básicas) pero a la vez me gustó porque ella comenzó a explicarnos el pénsum, las líneas de investigación y sobretodo, nos aclaró que el quehacer de un biólogo era investigar. Estábamos en un curso llamado 11 Salud en medio del experimento del colegio para dividir a las estudiantes de acuerdo con sus intereses profesionales, con la convicción de estudiar medicina tambaleando. La posibilidad de hacer investigación en el área clínica sin tener que tratar pacientes directamente, sin quedarme en consulta externa, sin estar en urgencias o llorando por alguna vida que se me escapara en las manos fue una epifanía: eso era lo que yo quería hacer. Y efectivamente eso hice. Cada día me levanto más convencida, más feliz y más satisfecha porque esa fue la decisión correcta. Cada día me levanto más enamorada de lo que hago y eso no se paga con nada. Por cierto, @AndreDelP también es bióloga (gracias por el dato).

Explicar qué hacemos los biólogos es difícil porque para la mayoría de las personas la idea de estudiar una ciencia básica es tan alejada como lo era para mí cuando estaba en el colegio. Si digo que trabajo en investigación clínica me preguntan si soy médico, si digo que “creamos conocimiento” no me creen y si digo que estudiamos los organismos vivos y sus interacciones me preguntan si me gusta cuidar parques. También me ha preguntado para qué sirve eso, si aquí se consigue trabajo, si es muy fácil o muy difícil, si la única opción es irse del país, si todos los biólogos fuman marihuana para hablar con los delfines, si estudié biología porque no pasé a medicina…Decidí irme por el mejor camino que he podido encontrar en el cual no digo mentiras sino que explico lo que hago con palabras complejas para que no pregunten, porque está claro que al 90% de la población no le interesa aprender - y mucho menos de biología - en medio de una tarde de café o en una conversación pasajera. Solo respondo con un: “trabajo investigando en leucemia linfocítica aguda utilizando células madre hematopoyéticas de cordón umbilical”. Ya con eso, nadie pregunta. Supongo que escuchan la palabra leucemia o cáncer y asumen que es importante.

He encontrado, eso sí, más de una persona que realmente sabe qué hace un biólogo o por lo menos se interesa por saberlo. Son las mismas personas que me preguntan por qué me gusta y se alegran al escuchar la respuesta. Alguien me dijo una vez que me brillaban los ojos hablando del tema. Y tiene razón. Hoy estaba en clase de biología tumoral escuchando las nuevas teorías del cáncer, que rompen completamente el paradigma que existe desde hace tantos años con respecto a la enfermedad. Me acordé de ese comentario. Supongo que me estaban brillando los ojos.

La vida es un ejercicio de paciencia

Esto puede parecer increíblemente pretencioso pero la verdad es que no lo es: he tenido casi siempre como una costumbre general de vida no l...