jueves, 27 de septiembre de 2012

Alimentos Transgénicos


El Ministerio de Educación y los colegios se han preocupado por diseñar un completo pensum para enseñar ciencias. Mis estudiantes ven temas que nosotros jamás vimos: modelos de evolución, genética molecular y mendeliana, evolución de invertebrados y vertebrados, biología celular, teorías del origen de la vida, ecología de poblaciones, ecología de comunidades y ecosistemas, cáncer, fisiología, virología, genética, mejor dicho, de todo.

Lo que más me llama la atención es que sin importar cuántos temas se aprendan los alumnos en clase para un examen, cuando uno les pregunta para qué se les ocurre que se dividen las células, no tienen la más mínima idea. Y es más, cuando uno les pregunta cómo harían para investigar algo o si les pide una visión crítica, nada. Estamos perdiendo el tiempo: la ciencia a punta de datos memorizados es inútil, su objetivo es que pensemos, que analicemos y argumentemos y claramente no lo estamos logrando. Estamos creando – con algunas excepciones, supongo – un ejército de personas que odian la biología, la química, la matemática y la física por temáticas saturadas y se nos ha olvidado lo más importante: no les enseñamos a pensar. Eso es bien triste.

Ayer leí el artículo de la revista Semana sobre una investigación en Francia acerca de las consecuencias del consumo de maíz transgénico. Quiero aclarar ante todo que NO PRETENDO defender a Monsanto, ni atacar al investigador y que no tengo el más mínimo conflicto de interés: esta es únicamente mi opinión.
Lo primero que me queda claro es que los medios nos manipulan sin descanso y nosotros nos vamos para donde nos digan. Precisamente comencé por las observaciones sobre la educación, porque si hay algo que deberíamos aprender en el colegio es a no tragar entero y a tener una visión crítica y lo más objetiva posible, pensando y analizando en lugar de correr como caballos desbocados atacando lo que se atraviese y de la forma que nos han dicho que lo hagamos.

Yo tengo mis reservas sobre los transgénicos porque estoy cada vez más convencida que – como mencioné en mi entrada de ayer – en los genes no se puede confiar y que las redes que regulan la vida son tan complejas y tan extensas que es absolutamente imposible modificar, silenciar o sobre-expresar un gen en un organismo vivo si afectar otros procesos. Sin embargo, la selección y manipulación genética existen desde que el hombre se aventuró a elegir plantas específicas para cultivar porque ofrecen frutos más grandes, más jugosos y más atractivos. Las mutaciones aparecen espontáneamente en los seres vivos por procesos moleculares y pueden o no ser exitosas. El agricultor se entromete entonces eligiendo las mejores variantes para la venta y el consumo. Y eso ocurre sin necesidad de hablar de ingeniería genética.

Si alguna vez ha ido al monte a buscar frutas, se dará cuenta que jamás se encuentra uno una piña silvestre como las que venden en los supermercados en términos de tamaño y sabor. Aclaremos una cosa: los seres vivos NO están ahí para brindarnos nada en particular, simplemente sobreviven. Las plantas necesitan las frutas para atraer animales que dispersen sus semillas, que las piñas sean enormes para una familia de 10 personas no se contempla ni es importante para la planta, que nosotros lo explotemos es otra cosa.

Ahora bien, es cierto que los cultivos traen 30.000 consecuencias: la destrucción de ecosistemas naturales, la utilización de químicos para controlar las plagas, la modificación genética para producir plantas resistentes, más grandes, más jugosas. El problema de fondo es que la tierra, por sí sola, con sus productos naturales y sin alterar ya no es suficiente para alimentar a nuestra especie que además acaba con todos los recursos posibles. Nuestro sistema económico no soportaría la utilización de las plantas como las encontramos en el monte, ni de los animales que explotamos para nuestro ritmo de vida. ¿Tenemos algún derecho sobre la manipulación de la vida? Por supuesto que no, pero así funciona. A ese ritmo se mueve el mundo. De lo que sí estoy segura es que no falta mucho para que alcancemos la capacidad de carga del ambiente y lo que pase después, eso sí es un misterio para mí.

El artículo de la revista Semana tiene un  ligero tinte pretencioso. Un artículo como este JAMÁS es fuente suficiente para evaluar con detalle un estudio. Quise buscar el artículo original, pero no se encuentra en ninguna de las revistas científicas de alto impacto como Nature o Science, lo cual de por sí es curioso siendo un estudio de tan amplia envergadura. Puede que las revistas científicas defiendan sus intereses también, pero estas en particular probablemente no podrían ignorar algo como esto. Hay otras cosas también: el tamaño muestral es estadísticamente muy pequeño, estamos hablando de cepas de ratas albinas, con una gran cantidad de mutaciones dirigidas para inhabilitar por completo su sistema inmunológico, homozigotas por pertenecer a líneas puras, con una altísima propensión a desarrollar cáncer (enfermedad que, dicho sea de paso, no tenemos idea de por qué exactamente inicia), siendo alimentadas ÚNICA y EXCLUSIVAMENTE por esta cepa particular de maíz. Estoy de acuerdo en realizar investigaciones sobre los efectos de plantas modificadas genéticamente, pero sin un sesgo como éste. Soy consciente también de la dificultad que representa nuestro anhelo por los tan de moda “alimentos orgánicos”, que pretenden hacernos sentir mejor sobre una verdad innegable: estamos acabando con los recursos de la tierra, el tamaño de nuestra población está fuera de control. Muy loable el intento de dejar todo quieto y sin dañarlo, pero ya hemos cambiado muchas cosas. Eso sí, me mantengo firme en mi opinión al respecto: la tierra no se acabará, pero tal vez nosotros sí.

Los efectos adversos sobre alimentos transgénicos se han buscado desde que comenzaron a usarse. Si me preguntan, me parece que puede ser peor la utilización de los químicos para atacar las plagas, pero no soy experta en el tema. Habrá que ver si otros científicos se deciden a diseñar experimentos con menos sesgo. En cuanto al libro de ser conejillos de indias… ¿no lo sabíamos ya?

2 comentarios:

  1. Quedé fue con ganas de saber qué otras preguntas sobre biología le harías a un estudiante de colegio y de saber para qué se dividen las células (lo primero que se me ocurrió es que se dividen para reproducirse, pero no creo que esa sea la respuesta. Además, ¿estás preguntando por qué las células se dividen solas o por qué a un científico le interesa dividirlas?

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    1. Las preguntas que les hago normalmente son básicas, no de memoria. Algunos profesores los hacen memorizar cosas como mitosis y meiosis y ellos ni entienden para qué es eso. Así, la biología no tiene sentido.
      Tienes razón: en los unicelulares se dividen para reproducirse, en los multicelulares se dividen para reparar tejidos, para producir células nuevas que suplan a las que se mueren y para formar óvulos y espermatozoides.
      Normalmente no incluyo en las clases técnicas de laboratorio porque eso es un laberinto. La idea es que aprendan un poco más cómo funcionan los seres vivos, incluyendo al cuerpo mismo, que es lo que me parece realmente valioso aún si no van a estudiar nada relacionado.

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