jueves, 25 de octubre de 2012

I DON’T wanna be somebody else


Every day I fight a war against the mirror,
I can’t take the person starin’ back at me
I’m a hazard to myself
don’t let me get me,
I’m my own worst enemy,
it’s bad when you annoy yourself
so irritating
don’t wanna be my friend no more
I wanna be somebody else

Era el año 2001 cuando Pink lanzó al público “Don’t let me get me” y me cuesta pensar en una canción que describiera tan perfectamente cómo me sentía yo. Es más, no solo como me sentía en ese momento sino durante varios años, tal vez más de los necesarios.

No estoy segura de las razones exactas pero yo me detestaba. Odiaba ser quién era, no me gustaba nada de mí no solo en el aspecto físico sino también en la forma de ser, de actuar, de pensar. Entonces, decidía experimentar imitando a quienes admiraba lo cual no era muy bien recibido ni aceptado y el irremediable desenlace era llegar exactamente al mismo punto dónde había comenzado pero con una derrota más en el camino.

Han pasado muchas cosas desde entonces, he aprendido a ser considerada conmigo misma, a dejar de tratarme con desdén, al fin siento - no importa qué tan hippie parezca - que me gusta cómo soy, me gusta en quien me he convertido, me gusta que a mi alrededor estén personas tan valiosas y que quienes no me aprecian o a quienes simplemente no les agrado, están fuera de mi vida como debe ser. He aprendido a dejar de ponerme en el papel de víctima y a dejar de culparme de absolutamente todo, aunque eso sí, tratando de conservar las proporciones de las cosas: se cometen errores, se aceptan y se trata de llevar la vida lo mejor posible. Simple.

Esta mañana mientras me alistaba para salir a trabajar, me acordé de repente de la canción, así, de la nada. Noté para mi sorpresa que me acuerdo de toda la letra y la canté completa. Luego la busqué en internet para escucharla y sentí cosas diferentes, como si pudiera ver ese pasado desde lejos, un recuerdo más, una lección de vida. Me sentí satisfecha y sobretodo feliz, porque al fin puedo decir que me acepto como soy, que me gusta quién soy y que no cambiaría nada.


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