lunes, 15 de octubre de 2012

Mi propia fórmula de motivación


Hoy encontré en Twitter y en Facebook una lectura motivacional que me dejó un colega bajo el principal interrogante de ¿cuánto tiempo le dedica usted a su investigación a la semana? ¿Yo? Yo le dedico todo el que puedo. Necesito trabajar para poder pagar la maestría y una buena parte del tiempo restante estoy en el laboratorio haciendo experimentos o escribiendo cosas o leyendo para ponerme al día en este tema de células madre que es bien denso. Mencionan que algunos le dedican entre 80 y 100 horas semanales, que van los fines de semana, que trabajan desde la casa gracias a internet, que leen cuantos artículos pueden a la semana, en conclusión, que dedicarle la vida a la ciencia es literalmente eso: dedicarle absolutamente cada minuto de su tiempo a su investigación.

Creo que es lo suficientemente claro que yo amo la biología, que amo leer, investigar, pensar, estoy feliz por la oportunidad que tengo ahora de dedicarme a trabajar en cáncer que es un tema que siempre me ha interesado. Es un honor  para mí trabajar con los profesores que me rodean ahora, tener la oportunidad de escucharlos, de estar en sus clases, de ver cómo avanzan las cosas a pasos agigantados gracias a una comunidad enorme de personas alrededor del mundo que le dedican su vida a la ciencia. Sin embargo, yo no quiero vivir así. Al menos no de esa manera tan rígida y cuadriculada.

Sí, hay que tener vocación para esto, a veces hay que ir los fines de semana, trabajar en las noches, desde la casa, matarse muchísimo para pensar en una idea, una sola que justifique un proyecto, conseguir la financiación, diseñar los experimentos…está bien, yo le dedico a eso todo lo que quieran, pero también necesito otras cosas para ser feliz. Y es que finalmente, mi meta en la vida es ser feliz.

Para ser feliz necesito bailar, por ejemplo. Comenzó como un hobby, pero ahora es mucho más, es un estilo de vida, es mi oxígeno, es un lugar en que me siento segura y es un espacio exclusivamente para mí. Puede que tenga que hacer un experimento gigante, pero por nada del mundo sacrifico horas de danza e incluso, estoy tratando de organizar el tiempo para dedicarle más. Escucho la música en los buses, me imagino las coreografías, trabajo en relajar las muñecas y las manos mientras voy en Transmilenio.


Para ser feliz necesito también aprender y hacer cosas que no sean científicas. Necesito literatura, necesito dibujar, necesito escuchar música, necesito escribir en este blog, necesito estar en Twitter, ver Once Upon a Time. Incluso he considerado hacer otro pregrado o una maestría en algo como Filología o Literatura, algo que esté al otro extremo de mi carrera. Estoy convencida también que meterse de lleno en una única cosa termina cerrando las perspectivas, pero un conocimiento integral le permite a uno observar un panorama muchísimo más amplio. La biología misma lo indica: el cerebro trabaja a partir de complejas redes que se crean entre las neuronas, el conocimiento no existe a menos que uno tenga la capacidad de relacionar conceptos, de buscar conexiones y si de lo único que uno aprende es de una cosa, no va a salir de ahí, no va a relacionar nada.

No sé qué voy a hacer cuando termine la maestría, pero sí sé que no me voy a ir inmediatamente a buscar un doctorado, porque trabajar es otra de esas experiencias necesarias para la vida y que me hace feliz. No quiero con esto afirmar que mi forma de ver el mundo es la correcta o la que debe funcionar a todos. Digamos más bien, que esta es mi propia carta de motivación.




1 comentario:

  1. Es complicado encontrar personas tan entregadas a su profesión...mis respetos. :)

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