Hoy encontré en Twitter y en Facebook una lectura motivacional que me
dejó un colega bajo el principal interrogante de ¿cuánto tiempo le dedica usted
a su investigación a la semana? ¿Yo? Yo le dedico todo el que puedo. Necesito
trabajar para poder pagar la maestría y una buena parte del tiempo restante
estoy en el laboratorio haciendo experimentos o escribiendo cosas o leyendo
para ponerme al día en este tema de células madre que es bien denso. Mencionan
que algunos le dedican entre 80 y 100 horas semanales, que van los fines de
semana, que trabajan desde la casa gracias a internet, que leen cuantos
artículos pueden a la semana, en conclusión, que dedicarle la vida a la ciencia
es literalmente eso: dedicarle absolutamente cada minuto de su tiempo a su
investigación.
Creo que es lo suficientemente claro que yo amo la biología, que amo
leer, investigar, pensar, estoy feliz por la oportunidad que tengo ahora de
dedicarme a trabajar en cáncer que es un tema que siempre me ha interesado. Es
un honor para mí trabajar con los
profesores que me rodean ahora, tener la oportunidad de escucharlos, de estar
en sus clases, de ver cómo avanzan las cosas a pasos agigantados gracias a una
comunidad enorme de personas alrededor del mundo que le dedican su vida a la
ciencia. Sin embargo, yo no quiero vivir así. Al menos no de esa manera tan
rígida y cuadriculada.
Sí, hay que tener vocación para esto, a veces hay que ir los fines de
semana, trabajar en las noches, desde la casa, matarse muchísimo para pensar en
una idea, una sola que justifique un proyecto, conseguir la financiación, diseñar
los experimentos…está bien, yo le dedico a eso todo lo que quieran, pero
también necesito otras cosas para ser feliz. Y es que finalmente, mi meta en la
vida es ser feliz.
Para ser feliz necesito bailar, por ejemplo. Comenzó como un hobby, pero
ahora es mucho más, es un estilo de vida, es mi oxígeno, es un lugar en que me
siento segura y es un espacio exclusivamente para mí. Puede que tenga que hacer
un experimento gigante, pero por nada del mundo sacrifico horas de danza e
incluso, estoy tratando de organizar el tiempo para dedicarle más. Escucho la
música en los buses, me imagino las coreografías, trabajo en relajar las
muñecas y las manos mientras voy en Transmilenio.
Para ser feliz necesito también aprender y hacer cosas que no sean
científicas. Necesito literatura, necesito dibujar, necesito escuchar música,
necesito escribir en este blog, necesito estar en Twitter, ver Once Upon a Time. Incluso he
considerado hacer otro pregrado o una maestría en algo como Filología o
Literatura, algo que esté al otro extremo de mi carrera. Estoy convencida
también que meterse de lleno en una única cosa termina cerrando las
perspectivas, pero un conocimiento integral le permite a uno observar un
panorama muchísimo más amplio. La biología misma lo indica: el cerebro trabaja
a partir de complejas redes que se crean entre las neuronas, el conocimiento no
existe a menos que uno tenga la capacidad de relacionar conceptos, de buscar
conexiones y si de lo único que uno aprende es de una cosa, no va a salir de
ahí, no va a relacionar nada.
No sé qué voy a hacer cuando termine la maestría, pero sí sé que no me voy
a ir inmediatamente a buscar un doctorado, porque trabajar es otra de esas
experiencias necesarias para la vida y que me hace feliz. No quiero con esto
afirmar que mi forma de ver el mundo es la correcta o la que debe funcionar a
todos. Digamos más bien, que esta es mi propia carta de motivación.
Es complicado encontrar personas tan entregadas a su profesión...mis respetos. :)
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