Estábamos hablando con Lorena de
esas actitudes medio adolescentes sin sentido que uno adopta a veces cuando
alguien le gusta. Me di cuenta que he recurrido exactamente a la misma herramienta
durante varios años, a lo que llamo “el efecto pavo real”. El asunto consiste
básicamente en tratar de llamar la atención de quien me gusta exaltando al
máximo lo que considero mis puntos fuertes y atractivos reiteradamente. Por
supuesto siempre falla por dos razones: la primera es que resulto ser bastante
fastidiosa con el asunto y la segunda - que por cierto me parece muy curiosa -
es que lo que yo considero cosas atractivas pasan desapercibidas y en
ocasiones, las cosas de mí que no me gustan o que creo son más bien defectos
resultan siendo atractivas para alguien. Un ejemplo tangible es que yo hablo
mucho, lo cual considero un tremendo defecto mientras algunas personas me han
dicho que les parece entretenido. Supongo que uno nunca sabe con certeza cómo
se proyecta ante el mundo.
El caso es que durante mucho
tiempo he tratado al máximo de mostrar a aquel que me interesa que bailo, que
leo, que escucho música y una cantidad de cosas que en efecto son ciertas pero
que enfatizo porque pienso que lo van a atraer. Y el asunto es que resulta
bastante complicado porque uno se desgasta muchísimo y no logra mayor cosa (por
no decir que no logra nada). Es más, Lorena me decía que la situación con la
persona incluso se torna tensa porque uno está concentrado en proyectar un
personaje que aunque no es necesariamente falso tampoco es completamente
honesto. Lo cierto es que todos tenemos cosas buenas y malas y aquel que decida
acercarse a conocerlo a uno tendrá que ver diferentes facetas en algún momento
así como uno tendrá que ver características de esa persona que le gusten o no.
Vivir pensando en ser aceptado y en complacer a todo el mundo bien sea para
resultar atractivo o para al menos caer bien no solo cansa sino que hace que
uno pierda esa chispa que lo hace quien es. Mejor liberémonos. Al
que le guste bien y al que no, que se vaya.
ese esfuerzo para pavonearse es efectivamente agotador y peligroso. Sin embargo, es muy difícil, al menos para mí, no caer en él.
ResponderEliminarÁnimo y suerte.