lunes, 13 de febrero de 2017

Universidad Nacional

Hoy estuve en una reunión en mi alma máter. Hace un buen tiempo no me asomaba por sus edificios, por sus grandes extensiones verdes. Hace tiempo no volvía al edificio de medicina, no pasaba por la plaza Che, ni por el Manuel Ancízar, ni por el edificio de posgrados de Humanidades. Hace tiempo no recorría el camino bordeado por árboles hacia la entrada de la calle 45, ni escuchaba a los estudiantes de música practicar con sus instrumentos frente al museo de arte. Recorrí esos espacios donde pasé ocho años de mi vida, donde hice muchísimos amigos, viví un sinnúmero de cosas y donde aprendí y conformé todo lo que soy ahora. 

Le debo todo a esa universidad. Y si no es así, es lo que siento dentro del corazón y del alma, cada vez que voy. Un amor profundo, tranquilo, un aprecio infinito.

Hay que ir a hacer un picnic. O a recorrer más espacios. A recordar y a construir nuevas experiencias. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Defender lo indefendible

Por políticas internas casi siempre he preferido abstenerme de escribir sobre temas polémicos en este blog, básicamente porque nació como un...