Bailo desde que tengo 4 años, quien me conoce sabe que siempre cuento esa historia. Alguna vez consideré la idea de ser bailarina, de dedicar mi vida a eso. Bailé ballet, flamenco, danza árabe y ahora salsa. Tal vez sólo la biología equipara el amor que siento por el baile. Las rolas tenemos fama de no poder bailar nada, pero qué importa, a mí me gusta.
Esos mismos ires y venires en los diferentes géneros musicales que he intentado bailar me han presentado un sinnúmero de maestros de danza. La primera que recuerdo era una mujer muy particular en el colegio, con uñas postizas que exigía flexibilidad de profesionales, que gritaba todo el tiempo y que nos enseñó una coreografía bastante extraña sobre unos diablos usando truzas rojas, baletas y unos chinchines. Yo era - léase bien - el diablo mayor. Fue un episodio bastante extraño. Fuera del colegio me dediqué primero al ballet y luego al flamenco, aprendí coreografías y me presenté en varias partes. Me gustaba mucho, aprendí técnicas, pero sobretodo repetí secuencias de danza. Con la danza árabe, aprendí secuencias también y después de varios años, nos enseñaron a escuchar los ritmos, la música, a seguirla y a inspirarse en el músico para bailar, pero siendo realmente honestos, creo que nunca tuve talento para el estilo clásico.
Luego, apareció la salsa. No voy a repetir lo que ya he dicho en otro post sobre el género en sí. Ahora quiero hablar del maestro. Creo que nunca había conocido a alguien que respirara tanta habilidad con el baile, que entendiera de esa forma la esencia misma de lo que hace. La claridad que tiene con respecto a la teoría y a los movimientos en sí es increíble. Recientemente, decidió salir de todas las academias y formar sus propios grupos y llevar las clases de la forma en que él considera mejor. Nos enseña secuencias individuales o en parejas en cada clase, pero jamás repite una coreografía. No pretende que aprendamos de memoria unos pasos que cuadren perfecto con la música justo como él lo ha creado, sino que nosotros mismos seamos capaces de crear nuestro propio estilo, pero no espera que eso simplemente pase sino que nos muestra las herramientas para hacerlo. Es difícil, sin duda. Y en general, no me sale tan bien. Pero lo más interesante de todo es que uno siente que está creando algo, que está en contacto con el arte. Salvo por unas cuantas reglas, que en realidad son pocas, no hay límites y eso es genial. Imitar es ciertamente más fácil que crear, pero como el profe dice:
"Si ustedes salen a la rumba y siguen la música con sus propios movimientos basados en lo que les he enseñado, el baile no se muere."
Esos mismos ires y venires en los diferentes géneros musicales que he intentado bailar me han presentado un sinnúmero de maestros de danza. La primera que recuerdo era una mujer muy particular en el colegio, con uñas postizas que exigía flexibilidad de profesionales, que gritaba todo el tiempo y que nos enseñó una coreografía bastante extraña sobre unos diablos usando truzas rojas, baletas y unos chinchines. Yo era - léase bien - el diablo mayor. Fue un episodio bastante extraño. Fuera del colegio me dediqué primero al ballet y luego al flamenco, aprendí coreografías y me presenté en varias partes. Me gustaba mucho, aprendí técnicas, pero sobretodo repetí secuencias de danza. Con la danza árabe, aprendí secuencias también y después de varios años, nos enseñaron a escuchar los ritmos, la música, a seguirla y a inspirarse en el músico para bailar, pero siendo realmente honestos, creo que nunca tuve talento para el estilo clásico.
Luego, apareció la salsa. No voy a repetir lo que ya he dicho en otro post sobre el género en sí. Ahora quiero hablar del maestro. Creo que nunca había conocido a alguien que respirara tanta habilidad con el baile, que entendiera de esa forma la esencia misma de lo que hace. La claridad que tiene con respecto a la teoría y a los movimientos en sí es increíble. Recientemente, decidió salir de todas las academias y formar sus propios grupos y llevar las clases de la forma en que él considera mejor. Nos enseña secuencias individuales o en parejas en cada clase, pero jamás repite una coreografía. No pretende que aprendamos de memoria unos pasos que cuadren perfecto con la música justo como él lo ha creado, sino que nosotros mismos seamos capaces de crear nuestro propio estilo, pero no espera que eso simplemente pase sino que nos muestra las herramientas para hacerlo. Es difícil, sin duda. Y en general, no me sale tan bien. Pero lo más interesante de todo es que uno siente que está creando algo, que está en contacto con el arte. Salvo por unas cuantas reglas, que en realidad son pocas, no hay límites y eso es genial. Imitar es ciertamente más fácil que crear, pero como el profe dice:
"Si ustedes salen a la rumba y siguen la música con sus propios movimientos basados en lo que les he enseñado, el baile no se muere."
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