Estuve en Miami durante unos días para presentar un póster en un congreso de células madre que reunió personas de todas partes del mundo y me encontré con una serie de epifanías no sólo a nivel profesional sino también a nivel personal. Es difícil pretender escribir un compendio de todas, así que será mejor lanzar ideas sueltas sobre todas esas cosas que descubrí con un corto viaje.
- Un africano estaba deambulando por la sala del hotel fuera del salón de conferencias justo después de las charlas que inauguraron el congreso. Parecía estar buscando con quién entablar conversación. Se acercó a la mesa en la que tomábamos un vino con una estudiante de doctorado de una universidad en Nueva Zelanda - pero claramente de origen Indio - y nos saludó amablemente. Trabaja en un laboratorio de células madre en Nigeria. Nosotras, las colombianas, le entablamos conversación, mientras la estudiante de doctorado lo observaba como si fuera de otra especie y le dijo que ella era de Nueva Zelanda. No le habló más. De momento, lo único en lo que pude pensar es que si ya es difícil hacer ciencia en Latinoamérica, en África debe ser toda una odisea. El congreso le financió parte de su viaje y estadía en Miami para presentar un póster. Sin embargo, no mucha gente lo tenía en cuenta. Nosotras sí, pero hubo un punto en que se integró demasiado y nos cansamos. Sin embargo, siempre fuimos amables.
- Había gente de todas partes del mundo. Había científicos que han escrito capítulos de libros y revisiones que he leído. Parecían dioses del Olimpo, solo hablaban entre ellos y nos tomamos una foto con una super-estrella de las células madre hematopoyéticas. Presentaron todos trabajos muy diversos, algunos avances importantes y otros cuestionables. No sé por qué seguimos pensando que somos inferiores. No es así. Pero lo que sí es cierto es que necesitamos trabajar duro y sobretodo, juntos.
- Durante nuestra estadía en el congreso, recibimos un correo electrónico de aceptación de otro artículo. Uno de los evaluadores decía que nuestra contribución era pequeña pero de gran importancia para el banqueo de sangre de cordón umbilical. Necesitamos seguir con esto. Necesitamos construir país, al menos desde donde podemos, que es la ciencia. Necesitamos gente que quiera darlo todo acá, seguir luchando, salir y ver cosas y traerlas a Colombia, porque si de algo estoy segura es que somos capaces.
- Una estudiante de doctorado mexicana nos detuvo para preguntarnos si éramos colombianas. Dijo que nos reconocía el acento porque tiene varios compañeros de Colombia. Hablamos bastante, como si fuera un mismo idioma secreto, un mensaje entre líneas, como si nos conociéramos de toda la vida. Llegué amando más a Latinoamérica que antes, la calidez de las personas, la amabilidad, las risas. Las cosas funcionan diferente en Miami, a pesar de ser una ciudad principalmente de latinos, pero aún así, se siente eso, ese factor invisible que te hace sentir que eres de una gran familia mestiza cuando te cruzas por la calle con un cubano, un mexicano, un argentino u otro colombiano.
- El conductor de un Uber era claramente paisa y nos preguntó qué estábamos haciendo allá. Le contestamos someramente que estábamos en un congreso y entonces él comenzó a hacer preguntas sobre células madre, sobre sangre de cordón umbilical y sobre el tratamiento de enfermedades. Nos dijo que él también era científico y - seguramente - ante nuestros rostros incrédulos nos comentó el trabajo que hizo en su tesis de doctorado y en los dos post-doctorados que había hecho en Estados Unidos. Se aburrió de la academia y decidió optar por la industria farmacéutica, pero el proceso de aplicación y eventual contratación toma mucho tiempo, así que decidió manejar en Uber para sostener a su familia. Ese mismo día me había estado cuestionando seriamente sobre si quería hacer el doctorado y mis motivaciones para hacerlo.
- Amo las frutas. Son una pasión descontrolada. También amo los jugos naturales sin azúcar. Casi no se encuentran allá, sólo pudimos ver frutas de verdad en Whole Foods. Estuvimos tranquilas cuando vimos que a algunas fresas les crecieron hongos. Recordé esa vez que una amiga que vive en Houston me dijo que desconfiaba de la cantidad de conservantes en la comida desde que un pollo crudo se le quedó fuera de la nevera un día y una noche enteros y no le pasó nada. Nada en absoluto.
- Qué lindo es tomar una copa de vino blanco de Nueva Zelanda frente al mar. Qué lindo es caminar por la playa en la noche. Qué lindo es sentir la brisa. Qué lindo es ver las luces de la ciudad. Y qué gran momento ese para filosofar.
- Noté que las colombianas tenemos fama de ser increíblemente celosas. Al parecer, no soy la única que a veces actúa tan erráticamente. No voy a mentir: fue un alivio. Aunque también un argumento para lanzar a lo lejos tantas inseguridades.
- Probé el queso francés más rico que he comido jamás, armando una cena improvisada con pan francés y roast beef.
- Sentí muchísimos nervios por salir del país. Una cosa es ir a donde la familia en Estados Unidos a los 17 años con la mamá y otra muy distinta es salir a los 29 a presentar un trabajo en un congreso. No sé a qué le tenía tanto miedo, pero Ana María dice que cuando hay miedo es porque vienen cosas grandes. Sin embargo, a veces creo que simplemente me acostumbré a vivir así y ya no tiene sentido. Hay que afrontar la vida como venga y bueno, improvisar.
- Perdí por descuido una chaqueta que fue un regalo de alguien muy importante para mí. Me quedó solo la capota porque se quedó en Colombia. Recordé esa vez que perdí la carroza del castillo de cenicienta que me habían regalado mis papás. Las cosas van y vienen. Siempre. El apego a lo material es inevitable, al parecer, pero hay que aceptar esas realidades. Quien me regaló la chaqueta sigue estando aquí presente y sigue siendo parte de mi corazón. Supongo que eso es más importante.
- Siento que de alguna manera, estar alejada de todos, no tener internet y conocer cosas nuevas aunque fuera por unos pocos días, me dio un cambio de perspectiva. Hice bien en tomar distancia de las redes sociales. Las redes de afecto con las personas se sostienen a pesar de la distancia o de las fallas en la comunicación. Lo que es realmente importante brilla en el centro de todo, sin importar las circunstancias. Tenemos que unirnos más para trabajar y dejar de lado los detalles insignificantes. Hay una gran cantidad de personas que quiero y me quieren. Es necesario vivir al máximo porque la vida, en últimas, es demasiado corta. Esas cosas ya las sabía, pero de alguna manera, no las entendía.
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