lunes, 13 de junio de 2011

Mi Adorada Caligrafía

Nunca en toda mi vida me imaginé que la docencia pudiese resultar tan agotadora pero también tan gratificante. Siempre me repetí que no había estudiado biología para enseñar, sino para investigar, yo, la futura ganadora de Nobel que inventaría una vacuna para alguna enfermedad incurable. Pero me di cuenta que el conocimiento a la larga no es nada si no se transmite, si no consigue adeptos. ¿Qué sería entonces? Moriría en hombros de quienes tanto luchamos por conseguirlo y los demás simplemente se quedarían observando sin comprender.

Sin embargo, mi reencuentro con los adolescentes actuales me ha enfrentado con una realidad muy diferente a la que yo recordaba. En mi colegio enseñaban con ahínco muchas cosas que lamentablemente se han perdido y las que más melancolía me producen son la ortografía y la caligrafía. Yo participé en concursos de ortografía de “El Tiempo”, fui la mejor del curso en numerosas ocasiones, crecí comprendiendo lo valioso que es escribir correctamente, para mí no son un sinnúmero de reglas sin sentido, para mí hacen parte de la belleza de nuestro idioma. ¿Suena muy loco? Sí, tal vez, muchos piensan eso, aunque afortunadamente me he cruzado en el camino un buen grupo de personas que están de acuerdo conmigo. Es triste ver que hoy en día la ortografía no representa más que una piedra en el zapato, un problema que es cada vez más insignificante. ¿Qué importa cómo lo escribió si de todas maneras le entendieron? Triste, muy triste.


Por otro lado está también la caligrafía y honestamente no he logrado decidir cuál extraño más. No sé por qué siempre he sentido esta pasión inexplicable por el arte de escribir bien, para mí es justamente eso: un arte, una muestra de muchas cosas, de culturas, de opiniones, de formas de ser. A mí me encanta escribir cualquier cosa en una hoja de papel con una pluma bonita y si hay algo que lamento profundamente -muy a pesar de mi evidente obsesión por la tecnología- es que los computadores nos han robado descaradamente esta práctica. Para la mayoría de mis alumnas escribir en los cuadernos es una tortura y prefieren escribir en su Blackberry o en el computador. A mí me encanta escribir, tengo lápices, lapiceros, plumas, colores y crayolas de todos los colores posibles y papel de todos los gramajes, formas y colores y atesoro todos esos objetos tanto como los libros. No sé qué tan estética sea mi letra, pero sé que es legible (y es que sería lo mínimo que debería exigirse, por favor). 

Soy consciente de mi imposibilidad de cambiar el mundo y por supuesto las políticas pedagógicas a gran escala, pero aprovechando mi trabajo como docente, sí me he dedicado a proliferar de nuevo estas olvidadas costumbres, una ortografía impecable y una letra organizada porque estoy convencida de lo valiosas que resultan para la vida y que hacen parte de nuestro subvalorado idioma. Adicionalmente, continúo mi compromiso personal al escribir correctamente y utilizar papel y lápiz como herramientas principales. Ah…mi adorada caligrafía: cuánto valor y aprecio te tengo.

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