sábado, 25 de agosto de 2012

Fiesta Flamenca


Esto de la danza ya es serio: no quiero que sea un simple hobbie, quiero que sea parte de mi vida permanentemente y voy a hacer todo lo posible porque permanezca así. En danza árabe ya estoy más que comprometida pero hay otra que me ha gustado toda la vida y que dejé hace muchos años: el flamenco.Johanna, mi maestra de danza árabe, organizó unos talleres de danza gitana con componentes tanto teóricos como prácticos. Por supuesto existen tantas danzas gitanas como comunidades y por razones económicas no pude asistir a todos, pero sí al de flamenco. No podía dejarlo pasar.
Anoche llegué a clase y para mi sorpresa, quien la estaba dirigiendo no era Nohora, una de las integrantes de la compañía, sino una bailaora de Andalucía que por supuesto, lleva el baile en las venas.

Comenzamos con la historia breve del flamenco y con las bases de la técnica, por supuesto unas pocas porque una sesión de dos horas y media no es nada para todo lo que hay que aprender. Mi primera sorpresa es que a pesar del paso de los años, de mi inmersión en actividades lejanas al flamenco y de la dificultad que he tenido para levantar la cabeza en la danza árabe, la postura permanece en mí intacta. Sólo escuchar las sevillanas y bulerías, las palmas y la guitarra encendió un botón olvidado en la memoria que ni yo misma sabía que existía: los pies bien firmes en el suelo, la espalda recta, los brazos extendidos - aunque no completamente - y las manos a la vista, el pecho y la cabeza en alto, el cuello extendido y la mirada fija al frente, con una actitud como para salir a matar.



Son incontables las veces que Johanna me ha regañado porque tiendo a mirar al piso, las veces que me ha dicho que tengo que tener la frente en alto, que deje de esconderme. También son muchísimas las veces que he notado que lo hago constantemente, como si quisiera huir despavorida del mundo y esconderme en una caja de cristal para no salir jamás. El flamenco es todo lo opuesto a eso: los movimientos son recios, la mirada lo es todo igual que la actitud, hay que creerse el cuento. Lo raro es, que con la música sí me funciona, como si fuera otra persona, como si esa parte de mí que a veces ignoro o encierro saliera sin miedo y tomara el control. No sé bien cómo explicarlo, pero me sentí muy bien.

La propuesta para la clase fue una fiesta flamenca, que es como si asistiéramos a una fiesta en la casa de alguien, pero bailando únicamente flamenco. La energía flota por el aire, las palmas y la guitarra animan a todas las participantes, es tan contagioso que el novio de Johanna que sólo estaba observando, se unió al baile. Somos 8 personas en la clase y nos organizamos en un círculo para escuchar la descripción de cómo transcurre normalmente una fiesta de este tipo. En ese caso, habría un guitarrista y un cantaor, que improvisa siguiendo una serie de claves rítmicas para guiar a las bailaoras. Cuando se te antoje bailar, porque el ritmo te llama, sales del círculo marcando el ritmo con los pies, levantas los brazos mientras mueves las muñecas y los dedos y te presentas sin palabras ante la fiesta, como diciendo: “señores, voy a bailar”. Luego, te acercas al cantaor que empieza a lanzar pregones exclusivamente para ti y le bailas: si te está cantando, hay que bailarle a él. No puedes olvidar marcar el ritmo con los pies, si quieres con taconeo, con la falda y los brazos, todo cuenta. El tronco estás más bien fijo, los movimientos son fuertes y enérgicos. Cuando el cataor termina la pieza que te ha hecho para que bailes o tú decidas retirarte, tienes que seguir el protocolo de la fiesta y hacer una llamada. Se separan los pies y se hace un taconeo fuerte, para llamar la atención de todos, como diciendo: “señores atención, me voy”. Luego, para poder irte, realizas una serie de movimientos fuertes, con taconeo y brazos, libres, eso sí y te diriges a tu puesto dándole la espalda al cantaor.
Yo nunca había conocido el flamenco así, como es. Cuando bailé, Judy me enseñó coreografías de jotas, pasodobles y sevillanas, pero jamás un estilo como este, donde lo que transmiten la música y el cantaor son la guía del baile. Es intimidante, pero divertidísimo. 



martes, 21 de agosto de 2012

Bacterias


Los corales están enfermos y no sabemos por qué. Sin importar el destino al cual se dirija, en cualquier arrecife coralino es evidente que algo anda mal con estos animales. Durante algunas temporadas, es un blanqueamiento simple, las algas microscópicas (zooxantelas) que viven en simbiosis con los corales y les dan sus colores, simplemente tienen que salirse de estos animales debido a las altas temperaturas del agua marina, la cual ha aumentado a causa del calentamiento global. Algunos otros parecen experimentar infecciones más graves, necrosis (muerte) del tejido, la cual avanza y consume varios centímetros diarios del coral hasta destruirlo por completo. No hemos encontrado un agente etiológico, una bacteria, un virus, un hongo, algo que explique qué les está sucediendo a los organismos que representan uno de los pilares más importantes de la ecología marina.


Pero somos investigadores y aunque no es el área en la que trabajo, sí me interesa. Puede ser un idealismo, puede ser el deseo egoísta de seguirlos viendo cuando careteamos, puede ser el intento inútil por salvar a uno de los Phyla más antiguos que conserva la naturaleza…sea lo que sea, no sólo es un tema de interés, es también un reto.

Una amiga mía acaba de terminar la maestría y su proyecto de tesis se centra en las enfermedades de corales. Parece que lo que está causando esta enfermedad mortal no es una bacteria sino un desbalance en las comunidades de bacterias. Y es que oponiéndose un poco a la microbiología clásica, a los postulados de Koch y a todo lo encontrado en una carrera contra la muerte hace ya muchos años entre quienes son llamados padres de la microbiología y la inmunología, lo que causa una enfermedad no es simplemente una bacteria y una bacteria no es siempre un patógeno que debe destruirse.

Hay bacterias por todas partes: en el suelo, en el aire, en el agua, en el café que se está tomando en este momento, en las teclas del computador en el cual trabaja, en la silla en que se sienta, en la almohada y el colchón en que va a dormir esta noche (sí, es normal que haya en el agua de la llave, no se alarme). Es más, sólo sobre su cuerpo, usted y yo tenemos más bacterias que células propias y eso es posible porque las bacterias, que son células procariotas son de un tamaño unas 10 veces menor que el de una célula como cualquier de las nuestras, que son eucariotas. Sin esas bacterias que tenemos sobre la piel nos enfermaríamos con mayor frecuencia, sin las que habitan en nuestro intestino no podríamos digerir muchos alimentos, sin las que están en el estómago otras que son patógenas podrían ingresar al torrente sanguíneo, sin las que están en las encías y los dientes nos llenaríamos de caries e infecciones. Las bacterias no son enemigos, son organismos vivientes como cualquier otro que conforman poblaciones y comunidades completas. Desafortunadamente, un muy bajo porcentaje del enorme grupo de bacterias que hay en el planeta incluyen en su ciclo de vida el paso por un hospedero vertebrado o tienen la posibilidad de expresar algunos genes que llamamos factores de virulencia cuando hay cambios radicales en el ambiente para garantizar su supervivencia y que pueden hacer daño a otros organismos. Las bacterias son tan importantes y tan abundantes, que ocupan dominio entero de la vida, de acuerdo con las clasificaciones más recientes, pero definitivamente, no son nuestras enemigas.


Mi amiga se ha dedicado a la microbiología desde que estaba en pregrado y hoy nos contaba que se opone completamente a la visión clásica de esta rama de la biología. El problema - o la situación, más bien - es que la investigación se ha fundamentado en el área clínica, lo cual es perfectamente lógico porque nos afecta directamente. Koch experimentó arriesgando su vida con muchísimos patógenos, tratando y analizando muestras de tuberculosis en una época en que no había medidas de bioseguridad y nos dejó los postulados que fundamentan esa visión clásica. Pero las bacterias no son lo que ajustamos a las leyes, son entidades vivientes, son adaptables y es más, tienen una plasticidad mucho mayor a la de otros organismos, lo cual ha garantizado su éxito evolutivo. No todas las bacterias son patógenas, la mayoría son benéficas, ni todas las enfermedades se producen por un simple agente bacteriano al cual “se le ocurrió” un día infectar a otro organismo. Los corales son la viva prueba de ello y los miles de intentos por analizar muestras que evidencien la especie que los está destruyendo. No aparece nada concluyente.

El grupo de la universidad investiga en ecología de bacterias. A grandes rasgos, estudian la comunicación bacteriana (denominada quórum sensing) y cómo ésta puede llegar a producir una enfermedad bajo ciertas condiciones ambientales o fisiológicas. Koch hizo enormes aportes a la ciencia, eso es indiscutible, pero es necesario aceptar que la vida no tiene un patrón cuadriculado y que tal vez, el desbalance de las miles de poblaciones bacterianas que se hallan en el mar puede estar afectando a los corales en lugar de un agente demoníaco cuyo único interés es destruir. Sólo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, deje de obsesionarse con la presencia de las bacterias en su vida, porque afortunadamente no puede deshacerse de ellas. Su vida no sería posible.


lunes, 20 de agosto de 2012

Receso


Esta vez yo no fui la misma ni ese era el mismo río. Esta vez, la experiencia la viví de una manera diferente, esta vez me sentí libre, feliz, absurda y completamente feliz. Esta vez no fui a tomarme fotos, no llevé joyas ni accesorios, no me compliqué con maquillaje, ni me obsesioné con llevar ropa que combinara, nada: esta vez fui simple y llanamente a disfrutar, sabiendo que si surgía algún imprevisto, hay las herramientas para solucionarlo. Muy a pesar de considerar que una boda en Cartagena es exorbitantemente costosa y probablemente hay otras prioridades, decidí dejar de señalar y respetar la decisión de mi prima mientras aprovechaba para tomar unas vacaciones que me hacían falta.

Hemos ido muchas veces porque mis tíos tienen apartamentos allá y de hecho, se fueron a vivir a Cartagena del todo hace más o menos un año. Pero, esta vez, guiada bajo las múltiples experiencias que uno tiene en campo cuando estudia biología quise ir a observar, a oler, a escuchar, a tocar, a alegrarme por los pequeños detalles de la vida, las cosas que uno nunca nota o de pronto las cosas que ignora por estar ocupado con otras “más importantes”.

Tomé miles de fotos de la ciudad amurallada en las que no aparece ni mi familia ni yo, fui en lancha a las islas del Rosario con los brazos extendidos, sintiendo el viento con trazas de sal y vapor de agua que lo deja a uno con una sensación extraña en la piel, respiré profundo en medio del mar turquesa en que finalmente dejamos las cenizas de mi abuela, observé el paraíso submarino que es el arrecife de coral y me quedé pasmada ante el enorme mar azul que se ve como una mancha gigante sin fondo al terminar el recorrido para luego sumergirme y sentir la presión del agua en los oídos, no me acosté a tomar el sol porque me aburre, preferí nadar de espalda o simplemente flotar para sentir el contraste entre el agua fría del mar y el calor del sol que inunda el aire. Y fui feliz, muy feliz. Así es que hay que vivir. Ya tengo energía de nuevo para continuar con las clases, las lecturas, con mis estudiantes, disfrutando esas otras cosas que también me hacen feliz. 


martes, 31 de julio de 2012

Meant to be...learn to be


Mafe y yo nos fuimos hace un par de días a un bar-restaurante del Park Way donde venden una cerveza buenísima. Siempre le digo Monasterio, pero se llama Apóstol. Aprovecho para recomendarla porque en especial la roja (Dubbel) es deliciosa. Terminando la propaganda, continúo.
Mafe y yo por pura casualidad, vivimos historias similares en los mismos momentos: terminar con novios con quienes llevábamos mucho tiempo, estar felices y tranquilas solas, regresar inexplicablemente con ellos y terminar de nuevo. Lo curioso es que todo eso nos sucedió simultáneamente cuando ni siquiera nos hablábamos mucho, pero aparentemente el contexto - o la vida, quién sabe - nos unieron, lo cual ha sido bastante fructífero.

Estuvimos hablando bastante ese día, esta vez no sobre los ex sino sobre la forma de amar, o sobre el amor en general. Muy a pesar de mi falta de emoción hacia escribir cartas o dedicar canciones, debo admitir que una parte de mí conserva aún esa idea de cuento de hadas sobre almas gemelas, sobre ese ser especial que debe andar por ahí y que es un perfecto complemento para mí. Mafe y curiosamente un par de amigas más están en ese momento en que se preguntan (y me preguntan a mí, de paso) si encontrarán algún día a ese hombre perfecto para ellas. En medio de mi actual idealismo al respecto, yo respondo que sí, que hay que esperar, dejar de buscar y calmarse, lo único realmente necesario es la confianza en uno mismo y la tranquilidad porque eso sí, mientras más se obsesionen con buscar menos van a encontrar. Pero ese día Mafe me dice que está reevaluando esa idea y que comienza a pensar que tal vez eso no existe y que en la vida nos dedicamos a “aprender a amar”. Me quedo en silencio, yo había considerado el aprendizaje en el amor como una experiencia exclusiva con cada pareja que por supuesto enseña lecciones aplicables a futuro en otras relaciones, pero también tiene unas particularidades que hay que volver a aprender en cada ocasión. Ella menciona que las relaciones transitorias vienen siendo una especie de entrenamiento para que algún día, cuando la técnica esté perfeccionada, cuando se haya aprendido lo suficiente, cuando uno se conozca bien, aparezca alguien que no necesariamente está seleccionado por la vida, por la magia o por alguna mano invisible sino que justo en ese momento y tras recorrer un camino igualmente pedregoso pero productivo, tuvo la fortuna de encontrar alguien que había aprendido tanto como él.

Si soy honesta, a mí me gusta la idea del “meant to be”…no necesariamente preseleccionado por un ser supremo, pero sí una persona que casualmente comparte gustos, formas de pensar o que sin importar como sea, hay una compatibilidad con uno mayor a la que tienen otros. Sin embargo, llego a pensar que eso puede no ser suficiente, que Mafe tiene razón y es necesario aprender bastantes cosas antes de incursionar en una aventura de alta envergadura con una persona, incluso si es “el elegido”.

Este post no tiene ninguna conclusión: no sé. Me quedo de nuevo con mi idea de cuento de hadas, porque me gusta, pero no sobra añadirle un toque de realismo.

martes, 24 de julio de 2012

La sonrisa del gato de Chesire


La sonrisa del Gato de Chesire

-       Por favor, ¿podría decirme qué camino debo tomar?
-       Eso depende, en buena parte de a dónde quieras ir.
-       No me importa mucho…
-       Entonces, no importa qué camino tomes.

Alicia en el país de las maravillas apareció en mi vida en forma de película cuando era una niña y al principio no me llamó la atención porque no era de princesas. En medio de todas las demás historias de Disney, que hablaban de reinos, de castillos, de brujas, de príncipes azules y de princesas con belleza sin igual, Alicia era una historia rara. Pero cuando la vi, me gustó, me gustaron las mariposas con alas de tostadas, las flores parlantes, la oruga extraña y más que nada, el gato de Chesire.

Cuando cumplí 9 años, mi papá me regaló una edición de pasta dura de Alicia en el país de las maravillas y comencé a leerlo muy emocionada. Era una especie de jaula de locos en la que estaba encerrada una niña que no tenía idea qué hacer. El gato, en medio de su actitud extraña parecía ser el único medianamente cuerdo en toda la historia o al menos el único que podía explicarle a una persona que llega por primera vez a ese lugar cómo funcionan las cosas. Siempre aparecía en momentos decisivos, siempre discutía de cosas que aparentemente no tenían mucho sentido pero resultaban importantes y lo más interesante, siempre parecía saber algo que ni Alicia ni uno como lector podía sospechar. Creo que por eso me llamó tanto la atención, además de su rasgo tan característico: desaparecer, dejando la sonrisa.

Estos días la luna parece una enorme sonrisa plasmada en el cielo negro de la noche, libre de nubes y estrellas. Como he salido tarde del laboratorio, he podido observarla detalladamente. Me recuerda a la sonrisa del gato de Chesire y no sé por qué me llena de una enorme alegría.




domingo, 22 de julio de 2012

Déjese invitar o deje de quejarse


Cuando yo tenía unos quince o dieciséis años vivía quejándome porque ningún tipo “me caía”. De la forma en que yo veía el mundo, todas mis amigas y compañeras tenían novio o pretendiente, normalmente más de uno, pero yo ni lo uno ni lo otro. La realidad no se ajustaba exactamente a eso pero en medio de mi crisis adolescente, el mundo era más gris que rosa. Ahora, no puede negarse que yo tengo una habilidad innata para volverme la mejor amiga de los hombres, pero eso dejó de molestarme hace mucho tiempo. Sin embargo, el punto no es volver a mis traumas de colegio, sino algo muy curioso que he observado en la mayoría de mis amigas a lo largo del tiempo, algo que no ha cambiado desde que teníamos quince años.

Nuestra cultura se caracteriza por la queja, nos quejamos por todo y no hacemos nada al respecto. Aunque nos duela, las mujeres nos quejamos aún más en especial por lo relacionado con el aspecto físico. En esa época de quinceañera en la que yo vivía quejándome porque “nadie me echaba los perros” me invitaron una vez a una fiesta en la casa de una amiga: la oportunidad perfecta para observar si efectivamente, nadie en absoluto se fijaba en mí. Resulta que mi hipótesis se desplomó porque tan pronto llegué, se sentó a mi lado un tipo cuyo nombre no recuerdo, con pinta de rapero y comenzó a conversarme. Evidentemente, estamos hablando de una fiesta de adolescentes hormonales que andan buscando víctima cual leopardo en sabana africana, por lo cual este hombre comenzó a preguntarme si tenía novio, que era muy bonita y toda esa palabrería barata que algunos siguen usando. Bailamos, me trajo algo de tomar, muy caballero él pero no, no me gustaba. Trató de impresionarme con rap, con poesía y en fin, ya no me acuerdo con cuántas cosas más pero sí que fueron muchas a tal punto que me terminó fastidiando terriblemente. Huí hablando toda la noche con un amigo de la época porque quería quitarme de encima al intenso. Terminé quejándome porque “qué pereza ese tipo que me estaba cayendo”. Viéndolo unos años después, me quedé pensando: ¿y al fin qué? ¿Te quejas porque no te caen y cuando te caen también? ¡No jodás, Diana, decídete! 

Mi vida transcurría entre la queja por no tener novio y la queja porque los que me caían no me gustaban, todo un drama digno de serie de MTV. Pero luego, me di cuenta que cuando uno conoce un hombre tiene dos opciones: o le gusta o no le gusta. Y tiene dos opciones adicionales: el tipo le “echa los perros” o no. Las combinaciones pueden darse de muchas maneras, la que más se repite es en la cual a uno no le gusta pero uno sí le gusta al tipo y nada, él la invita a salir, le pide el teléfono, etc. La pregunta es: ¿por qué molestarse? ¿Por qué quejarse? Siempre y cuando el tipo no sea un asesino en serie que la va a dejar botada en una zanja, no hay lío con hablar con él, incluso salir y si hace alguna propuesta, se deja claro que uno no está interesado. Así de simple. Si uno ya tiene más de 18 años, no veo el problema con aclararle a un hombre los límites o ceder ante la conquista en caso que le guste. Usted ya no se va a comer el cuento de la casa de la tía, no va a pasar nada que usted no quiera y si se llena tanto de traumas puede perderse de conocer gente muy divertida. Ahora, no estoy diciendo que le acepte invitación a salir a cuanto aparecido se le cruce en frente, o que ponga cachos, nada de eso. Simplemente, si conoce a alguien que es buen conversador y la hace reír y la invita a salir, ¿qué pierde con intentarlo? Tampoco irse de levante de bar en bar, pero si es un referido o medianamente conocido, puede ir con confianza. Tranquila, a diferencia de nosotras, ellos no se construyen un video de matrimonio con una vieja que simplemente les gusta, solo es eso, les gusta o les cae bien y la invitan a salir, cálmese. En caso que definitivamente no quiera salir con él, al menos deje de quejarse tanto. Sería más triste si en serio, en serio, nadie la volteara a mirar.

Se acabaron los quince años pero la mayoría de las mujeres siguen igual. Quejas porque sí, quejas porque no, porque no tiene novio, porque no la miran, porque la miró ese en el que no está interesada, porque imagínate ese tipo pidiéndome el teléfono, porque no quiero darle falsas esperanzas (esa es la más graciosa de todas). Tomemos las cosas con calma, dándoles la dimensión que se merecen. Abandonemos los videos que así se vive mejor y sobretodo, dejemos de buscar mensajes subliminales en todas partes. Pero sobretodo, si nos vamos a quejar tratemos al menos de ser consecuentes.

viernes, 20 de julio de 2012

Taxonomía Musical


Todos los años en el colegio celebrábamos el festival de la canción en inglés. Teníamos que participar obligatoriamente en una especie de eliminatorias por salón pero yo no tenía grupo (¡qué novedad!). Pasé por absolutamente todos los que se habían formado, me aprendí las canciones de todo el mundo y terminé en uno que iba a cantar y bailar “Hit me baby one more time” de Britney Spears. Era la época de Britney Spears, Spice Girls, Christina Aguilera, Backstreet Boys…yo me sabía absolutamente todas las canciones de todos ellos y qué vamos a hacer, aunque muchos digan que el pop es una porquería, que no tiene identidad, que esos ni siquiera son artistas de pop respetables y en fin, tantos comentarios negativos hacia ellos, a mí me gusta y eso no va a cambiar. Tengo incluso CDs originales. Si no le gusta, bien pueda conformarse o hablarme. Así de simple.

Mi contacto con el rock comenzó mucho más adelante, por una amiga fanática hasta la muerte de Nirvana y Coldplay, que por cierto odiaba el pop. Grave problema porque a mí me gustaba todavía pero en mi recién iniciada aventura rockera decidí callar esa parte de mí que disfrutaba del ritmo del pop y despotricar de él hasta más no poder, diciendo que no tenía la profundidad de las letras, la calidad de los instrumentos, el sentimiento del rock y quién sabe cuántas más cosas. Me acuerdo mucho que alguna vez en el colegio sonó Lithium de Nirvana y luego el Ragga Ragga lo cual nos indignó enormemente. ¿Cómo era posible que semejante porquería sonara después de Cobain? El desprecio por el pop continuó en la universidad, donde mis compañeros, “prestigiosos rockeros” consideran que el pop es una basura. Pero un día, decidí dejar de engañarme a mí misma y aceptar que me gusta. Como viví la historia del “boom” del pop decidí también aprender sobre las clasificaciones del rock, pero eso me llevó a un callejón sin salida.

Uno escucha por ahí gente diciendo que el indie poco le gusta, que es mejor el clásico, discutiendo sobre los padres del grunge, hablando del mensaje del punk, en fin, miles de nombres que en teoría deben estar refiriéndose - suponía yo - a un cierto patrón de letras, de instrumentos, de ritmos, tiempos y otras características musicales que yo no entiendo. Quise saber exactamente cuáles eran.

Sin embargo, ese intento de clasificación cuadriculada de la música es algo bastante similar a la taxonomía en biología. Hemos intentado clasificar los organismos de muchas maneras, lo cual es necesario para comunicarnos y romper las barreras del idioma. Se han asignado varios niveles de clasificación: especies, géneros, familias, órdenes, clases, phyla, reinos y dominios y pretendemos agrupar los organismos de acuerdo con sus características comunes. Comenzaron con características observables y vamos en las genéticas porque irremediablemente siempre aparece más de uno que no cuadra en ningún lado y entonces hay que dejarlo en familias como la Euphorbiaceae, que terminó siendo un costal de dicotiledóneas varias o para hacerlo más cercano, el reino protista donde hay mil y un organismos con poco en común salvo por ser unicelulares. Es cierto que tenemos que clasificarlo para universalizar el conocimiento, pero es cierto también que la vida cambia constantemente, sufre mutaciones, aparecen estructuras, se adapta, es completamente plástica. Y recientemente tengo la impresión que sucede algo parecido con la música.

Voy a tomar como ejemplo a Coldplay. Aparece Parachutes y a la gente le gusta… ¿y eso que viene siendo? ¿Rock? ¿Pop? No, digámosle “rock británico”. Pero entonces aparece en el panorama Viva la Vida, que suena diferente al resto de la discografía hasta ese momento y todo el mundo se queja porque no es como Parachutes y tratan de clasificarlo de nuevo. “Es que ahora tiene ritmos electrónicos, además ya no suena como Coldplay”. (Nótese mi fastidio al respecto). Vamos a ver: una banda compone canciones y es capaz de imprimirle un estilo propio. Sin embargo, no pueden seguir sacando con el transcurso de los años un montón de álbumes idénticos al primero, entonces, modifican ligeramente su estilo, hay que innovar. La música también es plástica, está en constante cambio, evoluciona. Clasificarla puede resultar útil para entender algunas cosas, pero finalmente, si es una de las múltiples expresiones culturales de la sociedad, es de esperar que cambie con el paso del tiempo, con la situación social, con la región geográfica, con la política, la economía, la moda, la gente. Decidí hacer algo más productivo y leer “El ABC del rock” de Manolo Bellon, porque hace toda una reconstrucción histórica desde que Alan Freed decidió bautizar un derivado del R&B como Rock ‘n roll. En algún momento hablará también del pop, que viene siendo un costal de muchas cosas difíciles de caracterizar.

Tengo la impresión que al iniciarse en algo - y particularmente en el rock - uno tiende a desvirtuar todo aquello que no se ajuste, como el pop y viéndolo bien, no tiene sentido. ¿A quién le afecta que yo tenga en iTunes música de Britney Spears y de Led Zeppelin? ¡Dejemos atrás tanta pendejada!

Una vida que vale la pena

No creo haber leído antes dos obras de autores colombianos consecutivas salvo quizás por un par de libros de García Márquez. He pasado un bu...