domingo, 8 de abril de 2012

Adolescente sin Remedio


Esta semana santa del 2012 es la prueba fehaciente de lo que pasa cuando tengo mucho tiempo libre. No viajé, prácticamente no salí de mi casa, leí mucho, escuché música y estuve en internet. Pero además, leer y escuchar música van siempre de la mano con pensar y reflexionar mucho sobre la vida, sobre quién soy y cómo soy y eso en mi caso puede ser bueno o ser un tormento. En este caso, fue una montaña rusa extraña pero fructífera.

Mi conclusión general es que en muchos aspectos de la vida me quedé en la adolescencia. Todavía tengo pánico escénico por salir con un tipo, todavía siento paranoia de observación cuando estoy en medio de una multitud, todavía pierdo la seguridad ante la más mínima crítica, todavía me cuesta aceptar opiniones diferentes a la mía (aunque bueno, eso es mal general, realmente), todavía me creo incapaz de muchas cosas, todavía me cuesta defender mis opiniones, todavía me rindo fácilmente ante los demás, mejor dicho: soy una adolescente sin remedio en casi todo excepto mi carrera.

Cuando analizo mejor la situación, me doy cuenta que mi problema central es seguridad. Sí, en las redes sociales puede parecer que soy lo más egocéntrico del mundo, que me creo lo mejor, pero va uno a ver y ni siquiera soy capaz de pedir algo en una tienda con un tono de voz alto, no, yo me quedo ahí, chiquitica, esperando a que todo el mundo pase y soy la última. Cosas sutiles, pero dicientes. Mi reacción inicial es odiarme. O bueno, de pronto no odiarme pero sí darme palo, preguntarme por qué soy tan boba, cuestionarme por no crecer, regañarme por quedarme estancada en la vida. Afortunadamente fui capaz de rescatarme antes de empezar a compararme con otras personas, porque ya me he demostrado muchas veces que cuando uno se enfrasca en eso, salir es bien complicado. Luego, trato de analizarlo viéndome con otros ojos y busco alternativas para cambiar, porque finalmente de eso se trata la vida. Trato de llevar a cabo esos cambios y espero resultados inmediatos, lo cual por obvias razones me frustra. Se sale de mis manos, abandonar viejas costumbres no es sencillo y uno no puede esperar cambiar de la noche a la mañana. De nuevo me rescato…al menos, eso es algo.

El siguiente paso es buscar apoyo, ayuda, alguien para hablarlo, para discutirlo. Pero resulta también que este lado denso mío es bien aburridor y termino por cansar a todo el mundo y al fin y al cabo, prefiero salir adelante sola, recurrir a alguien viene siendo tan adolescente como el problema en primer lugar. Finalmente, después de culparme, sacarme en cara cosas y darme palo, decido aceptarme así y punto. ¿Qué más puedo hacer? Sí, hay cosas que quiero cambiar, cosas que definitivamente no me gustan, pero será poco a poco, muy a pesar de mi desprecio hacia los cambios graduales. No hay otra opción. Finalmente, llego al punto de tolerarme más y de tomarlo con más calma.

A partir de mañana estaré ocupada de nuevo y aún más porque comienzo trabajo en el laboratorio. Seguramente, esto quedará como otra reflexión de Transmilenio y me volverá a atormentar en algún momento. Pero bueno, aún me queda la esperanza del gradualismo. Sigo siendo yo y así me quiero. Eso sí, creo que no los aburriré más con este tipo de conflictos. Ya veré qué hago.

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