sábado, 28 de abril de 2012

El éxito está donde uno quiera


Ana María presentó la defensa de su tesis de doctorado - que por cierto es una maravilla - hace unos días, para cerrar definitivamente el proceso de 10 años de trabajo en el grupo de Fisiología Celular y Molecular. Es una pena que justo cuando yo ingreso al grupo ella se vaya, porque es una de las personas más inteligentes y aterrizadas que he conocido, esas personas de las que uno no para de aprender cosas aún si es en la discusión más superflua. El jueves me cancelaron una clase en la tarde y justo a esa hora llegó Ana. Nos sentamos a echar chisme en la oficina sobre la tesis, que le dejaron meritoria pero no laureada por el voto de uno de los jurados y tratamos de buscar evidencia para saber cuál de los tres fue. Como por variar, un tema nos saltó a otro y a otro y a otro hasta llegar a la forma en que se hace ciencia en Colombia.
“Aquí nos hace falta comernos el cuento de verdad” - me dijo ella. Al principio no le entendí bien, pero tiene toda la razón. Ana no sólo hizo en la Nacional el pregrado, la maestría y el doctorado sino que también viajó a Cambridge y Washington por unas pasantías para aprender técnicas de manejo de células madre, así que ella sabe de lo que está hablando.

Cuando uno comienza a entrar en el mundillo de la ciencia, lo primero que aprende en es que en Colombia no se puede hacer nada. Aprende también que el futuro está afuera, que el objetivo es llegar a ser como los europeos o estadounidenses, que los laboratorios y universidades de aquí no sirven para nada y sobretodo, aprende que el que se va con una beca triunfa y el que se queda estudiando aquí es un perdedor. Con el tiempo, el objetivo de viajar se convierte en una obsesión y - en algunos grupos más que en otros - la competencia se convierte en algo un poco insoportable. Y yo que pensé que me había librado de la presión social del colegio…sigue ahí y seguirá, sólo cambia de forma. Así las cosas, uno termina haciendo experimentos y sufriendo sólo por conseguir un título de una universidad prestigiosa, olvidando la pasión que lo trajo a la biología y a la investigación. A mí me gusta estudiar, puede ser aquí o en Cafarnaúm y seré feliz en tanto pueda hacerlo. No pretendo con esto negar la falta de oportunidades laborales en Colombia, que no se le invierte suficiente dinero a la investigación y que muchos se ven forzados a irse. Pero también hay un problema serio de actitud de muchos de los que se quedan aquí, viviendo amargados y muertos de envidia por los que se ganaron una beca en otro lado y que los hacen sentir inferiores. ¿Por qué? Todos estudiamos lo mismo, cada uno tiene puntos débiles y fuertes y no porque alguien se va a USA a Europa o Australia quiere decir que es un genio y que uno es un pobre estúpido. Eso lo comprendí cuando, como ya había mencionado en otro post, DECIDÍ quedarme a hacer la maestría en lugar de buscar como un caballo desbocado cualquier rancho en un país primermundista que me recibiera. Yo soy consciente de mis capacidades y debilidades y no considero que por quedarme en Colombia sea una fracasada. Pero el problema es que mucha gente sí lo cree así, vive amargada y frustrada por tratar de hacer ciencia aquí, se quedó haciendo un posgrado porque era su último plan y no tuvo más remedio y vive soñando con largarse algún día. Así no se puede progresar. Esa misma amargura separa los grupos que se quedan lo cual imposibilita construir trabajos interdisciplinarios que si bien probablemente no serían tan avanzados como aquellos del primer mundo, lograrían mucho más de lo que hace cada cual por su lado. No sólo es la falta de plata, también la falta de voluntad y el anhelo constante de ver caer al otro. Puras pendejadas. Esa actitud es la que no nos deja salir adelante.

Ana decidió quedarse a hacer el doctorado en Colombia y no porque “le tocara” sino porque está convencida que aquí se pueden hacer grandes cosas. Ella no sólo lo cree, también lo demostró publicando dos artículos en revistas internacionales, uno de optimización de técnicas y otro de sus hallazgos y aportes y con otros dos en camino. ¿Tuvo que trabajar duro? Claro, las cosas no aparecen de la nada, las cosas de verdad importantes se ganan con esfuerzo. Ojalá algún día logremos reunir un grupo de gente tan inteligente como Ana y que no quiera huir a donde se hacen las cosas “bien” sino que quiera regresar a lucharlas. 

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